TEORÍA CRISTIANA ACERCA DEL HOMBRE
Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete
Con el cristianismo se afirma la creencia en un Dios creador del mundo y del hombre, las relaciones del hombre con su creador, el hombre como criatura divina tiene su fin último en Dios y Dios reclama al hombre el estricto cumplimiento de sus mandamientos como imperativos supremos, absolutos e incondicionados.
Lo que el hombre es y lo que debe hacer y esperar se define en su relación con Dios. El hombre viene de Dios y va hacia Èl.
El amor humano está supeditado al amor divino. En la vida del hombre, el orden sobrenatural prima sobre el orden natural. Se habla de un mundo cristiano donde impere la igualdad, la fraternidad, la cooperación, la solidaridad, el amor a los semejantes, la afirmación de la fe cristiana, el cumplimiento de los mandamientos de Dios como leyes, la plasmación de la libertad y la justicia plenas en el mundo sobrenatural.
Para la teoría cristiana la vida moral del hombre alcanza su plena realización sólo en la medida en que el hombre se eleve al orden sobrenatural. La religión cristiana se consolida en el hombre como una fe y un dogma. Todo poder aquí en la tierra proviene de Dios. Dios creó al hombre a su imagen, le dio autoridad sobre todas las cosas de la creación y lo consideró como el ser más valioso de la tierra. Dios quiere que el hombre sea salvo y por eso envó a Jesús a este mundo para sufrir, morir por el hombre y rescatarlo de sus vicios, flaquezas, debilidades y pecados. Cada hombre tiene el mismo valor en cuanto es creación de Dios y por tanto todos se deben el mismo respeto y no cabe discriminación ni marginación alguna entre las personas.
Por eso es pecado discriminar a las personas por su color de piel, raza, profesión, idioma, nacionalidad, recursos económicos o por otras causas; todos los hombres tienen los mismos deberes y las mismas responsabilidades que cumplir ante Dios si quieren gozar de los beneficios del reino de Dios y estar protegidos por las leyes de Dios.
Dios ha dado al hombre el derecho de vivir en paz, con amor, unidos los unos con los otros, y nunca le ha dado al hombre el derecho de matar a las personas ni de declarar la guerra por disputas de herencias, de riquezas, de territorios, de poderes políticos y económicos. Dios le ha dado al hombre un sexo para que pueda disfrutarlo y tener hijos, para que pueda reproducirse, crecer y multiplicarse, no para hacer mal uso y abuso de su sexo, no para caer en desviaciones y anormalidades sexuales (homosexualismo, lesbianismo, adulterio, poligamia, pedofilia, incesto, zoofilia, etc.).
La sexualidad es una bendición en el matrimonio y no una maldición o degeneración, es un precioso e invalorable regalo que Dios ha dado al ser humano. Dios ha dado al hombre el matrimonio para bendecirlo, para realizarse en forma pública y no privada, para que el hombre no esté solo en el mundo y esté unido para siempre con su pareja ideal y compatible en sentimientos y proyectos de vida, para que los dos sean «una sola carne» y un solo destino que debe ser alcanzado mediante el recorrido por un mismo camino. Por eso Jesús dijo: «Lo que Dios juntó no lo separe el hombre».
Dios dijo «Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a otros», porque el amor cubrirá multitud de pecados y es fuente de iluminación de la inteligencia para permanecer en el camino correcto, digno y justo. Pero no solo amor, también el hombre debe saber que es necesario el arrepentimiento, el perdón, las disculpas del caso, para que no haya desconfianza, odio, represalia, venganza y bajas pasiones entre hermanos cristianos.