DESCARTES,
EL FUNDADOR DE LA FILOSOFÍA MODERNA
Escribe:
Eudoro Terrones Negrete
René Descartes, retratado
por el pintor barroco, Frans Hals, en 1649.
VIDA
Y PERSONALIDAD
Renatus Cartesius
Descartes (1596-1650) nació el 31 de marzo de 1596 en La
Haya, Turena, Francia, y murió el 11 de febrero de 1650 en Estocolmo.
Filósofo, matemático,
físico, geómetra y fisiólogo francés, desde temprana edad estuvo dedicado al
estudio. Curioso, reflexivo, pálido, débil, enfermizo, tenía permanente tos
seca, en su juventud era un tanto mundano, pero de fuerte personalidad y con
gran predisposición por las ciencias matemáticas debido a la “certeza y
evidencia que posee en sus razones”.
Desde su adolescencia
estimaba la elocuencia, era sufrido enamorado de la poesía, sentía deseo
extremado de aprender a distinguir lo verdadero de lo falso para ver claro en
sus actos y ver con seguridad en esta vida. Buscaba acostumbrar a su espíritu a
saciarse de verdades y a no contentarse con falsas razones. Tenía gran cuidado
de no admitir en su creencia ninguna opinión nueva que no estuviese fundada en
certísimas demostraciones.
Descartes es considerado
como el verdadero fundador de la filosofía moderna, el fundador del idealismo
moderno; es uno de los fundadores de la epistemología moderna y uno de los
creadores de una física nueva, de la geometría analítica.
Formuló la ley general de
la acción y la reacción, la ley de la conservación total de la cantidad de
movimiento cuando chocan dos cuerpos no elásticos. Introduce el dualismo en la física y en la doctrina
acerca del hombre. Liberó la reflexión filosófica de toda autoridad política o
religiosa.
Antonio Caso y Francisco
Larroyo dirían de Descartes: “La pasión de saber, indiferente a todo afán de
bienes externos, el irresistible impulso de autoformación, la lucha contra todo
engaño de sí mismo, la exaltación de la vida puramente intelectual y la plena
autoridad de la verdad íntima; he ahí la esencia de su personalidad”.
Para la época en que
vivió Descartes no dejó de ser un auténtico revolucionario que se atrevió a
luchar en el plano de las ideas contra las tradicionales doctrinas y
filosofías.
No es de extrañar que Hegel viese en Descartes un héroe, un
libertador, un hombre que abre las puertas a una nueva época en el pensamiento
humano. Malebranche diría que Descartes “descubrió en treinta años más verdades
que todos los otros filósofos juntos”. Leibniz vio en la filosofía cartesiana
"la antecámara de la verdad y que resulta difícil ir más adelante sin
antes haber pasado por ella”.
Católico, prácticamente
durante toda su vida, recibió influencia de la filosofía escolástica, sufrió
persecución por sus ideas de parte de los teólogos neerlandeses que le
obligaron a residir en Suecia.
A los 23 años de edad Descartes
ya aplicaba el álgebra a la geometría, ya delineaba las reglas básicas de su
lógica.
Descartes confesaba en su
“Discurso del Método”: “Aunque mis maestros no me han enseñado nada de cierto,
sin embargo, debo estarles agradecido por haber aprendido de ellos a
reconocerlo, y mucho más porque las cosas que me han enseñado son dudosas.”
OBRAS
Descartes escribió las
obras: Discurso del Método, Meditaciones metafísicas, Tratado de las pasiones
del Alma, Principios de Filosofía, Reglas para la dirección del espíritu,
Tratado del Hombre, La Drióptica, Los Meteoros, y la Geometría.
CONCEPCIÓN
ACERCA DE DIOS
De sus obras “Discurso
del Método” y “Meditaciones metafísicas” extraemos la concepción de Descartes
acerca de Dios.
Dios es una sustancia
infinita, eterna, inmutable, omnisciente, omnipotente, perfecta, existente y
verdadera; es fuente suprema de bondad y de verdad, soberana, independiente.
Dios es el Supremo creador del universo, de las cosas, del hombre, de todo lo
que existe y que no puede ser causa de error o de engaño. Dios creó “un alma
razonable y la añadió al cuerpo”, dio a cada hombre “alguna luz” (razón) con
qué discernir lo verdadero de lo falso y ha establecido en la naturaleza
“ciertas leyes y cuyas nociones ha impreso en el alma del hombre”. A la suprema
e infinita perfección de Dios nada puede añadirse, pues es un ser “del todo
acabado en todas sus partes”.
CRITERIO
DE VERDAD
Descartes define lo que
es el conocimiento claro y lo que es el conocimiento verdadero: “Claro es un
conocimiento que está presente y patente al alma atenta, como se llama claro a
lo que está presente al ojo contemplador y lo excita con fuerza suficiente.
Llamo, empero, distinto, a un conocimiento que en su claridad se distingue y
deslinda de todos los demás, y en el cual, además, las partes o elementos del
objeto están diferenciadas, como, por ejemplo, ocurre en los números. Por
consiguiente, todo lo que yo conozco clara y distintamente en la misma forma
puedo considerarlo verdadero.
Según el pensamiento
cartesiano “Todas las cosas que concebimos muy clara y distintamente son
verdaderas”. “Todo lo que hallamos contenido en la idea de una cosa es verdad
de esta cosa si existe, y puede ser afirmado de ella”. Es decir, toma como
criterio general de verdad la percepción
clara y diferenciada de una cosa, de la cual deduce todas las demás
verdades.
Para la veracidad de Dios
(que si Dios existe) Descartes toma como criterio de verdad la idea de perfección infinita cuando dice: “…esto
mismo que antes he tomado como una regla, a saber, que las cosas que concebimos
muy clara y muy distintamente son todas verdaderas, sólo es segura porque Dios
es o existe y que es un ser perfecto y que todo lo que está en nosotros procede
de él”.
“El filósofo del método”
como suele denominársele a Descartes, distingue tres grupos de ideas: a) ideas
adventicias, b) ideas facticias, c)
ideas innatas.
a)
Ideas
adventicias, derivan de los sentidos y por eso no
ofrecen garantía de verdad objetiva.
b)
Ideas
facticias, son aquellas ideas elaboradas por nosotros mismos
sobre las ideas precedentes.
c)
Ideas
innatas, son connaturales al entendimiento humano y vienen
con nosotros al nacer, dan origen a la verdad objetiva o científica, son ideas
verdaderas y de las cuales proceden los conocimientos verdaderos.
LA
SUBSTANCIA
Descartes define la substancia como aquello que de tal
manera existe, que no necesita de ninguna otra cosa para su existencia. Y según
esta definición Descartes admite que sólo Dios es substancia. La existencia de
la substancia está supeditada a la voluntad y decisión divina, tal es el
aspecto metafísico de la substancia.
En el aspecto gnoeológico substancia
es cualquier propiedad, cualidad o atributo cuya idea real está en nosotros. Y,
todo lo que constituye la substancia es substancial.
La substancia tiene
propiedades, la propiedad principal que expresa la “esencia” de la cosa o del
sujeto y que se concibe por sí sola se denomina atributo. En Dios distingue dos clases de substancias finitas: espíritu, con su atributo el “pensar” (la
conciencia), y el cuerpo, con su
atributo la “extensión” que origina todos los cuerpos del mundo.
También la substancia
tiene “modos” o “accidentes”, que vienen a ser sus propiedades, tales como, modos del pensamiento: el sentir, el
querer, el anhelar, el imaginar, el juzgar.
MODOS
DE LA EXTENSIÓN
La figura, la posición,
los movimientos (del espacio). Con esta teoría Descartes representa el dualismo metafísico, al establecer una
radical diferencia entre ambas substancias de alma y cuerpo y que existen cada
una de ellas con total independencia mutua.
DESCARTES
Y SU CONCEPCIÓN ACERCA DEL HOMBRE
Todo lo que está
en el hombre proviene de Dios. Dios ha establecido ciertas leyes en la
naturaleza y que Dios es incapaz de engañar a los hombres.
Descartes
identifica al ser humano con el ser pensante (Cogito ergo sum = “Yo Pienso,
luego soy”). «Yo no soy, precisamente hablando, más que una cosa que piensa, o
sea un espíritu, un entendimiento o una razón…Soy una cosa que piensa, es
decir, que duda, afirma, niega, conoce, pocas cosas, ignora otras muchas, ama,
odia, quiere, no quiere, y también imagina y siente..»[1].
Según Descartes
el buen sentido o razón, es decir la facultad de juzgar y distinguir lo
verdadero de lo falso, es “naturalmente igual en todos los hombres” y que la
diversidad de las opiniones de los hombres no depende de que unos sean más
razonables que otros, sino que dirigen sus pensamientos por derroteros
diferentes y no consideran las mismas cosas.
El pensamiento lógico es el punto de partida de toda explicación
de la realidad, de Dios, del universo, del hombre y de la vida. El ser queda
subordinado al pensar, para conocer habría que pasar del pensamiento a la
realidad y no de la realidad al pensamiento, importa más lo subjetivo que lo
objetivo, la representación que la realidad de las cosas, lo psicológico que lo
ontológico. “Es absolutamente verdadero que hay que creer que hay un Dios,
porque así lo enseña la Sagrada Escritura, y, por otra parte, hay que dar
crédito a la Sagrada Escritura, porque viene de Dios…”. “La idea de Dios que
está en el hombre tiene por fuerza que ser efecto de Dios mismo”. La existencia
del hombre depende de Dios. En Dios se hallan encerrados todos los tesoros de
la ciencia y de la sabiduría, el conocimiento de las cosas del Universo.
El hombre queda definido como «una máquina que piensa». La “razón”
es la “única cosa que nos hace hombres y nos distingue de los animales”. “El hombre es conciencia, subjetividad, en la que el yo está
encerrado”. “El hombre es la cosa pensante”. Descartes identificó la cosa
pensante (res cogitans) o la mente
con el alma humana y la conciencia; y el cuerpo es una máquina física,
separable del alma.
Y que “las almas más grandes son capaces de los mayores vicios,
como de las mayores virtudes, Y los que andan muy despacio pueden llegar mucho
más lejos, si van siempre por el camino recto, que los que corren, pero se
apartan de él”.
El hombre es un ser imperfecto pero posible de perfección relativa
en la medida que depure progresivamente sus vicios y defectos, hasta el fin de
su existencia. El hombre es una sustancia, cuya esencia y naturaleza toda es
pensar, y que no necesita, para ser, de lugar alguno, ni depende de cosa alguna
material. El alma o espíritu del hombre, que es “naturaleza inteligente” y
“sustancia pura”, es inmaterial, indivisible, mutable e inmortal por
naturaleza, es enteramente distinta e independiente del cuerpo, que no está
atenida a morir con él, y aun cuando el cuerpo no existiese “el alma no dejaría
de ser cuanto es”. “El alma humana no muere con el cuerpo[2]”.
El cuerpo humano, que es diferente de los otros cuerpos, es perecible, finito, divisible, imperfecto,
dependiente, incompleto y está compuesto de cierta configuración de miembros y
otros accidentes que están sujetos a cambio. La naturaleza del hombre es
endeble y limitada.
“Todo hombre está obligado a procurar el bien de los demás, en
cuanto puede y que propiamente no vale nada quien a nadie sirve”.
“Pero, si hay algunos que están persuadidos de que es difícil
conocer lo que sea Dios, y aun lo que sea el alma, es porque no levantan nunca
su espíritu por encima de las cosas sensibles y están tan acostumbrados a
considerarlo todo con la imaginación –que es un modo de pensar particular para
las cosas materiales-, que lo que no es imaginable les parece no ser
inteligible…” señala Descartes en su obra “Discurso del método”.
En el Diccionario soviético de filosofía[3] se lee lo
siguiente: “También es dualista la doctrina de Descartes acerca del hombre: en
el hombre, afirma, el mecanismo corpóreo, sin alma y sin vida, se halla
realmente concatenado al alma, volitiva y pensante. Según Descartes, el alma y
el cuerpo, heterogéneos, ejercen entre sí una acción recíproca a través de un
determinado órgano: la denominada glándula pineal. En fisiología, Descartes
estableció un esquema de reacciones motoras que constituye una de las primeras descripciones
científicas del acto reflejo. No obstante, la fisiología materialista
cartesiana entraba en combinación contradictoria con la doctrina sobre la
inmaterialidad del alma: a diferencia del cuerpo, cuya esencia veía Descartes
en la extensión, la esencia del alma, según él, radica en el pensar. En los
animales, Descartes veía tan sólo autómatas complejos, carentes de alma y de la
facultad de pensar. Como para Francis Bacon, para Descartes la finalidad última
del saber estriba en el dominio de las fuerzas de la naturaleza por parte del
hombre, en el descubrimiento e invención de recursos técnicos, en el
conocimiento de las causas y de los efectos, en el perfeccionamiento de la
naturaleza del hombre. Para llegar a tal finalidad, Descartes creía necesario
poner previamente en duda todo cuanto existe. Esta duda no suponía creer
incognoscible lo existente, era tan sólo un recurso para hallar el principio
absolutamente fidedigno del saber. Este principio, según Descartes, es el de
que «pienso: luego existo». De esta tesis, su autor intentaba inferir asimismo
la existencia de Dios y, luego, la convicción de que el mundo exterior es real”[4]
[1] Descartes, Renato, Discurso del Método y Meditaciones metafísicas.
Editorial Universo, S.A., Lima, s/f, p. 95.
[2] Descartes, en su “Discurso del método”, entiende por cuerpo: “todo aquello que puede
terminar por alguna figura, estar colocado en cierto lugar y llenar un espacio,
de modo que excluya a cualquier otro cuerpo; todo aquello que pueda ser sentido
por el tacto o por la vista, o por el oído, o por el gusto, o por el olfato;
que pueda moverse en varias maneras, no ciertamente por sí mismo, pero sí por
alguna cosa extraña que lo toque y le comunique la impresión”.
[3] Diccionario
soviético de filosofía, Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo, 1965, pp.
114-115.
[4] http://www.filosofia.org/enc/ros/desca.htm.