MENSAJE
A LOS ESTUDIANTES DE PERIODISMO
Por
William Allen White[1]
De
manera, amigos míos, que ustedes piensan entrar en el periodismo. Yo soy
anticuado. La expresión «la tarea periodística» me gusta más que el término
periodismo, puesto que, al final de cuentas, todos somos hombres de prensa,
nosotros los periodistas, desde el principio hasta el fin, en todo momento.
Somos descendientes directos del heraldo real y del pregonero.
Cuando
la vida del hombre era sencilla y primitiva, la tarea de difundir noticias se
cumplía en forma sencilla y primitiva. Pero ahora, en una civilización
compleja, entre gente altamente refinada, la función informativa ha adquirido
complejidad; es tan complicada, en efecto, que en un sentido amplio la tarea
periodística es de muchas clases. En términos generales pueden reducirse a dos:
la honesta y la deshonesta. Pero como todas las generalizaciones, esta que
presupone la existencia de ovejas absolutamente negras y ovejas inmaculadamente
blancas dentro del periodismo no es tan fácil de aplicar como parece. Sin
embargo, debe quedar como una hipótesis de trabajo.
Por
consiguiente, ustedes afrontan la elección entre dos tipos de periodismo. Por
un lado, el periodismo que no acepta obligaciones sociales, que no tiene en
cuenta los escrúpulos morales, que sólo aspira a ganancias pecuniarias. La
multitud ávida de dinero que se dedica al periodismo ha producido una clase de
periódicos que se han convertido en una especie de extorsión, suavizada aquí y
allá por la mendicidad, y que no es más respetable que cualquier otra forma de
prostitución. Este grupo de diarios atrae a un tipo de lectores de baja
condición, a los débiles mentales, que nada aprende y lo olvida todo, que
razonan exclusivamente con sus emociones y aceptan sin dudas todo lo que se les
presente en términos sensacionales. Este negocio es muy lucrativo y
completamente perverso. Por lo tanto, al final solamente depara las
satisfacciones que proporcionará el obtener dinero en sus formas más crudas.
Para pertenecer a una profesión que sólo se interesa en hacer dinero se debe
poseer cierta psicología especial: la que nace de un absoluto descreimiento de
todo, excepto de que a cada momento nace un tonto y que la principal finalidad
del hombre consiste en despojarlo de su dinero. Cada frase en este género de
periodismo requiere el engaño en todas sus formas sutiles, desde la flagrante
mentira hasta los más elevados dominios del prevaricato. Sus columnas de avisos
están abiertas para todo estafador que quiera ocuparlas. Sus columnas
noticiosas pueden ser pervertidas por dinero, pagado indirectamente por los
beneficiarios de su impostura o astutamente por medio de ganancias financieras
para los propietarios del diario.
Las
herramientas del taller de este tipo de periodista son los titulares
sensacionalistas, el lenguaje efectista y los términos que apelan al temor, al
odio, a la envidia y a la codicia. El debe jactarse de sí mismo. Mentir acerca
de sus adversarios. Hacer alardes y autopublicitarse por todos los medios
baratos que conoce la mujer de la calle. A la larga se trata precisamente el
triunfo de la mujer de la calle. Gana dinero. Pierde el respeto de los
semejantes. Si ustedes quieren obtener un éxito rápido y fugaz, dedíquense a
esa clase de periodismo. Pero manténganse apartados de este tipo de diario, si
estiman el autorrespeto como una perla de gran valor, aunque por ello tengan
que deambular por las calles y cavar zanjas o lavar plato buscando otro
trabajo.
La
otra clase de periodismo se ocupa simplemente de vender las noticias,
recogiéndolas desde los confines de la tierra, o del ambiente inmediato,
presentándolas cuidadosamente, evitando los títulos sensacionales, rehuyendo el
lenguaje efectista, interpretando las noticias con veracidad, sin miedo ni
favoritismos; sin miedo a la competencia sensacionalista, sin favoritismos,
para con ningún partido, facción, grupo o clase. Esta es una tarea ardua.
Requiere inteligencia. Exige un sentido moral y, sobre todo, exige un valor
moral. Una y otra vez tendrán ustedes que arriesgar el dólar, dejar que lo
lleve el competidor, para conquistar la estima del grupo más sensato y decente
de su comunidad .Esta rama del oficio da dinero; creo que, al fin y al cabo,
más dinero que la otra; por cierto que más éxito, más satisfacción y más
felicidad fundamental.
Por
lo tanto, piénsenlo, mis amigos, y elijan. Pero sepan esto: sólo hay un lugar
donde puede actuar la libre voluntad. Cuando se está en la encrucijada se puede
tomar hacia la derecha o la izquierda, pero cuando uno se ha aventurado por
cualquiera de las dos sendas, después resulta difícil volverse atrás. Si
escogen la senda torcida, les encantará su brillante éxito. Si toman la senda
derecha, cuando se desvíen se odiarán a sí mismos.
Suponiendo
que elijan la senda recta y angosta, se les ofrecerán momentos agradables,
grandes alegrías y numerosas satisfacciones en el camino. Pero tales
satisfacciones son espirituales. Las recompensas materiales no acompañan a la
excelencia espiritual, como tampoco los castigos materiales siguen a los
delitos espirituales.
En
nuestra civilización nadie va a morirse de inanición. Pero se puede sufrir
hambre y andar andrajoso, y se puede marchar agotado y con los pies hinchados
por la senda estrecha, y la satisfacción deberá provenir del respeto de uno
mismo. Si no están preparados para eso, perfecto. Tomen el primoroso camino del
regodeo, coman, beban y sean felices, y mueran como cínicos con un gran
entierro.
[1]William
Allen White, director de Emporia Gazette. Tomado de Selected Letters of
William Allen White. Compiladas
por Walter Johnson.