GUILLERMO
DE OCKHAM,
“EL MAYOR NOMINALISTA QUE JAMÁS VIVIÓ”
Escribe:
Eudoro Terrones Negrete
Imagen de Guillermo de
Ockham de un vitral de
un templo en Surrey (Wikipedia)
VIDA
Y PENSAMIENTO
Guillermo de Ockham (1290-1347),
miembro de la Orden Franciscana, nació en Ockham, Surrey, Inglaterra y falleció
a causa de la peste negra el 10 de
abril de 1347, en Munich, Alemania.
Teólogo, filósofo y lógico inglés, ampliamente conocido por la Navaja de Ockham, Ha sido la última extraordinaria figura que cierra el
ciclo histórico del pensamiento escolástico y la primera gran figura de la Edad
Moderna. Es uno de los más preclaros hombres del nominalismo, llamado “el mayor
nominalista que jamás vivió”, y precursor del empirismo inglés, que se inscribe
dentro del período de la escolástica decadente del siglo XIV.
La Navaja de Ockham [1]es un gran principio
metodológico y filosófico innovador. según el
cual: En igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser
la más probable. Esto implica que, cuando dos teorías en igualdad de
condiciones tienen las mismas consecuencias, la teoría más simple tiene más
probabilidades de ser correcta que la compleja.1
En ciencia, este principio se utiliza como una regla general para guiar a los
científicos en el desarrollo de modelos teóricos, más que como un árbitro entre
los modelos publicados. En el método científico, la navaja de Ockham no se
considera un principio irrefutable, y ciertamente no es un resultado
científico. «La explicación más simple y suficiente es la más probable, mas no
necesariamente la verdadera», según el principio de Ockham. En ciertas
ocasiones, la opción compleja puede ser la correcta. Su sentido es que en
condiciones idénticas, sean preferidas las teorías más simples. Otra cuestión
diferente serán las evidencias que apoyen la teoría. Así pues, de acuerdo con
este principio, una teoría más simple pero de menor evidencia no debería ser
preferida a una teoría más compleja pero con mayor prueba. La navaja de Ockham
se aplica a casos prácticos y específicos, englobándose dentro de los
principios fundamentales de la filosofía de la escuela nominalista que opera sobre conceptos individualizados y casos empíricos. La denominación de navaja de
Ockham apareció en el siglo XVI, y con ella se expresaba que mediante ese principio,
Ockham «afeitaba como una navaja las barbas de Platón», ya que de su aplicación se obtenía una notable simplicidad
ontológica, por contraposición a la filosofía platónica que «llenaba» su
ontología de entidades (además de los entes físicos, Platón admitía los entes
matemáticos y las ideas). Desde una perspectiva ontológica, pues, la aplicación
de este principio permitió a Ockham eliminar muchas entidades, a las que
declaró innecesarias. De esta manera se enfrentó a muchas tesis sustentadas por
la escolástica y, en especial, rechazó la existencia de las especies
sensibles o inteligibles como intermediarias en el proceso del conocimiento, y
rechazó también el principio de individuación, al que calificó de especulación vacía e innecesaria”.
El argumento de la navaja de Ockham es utilizado en economía, biología, estadística y lingüística, entre otras ciencias.
Ockham contribuyó a
separar la Filosofía (razón) de la Teología (revelación) con el fin de promover
el desarrollo autónomo de la ciencia fundada exclusivamente sobre la
experimentación. Es así como la Teología deja de ser una ciencia y se convierte
en un quehacer meramente especulativo carente de evidencia racional y de
validez empírica. Sostiene que existe una heterogeneidad absoluta entre la
ciencia y la fe, y no pueden subsistir juntas, pues la evidencia no puede ir
unida a la falsedad. “Los artículos de fe no son principios de demostración ni
conclusiones, y no son ni siquiera probables, ya que parecen falsos a todos o a
la mayoría o a los sabios…”
Para Guillermo de Ockham,
llamado el “Doctor subtiles”, la base de todo conocimiento verdadero es la
experiencia. Por eso, el empirismo es la base de su filosofía, es el
antirrealismo el rasgo distintivo de la especulación ockhamista.
Ockham define el conocimiento intuitivo, – al que considera
como único conocimiento válido o verdadero frente al conocimiento conceptual o
abstractivo-, como “cualquier conocimiento simple de uno o más términos, de una
o más cosas, en virtud del cual se puede conocer con evidencia una verdad
contingente, que concierne especialmente a un objeto presente”. Este
conocimiento intuitivo puede ser perfecto,
que es producto de la experiencia y que tiene como campo de estudio la realidad
presente circundante, y también imperfecto,
cundo procede de una experiencia pasada.
La concepción ockhamista
afirma la individualidad de la realidad como tal y critica a quienes reconocen
al concepto universal un grado de realidad, aunque éste exista en el alma (realidad
mental), pues cuantas son las cosas engendradas, tantos son los principios y las
leyes y éstos no pueden ser universales, toda vez que ningún universal es real,
ningún universal puede ser principio de una realidad individual: “No es real lo
universal. Ninguna cosa externa al alma, ni por sí ni por otra cosa real o
simplemente racional que se le añade, ni de cualquier manera que se le
considere o entienda es universal, ya que tanta es la imposibilidad de que el
hombre, por cualquier consideración, o bajo cualquier aspecto, sea asno”
precisa Ockham, posición que ha puesto en revisión y debate los conceptos
aristotélicos de materia y forma y muchas tesis escolásticas.
Por ejemplo, Ockham niega
la distinción entre las potencias del alma y la esencia, niega la existencia de
Dios y de sus atributos y manifestaciones por ser indemostrables llegando a
sostener que de Dios sólo se puede tener un concepto de elementos recogido por
la abstracción de las cosas naturales. Rechaza la distinción entre esencia y
existencia cuando declara que “No se puede conocer con evidencia que la
blancura existe, o puede existir, si no se ha visto algún objeto blanco…”. Expresa
que la substancia sólo es conocida a través de sus accidentes, así no conocemos
el fuego en sí mismo, pero sí el calor.
Ockham fue permanente crítico
a las afirmaciones dogmáticas del Papa Juan XXII, tan es así que fue objeto de
persecución en 1328 y logra refugiarse en la corte del emperador Luis el Bávaro,
en Pisa. Fue enterrado en la Iglesia franciscana de Munich.
OBRAS
Sus obras básicas son: Quodlibeta
septem, Filosofía natural, Comentario a las Sentencias, Compendio de los
errores del Papa Juan XXII, Comentario sobre Pedro Lombardo, y Diálogo entre
maestro y discípulo.