LA ÉTICA DEL INVESTIGADOR CIENTÍFICO UNIVERSITARIO EN LA SOCIEDAD GLOBAL (V)
“El problema de crecimiento o decadencia de una
sociedad es moral y no físico; depende sobre todo de sus miembros”.
Arnold Toynbee.
“Más y más personas reconocen que, aunque sea sólo por
razones económicas, una nueva ética, una nueva actitud frente a la naturaleza,
la solidaridad humana y la cooperación, son imprescindibles para evitar la
aniquilación del mundo occidental…la gente añora seres humanos que posean la
sabiduría y la valentía para actuar según sus convicciones”.
Erich Fromm,
Ética y Psicoanálisis (México, 1986).
La «cultura» de la corrupción e inmoralidad y el hombre sin moral
En el
actual mundo global en que vivimos, tan complejo, variado y cambiante, interesa
y preocupa la denominada “cultura” de la
corrupción e inmoralidad, por sus efectos negativos en las sociedades
lentas y las sociedades veloces.
La
«cultura» de la corrupción e inmoralidad, que socava las estructuras morales de
la sociedad, tiene su manifestación en el soborno, el chantaje, la malversación
de fondos, la evasión tributaria, la interceptación telefónica, la
sobre-valuación y sub-valuación, la manipulación genética y de conciencias, la
criogénesis, el alquiler de vientres, el nepotismo en las empresas, los
acuerdos o pactos secretos con la intención de hacer daño a las personas e
instituciones, el incumplimiento de contratos de obras públicas o privadas, el
uso de bienes, recursos y servicios de universidades y del Estado para fines
personales o político-partidarios y la presentación de declaraciones falsas de
patrimonio personal.
También el
financiamiento ilegal de campañas políticas, la expedición ilegal de visas y de
pasaportes, las defraudaciones financieras, las quiebras fraudulentas de
empresas, el robo y la quema de archivos sobre casos de corrupción e
inmoralidad administrativas, la expedición de cuestionables fallos judiciales,
el cobro de dinero para liberar a detenidos y personas comprometidas en delitos
de narcotráfico, entre otros.
La cultura
de la corrupción e inmoralidad es una epidemia sin fronteras. «La mordida, el
embuste y el fraude» parecen convertirse en un «código de conducta» de
funcionarios, administrativos, jueces, ejecutivos, políticos, legisladores y
algunos investigadores. Pareciera confirmarse aquello que dice: «La tierra
sufre hoy de cáncer. Ese cáncer se llama hombre
sin moral».
¿Por qué la Ética es una Ciencia?
En una revisión histórica y desde el punto de vista ético de lo que
significa el hombre podríamos decir que es un ser profundamente ético, porque
es un ser libre, que elige y decide, que realiza actos racionales, conscientes,
voluntarios, responsables, honestos y justos, que emite juicios de valor sobre
sus propios actos y los actos de las demás personas.
Lo ético y
lo moral sólo corresponde a la persona humana, a nadie más. Los hombres “somos seres morales en cuanto
seres sociales” (George H. Mead), seres no programados y condenados a elegir o
a tomar cualquier tipo de decisiones durante el transcurso de la existencia.
Edgard de
Assis Carvalho, de la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo, Brasil, con
justa razón expresa: “Es conveniente recordar que ética, en griego ethos, significa la morada humana, la
casa común, la Tierra-patria-matria, que clama por un proyecto de
sustentabilidad, una política de civilización que sea capaz de reintegrar el
cosmos, la materia, la vida, el hombre”.
Algunos
autores sostienen que Homero fue el primero que usó la palabra ethos en su
significado de “Lugar habitado por hombres y animales”. Posteriormente el
filósofo metafísico y existencialista Martín Heidegger se refiere al ethos como
“lugar o morada” y por ello dice que la morada o ethos del hombre es el ser.
Ethos significa costumbre[1],
lo acostumbrado, lo permitido, comportamiento, hábito, carácter, forma y manera de ser
de las personas. Ethos es un conjunto de hábitos de los cuales el hombre se
apropia, modificando su naturaleza.
La ética, llamada también filosofía moral o filosofía práctica, es una parte de la filosofía que estudia,
analiza, describe y explica la conducta moral del hombre, la conciencia moral,
los valores morales, las obligaciones del hombre en la sociedad, los problemas fundamentales
de la moral y el buen gobierno de la vida humana.
La ética es
una ciencia porque tiene su propio campo de estudio, su objeto y método de
investigación, cuyos resultados pueden ser verificados, rectificados y
explicados en sus planteamientos y conclusiones.
En cuanto
ciencia (término éste derivado de la voz “scientia”, de “scire”, conocer o
aprender), la ética es un saber unificado, objetivo, a priori, universal,
metódico, sistemático, racional, causal, especializado y necesario.
Veamos
algunos conceptos respecto a la ética como ciencia:
“La ética
es la ciencia que establece los principios generales de la moralidad para las
diferentes formas de la actividad humana (Regis Jolivet);
“La ética
es la ciencia de la conducta humana” (Herbert Spencer); “La ética es una ciencia del obrar
especulativa o teórica en su estructura y práctica en su fin”; “La ética o
moral natural (definición etimológica) es la ciencia filosófica teórica y
práctica que investiga la moralidad (objeto formal) de los actos humanos
(objeto material) y estudia los valores (ética axiológica y ética analítica), y
la vida y la conducta moral de la persona (aspecto individual o personal) y de
la comunidad humana (dimensión social), teniendo siempre como fin la honestidad
(causa final de la ética)” (Luka Brajnovic).
Hans
Leisegang, profesor de la Universidad Libre de Berlín, indica que la “tarea de
la Ética científica es investigar el reino de los valores morales y su
estructura”.[2]
La ética
es ciencia de la voluntad en acción y del buen obrar; es ciencia del deber ser
y del deber hacer; es la disciplina normativa de obligatoria necesidad y
utilización en la investigación científica, que permite al investigador pensar
bien, trabajar bien, emprender bien, actuar bien en términos de “mayor bien
para el mayor número” de personas de la sociedad.
La ética
científica busca saber la verdad, la causa y el efecto hasta donde lo es
posible, busca el cómo y el porqué de los hechos, fenómenos o actos de la
conducta del ser humano en su vinculación con el mundo educativo, cultural,
social, político, económico y ecológico en que vive, para luego concluir en la
formulación sistemática de principios, leyes y teorías comprobables.
Según los Ph.D. Anthony Carpe y Anne E. Egger: “La ética
científica apela a la honestidad y la integridad en todas las etapas de la
práctica científica, desde la divulgación de los resultados, independientemente
de cuales sean, hasta la atribución adecuada de los colaboradores. Este sistema de
la ética guía la práctica de la ciencia, desde la recopilación de datos a la
publicación y más allá aún. Como en otras profesiones, la ética científica está
muy integrada en la manera que trabajan los científicos y ellos son muy
conscientes que la fiabilidad de su trabajo y el
conocimiento científico en general depende de la adhesión a esa ética. Muchos
de los principios éticos
en la ciencia están relacionados con la producción de un conocimiento
científico imparcial, que es esencial cuando otros científicos tratan de
expandir los resultados de las investigaciones o basarse en ellas para otros
estudios. La publicación de datos que sea fácilmente accesible, la revisión por
parte de colegas, la duplicación y la colaboración que requiere la ética
científica, ayudan a que la ciencia progrese continuamente mediante la
validación de los resultados de investigación y confirmando o formulando
preguntas sobre los resultados”.[3]
Mario
Bunge, tratando de interpretar la problemática de la ciencia y de la ética
expresa: “Nuestro tema es de rigurosa actualidad. En casi todo el mundo la
juventud cuestiona la moralidad de la ciencia y, en menor medida, el carácter
acientífico de los códigos morales vigentes. Algunos critican la alianza de la
ciencia con el establishment. Otros llegan a culpar a la ciencia misma de la
guerra, de la desocupación, del enajenamiento y del deterioro de la naturaleza.
Y todos se quejan de que el hombre haya puesto los pies en la Luna sin antes
haber arreglado su propia casa. En suma, ya no se da por descontado que la
ciencia sea buena ni se admite que la moral dominante sea sabia. Antes bien, se
tiende a concebir la ciencia como un poder diabólico y a despreciar la ética
por ignara”.[4]
Blanca
Inés Prada Márquez, de la Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga
(Colombia), refiere que algunos autores se preguntan también si es posible una
ética científica, pregunta que podría significar que es posible fundamentar la
ética en la ciencia, o más bien, que toda ciencia (y toda actividad humana)
debe fundamentarse en la ética. Por lo menos podemos hablar de tres proyectos
de ética científica: en el siglo XVII el proyecto cartesiano, y en el siglo XX
los proyectos de Mario Bunge y Miguel Ángel Quintanilla. Descartes, en el
prefacio a los Principios plantea su
idea moral fundamentada en las ciencias. Con la imagen del árbol nos dice que
la moral es una rama que presupone un conocimiento completo de las otras
ciencias (la medicina y la mecánica que eran las ciencias de su época) y por
ello era el último peldaño en la escala de la sabiduría.
La misma
idea había sido expresada en la sexta Parte del Discurso del método, en donde escribió: Esas nociones (de la
física) me han enseñado que es posible llegar a conocimientos muy útiles para
la vida, y que, en lugar de la filosofía especulativa, enseñada en las
escuelas, es posible encontrar una filosofía práctica, por medio de la cual, conociendo
la fuerza y las acciones del fuego, del agua, del aire, de los astros y de los
demás cuerpos que nos rodean, tan distintamente como conocemos los oficios
varios de nuestros artesanos, podríamos aprovecharlas del mismo modo, en todos
los usos a que sean propias y de esta forma hacernos como dueños y señores de
la naturaleza. Descartes, optimista como Bacon frente al desarrollo científico,
fue el primero en creer en la utopía tecnológica de la modernidad, al
considerar que la tecnología nos ayudaría a vivir mejor, a ser más felices,
controlando racionalmente la naturaleza y las pasiones, pero como en su época
el desarrollo científico era incipiente, considera suficiente plantear sólo una
moral provisional, en espera de un mayor desarrollo de las ciencias y las
artes. Después de Descartes ha habido varios proyectos para fundamentar la
ética en la ciencia, no tanto en una ciencia puramente teórica, como lo era la
ciencia de la época cartesiana, sino en una ciencia experimental, capaz de
tener eficacia gracias a su aplicación en la transformación del mundo. Así
pues, en el siglo XX con el impresionante desarrollo de la tecnología, algunos
pensadores creyeron llegado el momento de realizar el proyecto cartesiano,
postulando que la ética debía basarse en la racionalidad científico-tecnológica
y convertirse en tecnoética. Una tecnoética que como la ciencia pudiera
describir y explicar los actos humanos, pred4ecir y aplicar dichas predicciones
para controlar y dominar la naturaleza humana y la sociedad. El primer caso al
que quiero referirme es al de Mario Bunge, quien entiende la “ética científica”
como la ciencia de la conducta deseable, empleando el método científico y los
conocimientos de la ciencia acerca del individuo y la sociedad. Esta ética
requeriría tres niveles: el descriptivo, el normativo y el metaético. Por lo
tanto, “la nueva ética que se prefigura constará probablemente de tres ramas: la ética descriptiva o ética
psicosocial, que sería la ciencia de la conducta considerada como fenómeno
psicosocial; la ética normativa o
ética teórica, ética de la conducta deseable en cada contexto; y la metaciencia o filosofía científica de la
ética científica que sería la consideración filosófica de la ética científica”.
De la sensibilización del científico ante los problemas morales y de la
capacidad del moralista para fundar su discurso en el saber contrastado de la
ciencia, depende, según Bunge, el éxito del proyecto de fundamentación racional
del saber ético...No se puede hacer hoy una ética de espaldas a la ciencia,
pero tampoco olvidar que todo discurso ético es ya un discurso filosófico sin
que esto suene como partidismo hegemónico a favor de la filosofía, sino en el
sentido de que todo discurso ético está orientado hacia el deber ser. Por su
parte Quintanilla, para quien la opción por la racionalidad científica,
quisiera hacer de la ética una tecnología capaz de controlar la maldad humana y
lograr la realización del bien. Si la moral se entiende como costumbre, la
ética sería entonces una tecnología social que podría cambiar las malas
costumbres e incentivar otras. Pero si la moral se entiende como acción
determinada por los genes, entonces la ética sería una tecnología biológica,
presuponiendo en ambos casos lo que es moral para poder controlar y transformar
el comportamiento humano. Pero ¿quién tiene los criterios para decidir? ¿Quién
sabe lo que es el bien para medir una acción particular?... ¿Los científicos?
Si así fuese, caeríamos en una pérdida absoluta de libertad y por lo tanto de
la ética misma. O ¿acaso los políticos? En ese caso ¿no estarían los
científicos autorizados a ocultar su responsabilidad moral?...
[1] Costumbre es la práctica efectiva y
repetida de una determinada conducta; lo
acostumbrado es considerado como lo bueno, lo permitido. La costumbre es un acto creador del
derecho, toda vez que “por la costumbre, lo que es se convierte en lo que debe ser”.
[2] Leisegang, Hans. Introducción a la Filosofía. Manuales
UTEHA N° 75, Primera edición en español, Unión Tipográfica Editorial Hispano
Americana, México, 1961, p.97.
[3] Anthony
Carpi, PH.D., Anne E. Egger, PH.D. La ética científica. http://www.visionlearning.com/es/library/Proceso-de-la-Ciencia/49/La ética
científica/161
[4] Bunge, Mario. Ética, Ciencia y Técnica. Editorial
Sudamericana, Argentina, segunda edición, abril de 1997, p.7.