EL HOMBRE ES UN SER ACTIVO
Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete
Por acción humana debe entenderse como la actividad integral del hombre o la fecundidad de su ser, con miras a alcanzar mejores niveles de vida, de bienestar y de felicidad individual o colectiva.
El hombre es un ser viviente que está en permanente actividad, desde que nace hasta que muere. El hombre entra diariamente en acción social, acción política, acción económica, acción educativa y acción moral, a fin de alcanzar sus objetivos, fines y metas, como compromiso de perfeccionamiento propio y de bien colectivo. Su acción puede convertirse en un instrumento eficaz de su liberación y de realización plena de su personalidad.
El hombre es un ser activo llamado a fomentar acciones de comunicación y de comunión interpersonales, interinstitucionales, interprofesionales o interhumanas. A través de la acción social el hombre busca alcanzar la solidaridad, la igualdad, la libertad y la justicia. Por la acción educativa, trata de lograr el incremento de su bagaje cultural-educativo, descubre, desarrolla y perfecciona sus aptitudes, capacidades, destrezas y habilidades, busca la formación integral de su persona, entre otros. A través de la acción política cumple sus deberes ciudadanos y exige sus derechos, participa en el análisis y la formulación de alternativas de solución a los problemas de la comunidad. Mediante la acción económica, el hombre se convierte en un ser que consume y que produce riqueza, bienes y servicios, toma conciencia de la oferta y de la demanda de las empresas dentro del libre mercado. Por la acción moral, el hombre emite juicios de valor sobre la conducta moral de su persona y de sus semejantes y regula su comportamiento diario a la luz de sólidos principios y valores éticos.
Fernando Savater, en Invitación a la Ética, explica que «El hombre activo es el hombre que quiere, que desea: el sujeto que afirma la acción como principio es fundamentalmente deseante. La afirmación inaugural de la acción se funda en el querer porque el sujeto que afirma consiste precisamente en su querer, quiere lo que afirma y afirma lo que (y porque) quiere. Volo ergo sum, según el dictamen de Agustín: quiero luego soy. Probablemente la línea más subversiva de la filosofía moderna (Schelling, Schopenhauer, Nietzsche, Stirner, Kierkegaard, Otto Rank, etc...) se encuentra en el retorno al originario «volo ergo sum» como núcleo más profundo y primigenio de la subjetividad que el «cogito ergo sum» cartesiano. Quiero antes de ser: pero no pienso, imagino, percibo, calculo o proyecto antes de ser. ¿Por qué? Precisamente porque el primer propósito, el primer anhelo del querer es ser. Querer es querer ser; y- apostillará Nietzsche- querer ser es querer ser más, querer acendrarse y ampliarse más en el ser. En último término, querer es querer ser plenamente, totalmente: ser del todo y el todo. Quiero luego soy porque no quiero primordialmente más que ser y soy mi querer y soy lo que quiero; consisto en querer ser»
«Ahora bien, prosigue Savater, hay una pregunta más allá de la cual en modo alguno puede descenderse y sobre la cual la ética se asienta con toda su firme fragilidad: ¿qué quiero hacer? Es de mi querer esencial, no de un querer parcial o cosificado, sino del querer que radicalmente me constituye, de donde tienen que brotar mis normas y mis valores. Mi querer es mi deber y mi posibilidad: el deber es lo que el querer funda; la posibilidad, lo que el querer descubre. En cuanto deber, el querer reflexiona sobre su esencia propia –se simboliza- y establece la vía de mediación por la que ha de realizarse: formulación de la ley; en cuanto posibilidad, el querer afirma la no identidad esencial de lo real y lo necesario, la autenticidad autónoma –aunque no independiente- del hombre como causa: la decisión eficaz».
«¿Qué es lo que quiero? Llegar a ser plenamente yo, es decir, ser no-cosa, mantenerme en una totalidad abierta en la que pueda confirmarse como autodeterminación, o sea, como creación y libertad. ¿Qué debo hacer para conseguirlo? Ser reconocido –identificado- por otro objeto infinito –por otro sujeto- al que a mi vez haya reconocido como tal. ¿Cómo puedo lograrlo? Instituyendo una comunidad de sujetos de la que ningún objeto infinito quede por principio excluido, en la que se pacten relaciones de auténtica y explícita reciprocidad y donde nadie le sea menoscabada ni vedada la realidad de lo posible».
«Lo que el yo quiere es reconocimiento de su abierta totalidad creadora, es decir, relación de mutuo apoyo y estímulo con otro yo. Para ello es preciso conseguir una comunidad social en la que la voluntad de reconocimiento y la autodeterminación humanas hayan encontrado una adecuada institucionalización».