EVALUACIÓN DE LA CALIDAD DE LA
EDUCACIÓN SUPERIOR UNIVERSITARIA
Escribe: Eudoro Terrones Negrete
La
evaluación es un instrumento de gestión, un juicio de valor de carácter
relacional que las instituciones utilizan para identificar sus fortalezas y
debilidades, corregir o superar sus deficiencias y limitaciones y asegurar el
cumplimiento de su misión, de sus fines, objetivos y metas por un servicio
educativo de calidad.
Juan
Luis Llorens (1999), indica que “Una evaluación es al mismo tiempo un proceso y
un juicio: es un proceso en el sentido de que es un conjunto articulado de
acciones dirigido al logro de un determinado objetivo, el cual es útil para la
toma de decisiones; pero también es un juicio de carácter relacional
(relaciones objetos), que se formula respecto de una determinada situación,
objeto o proceso”.
La
evaluación integral (interna y externa) de la institución educativa de nivel
superior está orientada a conocer el estado en que se encuentra en un
determinado espacio, tiempo y contexto social, para saber si está en
condiciones de ser acreditada o no ser acreditada, es decir si cumple o no
cumple con los requisitos que se exigen según las normas y procedimientos
legales en vigencia en el nivel nacional e internacional.
La
evaluación de la calidad de la educación universitaria puede ser de carácter
cuantitativo y cualitativo. Para lograr una educación universitaria de calidad
debemos incursionar en el carácter cualitativo de la evaluación que conlleve a
desarrollar y mantener permanentemente una cultura de la evaluación de calidad
en toda la comunidad universitaria.
El
proceso de evaluación de la calidad es un proceso de carácter estructural,
sistémico o global, continuo, objetivo,
coherente, transparente, imparcial, constructivo, formativo, dialógico,
interdisdisciplinario y retroalimentador de planes, programas y proyectos.
Asimismo el proceso de evaluación de la calidad deberá estar articulado a un
Proyecto de Evaluación Institucional (PEI).
FORMAS DE EVALUACIÓN DE LA CALIDAD
Toda
evaluación de la calidad comporta diversas formas o modalidades de evaluación,
como bien refiere el doctor Gerardo Ayzanoa del Carpio[1]:
a.
Evaluación diagnóstica: determina la cantidad y
calidad de los diversos tipos de recursos que se emplean (humanos,
tecnológicos, económicos, etc.)
b.
Evaluación de monitoreo: sobre la calidad de los
instrumentos tecnológicos que se utilizan en el proceso de planificación y de
gestión y que está orientado a tomar las acciones correctivas que cada caso
requiera.
c.
Evaluación final: se refieren a los logros de
los objetivos curriculares, la eficiencia pedagógica, el volumen y calidad de
la planta física, los equipos y mobiliarios, los estilos de gestión y las
relaciones con el contexto social, económico y cultural.
d.
Evaluación de impacto: aquí se aprecia el grado de
aceptación y utilización que muestra la sociedad y el país en lo atinente al
trabajo universitario. En este aspecto se deberá tener en cuenta si la
formación de profesionales responde a las necesidades y exigencias de las
empresas en términos de eficiencia y eficacia; también habrá que evaluar si el
trabajo universitario responde a las expectativas de desarrollo de las
comunidades circundantes en cuanto a su pertinencia para servir a la población
más necesitada. Por último – y no menos importante – la evaluación de impacto
cristaliza su cometido al coadyuvar al logro de las utopías posibles como el
respeto a los derechos humanos, la democracia, la paz y la sostenibilidad del
medio ambiente, en estos términos se podrá indicar que la universidad desempeña
un rol relevante.
ÁREAS
GENERALES SOBRE LAS QUE RECAE UNA EVALUACIÓN DE LA CALIDAD
Para
el director de Investigaciones del Foro Red Paulo Freire-Perú y antropólogo Rodolfo
Sánchez Garrafa, la evaluación de la
calidad suele centrarse en una o más de las siguientes áreas:
1.
Calidad del diseño. Atañe a la planificación y el
diseño de las propuestas formativas elaboradas y puestas en ejecución, lo que
involucra directamente a las previsiones del proceso formativo: demandas,
objetivos, contenidos, perfiles deseados, actividades, evaluación, etc.
2. Calidad
del producto o resultado.
Recae en la determinación de logros y, por tanto, en la contrastación de
resultados con los perfiles reales y con la satisfacción tanto de las
expectativas y necesidades de los usuarios cuanto de las demandas sociales a
las que éstas se corresponden.
3. Calidad
del proceso.
Concierne a la manera de establecer diferentes tipos de relación entre la
institución y las personas, y entre ellas mismas, la manera de relacionarse
comprende los procesos de implicación personal, aprendizaje colaborativo y
evaluación continua, la valoración de la información considerada en el proceso
de formación cede paso a la valoración de los procedimientos seguidos y las
actitudes generadas.
4. Calidad
del desarrollo organizativo.
Pone el acento en el desempeño de la totalidad de organización, desde el punto
de vista de la flexibilidad y eficiencia con que sus diferentes componentes se
definen y articulan su accionar hacia la consecución de los objetivos
institucionales y hacia una óptima relación con el entorno.[2]
PREGUNTAS
ACERCA DE LA EVALUACIÓN Y ACREDITACIÓN DE PROGRAMAS.
Respecto
al tema de la evaluación y la acreditación de programas surgen preguntas como
las siguientes:
¿Qué
tipos de mecanismos existen para el aseguramiento de la calidad de la educación
universitaria?
¿Es
posible contar con un modelo de evaluación y acreditación para todas las
universidades, sin tener en cuenta la situación económica, cultural y política
de cada país y los intereses del campo profesional, los perfiles específicos y
las necesidades de cada sociedad?
¿La
calidad educativa deberá responder únicamente a las demandas del mercado en
términos de perfiles profesionales y currículos y no la pertinencia de la
profesión y su impacto en la sociedad?
¿Quién
evalúa a los evaluadores y quién acredita a los acreditadores para no devenir
el proceso de evaluación y acreditación en un libre mercado donde impera el
poder económico para inclinar a su favor las calificaciones y certificaciones y
se olvida de la educación en valores éticos?
¿Cómo dar y garantizar una formación de la
mejor calidad cuando sólo se combinan elementos de índole científica y técnica
y se olvida la parte ética y humanista?
¿Será
posible lograr la calidad educativa cuando el trabajo universitario no se
desarrolla a través de equipos de profesionales orientados por políticas y
estrategias académicas que permitan la realización de la Misión , la Visión y el Proyecto de
Desarrollo Institucional (PDI)?
¿Existe
articulación entre la educación secundaria y la educación superior
universitaria con miras a una educación de calidad?
¿Existe
convenios de cooperación académica y técnica entre la mayoría de las universidades
a nivel nacional y mundial con vínculos eficaces entre ellas y que les permitan
solucionar problemas comunes y atender eficientemente los requerimientos de
profesionales idóneos para una sociedad del conocimiento en permanentes
cambios?
¿Si las agencias de aseguramiento de la
calidad de la educación superior universitaria desconocen los reales problemas
que enfrentan las universidades cómo podrían cumplir con eficiencia su labor,
más allá de hacer efectiva el monto económico por sus servicios?
¿Cómo
evitar que algunas agencias o instituciones acreditadoras en lugar de asumir
compromisos con la calidad de la educación universitaria se valgan de esta problemática para asegurar con métodos sofisticados el
cumplimiento de sus objetivos meramente comerciales sin dejar indicios o
huellas para ser denunciados?
¿Cómo
asegurar la calidad educativa universitaria en un contexto de diversidad de oferta
y de heterogeneidad de demanda?
¿Cómo
asegurar la calidad en la educación universitaria si no se erradica previamente
los posibles actos de corrupción y de
inmoralidad académica y administrativa en las universidades o en los mismos
organismos externos de acreditación y evaluación?
PREGUNTAS
SOBRE LA EDUCACIÓN UNIVERSITARIA DE CALIDAD Y QUE REQUIEREN DE RESPUESTAS
Cuando
filosofamos sobre la educación
universitaria de calidad debemos tratar de encontrar respuestas cuando menos a
las preguntas siguientes:
¿Cómo
se logra la educación universitaria de calidad?
¿Cómo
se cuantifica la calidad educativa universitaria?
¿Cómo
se mide o se evalúa interna y externamente la educación universitaria de calidad?
¿Cuál
es el perfil de un estudiante universitario de calidad?
¿Cuál
es el perfil de un profesor universitario de calidad?
¿Cuáles
son las variables de la macro variable calidad educativa?
¿Cuáles
son los fines de la educación universitaria de calidad?
¿Cuáles
son las características principales de un proceso de gestión de calidad
educativa universitaria?
¿Cuáles
son los requisitos básicos para una educación universitaria de calidad?
¿Cuáles
son los estándares, criterios, áreas y variables para evaluar la calidad de las
universidades?
¿Cuáles
son los modelos, y en qué consisten, para implantar la calidad de la educación
superior?
¿Cuáles
son los indicadores que denotaban problemas en la calidad educativa de las
universidades?
¿De
qué manera influyen los principios y valores éticos en la educación universitaria
de calidad?
¿En
qué consiste el nuevo paradigma de planeamiento y gestión estratégica de la calidad
educativa?
¿En
qué consiste la reingeniería de procesos para una educación universitaria de
calidad?
¿Por
qué se requiere una educación universitaria de calidad?
¿Para
qué sirve la educación universitaria de calidad?
¿Qué
se entiende por calidad total?
¿Qué
es educación universitaria de calidad?
¿Qué
factores claves influyen, directa o indirectamente, sobre la calidad de las
universidades?
¿Qué
modelos hay para la dirección y gestión de universidades de calidad?
¿Qué
teorías pedagógicas sustentan la educación universitaria de calidad?
¿Quiénes
son los responsables de la educación universitaria de calidad?
Los
que abogamos por la educación de calidad consideramos que sólo la calidad hace
iguales a los hombres en la educación, garantiza una mejor calidad de vida a
los miembros de la nación y es la clave para el crecimiento y el desarrollo
integral y permanente de las organizaciones, instituciones, empresas públicas y
privadas y de los países.
La
calidad educativa es producto de una serie de causas, tiene su proceso
y también su efecto, a la vez que
está orientada a mantener bienes y
servicios eficientes y útiles para los usuarios de la educación.
Según
cifras del Banco mundial,
reseñados por Ignacio Ávalos: “los 29 países que concentran el 80% de la
riqueza mundial deben su bienestar en 67% al capital
intelectual (educación, investigación
científica y tecnológica), el 17% a sus recursos
naturales y el 16% a sus equipos.”[3]
Finalmente,
“no se puede hablar de calidad educativa, si no se trata primero de la calidad
de vida y la dignidad de la persona humana. Como bien lo afirma Beno Sander,
“el concepto de calidad de vida humana es el criterio clave para guiar el
estudio de las organizaciones sociales y la educación” (Sander, 1994:237). Por
consiguiente, la gestión educativa es un proceso mediador entre la valoración y
aplicación de los conceptos de libertad, equidad, participación y democracia en
la gestión educativa”, señala Francisco Farro Custodio.[4]
Asimismo,
Farro Custodio puntualiza que este nuevo enfoque de calidad requiere una
renovación total de la mentalidad de las personas y, por tanto, de una nueva
cultura organizacional; ya que entre otros aspectos se tiene que poner en
práctica un planeamiento y gestión participativa y una revalorización del
personal docente no aplicada por la administración tradicional.
[1] Gerardo
Ayzanoa del Carpio, Una visión sistémica
en los procesos de evaluación universitaria, artículo publicado en la Revista N º 10 del Colegio de
Doctores en Educación del Perú- Lima, 2006.
[2] Rodolfo
Sánchez Garrafa. Aspectos metodológicos
de la evaluación en educación superior, artículo publicado en la Revista N º 10 del Colegio de Doctores
en Educación del Perú. Lima-Perú, 2006.
[4] Farro
Custodio, Francisco. Planeamiento
estratégico para instituciones educativas de calidad. Edit. Undegraf S.A.,
Lima, 2001, pp. 48 y 49.