SIMONE DE BEAUVOIR Y "EL SEGUNDO SEXO"
Escribe: Eudoro Terrones Negrete
Simone de
Beauvoir nació en París el 9 de
enero de 1908 y falleció a la edad de 77 años en París el 14 de abril de 1986, siendo enterrada en el cementerio
parisino de Montparnasse, al lado de
Jean-Paul Sartre, su compañero y “amor necesario”. “Simone de Beauvoir fue enterrada llevando en su mano el
anillo de plata que le regaló su amante Nelson Algren al
despertar de su primera noche de amor”.[1]
Es
la hija mayor de George Bretrand y de Françoise de Beauvoir; formó pareja
sentimental e intelectual con el filósofo existencialista ateo Jean-Paul
Sartre.
Estudió
Filosofía en la Universidad de la Sorbona, logrando obtener su bachillerato y
doctorado.
Filósofa,
escritora, profesora, feminista, periodista, ensayista y crítica literaria, infleixible
y perseverante crítica de la derecha francesa, incorporó el existencialismo
ateo al feminismo de la igualdad, se convirtió en la precursora del movimiento
feminista[2]
con mayor audiencia mundial de mediados del siglo XX.
Se
relacionó con Jean-Paul Sartre, Albert Camus, Merleau-Ponty, Claude
Lévi-Strauss, Raymond Aron, Fidel Castro, Che Guevara, Mao Zedong o Richard Wright y recibió las influencias de Nietzsche, Sartre,
Marx y otros grandes filósofos.
Ejerció la
docencia en el Liceo Janson-de-Sailly, en Marsella, París y Rouen. A raíz de la
Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y la ocupación nazi de París fue
destituida de su puesto por el gobierno, se alejó de la enseñanza e integra el
movimiento de la Resistencia Francesa.
En 1954
obtuvo el premio Goncourt por su novela Los
mandarines. Colaboró en la fundación de la revista Les Temps Modernes
(1945) y en funcionamiento del Movimiento de Liberación de las Mujeres
Francesas (1973).
Escribió
novelas, ensayos, biografías, memorias y monografías, etc. Y entre otras obras,
escribió las siguientes: La invitada
(19434), La sangre de los otros (1944), Pyrrhus y Cineas (1944), Todos los
hombres son mortales (1946), Para una moral de la ambigüedad (1947),
Norteamérica al desnudo (1948); El segundo sexo (1949); Memorias de una joven
formal (1958), La vejez (1970), Final de cuentas (1972), La ceremonia del adiós
(1981), Para una moral de la ambigüedad (1947), La invitada. (1943), La sangre de los otros (1945), Todos los hombres son mortales (1946), Los mandarines (1954), Memorias de una joven formal (1958),
Una muerte muy dulce (1964), Las
bellas imágenes (1966), La mujer rota (1968), Cuando predomina lo espiritual (1979), Para qué la acción (1944), Para una moral de la ambigüedad (1947), El existencialismo y la
sabiduría de los pueblos (1948), América al día (1948), El segundo sexo (1949), El pensamiento político de la derecha (1955), La larga marcha (Ensayo sobre China) (1957),
La plenitud de la vida (1960), La fuerza de las cosas (1963), Las bellas imágenes (1966), La mujer rota
(1968), La vejez (año 1970), Cuando predomina lo espiritual
(1979), y La ceremonia del adiós (1981).
Para
Simone de Beauvoir el hombre es libre porque es un “ser-para-sí”, tiene
“conciencia de ser libre”, es capaz de realizarse y de hacerse a través del
tiempo y en función a sus propios fines y metas individuales. El hombre asume
la absoluta libertad de elección con responsabilidad espontánea individual según sus proyectos de
vida, asumiendo el riesgo y la incertidumbre que conllevan, y no por injerencia de autoridad externa en
sus acciones. Las acciones del hombre deben tener en cuenta a los otros como
ejes de su libertad. Sin los otros, dice Simone de Beauvoir, yo no podría ser
libre.
La obra El segundo sexo, escrita entre los años
1948-1949 por Simone de Beauvoir, fue incluida en la relación de libros
prohibidos por la Iglesia Católica. Esta obra constituye toda una enciclopedia
sobre el papel que cumple la mujer en la sociedad, basado en la literatura, la historia
y la mitología.
“Cuando
aparece el libro están ya superadas –por haber alcanzado sus objetivos- las
reivindicaciones sufragistas, por lo que hay que considerar esta obra como
explicativa, no reivindicativa. Simone de Beauvoir expone el desarrollo de la
opresión masculina a través del análisis de la historia, la literatura y los
mitos, atribuyendo los efectos contemporáneos de esta opresión al haberse
establecido lo masculino como norma positiva. El mundo masculino se ha
apropiado de lo positivo (ser hombre) y lo neutro (ser humano) y ha considerado
lo femenino como una particularidad negativa, la hembra. A consecuencia de esto
se ha identificado a la mujer como “lo otro”, lo que ha llevado a una pérdida
de su identidad social y personal. El sexo femenino está limitado por el
conjunto entero del patriarcado. De acuerdo con la filosofía hegeliana y
sarteana, la autora está de acuerdo con que el sujeto necesita de “lo otro”
para definirse. El problema es que la mujer ha sido constantemente definida por
el mundo masculino como “lo otro”.[3]
“Su
libro El segundo sexo (1949) significó un punto de partida teórico para
distintos grupos feministas, y se convirtió en una obra clásica del pensamiento
contemporáneo. En él elaboró una historia sobre la condición social de la mujer
y analizó las distintas características de la opresión masculina. Afirmó que al
ser excluida de los procesos de producción y confinada al hogar y a las
funciones reproductivas, la mujer perdía todos los vínculos sociales y con
ellos la posibilidad de ser libre. Analizó la situación de género desde la
visión de la biología, el psicoanálisis y el marxismo; destruyó los mitos
femeninos, e incitó a buscar una auténtica liberación. Sostuvo que la lucha
para la emancipación de la mujer era distinta y paralela a la lucha de clases,
y que el principal problema que debía afrontar el "sexo débil" no era
ideológico sino económico”.[4]
Simone de
Beuvoir, tras analizar lo que es la mujer desde el punto de vista biológico,
psicoanalítico, materialista, histórico, literario y antropológico, llega a la
conclusión sobre la insuficiencia para tener una definición completa, no
obstante que cada uno de ellos nos da una definición de lo que es la mujer como
la “Otredad”, “lo otro” frente a lo masculino. “Una no nace mujer: se hace
mujer”.
La
filósofa busca la reivindicación, la emancipación de la mujer, aboga por la
igualdad de deberes, de derechos y de oportunidades entre hombres y mujeres y
que la mujer trascienda a través de sus propios proyectos de vida y no
constituya la tradicional sierva y esclava de los hombres ni se mantenga
históricamente bajo el yugo de los hombres o su mera utilización como objeto
sexual de la publicidad y de los hombres.
Después de
la segunda guerra mundial, junto con Simone de Beauvoir lucharon por la
emancipación de la mujer Betty Friedman, Kate Millett, Gloria Steinem y
Germaine Greer.
La
concepción antropológica puede extraerse y deducirse de la reflexión y del
análisis de las frases y de los pensamientos de Simone de Beauvoir y que
presentamos a continuación[5]:
Simone de
Beauvoir piensa que la naturaleza del hombre es malvada, su bondad es cultura
adquirida, las personas felices no tienen historia, es absolutamente imposible
encarar problema humano alguno econ una mente carente de prejuicios, y todo
niño que nace es un dios que se hace hombre.
Porque el
hombre es trascendencia, jamás podrá imaginar un paraíso. El paraíso es el
reposo, la trascendencia negada, un estado de cosas ya dado, sin posible
superación. Lejos de que la ausencia de dios autorice toda licencia, al
contrario, el que el hombre esté abandonado sobre la tierra es la razón de que
sus actos sean compromisos definitivos.
En sí, la
homosexualidad está tan limitada como la heterosexualidad: lo ideal sería ser
capaz de amar a una mujer o a un hombre, a cualquier ser humano, sin sentir
miedo, inhibición u obligación.
Enfatiza
que no hay muerte natural: nada de lo que sucede al hombre es natural puesto
que su sola presencia pone en cuestión al mundo. La muerte es un accidente, y
aun si los hombres la conocen y la aceptan, es una violencia indebida.
Piensa que
el día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no
escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el
amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro
mortal.
No se nace
mujer: llega una a serlo. Ningún destino biológico, físico o económico define
la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; la
civilización es quien elabora ese producto intermedio entre el macho y el
castrado al que se califica como femenino.
El
problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres. La mujer no es
nada más que lo que el hombre decide que sea; así, se le llama "el
sexo" queriendo decir con ello que aparece esencialmente ante el hombre
como un ser sexuado: para él, ella es sexo, y lo es de un modo absoluto. Se
determina y se diferencia en relación al hombre y no en relación a lo que ella
misma es; ella es lo inesencial frente a lo esencial. Él es el sujeto, el
absoluto: ella es "lo otro".
Lo que es
seguro es que ahora es muy difícil para las mujeres asumir a un tiempo su
condición de individuo autónomo y su destino femenino; es la fuente de estas
torpezas y malestares que a veces las presenta como "un sexo
perdido". Y sin duda es más cómodo sufrir la esclavitud ciega que trabajar
por la liberación: los muertos también están mejor adaptados a la tierra que
los vivos.
El hombre
no es ni una piedra ni una planta, y no puede justificarse a sí mismo por su
mera presencia en el mundo. El hombre es hombre sólo por su negación a
permanecer pasivo, por el impulso que lo proyecta desde el presente hacia el
futuro y lo dirige hacía cosas con el propósito de dominarlas y darles forma.
Para el hombre, existir significa remodelar la existencia. Vivir es la voluntad
de vivir.
La
perfección de su ser no deja ningún lugar al hombre porque el hombre no podría
trascenderse en Dios si Dios ya está todo entero dado. En tal caso el hombre no
es más que un accidente indiferente a la realidad del ser; está en la tierra
como un explorador perdido en el desierto; puede ir a la derecha o a la
izquierda, puede ir a donde quiera; jamás irá a ningún lugar y la arena cubrirá
sus huellas.
Mediante
el trabajo ha sido como la mujer ha podido franquear la distancia que la separa
del hombre. El trabajo es lo único que puede garantizarle al hombre una
libertad completa El hecho de que exista una minoría privilegiada no compensa ni excusa,
la situación de discriminación en la que vive el resto de sus compañeros. La
familia es un nido de perversiones. Lejos de que la ausencia de Dios autorice
toda licencia, al contrario, el que el hombre esté abandonado sobre la tierra
es la razón de que sus actos sean compromisos definitivos.
[2] En 2008 se creó en su honor el Premio Simone de Beauvoir por la
Libertad de las Mujeres, más conocido simplemente como Premio Simone de
Beauvoir… La
actividad de Simone de Beauvoir fue, junto con la Gisèle Halimi y
Elisabeth Badinter, central para obtener el reconocimiento de los maltratos
sufridos por las mujeres durante la guerra de Argelia, así
como para la obtención del derecho al aborto en
Francia. Fue una de las redactoras del Manifiesto de las 343, publicado en abril de 1971 por la revista Le Nouvel
Observateur. Con Gisèle Halimi, fundó
también el movimiento Choisir, que tuvo un papel determinante en la legalización del
aborto.
https://es.wikipedia.org/wiki/Simone_de_Beauvoir
[3]La Enciclopedia del
Estudiante. 19. Historia de la Filosofía.
Santillana Educación, S.L., Buenos Aires, julio de 2011, p.265.