EL HOMBRE COMO CENTRO DE LA MEDITACIÓN FILOSÓFICA
Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete
Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete
Desde la aparición del hombre en el planeta Tierra hasta el día de hoy se sigue buscando una respuesta de validez universal acerca de lo que es el hombre, no obstante que todas las culturas cuentan con una determinada concepción del ser humano. De lo que se colige que resulta muy difícil, pero no por ello imposible, llegar a saber lo que es verdaderamente el ser humano, dado a su carácter problemático, enigmático y misterioso, así como su dudable libertad de elección o su posible unidad biopsicosocial y moral.
En el frontispicio del templo de Delfos, en la Grecia antigua, estaba escrita la proposición: «Conócete a ti mismo», tratando de significar que el hombre debería descender al fondo de su Yo, al hondón de su conciencia, hasta encontrar la Verdad universal que habita en él. Para conocer a los demás hay que empezar conociéndose uno mismo.
La preocupación del hombre, por el hombre y para el hombre cobra importancia capital en todas las etapas de la historia de la humanidad en que el hombre se siente en muchos momentos de su vida como un ser indefenso, inseguro, privado de sus derechos, limitado en sus aspiraciones y proyectos de vida, impotente de resolver sus problemas existenciales, profesionales, laborales, familiares o individuales.. El hombre se siente un forastero, “sin posada en el universo cósmico y social” (Martín Buber), “”como el “yo doliente”,sin morada espiritual, replegado en su dramática experiencia existencial” (Bernard Groethuysen), experimentando un vacío existencial y obligado a transitar por el valle de lágrimas, por el lecho de rosas o bien por el camino de espinas.
Cómo no pensar en el hombre, en su existencia y en su destino, en sus necesidades y acciones, en sus alegrías y penas, en sus triunfos y derrotas, en sus frustraciones, privaciones y anhelos. Cómo no pensar en el hombre ante una crisis estructural sin precedentes (social, política, económica, ética), cuando a diario se constata que sobre él recae la explotación del hombre por el hombre, la explotación del hombre por el Estado y la propia autoexplotación; cuando la concentración de la riqueza en pocas manos y la irracional e injusta distribución de ella divide a la comunidad mundial en dos clases de hombres en función de su poder económico y político: hombre ricos (que todo lo tienen y todo lo pueden) y hombres pobres (que poco o nada tienen y poco pueden); cómo no pensar en el hombre ante la proliferación de ideologías, de “partidos” políticos y de religiones, que antes de integrar a las naciones, países o pueblos para un trabajo conjunto en bien de la humanidad y de todos, por el contrario propician su enfrentamiento, división y lo deshumanizan, propiciando más injusticia social, menos grados de libertad y de dignidad humana. Cómo no pensar mil y unas veces más en el hombre ante la presencia de nuevos fenómenos sociales: la clonación, la corrupción e inmoralidad, el narcotráfico, el terrorismo, la carrera armamentista, las guerras entre naciones poderosas y pueblos indefensos, alarmante exclusión social a nivel mundial, el culto a la cibernetización, el libremercado todopoderoso vaciado de valores significativos, etc.
El término hombre procede del latín homo, hominis, que significa «hombre», «persona», «individuo», «género humano».
A partir del griego «ánthropos», «homem», en el siglo XIX se creó una serie de neologismos científicos, en general, por composición, como los siguientes: antropología, antropoide, antropomorfo, antropólatra, antroponimia, antropía, filantropía, misántropo, entre otros. En el siglo XX continúa la tradición, con las palabras: antropogeografía, antropoglosa, antropogonía, antropófilo, etc.
El hombre es definido como el género de animales que pertenece a la clase de los primates, subgrupo de los vertebrados y de los mamíferos. Se distingue en su conducta por el lenguaje, la civilización y el empleo de utensilios.
La pregunta ¿Qué es el hombre?, es una pregunta que interroga acerca de la naturaleza del hombre, de su razón de ser en el universo, de su puesto en el Cosmos y de su destino final. Indiscutiblemente, es una interrogante tan antigua como la misma humanidad.
El hombre, de todas las épocas, se ha formulado preguntas como las siguientes: ¿Qué es el hombre? ¿En qué consiste ser hombre? ¿Quién soy yo?¿Quién es el hombre para que te acuerdes de él? ¿Cuál es el origen del hombre? ¿De dónde vengo y adónde voy? ¿Cuál es mi destino? ¿Está el hombre destinado a desaparecer del todo? ¿Por qué soy distinto de los demás? ¿Qué clase de ser es el hombre? ¿Por qué el hombre tiene vida temporal y no eterna? ¿Qué llegará a ser el hombre? ¿Quién creó al hombre? ¿De dónde desciende el hombre? ¿De qué está compuesto el hombre?¿Es el hombre sólo materia, sólo espíritu, o es materia y espíritu al mismo tiempo? ¿Cuál es la diferencia entre el hombre y el animal? ¿Qué es lo que propiamente hace hombre al hombre? ¿Hay acuerdo en agrupar en una sola y misma especie a todos los hombres que pueblan la Tierra? ¿Cuál es la situación del hombre en el universo? ¿Qué debe saber el hombre? ¿Qué debe esperar el hombre? ¿Qué debe hacer el hombre para llegar a ser lo que se propone ser? ¿Para qué obra el hombre? ¿Qué sentido tiene la existencia del hombre? ¿Qué es lo que se entiende por conocer a los hombres? ¿Para qué existe el hombre? ¿Para qué sirve la vida del hombre? ¿Por qué el hombre es distinto al de los demás seres vivientes? ¿Puede el hombre llegar a conocer íntegramente lo que es verdaderamente humano? ¿Por qué no existe una sola ciencia que estudie al hombre? ¿En definitiva la ciencia del hombre está constituida -como lo sostiene Guillermo Dilthey- fundamentalmente por la filosofía de la religión, la teoría de la ciencia y la teoría de la moral? ¿Qué se entiende por «vacío existencial» del hombre? ¿Cuál es la finalidad del hombre aquí en la Tierra? ¿Solamente el hombre es capaz de interrogarse acerca del hombre? ¿Es el hombre un mero productor y consumidor de bienes y servicios en este mundo? ¿En qué medida el hombre ha llegado a dominar su entorno? ¿El hombre sigue siendo «ese gran desconocido» de que hablaba Alexis Carrel? ¿Es el hombre un ser eternamente misterioso, insatisfecho e indefinible? ¿Qué significa que el hombre es un «ser-en-el-mundo-con-otros»? ¿Cuáles son los motivos que conducen a la unión de los hombres en una determinada forma de vida social? ¿Cómo es influida una forma de vida social humana por otras formas de vida existentes en el universo? ¿Qué fines deben ser alcanzados mediante la unión entre los hombres
Estas preguntas y otras más son las que acompañan al hombre en el fluir de su existencia y fueron contestadas de una y mil formas en épocas distintas y por filósofos, teólogos, antropólogos, científicos sociales, etnólogos, historiadores y educadores. Todos ellos trataron de dar una explicación acerca del hombre desde diferentes puntos de vista: morfológico, fisiológico, neurológico, psicológico, espiritual, religioso, social, político y moral, o en dos palabras desde el punto de vista de su esencia o de su existencia.
Werner Jaeger afirma que «Frente a los filósofos primitivos, aparece la doctrina de Heráclito como la primera antropología filosófica. Su filosofía del hombre es, por decirlo así, el más interior de los círculos concéntricos mediante los cuales es posible representar su filosofía. Rodean al círculo antropológico, el cosmológico y el teológico. Sin embargo, no es posible separar estos círculos. En modo alguno es posible concebir el antropológico independientemente del cosmológico y del teológico. El hombre de Heráclito es una parte del cosmos. Como tal, se halla sometido a las leyes del cosmos como el resto de sus partes. Pero cuando adquiere conciencia de que lleva en su propio espíritu la ley eterna de la vida del todo, adquiere la capacidad de participar en la más alta sabiduría, cuyos derechos proceden de la ley divina» («Paideia»).
Las tradiciones orales, los mitos, las religiones primitivas y sus ritos, el lenguaje escrito, las leyes y los libros sagrados fueron receptáculos en los que el hombre primitivo depositó y guardó celosamente el acervo de sabiduría, su concepción primigenia sobre el hombre, sus tradiciones, costumbres y formas de vida.
Cada época histórica ha visto la aparición de una nueva teoría sobre el hombre que ha pretendido resolver el problema central de la antropología filosófica. Sin embargo, las respuestas definitivas a las cuestiones formuladas están aún lejos de haber sido alcanzadas a plenitud.
Julien Offray de la Metrie (1709-1751), en su libro «El Hombre Máquina» (1748) describe al ser humano en términos mecánicos de extensión y movimiento.
Manuel Kant Reuter, formula cuatro preguntas básicas, que deberían ser planteadas por la Filosofía en su sentido cósmico:1. ¿Qué puedo saber? (a esta pregunta responde la Metafísica)2. ¿Qué debo hacer? (a esta pregunta responde la Moral)3. ¿Qué puedo esperar? (a esta pregunta responde la Religión)4. ¿Qué es el hombre? (a esta pregunta responde la Antropología Filosófica).
Kant considera que, «en el fondo, todas estas disciplinas se podrían refundir en la Antropología, porque las tres primeras cuestiones revierten en la última».
En el frontispicio del templo de Delfos, en la Grecia antigua, estaba escrita la proposición: «Conócete a ti mismo», tratando de significar que el hombre debería descender al fondo de su Yo, al hondón de su conciencia, hasta encontrar la Verdad universal que habita en él. Para conocer a los demás hay que empezar conociéndose uno mismo.
La preocupación del hombre, por el hombre y para el hombre cobra importancia capital en todas las etapas de la historia de la humanidad en que el hombre se siente en muchos momentos de su vida como un ser indefenso, inseguro, privado de sus derechos, limitado en sus aspiraciones y proyectos de vida, impotente de resolver sus problemas existenciales, profesionales, laborales, familiares o individuales.. El hombre se siente un forastero, “sin posada en el universo cósmico y social” (Martín Buber), “”como el “yo doliente”,sin morada espiritual, replegado en su dramática experiencia existencial” (Bernard Groethuysen), experimentando un vacío existencial y obligado a transitar por el valle de lágrimas, por el lecho de rosas o bien por el camino de espinas.
Cómo no pensar en el hombre, en su existencia y en su destino, en sus necesidades y acciones, en sus alegrías y penas, en sus triunfos y derrotas, en sus frustraciones, privaciones y anhelos. Cómo no pensar en el hombre ante una crisis estructural sin precedentes (social, política, económica, ética), cuando a diario se constata que sobre él recae la explotación del hombre por el hombre, la explotación del hombre por el Estado y la propia autoexplotación; cuando la concentración de la riqueza en pocas manos y la irracional e injusta distribución de ella divide a la comunidad mundial en dos clases de hombres en función de su poder económico y político: hombre ricos (que todo lo tienen y todo lo pueden) y hombres pobres (que poco o nada tienen y poco pueden); cómo no pensar en el hombre ante la proliferación de ideologías, de “partidos” políticos y de religiones, que antes de integrar a las naciones, países o pueblos para un trabajo conjunto en bien de la humanidad y de todos, por el contrario propician su enfrentamiento, división y lo deshumanizan, propiciando más injusticia social, menos grados de libertad y de dignidad humana. Cómo no pensar mil y unas veces más en el hombre ante la presencia de nuevos fenómenos sociales: la clonación, la corrupción e inmoralidad, el narcotráfico, el terrorismo, la carrera armamentista, las guerras entre naciones poderosas y pueblos indefensos, alarmante exclusión social a nivel mundial, el culto a la cibernetización, el libremercado todopoderoso vaciado de valores significativos, etc.
El término hombre procede del latín homo, hominis, que significa «hombre», «persona», «individuo», «género humano».
A partir del griego «ánthropos», «homem», en el siglo XIX se creó una serie de neologismos científicos, en general, por composición, como los siguientes: antropología, antropoide, antropomorfo, antropólatra, antroponimia, antropía, filantropía, misántropo, entre otros. En el siglo XX continúa la tradición, con las palabras: antropogeografía, antropoglosa, antropogonía, antropófilo, etc.
El hombre es definido como el género de animales que pertenece a la clase de los primates, subgrupo de los vertebrados y de los mamíferos. Se distingue en su conducta por el lenguaje, la civilización y el empleo de utensilios.
La pregunta ¿Qué es el hombre?, es una pregunta que interroga acerca de la naturaleza del hombre, de su razón de ser en el universo, de su puesto en el Cosmos y de su destino final. Indiscutiblemente, es una interrogante tan antigua como la misma humanidad.
El hombre, de todas las épocas, se ha formulado preguntas como las siguientes: ¿Qué es el hombre? ¿En qué consiste ser hombre? ¿Quién soy yo?¿Quién es el hombre para que te acuerdes de él? ¿Cuál es el origen del hombre? ¿De dónde vengo y adónde voy? ¿Cuál es mi destino? ¿Está el hombre destinado a desaparecer del todo? ¿Por qué soy distinto de los demás? ¿Qué clase de ser es el hombre? ¿Por qué el hombre tiene vida temporal y no eterna? ¿Qué llegará a ser el hombre? ¿Quién creó al hombre? ¿De dónde desciende el hombre? ¿De qué está compuesto el hombre?¿Es el hombre sólo materia, sólo espíritu, o es materia y espíritu al mismo tiempo? ¿Cuál es la diferencia entre el hombre y el animal? ¿Qué es lo que propiamente hace hombre al hombre? ¿Hay acuerdo en agrupar en una sola y misma especie a todos los hombres que pueblan la Tierra? ¿Cuál es la situación del hombre en el universo? ¿Qué debe saber el hombre? ¿Qué debe esperar el hombre? ¿Qué debe hacer el hombre para llegar a ser lo que se propone ser? ¿Para qué obra el hombre? ¿Qué sentido tiene la existencia del hombre? ¿Qué es lo que se entiende por conocer a los hombres? ¿Para qué existe el hombre? ¿Para qué sirve la vida del hombre? ¿Por qué el hombre es distinto al de los demás seres vivientes? ¿Puede el hombre llegar a conocer íntegramente lo que es verdaderamente humano? ¿Por qué no existe una sola ciencia que estudie al hombre? ¿En definitiva la ciencia del hombre está constituida -como lo sostiene Guillermo Dilthey- fundamentalmente por la filosofía de la religión, la teoría de la ciencia y la teoría de la moral? ¿Qué se entiende por «vacío existencial» del hombre? ¿Cuál es la finalidad del hombre aquí en la Tierra? ¿Solamente el hombre es capaz de interrogarse acerca del hombre? ¿Es el hombre un mero productor y consumidor de bienes y servicios en este mundo? ¿En qué medida el hombre ha llegado a dominar su entorno? ¿El hombre sigue siendo «ese gran desconocido» de que hablaba Alexis Carrel? ¿Es el hombre un ser eternamente misterioso, insatisfecho e indefinible? ¿Qué significa que el hombre es un «ser-en-el-mundo-con-otros»? ¿Cuáles son los motivos que conducen a la unión de los hombres en una determinada forma de vida social? ¿Cómo es influida una forma de vida social humana por otras formas de vida existentes en el universo? ¿Qué fines deben ser alcanzados mediante la unión entre los hombres
Estas preguntas y otras más son las que acompañan al hombre en el fluir de su existencia y fueron contestadas de una y mil formas en épocas distintas y por filósofos, teólogos, antropólogos, científicos sociales, etnólogos, historiadores y educadores. Todos ellos trataron de dar una explicación acerca del hombre desde diferentes puntos de vista: morfológico, fisiológico, neurológico, psicológico, espiritual, religioso, social, político y moral, o en dos palabras desde el punto de vista de su esencia o de su existencia.
Werner Jaeger afirma que «Frente a los filósofos primitivos, aparece la doctrina de Heráclito como la primera antropología filosófica. Su filosofía del hombre es, por decirlo así, el más interior de los círculos concéntricos mediante los cuales es posible representar su filosofía. Rodean al círculo antropológico, el cosmológico y el teológico. Sin embargo, no es posible separar estos círculos. En modo alguno es posible concebir el antropológico independientemente del cosmológico y del teológico. El hombre de Heráclito es una parte del cosmos. Como tal, se halla sometido a las leyes del cosmos como el resto de sus partes. Pero cuando adquiere conciencia de que lleva en su propio espíritu la ley eterna de la vida del todo, adquiere la capacidad de participar en la más alta sabiduría, cuyos derechos proceden de la ley divina» («Paideia»).
Las tradiciones orales, los mitos, las religiones primitivas y sus ritos, el lenguaje escrito, las leyes y los libros sagrados fueron receptáculos en los que el hombre primitivo depositó y guardó celosamente el acervo de sabiduría, su concepción primigenia sobre el hombre, sus tradiciones, costumbres y formas de vida.
Cada época histórica ha visto la aparición de una nueva teoría sobre el hombre que ha pretendido resolver el problema central de la antropología filosófica. Sin embargo, las respuestas definitivas a las cuestiones formuladas están aún lejos de haber sido alcanzadas a plenitud.
Julien Offray de la Metrie (1709-1751), en su libro «El Hombre Máquina» (1748) describe al ser humano en términos mecánicos de extensión y movimiento.
Manuel Kant Reuter, formula cuatro preguntas básicas, que deberían ser planteadas por la Filosofía en su sentido cósmico:1. ¿Qué puedo saber? (a esta pregunta responde la Metafísica)2. ¿Qué debo hacer? (a esta pregunta responde la Moral)3. ¿Qué puedo esperar? (a esta pregunta responde la Religión)4. ¿Qué es el hombre? (a esta pregunta responde la Antropología Filosófica).
Kant considera que, «en el fondo, todas estas disciplinas se podrían refundir en la Antropología, porque las tres primeras cuestiones revierten en la última».