Artículos periodísticos y de investigación

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30 de julio de 2020

ASÍ FUE VÍCTOR RAÚL HAYA DE LA TORRE

ASÍ FUE VÍCTOR RAÚL HAYA DE LA TORRE 

Escribe: Eudoro Terrones Negrete

 

Conocí a Víctor Raúl, en Villa Mercedes, escenario éste de nutridas concentraciones de jóvenes apristas, un domingo de mayo de 1970, ante la vieja casona de una sola planta, una antigua mesa de cedro y la presencia de su inolvidable Tony. 

Llegábamos a Villa Mercedes un grupo de dirigentes juveniles de diversos departamentos del país, y lo hacíamos entonando la canción “Un domingo cualquiera, te espero en la casa de Víctor Raúl. Compañero y amigo unidos cantemos con voz liberal. Si quieres ir a Vitarte vamos en mi grupo yo te llevaré”, pero también la canción “El globo rojo era mi amigo, a todas partes iba con él…” 

Conocí a Víctor Raúl Haya de la Torre, el líder de multitudes, de estatura normal, de ojos penetrantes en el mirar, discreto en el vestir, generoso y amable con todos, de autoestima elevada y actitud dialogante con las personas de todas las edades y condiciones sociales.

Víctor Raúl Haya de la Torre y Eudoro Terrones Negrete (Lima, mayo de 1970)

Acaso por el brillo que despedían sus ojos, se decía que había nacido con el don de hipnotizar a las multitudes, los mismos que conjugaban muy bien con sus calidades de orador, maestro, politólogo y estadista. Irradiaba luz de sabiduría, nobleza de espíritu, afecto, confianza y bondad. 

Víctor Raúl Haya de la Torre vivía metódicamente y con suma modestia. Dedicó su vida al servicio del pueblo. Y lo hizo con inteligencia, honestidad, sacrificio, dedicación y responsabilidad. Jamás obtuvo ventajas adjetivas de la política. Nunca aspiró a lograr algo para su beneficio personal, porque según sus palabras  ha “querido abrir una nueva ruta al porvenir del país”. 

Víctor Raúl Haya de la Torre era un personaje de amplia cultura, asiduo lector, poseía capacidad poco común para redactar cualquier escrito y en las que fustigaba al imperialismo, a las dictaduras, al centralismo como forma de gobierno, combatía a los impuestos directos que gravaban al pueblo, planteaba las estrategias y tácticas de lucha contra la explotación del campesino, el analfabetismo y la pobreza de las mayorías nacionales. 

Víctor Raúl Haya de la Torre era afable y conversador. Gustaba compartir con sus compañeros, amigos e inclusive adversarios políticos sobre cualquier tema. Leía bastante y variedad de temas y de títulos, dormía poco, se acostaba tarde y se levantaba temprano.

Muy pocas personas lo superaban en capacidad de bondad, optimismo, sacrificio, desprendimiento, generosidad y espíritu de bien social. Jamás doblegó sus rodillas ante el temor y la adversidad, menos aún ante los dictadores y tiranos. 

La autoridad del jefe y fundador del aprismo se notaba en todo tiempo, lugar y circunstancia, allí donde las condiciones fuesen más favorables o desfavorables. Orador extraordinario, líder inteligente y experimentado, seguro y audaz en sus decisiones y propuestas. Tenía predilección por dirigir a las juventudes con el ejemplo y la palabra. Poseía don de mando y mucha autoridad sobre los líderes y militantes del aprismo.

En sus tareas políticas de organización del Partido y de capacitación de dirigentes transcurría diariamente más de doce horas, sin perder el humor y la paciencia. Este tiempo lo usaba asimismo para transmitir a todos su vigor y contagiar su energía y optimismo, conciliar voluntades, avivar los espíritus hacia la acción revolucionaria y elevar a su más alto nivel todo el objetivo del programa aprista.

“Ya llegó el Jefe”, se oía decir en los pasillos de la Casa del Pueblo, en las primeras horas de la noche. Todos se acercaban presurosos hacia él, con la mano izquierda en alto, para expresarle el saludo fraternal “Bienvenido, compañero Jefe”…a la vez que coreaban las maquinitas “¡Víctor Raúl!, ¡Víctor Raúl!, ¡Víctor Raúl!”, “¡Contigo, hasta la muerte!, ¡Contigo hasta la muerte y después de la muerte!”… La juventud aprista entraba en acción y se disponía a escuchar las palabras del Gran Líder de la Juventud Indoamericana. 

Víctor Raúl fue un pedagogo social entusiasta, de risa contagiosa, de cortesía refinada, de gran carisma, de amplia cultura y de agilidad dialéctica. Jamás arrió banderas ni flaqueó en sus sanos objetivos, fines y metas. Tenía por consigna ¡vencer o morir! Siempre permaneció resuelto a superar los problemas y dilemas de la vida mediante el diálogo democrático. Siempre se mantuvo decidido a ganar la victoria, sin claudicar sus ideales ni hipotecar su conciencia al sistema opresor imperante. 

Hombre con capacidad de comunicación inigualable, de movilización y de tolerancia política. Utilizaba el mayor tiempo del día para meditar, leer, escribir,  capacitar a militantes y dirigentes apristas y conducir constructivamente el Partido del Pueblo.

Los mejores compañeros de su vida fueron los mejores libros que alimentaban su alma, sensibilizaban su ser y enriquecían su bagaje cultural y político. No cabe duda alguna Víctor Raúl fue en vida un lector empedernido, un  convicto y confeso devorador de libros clásicos o de los más o menos recientes. 

Cuando hablaba colocaba sus manos entre el chaleco y se inclinaba a uno y otro lado en movimiento oscilatorio, manteniendo las respuestas a flor de labio.

En la Escuela de Dirigentes del Partido Aprista Peruano se comentaba mucho sobre la exitosa participación de Víctor Raúl en diferentes universidades nacionales y extranjeras. Y todo esto debido a que los medios de comunicación informaban que los estudiantes, maestros universitarios, investigadores sociales y trabajadores le tributaban grandes homenajes, aplausos prolongados y simpatías por su alta calidad humana, profesional, moral y liderazgo político.

Víctor Raúl expresaba su adhesión más decidida a quienes luchaban contra todo tipo de imperialismo, de divisionismo, de amenazas y discriminaciones, de dictaduras e injusticias sociales.

Para Víctor Raúl el pesimismo, la inercia, el conformismo, la apatía y la mediocridad eran crímenes imperdonables en el contexto de una sociedad de grandes avances científicos y tecnológicos. 

Víctor Raúl cifraba sus esperanzas en una nueva generación revolucionaria, con convicciones y principios arraigados, con capacidad de afirmar energías tenaces para la gran transformación que los pueblos reclamaban desde el hondón de sus conciencias.

A Víctor Raúl le gustaba discutir ideas con ideas, no con insultos. Invocaba a la población a unirse “para lavar manchas, castigar culpables, defender la justicia, salvarnos del barbarismo capitalista yanqui”, porque pensaba firmemente en una América unida en el amor y con justicia social.

En el acto de clausura del Primer Seminario Nacional de Capacitación de Dirigentes Políticos responsables de la Defensa de la Democracia Social en el Perú e Indoamérica, realizado en Lima, en el mes de mayo de 1970 y al que tuve el honor de asistir, Víctor Raúl Haya de la Torre expresó a los líderes juveniles presentes su máximo anhelo por una América unida, grande, digna, libre y justa. Respecto al Perú, Víctor Raúl invocó a los líderes juveniles a seguir luchando por un Estado Antimperialista y un Estado docente, defensor de las mayorías de la Nación. Les instó a seguir luchando sin pausa por una democracia funcional, por el equilibrio moral de derechos y deberes para todos los peruanos, por el rescate para la civilización de nuestra gran raza indígena, por el control nacional de la producción y la distribución de la riqueza, por un Perú en que fuera posible que el hombre piense o hable, sin las mordazas que limitan la expresión de sus conciencias. 

En su mensaje de clausura del referido seminario nacional Víctor Raúl recordó que los apristas sólo responden y deben responder al mandato del pueblo, precisamente porque al tener un origen peruano, una ideología, con programa de gobierno propio y un origen indoamericano, popular, criollo y mestizo, no son súbditos ni colonia de ningún partido político extranjero, ni los financia nadie desde los Estados Unidos de Norteamérica, Inglaterra, Rusia, China y Japón.

Convocó a la juventud a formar el Gran Frente Único de la Justicia, sin burocratizarse, sin entregar la causa de los pueblos al snobismo demagógico o al snobismo extranjero y sin contagiarse de la conciencia feudal menos aún de la conciencia colonial.

Víctor Raúl reclamó a la juventud, insistentemente, sobre la necesidad de acumular mucha cultura efectiva, mucha ciencia, mucha técnica, mucha conciencia geográfica, conciencia histórica, conciencia política, conciencia cultural y conciencia ecológica.

Instruyó a los militantes y dirigentes apristas a mantener al tope la moral, el espíritu de superación profesional: “Teniendo al libro útil como el mejor compañero de sus días, y al Aprismo santo y mártir como el supremo ideal de vida”.

En uno de los pasajes de su conferencia magistral sobre el aprismo manifestó que los verdaderos apristas tenían el deber de luchar contra los políticos burgueses, los gobiernos de facto, los calumniadores profesionales, la clase dominante y opresora, los tiranos impúdicos, los distorsionadores de la verdadera historia de los pueblos y los traficantes del patriotismo.

Víctor Raúl, en opinión del maestro Luis Alberto Sánchez, “nunca conoció el valor del dinero. Los honorarios que recibía de sus libros y colaboraciones, los distribuía de inmediato entre compañeros necesitados y en su gran hobby, los comedores del pueblo y mantener permanente diálogo con la juventud” (En 7 días, Lima, 1970). 

A Víctor Raúl no se le veía nunca triste. Dominaba el violín y el piano, gustaba practicar deporte, caminar, nadar, montar a caballo y conversar sobre temas sociales, educativos, culturales, ecológicos, científicos y tecnológicos. 

Alberto Vera La Rosa (2), dijo de Víctor Raúl: “Frente a la realidad dolorosa de nuestro país, entendió y practicó la política como un medio para alcanzar democráticamente el poder y, desde él, erradicar injusticias construyendo una sociedad de hombres libres, creadora y dinámica, respetuosa de los derechos humanos y del ordenamiento legal. Haya de la Torre ejercitó la política docentemente, con sentido de apostolado, sin escarceos demagógicos, enseñando que cuando se la practica asépticamente, en el ámbito de las luchas populares, no es faena de mercaderes. Por eso se desposó con su partido y también se desposó con la pobreza. Por eso quemó todo aquello que lo ataba a la mundanidad: dinero, hogar, familia, bienes y concupiscencias”.

Víctor Raúl hombre multifacético, líder con gran autoridad y riqueza cultural, espiritual y moral, dominaba los idiomas español, inglés, francés, italiano y alemán, este último idioma lo escribía tan bien como hablaba.

Antenor Orrego,  filósofo aprista y ex rector de la Universidad Nacional de Trujillo, en un artículo titulado “Haya: encarnación de la autoridad”,  escrito el 21 de febrero de 1958, expresó: “¿Cuál es el rasgo distintivo y característico que mejor precisa la fuerte personalidad y la acción del jefe del aprismo? ¿Cuál es ese foco centralizador que aglutina alrededor de sí todas las otras cualidades de su espíritu? ¿Por qué la palabra y el pensamiento de Haya despliegan tanta eficacia operante en la conciencia más avanzada del país? ¿Por qué la juventud y las grandes masas sienten en este hombre el guía político por excelencia de una nueva época que adviene? ¿Por qué a través de un lapso tan prolongado, sus admoniciones conservan la plenitud de su vigencia creadora, sin haberlas menguado la inextricable complejidad de los acontecimientos que se han producido en el Perú? Yo respondo a todas estas interrogaciones con una sola palabra, que da una respuesta plural y sintética a la vez: autoridad. Es la palabra que en el caso de Haya asume la múltiple dimensión de su significado espiritual y moral. La ha asumido y realizado a lo largo de treinta años de enseñanza y apostolado sin tregua. A través de una vida entera que se ha desplegado como oriflama de heroísmo y de persistencia infatigable en su faena, hasta convertirse en una total ejemplaridad personal”. 

Y a renglón seguido continúa: “En un país en que se ha falsificado sistemáticamente la autoridad por el fraude, por la figuración social, por el dinero, por el humano bombástico de la prensa, era preciso que apareciera una poderosa personalidad con efectiva y auténtica autoridad. En un país en que la autoridad fue siempre autoritarismo, en una patria en que los hombres carecieron de esta valoración directiva, hubo de producirse un hombre que por su sola virtualidad humana, sin puestos oficiales, sin cuenta bancaria, sin figuración y sin fraude, encarnase el supremo magisterio moral, la máxima autoridad política de la Nación. Porque no ha habido caso que ningún pueblo pueda salvarse, es decir, construirse hacia el porvenir, forjarse una gran patria futura sin autoridad verdadera, sin un equipo selecto de autoridades auténticas. Y este ha sido el anhelo y la faena central de Haya de la Torre: el surgimiento de autoridades genuinas y verdaderas en todos los grupos políticos, en todas las agrupaciones de opinión que deben asumir la forja y la dirección de nuestra democracia. Porque las autoridades fraudulentas en cualquier orden de actividad: en el gobierno, en la política, en la literatura, en el arte, en el pensamiento, surgen del caos, medran en el caos, y continúan en el caos”.

Finalmente, subraya Antenor Orrego (3): “En el Perú, sin duda alguna, ha habido hombres inteligentes, hombres sabios y hombres honestos, pero no ha habido muchos hombres con autoridad moral en su múltiple dimensión creadora, salvo, entre otros, el caso de González Prada. Con esa autoridad que no se rinde ante el halago, ni ante el soborno, ni ante la amenaza, ni ante el terror, ni ante la calumnia, ni ante la muerte. Esa autoridad que es autoridad, solamente porque tiene una misión impersonal que cumplir. Solamente porque es la encarnación de las fuerzas vitales de un pueblo que son sus fuerzas de liberación histórica”.


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