Artículos periodísticos y de investigación

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9 de diciembre de 2024

Reflexiones y propuestas para hacer Ciencia y fomentar la Investigación en las Universidades de Perú

 

Reflexiones y propuestas para hacer Ciencia y fomentar la Investigación en las Universidades de Perú[1]

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Escribe: 

Dr. Eudoro Terrones Negrete


En los tiempos actuales, es difícil imaginarnos un mundo sin ciencia,  sin investigación científica, si tenemos en cuenta que hasta la fecha existen “casi dos mil ciencias”[2].

Hacer ciencia implica hacer una empresa colectiva de interés social para lograr la solución de diversos problemas. Pero históricamente la ciencia no ha podido escapar del enfoque ambivalente (positivo negativo),  ha sido usada para bien o para mal, para generar en los países en vías de desarrollo dependencia respecto de las sociedades capitalistas industriales. 

Hacer ciencia es un trabajo intelectual y material especializado, complejo, no fácil y que demanda mucha dedicación y concentración. Hacer ciencia implica descubrir, seleccionar, valorar, evaluar y producir nuevas verdades científicas como resultado de procesos racionales de observación y experimentación, cuya fuerza está en la capacidad de aceptación o de rechazo, de explicación, descripción, predicción y transformación de la realidad natural y social, dentro del cambiante contexto de la sociedad del conocimiento.

Para hacer ciencia se requiere utilizar el pensamiento científico, el lenguaje científico, el problema científico, el método científico, los géneros de la comunicación científica[3], la redacción científica y los elementos del conocimiento científico30. 

 

Factores por lo que muy poco se hace ciencia y se produce ciencia

En el Perú, lamentablemente, son múltiples los factores por lo que muy poco se hace ciencia y se produce ciencia. Cabe mencionar, entre dichos factores, por ejemplo: carencia de personal investigador idóneo y experimentado[4]; carencia de la profesión de investigador científico; baja inversión pública y privada en ciencia y tecnología[5]; insuficientes laboratorios y precariamente equipados los talleres y las bibliotecas; falta de continuidad de proyectos, planes y políticas de investigación; deficiencia del sistema educativo en la enseñanza de las ciencias en  los diversos niveles y modalidades; fomento de la memoria; repetición acrítica; falta de actitud axiológica desde una mirada plural; falta de intensificación del trabajo coordinado en quipos de estudiantes y profesores investigadores a nivel de centros e institutos de investigación de las universidades; falta de articulación de las investigaciones que se realizan en los diferentes niveles y modalidades educativas; falta intensificar el desarrollo de concursos de investigación en las escuelas de postgrado de las universidades, para seleccionar y estimular a las mejores tesis de investigación de maestría y doctorado con la participación de evaluadores externos.

Con la aplicación de la ciencia se origina la técnica. El hombre no es sólo homo sapiens (capacidad teórica), sino también homo faber (capacidad práctica). No con poca razón Henri Bergson decía que el objeto esencial de la ciencia “es aumentar nuestra influencia sobre las cosas”.

 

No hay un solo método para hacer ciencia

No hay un solo método para hacer ciencia, no hay una sola etapa o un solo instrumento o equipo válidos para todas las ciencias; cada ciencia tiene lo suyo. 

Ernesto de la Torre Villar y Ramiro Navarro de Anda[6] precisan que “Los educadores, encargados de vigilar y orientar el desarrollo de la mente y el espíritu del hombre, han recomendado desde los días de Sócrates y Platón, la necesidad de cultivar desde la tierna infancia el ejercicio racional mediante el estudio sistemático y reflexivo. Uno de los programas pedagógicos más sólidos y efectivos –probado a través de varias centurias-, la Ratio Studiorum[7], dispone que a los estudiantes se les debe enseñar a trabajar científicamente y a proponer por escrito, también en forma científica, el fruto de sus trabajos. Una de sus normas recomienda: “se debe procurar iniciar a los estudiantes en el método del trabajo científico o en la metodología de una manera conveniente. Enséñeseles, por lo tanto, a manejar los libros, los comentarios, las revistas, las enciclopedias; a interpretar las diversas notas de las ediciones críticas; aprendan las normas aprobadas para las citas de los autores; la manera de sacar notas y de ordenar los apuntes; enséñeseles la manera de proceder para dar el juicio de un libro o de un escrito; y finalmente a practicar todo aquello que se necesita para emprender un trabajo científico”.

La ciencia como producto social y producto cognitivo de alta especialización no deja de estar orientada al servicio del bien común, del crecimiento, desarrollo y progreso de los pueblos. Este compromiso histórico de la ciencia en su vinculación con la sociedad (sociedad desarrollada o en vías de desarrollo), se ha ido acrecentando en sus objetivos, fines y metas en la medida en que aparecían nuevos problemas cada vez más complejos y que requerían de nuevos tipos de pensamiento como el pensamiento crítico, el pensamiento sistémico, el pensamiento holístico y el pensamiento complejo.

Esta nueva situación problemática nos lleva a coincidir con las expresiones del argentino Pablo Kreimer cuando afirma: “En consecuencia, hay que dejar de lado esa ciencia hecha y observar, investigar, analizar, interpretar la “ciencia mientras se hace”, porque es allí donde se pueden encontrar las raíces de lo que luego será presentado como verdad al resto de la sociedad.”35                                                                                                                        

Y esto  es, precisamente, lo que estamos haciendo ahora durante el inicio del seminario nacional Producción y desarrollo científico en las Universidades de Lima Metropolitana, organizado por la Universidad

Peruana Simón Bolívar, con el primer tema “Hacer Ciencia: Investigación, Epistemología y Comunicación”, expuesto por el doctor Oscar Rubén Silva Neyra. A decir verdad, estamos compartiendo e intercambiando ideas y experiencias académicas, en un intento de enriquecer el debate dialéctico de tesis, antítesis y síntesis.

Interrogantes

Cómo no, entonces, preguntarse: ¿Se puede vivir y desarrollarse sin ciencia? ¿Para qué sirve y a quién sirve la ciencia? ¿Qué funciones sociales cumplen la ciencia y el investigador científico? ¿Por qué tipo de investigación deberían empezar los países en vías de desarrollo como el Perú? ¿Quién financia la investigación científica, el Estado o mecenas  privados nacionales o extranjeros?, preguntas que requieren de respuestas o de mayor tiempo para su análisis crítico. Sin embargo, en lo que corresponde a la penúltima pregunta me inclino a pensar que debería empezarse por la investigación básica, por cuanto esta es esencial para todo Estado moderno que busca lograr sus objetivos nacionales de desarrollo, dentro de una trayectoria lineal que va de la investigación al desarrollo y concluye en la innovación (I+D+IN). 

Coincido también con aquellos que piensan que de la ciencia hecha debemos pasar a la ciencia activa, que es la ciencia en proceso de fabricación o de producción, sentando así las bases para un desarrollo ulterior sostenible y sustentable a través del tiempo.

 

Propuestas para hacer ciencia y fomentar la investigación en las universidades de Perú

Como autor del presente libro “Perfil y ética del investigador científico universitario”, considero que las universidades deberán ser proactivas al cambio y a la innovación científica y tecnológica, vencer la inercia y la resistencia a los cambios, y responder a los retos del presente y del futuro.

Ante el reto del siglo XXI las universidades en el Perú deberían asumir su responsabilidad histórica con el desarrollo del país y efectuar acciones trascendentes para hacer ciencia y fomentar la investigación, como las siguientes:

     Relacionar la investigación científica con la docencia universitaria desde los primeros ciclos académicos en todas las carreras profesionales.

     Efectuar un estudio de seguimiento laboral de los profesionales para identificar y estimular a quienes están efectuando trabajos de investigación financiada por empresas nacionales o instituciones internacionales.

     Organizar y equipar el Banco Nacional de Datos de Egresados Investigadores por carreras profesionales.

     Vincular a cada universidad con algún centro de investigación internacional, para democratizar los resultados de las investigaciones y los recursos dedicados a su producción.

     Realizar permanentes campañas de motivación y de persuasión para que la población perciba a la universidad como un centro de investigación científica de primer nivel en alguna línea de investigación de su especialidad, y no sólo como un centro de mera formación profesional.

     Potenciar a los institutos o centros de investigación asignándoles el desarrollo de proyectos de investigación y el rol de capacitación intensiva a docentes, estudiantes y egresados, en el manejo de modernos métodos, técnicas, instrumentos y equipos de investigación.

     Poner mayor énfasis en el intercambio de profesores universitarios e investigadores visitantes (nacionales y extranjeros).

     Crear fondos concursables, de manera que existan profesores que dejen la docencia por 1, 2 o más años y se dediquen sólo a investigar.

     Crear la Beca de Retorno, para que los investigadores científicos que salieron al extranjero retornen a trabajar en el Perú.

     Crear el Fondo de Promoción de la Investigación en cada universidad, que permita incentivar la capacitación de los profesores y asegurar el financiamiento del traslado de investigadores a otras universidades de mayor prestigio internacional.

     Involucrar la participación de la empresa privada en el financiamiento de proyectos de investigación científica de la Universidad.

     Promover la participación creativa y activa de los estudiantes en la actividad científica extracurricular, y otorgar becas integrales para los mejores estudiantes con competencias y condiciones para la investigación científica.

     Incorporar a Asesores e Investigadores especializados para elaborar y dirigir proyectos de investigación científica.

     Articular acciones efectivas entre los organismos de ciencia y tecnología y entre las universidades públicas y privadas del país.

     Renovar y actualizar los currículos y lograr una mayor coordinación e integración entre la investigación y los estudios de pregrado y de postgrado, respectivamente.

     Estimular el desarrollo de la investigación por proyectos, y la presentación y divulgación de los mejores proyectos a nivel nacional e internacional.

     En las universidades nacionales y privadas debería crearse la nueva carrera profesional de Investigador Científico y Tecnológico.

     El profesor investigador universitario debería laborar a dedicación exclusiva, con un máximo de 8 horas de dictado de clases, con el fin de que tenga tiempo para dedicarse a investigar y a reciclarse profesionalmente de manera constante.

     El Estado tiene la obligación de incrementar periódicamente la inversión en ciencia, tecnología e innovación, asignando el presupuesto suficiente a CONCYTEC y a las universidades públicas, para que cumplan a cabalidad su rol promotor e incentivador de la investigación científica, pero al mismo tiempo deberán hacer un seguimiento permanente, efectuar el riguroso control de la inversión y la evaluación periódica de los resultados de investigación realizados.

 

Mario Bunge y sus reflexiones acerca de cómo hacer ciencia

Mario Augusto Bunge, físico, filósofo científico y epistemólogo argentino, maestro universitario en la cátedra de Lógica y Metafísica en la Universidad McGill de Montreal. Su concepción filosófica se ubica dentro del realismo científico, el cientificismo, el materialismo y el sistemismo.

Mario Bunge, en su obra “Ciencia y desarrollo” expresa:  “Puesto que la investigación científica es tarea de la comunidad científica, y puesto que ésta no puede existir en un vacío social, si nos interesa estimular o inhibir el desarrollo científico debemos enfocarlo como un aspecto del desarrollo integral de la sociedad humana. A su vez, como se vio en el Capítulo 1, toda sociedad humana, cualquiera sea su estado de desarrollo, puede analizarse como un sistema compuesto de cuatro subsistemas. Estos son el sistema biológico, el económico, el cultural y el político…”[8]

 

El científico hace ciencia para el pueblo

“…En principio toda ciencia básica es ciencia para el pueblo, o sea, potencialmente beneficiosa para el público, sea por sí misma (como bien cultural), sea por sus aplicaciones. Producir y difundir ciencia básica son servicios sociales. En suma, todo buen científico hace ciencia para el pueblo sin que se lo pidan. Pero si se lo piden explícitamente, y en particular si le piden que produzca cosas o procedimientos de utilidad práctica inmediata, tendrá que dejar de hacer ciencia básica para dedicarse a una actividad para la cual no está preparado: lo más probable es que le obliguen a convertirse de científico bueno o mediocre, en mal técnico. Lo dicho no implica que el científico pueda hacer oídos sordos a su responsabilidad social. En efecto, puesto que la actividad científica se inserta en la vida social, no puede dejar de tener aspectos morales…”[9]

 

Se puede hacer Ciencia en países en desarrollo

Bunge, tras analizar las posibilidades de hacer ciencia, particularmente investigación básica, en países en desarrollo, concluye que sí es posible aun cuando “es mucho más difícil” y que requiere de ciertas “condiciones mínimas”: “¡En suma, se puede hacer investigación básica en países en desarrollo, y de hecho se vienen haciendo, si bien es cierto que es mucho más difícil hacerla que en países desarrollados. Las condiciones mínimas para hacerla en cualquier parte del mundo son: poseer talento científico, estar libre de preocupaciones económicas angustiantes, tener acceso a publicaciones, gozar de libertad académica, estar en contacto con otros investigadores del país y del extranjero, y no requerir equipos excesivamente costosos”.38

 

Condiciones para hacer Ciencia en la Universidad del Tercer Mundo

Bunge, luego de preguntarse ¿Puede haber ciencia en la Universidad del Tercer Mundo? responde: “Debiera haberla y a veces la hay, aunque pocas veces con continuidad. Que debiera haberla parece obvio, ya que una universidad no es tal si no produce conocimiento nuevo, en particular conocimiento científico. Pero eso no es fácil: construir teorías, calcular, diseñar experimentos, y efectuar mediciones es más difícil que comentar textos escritos por otros o debatir cuestiones ideológicas. Para hacer ciencia es menester una preparación especializada que exige largos años de aprendizaje difícil. También hacen falta bibliotecas al día, laboratorios, gabinetes de estudio, seminarios y coloquios, así como personal auxiliar competente. En una palabra, hace falta gente competente a diversos niveles, e instalaciones adecuadas. Pero ni esto, que ya es difícil de obtener, basta. También se necesita tranquilidad, estabilidad y continuidad. Y esto es muy difícil de lograr allí donde la Universidad es una isla de libertad acosada por adversarios exteriores y minada por dentro por activistas que, aunque acaso bien intencionados, no se proponen tanto la mejora de la Universidad como su utilización como arma política. Es posible que la mayoría de los científicos que han emigrado del Tercer Mundo lo han hecho en busca de la tranquilidad indispensable para trabajar” [10]

El filósofo argentino, luego de realizar un análisis crítico y objetivo puntualiza y subraya la existencia de tres grandes males en la Universidad del Tercer Mundo: “En suma, la Universidad del Tercer Mundo está aquejada de tres grandes males entre muchos otros: la preparación insuficiente de sus alumnos, la improvisación de sus profesores y la politización de unos y otros. Por estos motivos algunos investigadores sueñan con institutos de investigación independientes de las universidades, al estilo de las academias y centros científicos de Europa occidental (en particular la República Federal Alemana) y oriental (la U.R.S.S.)[11]. 

 

Se hace Ciencia en Universidades e Institutos extraordinarios

“Se hace ciencia, buena o mediocre, en universidades y en institutos extraordinarios. Pero estos últimos, si dependen de la industria o de ministerios no especializados en ciencia (o al menos en cultura), suelen especializarse en ciencia aplicada con descuido de la básica. Se entiende: a un dirigente de empresa, o a un ministro de salud pública (o de industria y comercio, o de desarrollo, o de defensa) se le hace difícil justificar gastos en ciencia básica: sólo la aplicada le resultará evidentemente “relevante” a las actividades centrales de la unidad que administra. En cambio, la Universidad no puede legítimamente cuestionar la investigación básica (a menos, claro está, que caiga en manos de gentes incultas, o de delincuentes culturales, o de políticos demagógicos). Por este motivo la ciencia básica tiene más posibilidades de florecer dentro de la Universidad que fuera de ella, siempre que sea una Universidad auténtica y no sólo de nombre”[12]. “En resumen – indica Bunge-, no hay Universidad moderna, que merezca el nombre de tal, a menos que albergue a investigadores activos en el área de la ciencia (y de la técnica y de las humanidades). Allí donde la Universidad no ofrece las condiciones necesarias para el trabajo científico serio y sostenido, se podrá ensayar la formación de un instituto extrauniversitario de ciencias. Pero ésta no será una solución ideal ni permanente, a menos que responda a necesidades regionales. (Y aun en este caso es posible que la solución óptima se obtenga reuniendo a investigadores por períodos limitados a la realización de planes precisos de investigación). La única solución posible es global, o sea, consiste en mejorar las condiciones económicas, culturales y políticas de la sociedad íntegra, de modo que esté en condiciones de sostener a una Universidad que funcione regularmente (no espasmódicamente) y que esté organizada en torno a la investigación en todas las áreas del conocimiento”[13]

 

La comunidad de científicos se ajusta a un código de conducta

Mario Bunge indica que de cuando en cuando la comunidad de científicos vigila a los investigadores para que se ajusten a un código de conducta que incluye los siguientes imperativos:

1.    Esforzarse por hacer buena ciencia. (El investigador que no hace este esfuerzo estafa al público).

2.    Esforzarse por difundir conocimientos y métodos científicos dentro y fuera de su lugar de trabajo. (El investigador que no lo hace es egoísta).

3.    Criticar creencias anticientíficas y seudocientíficas dentro y fuera de su lugar de trabajo. (El investigador que no lo hace no es una persona culta, o es indiferente al rumbo que tome su cultura, o no tiene coraje, o no tiene libertad).

4.    No servir a opresores económicos, políticos o culturales. (El investigador que ayuda a los enemigos del pueblo se convierte él mismo en enemigo público y desprestigia la ciencia).”[14] 

El filósofo científico argentino concluye manifestando enfáticamente:

“Pero no puede haber desarrollo científico técnico integral y sostenido a menos que haya cierta holgura económica, cierta tolerancia intelectual, y cierta libertad política. En suma, el desarrollo científico y técnico requiere del desarrollo de la sociedad en todos sus aspectos: biológico, económico, cultural y político…”[15]

 



[1] Intervención del Dr. Eudoro Terrones Negrete, en su condición de panelista,  durante la conferencia magistral del Dr. Oscar Rubén Silva Neyra  en el tema “Hacer ciencia: Investigación, Epistemología y Comunicación” (Lima, 11-09-2017), dentro del marco del Seminario Nacional “Producción y desarrollo científico en las Universidades de Lima Metropolitana”, organizado por el Vicerrectorado de Investigación de la Universidad Peruana Simón Bolívar. El seminario se realizó los días 11, 12, 13, 14 y 15 de setiembre de 2017, en la Sala de usos múltiples, 4° piso, Av. Brasil 1228, Pueblo Libre, Lima.

[2] Según Mario unge, en su obra Ciencia y desarrollo, Talleres “El Gráfico/Impresores”, Buenos Aires, 1989, p.33

[3] Son géneros de la comunicación científica: conferencia científica,  ponencia científica, discurso científico,  memoria de licenciatura, artículo científico, monografía científica, tesis de maestría y tesis doctoral.  30 Son elementos del conocimiento científico: hechos científicos, principios científicos, hipótesis científicas, leyes científicas y teorías científicas.

[4] Según cifras del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) el Perú cuenta con 0.24 investigadores a tiempo completo por cada 1,000 participantes de la Población Económicamente Activa (PEA), Mientras en Chile son 2 investigadores por cada 1,000 participantes.

[5] Perú invierte sólo el 0.15 % de su Producto Bruto Interno en ciencia y tecnología. Lo más criticable es que por falta de capacidad de gasto y de personal investigador especializado las universidades públicas no invirtieron 1,500 millones de soles en investigación entre el 2004 y el 2012, dinero proveniente del canon minero y gasífero de su región y tuvieron que retornar al MEF. Y no obstante que la Ley Universitaria 30220 establece que las universidades públicas y privadas deben contratar profesores-investigadores que enseñen una sola asignatura y reciban un suelo de 50 % más que sus colegas.

[6] De la Torre Villar, Ernesto y Ramiro Navarro de Anda. Metodología de la investigación bibliográfica, archivística y documental. McGraw-Hill, México, 1992, p. XIII.

[7] La Ratio Studiorum (traducido como «Plan de Estudios») es el documento que estableció formalmente el sistema global de educación de la Compañía de Jesús en 1599. Su título completo es Ratio atque Institutio Studiorum Societatis Iesu («Plan oficial de estudios de la Compañía de Jesús»). El  trabajo es producto de muchos académicos internacionales, con amplia experiencia, que se encontraban en el colegio que los jesuitas tenían en Roma, el Colegio Romano. https://es.wikipedia.org/wiki/Ratio_Studiorum 35 Kreimer, Pablo. El científico también es un ser humano. Siglo Veintiuno Editores, S.A. Argentina, 2009, pp.29-30.

[8] Bunge Mario. Op.cit., p.51

[9] Bunge, Mario, Ibídem, p.74. 38 Ibídem, p.82

[10] Ibídem, pp. 86-87

[11] Ibídem, p.87

[12] Ibídem, p.88

[13] Ibídem, p.89

[14] Ibídem, pp.74-75

[15] Ibídem, p.124

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