LA ENSEÑANZA DE LA ÉTICA EN LA FORMACIÓN PROFESIONAL DEL PERIODISTA
Escribe: Eudoro Terrones Negrete
Según Gramunt de Moragas: "La ética del periodista, parte de su
dimensión individual, donde confluyen valores como: la verdad, porque el ser humano no se cansa de entender la naturaleza
en la que vive; la justicia, el
hombre busca vivir en una sociedad ordenada, donde cada uno esté consciente de
sus derechos y sus deberes; la libertad,
la posibilidad de optar entre el bien el mal, el hacer y el no hacer; y es el
discernimiento, que posibilita que el hombre racional aplique los anteriores
valores o los transgreda" (Gramunt 1996: 36).
"La ética debe ser parte de la normativa interna de los medios de
comunicación y de conocimiento de sus periodistas (…) La ética no sólo debe ser
considerada como un conjunto de preceptos, sino una aplicación práctica diaria
(…) La ética se debe reflejar en la elaboración de todos los mensajes
periodísticos: notas de prensa, imágenes televisivas y emisiones radiales (…)
La ética está relacionada a la formación de los periodistas profesionales, se
debería asumir esta responsabilidad desde su proceso de enseñanza – aprendizaje
en las instituciones de educación superior" (Rivadeneira 1995: 117).
Sólo a través de la comprensión real de la dimensión ética, axiológica
y deontológica del periodismo y de los medios de comunicación será posible
contar con una sociedad humana mejor organizada, estructurada y participativa
desde sus propios cimientos, será posible la defensa y promoción de los
derechos de libertad de prensa y de información, de los derechos humanos con
fiel respeto y consideración a la
dignidad del mayor número posible de miembros de la sociedad y el mejoramiento
de la calidad de vida de las personas y la eficaz toma de decisiones para la
solución de los múltiples y variados problemas individuales y colectivos.
LA ENSEÑANZA
DE LA ÉTICA EN LA FORMACIÓN PROFESIONAL DEL PERIODISTA
En términos generales la Universidad tiene como tarea fundamental
formar profesionales en las diferentes disciplinas del saber humano, con
capacidad crítica y espíritu de investigación, para realizar sus funciones,
capaces de orientarse por sí mismos, actualizarse y perfeccionarse de acuerdo
con los avances de la ciencia, la educación y la tecnología.
En la actual sociedad del conocimiento, a la competencia profesional y
a la experiencia laboral del periodista, debe ir unida la práctica de sólidos principios y valores éticos, para superar con
éxito las cotidianas protestas del público y las constantes presiones
políticas, económicas, ideológicas, financieras y morales y cumplir
eficientemente los deberes y las funciones profesionales al servicio del bien común[1].
“En tales situaciones, - dice Niceto Blázquez-, sólo una conciencia
ética clara y vigorosa de la propia dignidad personal constituye el mejor medio
protector contra los potentes misiles de la crítica vindicativa. Un sano
sentido ético de la información es la mejor protección de la dignidad personal
contra las incitaciones a la corrupción”[2]
Puntualiza asimismo: “En nuestros días la calidad informativa pasa por
la empresa, por la tecnología y por la ética. Esto significa que urge formar bien
la conciencia personal tanto de los informadores como de los empresarios. La
responsabilidad ética ha de circular por la sangre de todos ellos. Después
habrá que encontrar la manera práctica de que empresarios e informadores
conviertan esa responsabilidad ética en parte de su ser operativo…”[3]
La educación
en valores constituye en el Tercer Milenio
un imperativo urgente e impostergable para las Facultades de Ciencias
Humanas, Ciencias Sociales y Ciencias de la Comunicación. La consideración de
su necesidad surge como consecuencia de los inusitados avances de la revolución
tecnológica, revolución científico, los cambios en las formas de socialización,
etc. y que requieren de la definición y selección de los valores al interior de
las universidades a través de un sistema participativo de todos los integrantes
de la comunidad universitaria, cuyos valores deberán responder al carácter
social del hombre y a las urgencias de una nueva filosofía moral para una nueva
sociedad en permanente cambio. El hombre como ser social, ser político y ser ético por naturaleza, no
puede vivir aislado de la sociedad. Por lo tanto debe establecer los elementos
necesarios y claves para poder pensar, actuar, trabajar y vivir solidariamente con
sus semejantes, con valores compartidos y con actitudes dialógicas dentro del
contexto de un Estado-red, con distintas metodologías pedagógico-sociales y
didácticas que logren la formación del carácter o el desarrollo de una sólida
conciencia moral y sentido social. Se tratará que los integrantes del demos
universitario, particularmente los estudiantes en formación profesional aprendan a pensar, a trabajar y a convivir
académicamente en valores y los apliquen en su vida cotidiana dentro y fuera de
las aulas para ulteriormente desarrollarlos en su futura actividad profesional.
El interés por los asuntos éticos está en crecimiento. La compañía Philosophers for the Real World ofrece
capacitación para líderes y asesoramiento personal sobre cuestiones éticas
relacionadas con el trabajo. La Universidad de Pennsylvania fundó el Centro de
Bioética. El Center for Ethics and the
Professions de la Universidad de Harvard relaciona la ética con el derecho,
el gobierno, la medicina, la educación y la religión. La mayoría de las
universidades del mundo incluyen la ética como parte integral de las diversas
carreras profesionales.
Observadores sociales e investigadores científicos estiman que se
avecina un futuro incierto en el que la tecnología continuará creando nuevos
problemas y dilemas éticos en casi todos los sectores económicos, poderes del
Estado, partidos políticos, sindicatos y demás organizaciones sociales y que la
tecnología sofisticada aislará más a las personas e instituciones, incluso en
lugares públicos, y que permitirá que extraños tengan acceso a los secretos más
íntimos de las personas y las corporaciones. Y ante este reto hay la necesidad
de anticiparse y elaborar nuevas reglas de comportamiento social para apoyar la
libertad individual y asegurar una estabilidad social, política y jurídica
continua y una paz duradera con justicia social, antes de que avance este tipo
de comportamiento. Se dice, por ejemplo, que no hay lugar más vulnerable para
el abuso de la ética que Internet, donde personas y empresas no son
identificables ni imputables de responsabilidad alguna, medio a través de la
cual el usuario recibe cientos de miles de insultos, de maldiciones, de
respuestas desagradables, etc.
Los problemas, dilemas, conflictos y pseudoconflictos en el quehacer
informativo bien pueden ser superados progresivamente si los periodistas
observaran una conducta ética en su diario
quehacer profesional; si utilizaran con sentido de responsabilidad social,
jurídica y ética las tecnologías de la
información y la comunicación; si cumplieran con las normas establecidas en los
códigos de ética periodística de sus centros laborales, medios de comunicación
y gremios a las que pertenecen (círculos, clubes, asociaciones, federaciones,
colegios profesionales, consejos de prensa, auditorías, ombudsman, veedurías
ciudadanas, centros e institutos de investigación periodística).
No cabe duda que, felizmente, a nivel de todas las carreras
profesionales, la ética es universalmente reconocida en su verdadera dimensión,
sentido, importancia y trascendencia y como ciencia fundamental e irremplazable
para la formación de los profesionales en los diferentes centros de enseñanza
superior no universitaria y universitaria.
Como plantea Lipovetsky, “la defensa de la información pasa ante todo
por una ética del periodismo centrada en la cualificación y la formación
profesional”, tarea esta última que corresponde los estudios universitarios de
periodismo.[4]
Urzúa Aracema[5]
señala: “La doble característica de la ética, de ciencia teórica y práctica, se
encuentra en la ética informativa, lo que origina las dificultades de su
enseñanza, ya que no sólo se trata que los alumnos aprendan normas, principios
y valores, sino que sean capaces de aplicarlos en la realidad profesional…”
Todo ser humano tiene pensamiento (teoría) y acción (praxis). El
pensamiento es el conjunto de ideas que permiten valorar moralmente una acción
en términos de buena, mala, justa, injusta, honesta, deshonesta, responsable,
irresponsable, leal, desleal, honesto, deshonesto, digno, indigno, etc.
Para la difusión del pensamiento los seres humanos utilizan un
determinado medio: la palabra, el escrito o el medio de comunicación. La acción
se expresa a través de una serie de hechos cuantitativos y cualitativos, hechos
materiales que son observables y valorables y que tienen una causa y un fin que
les motiva. La valoración moral de la acción se efectúa mediante la expresión
de un juicio.
Respecto al fin y al juicio de valor, Carlos Septien García manifiesta:
“Pero decir fin y juicio es decir valorización moral conforme a una medida de
principios… El periodista sabe que los hechos humanos tienen un valor de bien o
desvalor de mal para la vida colectiva, y conforme a ese criterio habrá de
enjuiciarlos. Podrá hacerlo conforme a extrañas tablas de valores, ajenas a la
realidad cultural, religiosa, histórica, de su medio; pero lo que no podrá
hacer ni intenta hacer tampoco, es eliminar el juicio de los hechos”[6]
El periodismo es una de las disciplinas de las ciencias de la
comunicación que investiga, selecciona, valora, interpreta, explica e informa
sobre los hechos humanos ocurridos en el
cotidiano vivir y que son de interés colectivo. Y al hacerlo el periodismo se
enmarca en el campo de la conducta humana y dentro de una determinada sociedad.
Son, pues, los hechos humanos, el objeto fundamental del periodismo
como carrera profesional, los mismos que requieren ser juzgados o valorados a
la luz de los principios de la ética para justificar su razón de ser en la vida
de las personas y de las sociedades de acuerdo a sus múltiples intenciones,
fines o metas.
Con las palabras de Septien García diríamos: “Es la ética el campo de
la prensa, porque un aspecto de su misión consiste en informar acerca de los
actos humanos; pero como no hay acto del hombre –sobre todo si está destinado a
influir en los demás- que carezca de intención, el otro aspecto de la función
periodística consiste en juzgar el valor de los hechos, ya que las intenciones
son sólo malas o buenas; es decir, morales o inmorales. Y el deber completo del
periodismo se configura entonces por la noble tarea de informar verazmente y de
juzgar a la luz de la moral sobre la bondad o la maldad de los hechos en
relación con la persona y con la sociedad”[7].
Las constituciones políticas de los países democráticos del mundo
amparan, reconocen y protegen los derechos de los ciudadanos a expresar y
difundir libremente los pensamientos, las ideas y las opiniones mediante la
palabra, el escrito, o cualquier otro medio de reproducción, bajo las
responsabilidades de ley y limitado sólo por el derecho al honor, a la
intimidad personal y familiar, a la seguridad nacional, a la imagen individual
y a la protección de la infancia y de la juventud.
La libertad de expresión, que es derecho consubstancial de toda
naturaleza humana, es una herramienta ineludible para el ejercicio de la
profesión periodística. Su uso y explicación debe ajustarse a los principios de
la ética, a ciertas regulaciones, para que los periodistas no incurran en
libertinaje, no abusen con este derecho y sean capaces de garantizar el
ejercicio ético de la libertad en aras del bien común.
Una vez más, se justifica la enseñanza de la ética en la formación
profesional de los periodistas. La información veraz y objetiva es un bien
público y social que requiere ser conocida por la sociedad, a través de
cualquier medio de difusión, para contribuir a la mejor y oportuna toma de
decisiones que conlleven a la solución de dilemas y de problemas de diversa
naturaleza.
La ética y el derecho son las principales ciencias que fundamentan y
justifican de manera racional y legal todos los demás derechos humanos, entre
los cuales están, principalmente, el derecho a la información y el derecho de
información.
La ética, bien entendida y aplicada en el campo de las comunicaciones,
es la ciencia que garantiza a la sociedad el derecho de contar con
informaciones y comentarios veraces, imparciales, pluralistas, responsables y
con independencia de criterio, que contribuyen a la formación de una opinión
pública saludable, respetable y de calidad, liberada del engaño, de la mentira,
del sensacionalismo, de los conflictos de intereses y de la pornografía, de los
chismes, de las intrigas y de los rumores, de los chantajes y sobornos, de toda
forma de manipulación y de corrupción informativas.
No hay mejor explicación, respecto a la importancia de la ética en la
formación profesional de los periodistas, que la proporcionada por Blázquez en
las líneas que siguen: “El asunto de informar y ser debidamente informados nos
introduce de lleno en el campo de la justicia social y pide una justificación
ética adecuada. Toda norma o ley positiva, establecida por hombres, para que
resulte vinculable en conciencia, debe estar apoyada por alguna razón ética
proporcionada. La ética es como la sangre de la justicia por cuanto ofrece los
criterios y las razones para discernir sobre si esas leyes son justas o injustas,
vinculantes o rechazables. Cuando los profesionales de la información critican
esos cuerpos normativos o legales, para que sean válidas sus críticas tienen
que estar inspiradas en principios de naturaleza ética. Es la ética la que nos
recuerda que la información es un derecho natural en función del cual la
sociedad tiene la obligación de proveer de un servicio público de expertos para
garantizar lo mejor posible la respuesta al derecho natural de todo individuo y
de toda sociedad al conocimiento de las verdades más esenciales para llevar una
vida digna en sociedad”[8]
En los párrafos que siguen, Niceto Blázquez señala las bondades de la
ética para el ejercicio de la profesión periodística, como son las de permitir
a los periodistas liberarse de la tiranía ideológica de los gobiernos, de la
tiranía política de los partidos, liberarse de la humillación de los grupos de
poder económico, y la provisión de valores éticos como son fundamentalmente la
integridad intelectual y la responsabilidad social: “Sólo la ética es capaz de
liberar al informador de la tiranía ideológica de los gobiernos y de los grupos
políticos, así como de la humillación que a veces significa la sumisión a los
poderes financieros. El informador tiene que encontrar en su formación ética la
manera de no corromper la profesión fascinado por el gusto del poder o la
tentación del soborno. La falta de responsabilidad ética podría tener
consecuencias prácticas aterradoras en el manejo de la moderna informática. Un
irresponsable bastaría para corromper toda la información que actualmente pasa
de una u otra forma por los ordenadores con consecuencias incalculables”[9]
En la nueva sociedad del conocimiento actuar éticamente es una
necesidad imperiosa e ineludible. Hay múltiples razones para ello. La ética es
una necesidad social y sumamente útil para innovar, cooperar y construir una
sociedad solidaria, igualitaria, digna, libre y justa. La ética sirve para
resolver moralmente los conflictos y problemas que se derivan de la acción o del comportamiento de las personas.
La ética permite recuperar el sentido de comunidad frente al individualismo. La
ética es útil para conseguir un liderazgo democrático que sea moralmente
excelente en todo sentido. La ética
sirve para asumir la responsabilidad de las decisiones y para recuperar la credibilidad y la
confianza perdidas.
Existe la necesidad de una ética de la imagen porque sigue existiendo
el deseo de buscar la felicidad y la justicia en la sociedad regida por la
imagen. Dominados como estamos por las imágenes del cine, la televisión, la
publicidad, los videojuegos e Internet, la búsqueda de la felicidad nos obliga
a no dejarnos llevar por las apariencias de las imágenes que, en muchos casos,
han suplantado a la propia realidad, señala Isidoro Arroyo Almaraz[10].
El hecho de estar viviendo en un tercer milenio en el que predomina el
uso de equipos y herramientas de
comunicación altamente sofisticadas – producto de los avances de la ciencia y
la tecnología-, implica necesariamente que los periodistas estén provistos de
sólidos principios y valores éticos para superar con éxito los conflictos de
intereses, los problemas y dilemas éticos y los posibles daños de incalculable
magnitud que podrían ocasionar a las personas e instituciones.
Arroyo Almaraz manifiesta que, a mayor uso de la tecnología aumenta el
riesgo de producir daños mayores a un número superior de personas e
instituciones. Pero también hay problemas que son derivados de la sociedad de
la comunicación como, por ejemplo, la “telebasura”[11],
la violencia gratuita en los medios, los excesos de decibelios en los efectos
sonoros del cine, el sensacionalismo. Todos ellos hacen que surjan conflictos
como consecuencia de la colisión de derechos. Entre los que ejercen el
principio de que todo debe decirse y los que reclaman el derecho a la intimidad
que, como señala Carlos Soria (1997,103): “se destruye en tanto en cuanto es
conocido por otro (…) Se destruye por el simple hecho de su comunicación”[12].
A los problemas expuestos deberá agregarse los problemas éticos que se
generan como producto de las leyes del libre mercado, del mal uso y abuso de
los medios de comunicación por parte de los denominados intrusos, periodistas
prácticos e incluso algunos malos periodistas de profesión. Por ejemplo, los
delitos contra el honor de las personas (injuria, calumnia y difamación), los
delitos informáticos, el mercantilismo de la información (conciencia
agiotista), el libertinaje, la invasión a la privacidad de las personas, el
chantaje periodístico, la falta de credibilidad e independencia de criterio, el
plagio y volteo de la información, la manipulación informativa, la
irresponsabilidad social y jurídica, la corrupción e inmoralidad, el
pluriempleo, el uso de cámaras escondidas para fines innobles, la “guerra de
medios”, la frivolidad de los
contenidos, inapropiado uso del lenguaje periodístico, las omisiones
intencionadas sobre acontecimientos importantes y de real interés nacional,
buscar favores y aceptar gratificaciones a cambio de encubrir el fraude y los
actos de corrupción e inmoralidad públicas, la pornografía, la
ciberpornografía, la compra-venta de la impunidad, la interceptación
telefónica, la entrevista “de emboscada”, la apología del terrorismo, del
racismo y del proxenetismo, entre otros.
Isidoro Arroyo Almaraz, doctor en ciencias de la Información, máster en
técnicas de comunicación en servicios sociales y profesor de comunicación en la
Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, luego de un análisis riguroso de la
situación problemática de la ética en los medios de comunicación llega a
plantear la necesidad de una NUEVA ÉTICA. Sus fundamentos son los
siguientes:“Hoy en día los medios de comunicación reclaman una nueva ética,
porque la vieja moral no dice nada de ellos, sobre todo cuando surgen
conflictos entre el derecho a la información y el derecho a la intimidad; entre
el obligado servicio público que deben dar y el servicio al público en que se
convierten; entre la libertad de expresión que deben tener los informadores y
la dependencia de éstos respecto de los propietarios de los medios; entre la
necesaria protección a los menores frente a los contenidos perjudiciales que
emiten y la también necesaria libertad de los programadores para conseguir
programas aceptados por la audiencia; entre la demanda de autorregulación por
parte de la profesión y la demanda de heteroregulación por parte de los
usuarios”[13].
Por eso es que hoy todo el mundo habla de ética, habla de la necesidad
de volver a sus fuentes primigenias o de formular nuevas normas éticas
concordantes con los avances de la ciencia y la tecnología de la actual
sociedad del conocimiento, con el fin de enfrentar a necesidades nuevas
derivadas de una sociedad de derechos y de las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación. Tanto es así que Rushworth Kidder, experto
norteamericano en temas éticos, llegó a decir que “no sobreviviremos en el siglo XXI con la ética del siglo XX. Pienso que
a medida que la situación se haga peor, nos vamos a dar cuenta de la necesidad
de tomar aún más en serio el tema de la ética”.
Resulta que, nunca antes como ahora, el tema de la ética deviene en una
permanente preocupación. La ética es un tema omnipresente. Cada vez crece más
el interés por la ética en los parlamentos, universidades, poderes del Estado,
tribunales internacionales, colegios profesionales, partidos políticos,
congregaciones religiosas, sindicatos, asociaciones. Organizaciones no
gubernamentales, empresas públicas, empresas privadas, medios de comunicación,
editoriales, etc. El tema de la ética se ha diversificado en casi la totalidad
de los campos del actuar humano y es analizado en sus alcances, dimensiones,
sentidos, orientaciones, razones teóricas, bondades y consecuencias prácticas.
Carlos Septien García[14], explica las dos razones básicas por
las que el periodista requiere de una “sólida formación moral: ”en primer
lugar, porque la tarea periodística tiene por fin, una vez obtenida la
información, enjuiciarla a la luz de los principios morales sobre los cuales
reposa la existencia del hombre y de las instituciones de toda índole que la
favorecen, la sostienen y la perfeccionan; en segundo término, por el poder del
arma de expresión del periodista, que es la palabra escrita”.
La enseñanza de la ética en la carrera profesional de periodismo se
justifica plenamente dentro de las competencias que el futuro periodista deberá
demostrar para enfrentar con éxito los riesgos, los retos, las innovaciones y
los cambios del mundo del trabajo y que se originan como producto de los
avances científicos y tecnológicos de la sociedad del conocimiento, combinando
las exigencias de las tecnologías con sus saberes adquiridos (saber ser, saber
hacer, saber lograr, saber convivir, saber emprender). Dentro de la serie de
competencias[15] están las de compromiso ético, los
conocimientos de los valores morales, culturales y estéticos
La formación de los nuevos profesionales en el campo del periodismo no
debe reducirse a simples aspectos técnicos ni debe ser despojada de contenido
humanístico, ideológico, social e histórico de la realidad de los pueblos del
planeta.
La ética, como asignatura, se ha incluido en el currículum básico del
plan de estudio de la carrera profesional de las ciencias de la comunicación,
pero se dedicaban pocas horas en su impartición – de 3 a 4 horas semanales, en
su mayoría durante un semestre académico, que no permite analizar y desarrollar
de manera sostenida y profunda los problemas, dilemas, teorías, principios,
valores y códigos éticos en las diversas áreas del periodismo: periodismo
radial, periodismo escrito, periodismo televisivo y periodismo electrónico.
La enseñanza de la ética periodística en las aulas universitarias requiere de mucho debate, de mucha
investigación sobre conductas éticas y antiéticas de los periodistas, que
conlleven al mismo tiempo a redefinirla e reinventarla dentro del nuevo mundo
virtual en que se vive.
Precisamente, la deontología periodística es la parte de la ética
especializada que estudia las acciones humanas en relación con la profesión
periodística, estudia sus consecuencias morales, proyecciones ético- sociales,
posibilidades, potencialidades y limitaciones éticas.
Ética e información siempre marcharon, marchan y seguirán marchando de
la mano en procura del bien común, del bienestar y de la felicidad de las
personas y de la colectividad.
La enseñanza de la ética en la profesión de periodismo se justifica
porque la ética es una ciencia teórica y ciencia práctica que tiene que ver no
sólo con la reflexión filosófica acerca de los problemas y dilemas éticos que
origina el comportamiento del futuro periodista sino que se trata que los
estudiantes de periodismo aprendan normas, principios y valores para ser
capaces de aplicarlos en la realidad profesional.
La enseñanza de la ética periodística permite al estudiante de la
carrera profesional de periodismo formar su propia conciencia respecto a la
moralidad de los actos informativos. Y para este fin los docentes
universitarios encargan a los estudiantes la recopilación de la información
sobre los fallos de tribunales de ética de los medios y gremios periodísticos,
para que lleguen a conocer de manera directa las faltas éticas en que incurren
los periodistas y las vulneraciones a las normas éticas y normas jurídicas,
respectivamente.
En la medida en que los estudiantes comprueben fehacientemente que los
principios y valores éticos y sociales son respetados en la práctica por los
propios periodistas y trabajadores de los medios de difusión, les resultará
fácil comprender y explicarse mejor que la ética es una parte sustancial e
importante en el quehacer periodístico y que a través de ella se ponen al
servicio de los valores éticos en aras de una sociedad mejor organizada y
desarrollada desde sus cimientos.
La formación ética debe ser una de las principales competencias en la
formación de periodistas profesionales para un mundo cada vez más cambiante y
complejo.
Ante la pregunta ¿por qué es necesaria hoy la enseñanza de ética en la
universidad?, el periodista y director de la Escuela de Periodismo de la
Universidad Católica de la Santísima Concepción de Chile, Mario Urzúa Aracena,
responde con claridad meridiana lo siguiente: “La enseñanza de la ética en la
universidad debe ser parte de todos los planes de estudio, ya que es el marco
de buen desempeño profesional que debe guiar a todos los titulados universitarios.
Hay exigencias éticas mayores para algunas profesiones, como las que tienen que
ver con la vida humana y con los derechos de las personas, pero en general si
la universidad tiene un deber con la sociedad es entregar a ésta profesionales
capacitados y a la vez responsables, siendo esto último propio de la ética
profesional. En el caso del periodismo, el respeto a las personas y a sus
derechos, como el honor y la vida privada e intimidad, la obligación de buscar
la verdad y la objetividad, el respeto al secreto profesional, son
fundamentales para un desempeño responsable y por lo mismo deben formar parte
de los cursos de ética profesional del periodismo”[16]
La misión de los medios de
comunicación es contribuir al crecimiento, desarrollo, progreso y perfeccionamiento
de la sociedad democrática. En este sentido no puede soslayarse la enseñanza de
la Ética y Deontología Periodística en la formación de los futuros
profesionales de periodismo, en salvaguarda y en protección del derecho
fundamental del ser humano a las libertades de expresión y de información por
diversos medios, derechos individuales en los que se fundamentan el desarrollo
de la personalidad de los sujetos y que tienen una dimensión pública reconocida
y amparada por las Constituciones políticas, los pactos internacionales y los
tribunales constitucionales en jurisprudencia reiterada de diversos
Estados democráticos del mundo. Siendo,
además, la libertad de información la garantía de las demás libertades
públicas. Y la información tiene una enorme influencia en la formación de la
opinión pública.
El uso pedagógico de los casos jurisprudenciales (Sentencias de los
Tribunales) es una recomendación básica que se hacen en sendos debates
académicos universitarios como forma de enseñanza de los principios y valores
que inspiran a la Ética y la Deontología periodísticas.
Para entender y explicar lo que es la ética general se requiere
previamente de una visión filosófica del hombre en su dimensión integral
(social, política, ecológica, educativa, cultural, histórica, religiosa,
existencial, etc.) para ubicar la ética en su amplio contexto y al periodista
en sus deberes y derechos fundamentales y el marco teórico en que deberán
desempeñarse. Al respecto, Niceto Blázquez, en su obra “La nueva ética en los
medios de comunicación” nos recuerda que “la ética periodística es un capítulo
particular de la ética profesional. El tronco es la ética sin más, que se
inscribe en el ámbito de la pura reflexión filosófica. Cualquier intento de
descontextualizar la ética periodística de la reflexión filosófica será nefasto
y sólo servirá para desvirtuarla todavía más reduciéndola a una guía de recetas
arbitrarias y caprichosas y hasta absurdas”.
Mario Urzúa Aracena, en Algunas claves para la enseñanza de la ética informativa, señala:
“De esta manera conocerán el marco ético en que deberán desempeñarse y podrán
reconocerlo cuando deban enfrentarse a situaciones informativas en que exista
colisión entre ellos y la práctica profesional”.
El maestro universitario chileno, Urzúa Aracena,
manifiesta asimismo lo siguiente:“En algunos países se han creado tribunales o
consejos de ética informativa, los que por la vía de fallos van sentando una
doctrina de ética informativa. Es el caso de Chile, donde en 1991 se creó por
parte de la Federación de Medios de Comunicación un Consejo de Ética, tribunal
independiente conformado por periodistas, juristas, profesores de ética y
personalidades relevantes del mundo de los medios de comunicación. Desde esa
fecha se han pronunciado más de cien fallos, sobre las más diferentes materias,
con lo cual se ha ido definiendo a lo largo del tiempo una doctrina coherente
aplicada a la realidad informativa del país. Estos fallos, que se publican
anualmente en un libro y que aparecen en la página web del Consejo, pueden ser
de valiosa ayuda a la docencia de la ética informativa. No sólo porque
contienen una doctrina clara de lo que está permitido y lo que no lo está en
materia de ética periodística, sino que también porque su publicación se hace
con el detalle de la denuncia, las respuestas del medio afectado y su
explicación, los elementos doctrinales involucrados y el razonamiento de la
sentencia. Para los alumnos de periodismo, el conocer de fuente directa cada
caso, los problemas que plantea y los elementos teóricos implicados, es de gran
interés e importancia. El estudiante puede analizar, con la guía del profesor,
el caso y las circunstancias en que se efectuó la publicación cuestionada; de
este modo se pone en relación directa con la vida real, con lo que él puede
experimentar durante su vida profesional. Al mismo tiempo, el análisis del
mismo le permite reflexionar sobre la teoría ética ya explicada en clase y de
esa manera ver su aplicación práctica. La experiencia docente permite señalar
que esta reflexión se hace más rica en contenidos en la medida en que se
realice a finales del curso, cuando ya se han introducido y estudiado los
principios y valores que constituyen la doctrina ética y cuando los alumnos son
capaces de efectuar el análisis sobre una base teórica y no sólo por una
aproximación superficial al problema planteado”.[17]
También refiere Urzúa Aracena que “En los medios
académicos de los Estados Unidos se utiliza para la enseñanza de la ética
informativa el estudio de casos y sobre la base de su análisis se busca que los
estudiantes sean capaces de discernir el razonamiento moral de los periodistas
involucrados en el caso en estudio”.[18]
Coincidimos con las expresiones de Urzúa Aracena
cuando afirma:“Lo anterior lleva a concluir que una buena forma de aprender la
ética informativa es ejercitándola. Se puede hacer en el transcurso del
programa de estudios en todos los cursos teórico-prácticos. Por ejemplo, en los
cursos de periodismo informativo, periodismo interpretativo, en los talleres de
entrevistas y reportajes, en las prácticas de radio y televisión. En todas
estas asignaturas y en otras que sería largo enumerar es posible exigir calidad
profesional, rigor técnico y a la vez respeto por las normas y los principios
de la ética informativa” Y agrega: “Ahora bien, implementar en un plan de
estudios transversalmente el tema de la ética informativa exige, al menos, un
acuerdo esencial de los profesores con esa ética y con sus principios, valores
y normas. En este sentido, el alumno aprende no sólo ejercitando la ética en
cada asignatura, sino que también por la coherencia del modelo ético compartido
por el profesorado”.
Pero la
utilidad, la trascendencia y la eficacia de los códigos de ética
periodística o de las comunicaciones dependen del compromiso de los periodistas
por su aplicación correcta. Pero si los mismos periodistas ponen en duda de la
eficacia de los códigos, lo subestiman y no se esfuerzan por conocerlos y
aplicarlos en su labor cotidiana, muy poco o nada podrá esperarse de su
utilidad.
En la enseñanza de la ética a los estudiantes de la
carrera profesional de periodismo no sólo se analiza los problemas y dilemas
éticos que deberá afrontar cuando sea profesional sino también se le informa
sobre las teorías o doctrinas éticas, los códigos de ética, las faltas a la
ética, etc.
No le falta razón a Alicia Entel cuando manifiesta que
“Se suele hablar con frecuencia de la dimensión ética. Su espacio en las
carreras no se ha generalizado. A menudo está presente como disciplina, pero no
como concepción o estilo de vida que debe abarcar todas las prácticas.
Corresponde poner énfasis en que la formación de periodistas, tal vez en el sentido
gramsciano de intelectuales orgánicos, en este caso orgánicos de la defensa de
lo público (Giroux, 1988), resulta estratégica y no mero juego de bricolajes y
mercados”.[19]
La enseñanza de la ética informativa, la ética de la
imagen, la ética de los multimedios de comunicación, entre otros, forman parte
del currículo académico de las universidades públicas y privadas para la
formación de los futuros profesionales en periodismo o en ciencias de la
comunicación y/o de la información.
Los temas, problemas, dilemas y teorías de la ética,
la deontología y la axiología para una formación integral del comunicador
social no sólo se abordan en el ámbito académico universitario sino también en
permanentes coloquios, mesas redondas, foros, seminarios-talleres, reuniones
“de café”, convenciones y congresos, etc.
El periodista profesional, tiene el deber y la
exigencia moral de prepararse con seriedad, responsabilidad y profundidad para
ejercer con éxito sus funciones, pero también tiene el deber de mantener al día
su preparación mediante su reciclaje
continuo (actualización y capacitación profesional) en concordancia con las
innovaciones y avances de la ciencia y la tecnología y estar informado de los
acuerdos, sugerencias o recomendaciones de eventos académicos para perfeccionar
o mejorar su actividad profesional en sus centros de trabajo.
“A todo esto se suma que muchos de los estudiantes de
las escuelas de comunicación a mitad de sus estudios ya han realizado prácticas
en empresas y medios de comunicación. Con ello adquieren una temprana
referencia de la forma en la que se trabaja y actúa en los medios. De este
modo, el estudiante recibe mensajes contradictorios entre el aula de la Universidad,
por una parte, y las conductas y las rutinas que observa en los medios, por
otra. Con ello, se produce una singular inversión
o regresión, del punto de vista de los estudiantes de las escuelas de
Comunicación: en vez de aprender en las aulas cómo deben ser los medios y
tratar de cambiarlos, los estudiantes aprenden cómo se actúa en los medios y
entonces cuestionan lo que se les enseña en las aulas.” [20]
El periodista, Emilio Filippi Muratto,
tras manifestar que las exigencias del mundo moderno son de tal magnitud que
parece muy difícil que una persona no debidamente capacitada pueda fungir de
periodista en condiciones relativamente honrosas, nos refiere su experiencia en
la enseñanza de la ética en una universidad chilena: “Personalmente, durante
mis clases de ética en la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica
(Chile), a mediados de los años 60, pude verificar los vacíos existentes en
aspectos de la práctica diaria. El curso se desarrollaba en dos planos: uno, de
orden teórico, en el cual el profesor señalaba los fundamentos éticos; y, otro,
de carácter práctico, en el que los alumnos reporteaban diversos hechos,
consultando a periodistas en ejercicio, o dialogando en la propia clase acerca
de asuntos del diario acontecer” [21].
Finalmente queremos manifestar,
-coincidiendo con el profesor brasileño Danton Jobin-, que la formación
profesional de los periodistas deberá comprender los aspectos: humanístico,
moral, cultural y técnico, con el fin de contar con “profesionales aptos para
mejorar el instrumento de acción terriblemente eficaz que es la prensa. Pero
importante, sobre todo, para la comunidad, es que estos profesionales no sean
sólo buenos especialistas en las varias modalidades de su oficio, sino que
hayan sido convenientemente educados para soportar las grandes
responsabilidades que se atribuyen a todos los que usan aquel poderoso
instrumento de acción social”.
[1] El bien
común es un concepto complejo, que en general puede ser entendido
como aquello de lo que se benefician todos los ciudadanos o como los sistemas
sociales, instituciones y medios socioeconómicos de los cuales todos dependemos
que funcionen de manera que beneficien a toda la gente. Más recientemente, John Rawls lo definió
como “ciertas condiciones generales que son... de ventaja para todos”. (http://es.wikipedia.org/wiki/Bien_comun).
[2] Blázquez,
Niceto. La nueva ética en los medios de
comunicación. Problemas y dilemas de los informadores. Biblioteca de
Autores Cristianos, Madrid, 2002, pág.8.
[4] Lipovetsky, Giles. Citado por Hugo Aznar, en Comunicación Responsable, Ariel Comunicación.
Barcelona, 2005, pág.148, y también citado por Mario Urzúa Aracena, en Periodismo y Ética: Temas actuales. Centro
de Estudios Bicentenario, Chile, 2005, pág.109.
[6] Septien García, Carlos. El
quehacer del periodista. Obra antológica. Ediciones Periodismo y
Comunicación / Escuela de Periodismo “Carlos Septien García”. Primera edición,
México, 1979, págs..57 y 58.
[10] Arroyo Almaraz, Isidoro. Ética
de la imagen. Ediciones del Laberinto, S.L., España, 2000, pág.14.
[11] Telebasura: Algunas
definiciones de la “telebasura más popularizadas son las siguientes:
“Telebasura es intentar conseguir audiencia mediante la explotación de la
obscenidad”. Se trata de “programas degradantes por los temas facilones que
tocan: vulgares y de un nivel mental similar al de los analfabetos; responden a
estímulos groseros y no muestran un mínimo de ingenio”. O bien: “Los programas
basura están compuestos por un cóctel de escatología, superstición, discurso
primario, fundamentalismo ideológico y
religioso; en suma, lo que confirma un hombre unidimensional”. Más
gráficamente: “la diferencia entre hacer televisión y telebasura es lo que va
de hablar de una violación a enseñar los aspectos más crudos de la misma para
regodeo de los instintos más bajos del espectador”. Las dos notas de la
“telebasura” más denostadas en diversos sectores sociales son la invasión de la
intimidad ajena y el humor soez. La “telebasura” es la prensa amarilla renovada
en clave visual con todas las agravantes del medio televisivo”. En la obra de
Niceto Blázquez, “La nueva ética en los medios de comunicación”, Madrid, 2002,
Biblioteca de Autores Cristianos, págs.. 670 y 671.
[13] Ibídem, pág.19.
[15] Competencias lectoras en
el orden semántico, pragmático, textual, enciclopédico, crítico e intelectual;
comunicación oral y escrita en lengua materna y extranjera; competencia
digital; competencias interpersonales, interculturales y sociales; competencia
cívica; espíritu de empresa; aprender a aprender; aprender a emprender;
capacidad de aplicar los conocimientos en la práctica; capacidad de análisis y
de síntesis; capacidad para adaptarse a las nuevas situaciones y a los nuevos
avances de la ciencia y la tecnología; capacidad para generar nuevas ideas
(creatividad); toma de decisiones; capacidad de crítica y de autocrítica; capacidad
de trabajar en equipo interdisciplinario; conocimientos básicos de la profesión
periodística; habilidades de investigación; apreciación de la diversidad y
multiculturalidad; habilidades metodológicas para el autoaprendizaje
permanente, etc.
[18] Christians, Clifford, Fackler, Mark y Rotzoll, Kim, Media Ethics, Cases and Moral Reasoning,
Longman, New York, 1995, pág.3.
[19] Entel, Alicia (Compiladora). Periodistas: entre el protagonismo y el
riesgo. Paidós Estudios de Comunicación, 1º edición, Buenos Aires, 1997,
pág.23.
[20]Enseñanza de la ética a nivel profesional.
http://www.monografias.com/trabajos75/codigo-etica-comunicacion/codigo-etica-comunicacion2.shtml.