A LOS 140 AÑOS DE NACIMIENTO DEL FILÓSOFO ESPAÑOL JOSÉ ORTEGA Y GASSET (1883- 9 DE MAYO-2023)
Escribe:
Dr. Eudoro Terrones Negrete
José Ortega y Gasset es
uno de los ilustres intelectuales representativos de la denomina “Generación
del 98” y cuyo pensamiento se desarrolla durante la primera mitad del siglo XX,
llegando a combinar su vida académica universitaria con el periodismo, la
política y la producción intelectual e investigativa.
”Se ha llamado
“generación del 98” a un grupo de escritores que a raíz de los desastres
marcados por la fecha a que ese término alude (1898: pérdida de Cuba, Puerto
Rico, Filipinas, últimos restos del imperio colonial), trató de buscar en la
propia entraña española la reconstrucción ideológica con franco pesimismo y
criticismo. Los intelectuales más representativos de ese grupo son Ángel
Ganivet, Miguel de Unamuno, José Martínez Ruiz (Azorín), Pío Baroja, Ramón del
Valle Inclán, Antonio Machado, José Ortega y Gasset: unos poetas, otros
novelistas, otros filósofos o críticos; los más participando en mayor o menor
grado de varias de esas cualidades; otros, grandes maestros o eruditos como
Manuel Bartolomé Cossío o Ramón Menéndez Pidal”.[1]
José Ortega y Gasset es
un ilustre filósofo de la cultura, político, sociólogo, gran maestro en el género
del ensayo, notable crítico literario, periodista cultural, expositor original
y hombre cultísimo y artista insuperable, que consagró su oba a estudiar la psicología
del pueblo español; profesor numerario de psicología, lógica y ética de la
Escuela Superior del Magisterio de Madrid; y ganó por oposición la cátedra de
metafísica de la Universidad Central; nació en Madrid el 9 de mayo de 1883 y
falleció en la misma ciudad el 18 de octubre de 1955, sus restos yacen en el
cementerio de San Isidro. En 1955 fue diagnosticado de cáncer
gástrico.
Alain Guy en su Historia
de la filosofía española (Barcelona, 1985.289) manifiesta: “Ortega quiso
ser ante todo el reformador sistemático de la filosofía española; después del
despertar causado por Unamuno, quiso introducir orden y claridad en aquel caos
de sugerencias más o menos constructiva que, de acuerdo con su carácter
impulsivo, había lanzado el maestro vasco-salmantino; con este fin, se
consideró “un profesor de filosofía in partibus infidelium que
predicaba el espíritu metódico y científico a sus compatriotas proponiéndoles
el modelo europeo (principalmente el alemán), en lugar de dejar que se
acurrucaran en su idiosincrasia ibérica, demasiado anclada según él en el molde
africano demasiado dogmático. Para hacerlo, Ortega tuvo que proceder, las más
de las veces, de una forma encubierta, es decir literaria, seduciendo a sus
lectores con un estilo elegante, el de un “aristócrata en la plaza pública”
según su propia fórmula”.
José Ortega y Gasset es
el más grande y más leído de los filósofos españoles contemporáneos, tanto en
su país como en el resto del mundo, convirtiéndose en popular su pensamiento y
de obligada lectura en los círculos cultos nacionales y extranjeros su copiosa producción
intelectual. Gaspar Gómez de la Serna diría de él que “es sin duda, el pensador
más universal que ha producido, por hoy, la España contemporánea” y Ángel
González Álvarez afirma que Ortega y
Gasset “Frente a la llamada generación del 98, reactualiza el ideal de europeización
que fue característico de krausistas e institucionistas. Ortega es, con todo,
un pensador independiente en el medio español. De todos nuestros escritores del
siglo XX es el que ha logrado un magisterio más extenso”.[2]
Siguiendo una tradición
familiar cultivó el periodismo y colaboró incansablemente con artículos en
periódicos, revistas y enciclopedias en España, Iberoamérica y el Mundo y con
brillantes escritos sobre acontecimientos, hombres y cosas, ciencia, técnica,
filosofía, artes, cultura, Kant, Dilthey, Max Scheler, Mirabeau, Proust, Baroja,
Dostoievski, entre otros. Sus artículos y libros han sido traducidos a muchas
lenguas.
Tuvo por discípulos a
José Gaos, Julián Marías, Manuel Granelli, Xavier Zubiri, Pedro Font y Puig,
María Zambrano, Eduardo Nicol, Manuel García Morente, Joaquín Xirau, Daniel
García Bacca, Luis Recasens Siches, Pedro Lain Entralgo, Paulino Garagorri,
José Ferrater Mora, entre otros.
Ortega fue muy agudo,
insaciable y previsor sobre los problemas estructurales de la sociedad, la
cultura, la historia, la literatura, el arte, la política la filosofía y la
realidad humana.
Luis Alberto Sánchez, al
escribir el Prólogo de “La rebelión de las masas” en 1975 señala que Ortega y
Gasset era un pensador de “mente abierta y estilo claro y armonioso como pocos,
príncipe de un barroquismo renovado, basado en una arquitectura del estilo más
funcional que decorativa, pero airosa y elegante siempre”. Y agrega: “Ejerció
un magisterio permanente. Enseñó a pensar claro y escribir bello a quienes
creía que pensar alto implicaba la contradictoria responsabilidad de escribir
mal. En una órbita supranacional y extraeuropea. Ortega pertenecía a la clase
de grandes ensayistas…”
Ortega escribió un
artículo sensacional titulado “Delenda est Monarchia, es decir: “Hay que
derribar la Monarquía”. Y la Monarquía cayó el 14 de abril de 1931. Y como no
estuvo de acuerdo con la orientación política del nuevo régimen hizo una
sostenida y fuerte campaña para “rectificar el perfil de la República”, y luego
durante la Guerra Civil (1936-1939) guardó silencio, alejándose de la lucha
política.
Ortega y Gasset, como
pocos filósofos de su época, tenía gran dominio del idioma, facilidad de
palabra, claridad y precisión en los temas y problemas que abordaba. No con
poca razón se afirma que el estilo original del filósofo Ortega ha alcanzado
una “máxima diafanidad”: “la claridad es la cortesía del filósofo”, solía repetir
en los escenarios académicos que se presentaba como conferenciante.
“Uno de los méritos
mayores de Ortega es la renovación total de la cultura intelectual española por
la divulgación de ideas hasta entonces desconocidas en la península, sobre todo
de pensadores alemanes. Dilthey, Scheler, Simmel, Rickert e Windelband, el
teólogo Rudolf Otto, los historiadores de artes Wolfflin y Max Dvorak, la
psicología de la Gestalt, el análisis estilístico, etc.”[3] No con poca razón se lo
considera a Ortega como un extraordinario promotor, organizador y vulgarizador
de la cultura de su tiempo. Los problemas de la cultura, por ejemplo, los ha
abordado en muchas obras, pero preferentemente en Meditaciones del Quijote,
Vieja y nueva política, España invertebrada, La redención de las provincias y
Rectificación de la república.
“Ortega y Gasset inició
su obra de escritor colaborando en Los Lunes del Imparcial, periódico
del cual era director su padre, el novelista José Ortega Munilla. Más tarade,
al volver de Alemania, continuó sus actividades periodísticas escribiendo en El
Sol y en las revistas España y Revista de Occidente, fundadas
y dirigidas éstas últimas por él. Entre los años de 1916 y 1934 cultivó el
ensayo y sus trabajos andan dispersos en los ocho tomos de El Espectador.
Por esa época escribió también algunas de sus aportaciones más importantes al
desarrollo del pensamiento en España.”[4]
Este 9 de mayo del 2023
se cumple ciento cuarenta años de su nacimiento.
Hijo de una familia de
muy buenos recursos económicos, muy cultos y bien querida. Sus padres fueron José Ortega Munilla,
connotado periodista liberal y académico, copropietario y director del diario El
Imparcial, y
Dolores Gasset Chinchilla.
Sus primeros años de educación los realizó en el Colegio de Miraflores
del Palo, de la Compañía de Jesús.
De 1898 a 1902 realizó
los estudios de licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid
y en 1904 obtuvo el grado de doctor con la tesis “Los Terrores del Año Mil. Crítica
de una Leyenda”.
Fue catedrático de
filosofía en la Escuela Superior del Magisterio y redactor de los diarios El
Imparcial y La Vida Nueva. En La Vida Nueva publica su
primer artículo a los diecinueve años de edad.
Posteriormente a partir
de 1905 fue a Alemania como becado y estudió en las universidades de Berlín,
Leipzig y Marburgo siendo en ésta discípulo de los neokantianos más
sobresalientes Hermann Cohen y Paul Natorp y se inició en el método científico.
En 1908 es designado
profesor de la Escuela Superior de Magisterio de Madrid y participa en la
fundación de la revista Faro. Y en 1913 conjuntamente con Fernando de
los Ríos, Manuel Azaña y otros funda la Liga de Educación Política. En 1917 con
Nicolás María de Urgoiti colabora en la fundación del periódico liberal El
Sol y en 1920 fundan la Editorial Calpe.
Desde 1910 y durante 26
años Ortega y Gasset, de pensamiento vitalista e historicista, se desempeñó eficientemente
como catedrático del curso de Metafísica en la Universidad Central de
Madrid, sucediendo al filósofo krausista Nicolás Salmerón que acababa de morir.
Llegó a ser, a decir de Juan Estebrich, “el jefe de la intelectualidad
española”[5]
El filósofo peruano
Augusto Salazar Bondy diría: “Ortega es sin duda el filósofo español más leído,
tanto en su país cuanto en el extranjero; por la amplitud y la variedad de los
asuntos que aborda y la elegancia y vivacidad de su prosa ha sabido despertar
no sólo el interés de los especialistas sino de un público mucho más vasto.
Dentro del mundo de habla castellana su influencia ha sido por eso muy grande
en los dominios más diversos de la cultura y particularmente en la filosofía.”[6]
TEORÍAS FILOSÓFICAS DEL
PERSPECTIVISMO Y EL RACIOVITALISMO
El perspectivismo es una
teoría de acuerdo con la cual toda concepción del ente depende del lugar
ocupado, en cada caso, por el sujeto que piensa y, por lo tanto sólo se puede
justificar de manera relativa (Apel-Ludz, Diccionario de Filosofía).
José Ortega y Gasset es autor
y exponente principal de las teorías epistemológicas del perspectivismo y
del raciovitalismo, que es la oposición al racionalismo y al vitalismo.
José Ferrater Mora en su
“Diccionario de Grandes Filósofos” señala: Pero ya a partir de 11111191, su pensamiento
se orientó en la forma ulteriormente desarrollada. Dentro de la continuidad
manifestada en tal desarrollo se destacan, sin embargo, dos períodos: el
primero, que abarca hasta 1923 aproximadamente, puede llamarse perspectivista;
el segundo, desde 1923, raciovitalismo. Característica del período 1910-1923 es
el perspectivismo, llevado hasta tales consecuencias que Ortega indica que la
substancia última del mundo es una perspectiva. El perspectivismo no es,
empero, solamente una doctrina accidental; se convierte en la piedra angular de
la teoría del conocimiento. En esta última se opone Ortega por igual al
idealismo y al realismo. Contra el idealismo, afirma que el sujeto no es el eje
en torno al cual gira la realidad; contra el realismo, que no es un simple
trozo de la realidad. El sujeto es una pantalla que selecciona las impresiones
o lo dado. No es un ser abstracto, sino una realidad concreta que vive aquí y
ahora. Es, por lo tanto, una vida. Tal vida no es sólo biológica; la defensa de
lo vital, en la que Ortega insiste ahincadamente, no equivale a la defensa de
lo primitivo. Si bien la cultura es producida por la vida y para la vida -y por
consiguiente, la vida es anterior a la cultura-, ello no significa que los
valores culturales sean secreciones de actividades vitales y menos aún
meramente biológicas. Significa que los valores culturales son funciones
vitales, aunque funciones vitales que obedecen a leyes objetivas, y que, por
consiguiente, hay una continuidad completa entre lo vital y lo transvital o
cultural. Como consecuencia de esto puede afirmarse que la razón no está fuera
de la vida, ni tampoco es la vida, sino una función de la vida”.[7]
Respecto del
perspectivismo Alain Guy señala: “Ortega va a parar finalmente a un perspectivismo
(según su propia fórmula) que siente como principio que sólo la perspectiva
individual puede darnos auténticamente lo real. “El ser definitivo del mundo no
es la materia ni el alma, no es una cosa determinada, sino una perspectiva” (Meditaciones
del Quijote, en Obras, I, 321). Es necesario, por consiguiente,
totalizar cada punto de vista individual sobre el mundo: “Cada hombre tiene una
misión de verdad. Donde está mi pupila no hay otra. Somos insustituibles”. El
único error consistiría en erigir en absoluto el punto de vista personal, a la
manera del solipsismo. Sin embargo, el orteguismo, ¿no termina en el
relativismo, como le han reprochado Joaquín Iriarte, Juan Roig Gironella y
Miguel Oromí? Él se defiende con agilidad y Julián Marías propone una interpretación
espiritualista del mismo enteramente compatible con la trascendencia”.[8]
Referente a la teoría del
perspectivismo de Ortega, Ángel González Álvarez afirma: “Ortega comienza por
relacionarse a Leibniz, quien había dicho que como una misma ciudad contemplada
desde distintos lados parece enteramente distinta, así la muchedumbre de
sustancias simples da lugar a otros tantos universos diferentes, los cuales no
son, sin embargo, más que las perspectivas de un solo universo según los
diferentes puntos de vista de cada mónada. Mas lo que en Leibniz no pasó de ser
una metáfora se convierte en Ortega en el fundamento mismo de la teoría del
conocimiento, así como de aquella primera oposición al realismo y al idealismo.
Contra éste debe afirmarse que el yo no es el centro en torno al cual deba
girar la realidad; contra el realismo debe advertirse que el sujeto no es una
cosa ni jamás cuenta como cosa. El yo es más bien un punto de vista que
selecciona las impresiones. Cada uno de estos puntos de vista ofrece una
perspectiva sobre el universo. Cada perspectiva tiene realidad en el curso de
la historia. Sólo el repertorio entero de las perspectivas históricas nos
proporcionaría la verdad absoluta del universo. Y de esta manera la
peculiaridad de cada yo, lejos de estorbarle para captar la verdad, es
precisamente el órgano por el cual puede ver la porción de realidad que le
corresponde. “De esta manera aparece cada individuo, cada generación, cada
época, como un aparato de conocimiento insustituible”. Y es claro que sólo el
repertorio enero de las perspectivas históricas -pasadas, presentes y futuras-
nos proporcionaría el verdadero rostro de cada cosa. O como dice el propio
Ortega: “yuxtaponiendo las visiones parciales de todos se lograría tejer la
verdad omnímoda y absoluta”. Esto, empero, sólo parece propio de Dios. Ortega
invierte la teoría de Malebranche, según la cual nosotros vemos las cosas en
Dios, ya que los hombres son los órganos visuales de la divinidad”. El
perspectivismo así entendido ha sido “llevado hasta tales consecuencias, que
Ortega indica que la sustancia última del universo es una perspectiva” (J.
Ferrater Mora)”.[9]
Recibió la influencia del
neokantismo de Hermann Cohen y Paul Natorp, de la fenomenología de Husserl, del
vitalismo historicista y culturalista de Wilhelm Dilthey.
Ortega asume una posición
contraria al idealismo y al realismo. Para Ortega el idealismo y el realismo
son concepciones equivocadas que tienen que ser superadas filosóficamente, que
finalmente se conoce con la denominación de raciovitalismo. Dilthey lo
confiesa así en “Historia como sistema”: “el hombre a quien más debemos sobre
la idea de la vida y, para mi gusto, el pensador más importante de la segunda
mitad del siglo XIX”.
“Ortega es un filósofo
consciente de vivir en una época de crisis del pensamiento, determinada en su
opinión por el descubrimiento, durante el siglo XIX, de instancias concretas no
asimilables por el racionalismo de tipo clásico cartesiano, matematizante e
idealista. Pero la reacción de Ortega ante el hecho de la crisis no es, como en
otros muchos autores, trágica y pesimista, sino lleno de confianza en la
fecundidad del proceso histórico. Utilizando una expresión suya, podría decirse
que el filósofo la vive “deportivamente”, y se opone a toda visión apocalíptica
de la misma: “En los últimos años se oye por doquiera un monótono freno sobre
la cultura fracasada y concluida. Filisteos de todas las lenguas y de todas las
observancias se inclinan ficticiamente compungidos sobre el cadáver de esa
cultura que ellos no han engendrado ni nutrido”.[10]
En 1916 fue invitado a
dictar una serie de conferencias en la Argentina, las que resultaron de sumo éxito.
Ulteriormente recorrió países de Europa y de América dictando sendas y bien
concurridas conferencias sobre variados temas.
En 1916 fue elegido miembro de la Academia de Ciencias
Morales y Políticas.
En 1923 fundó la Revista
de Occidente, de mayor influencia en la España de entonces, publicada de
1923 a 1936, y también fundó la colección Biblioteca de Ideas del siglo XX.
En 1927 o 1928, cuenta
Luis Buñuel (1900-1983), el mayor cineasta español, que después del enorme
éxito que tuvieron su sesión de películas de vanguardia francesa presentados en
Madrid, al día siguiente le llamó Ortega y Gasset para decirle: “Si yo fuera
joven, me dedicaría al cine”.
En 1948 funda en España,
con Julián Marías, el Instituto de Humanidades.
En 1949 con motivo del
aniversario del nacimiento de Wolfang Goethe recibió en Hamburgo la Medalla del
Segundo Centenario.
“Educado en el
neokantismo y preocupado con el principio del cartesianismo, ha venido a
ampliarlo al hallar que la realidad primera que se nos ofrece no es sólo la
conciencia, el Yo, sino, además, los casos en que pienso y de que me preocupó,
mi mundo; de ahí su afirmación, contenida ya en su obra citada: ”yo soy y mi
mundo”, base de todo su sistema”.[11]
Excelente conferenciante
y permanente divulgador de la cultura española, Ortega y Gasset, conjuntamente
con Unamuno, influyeron decisivamente en la formación de la juventud española e
hispanoamericana en la primera mitad del siglo XX y cuyo pensamiento aún se
analiza y discute en el ámbito académico del siglo XXI.
Para el escritor alemán
Curtius, Ortega es “uno de los doce pares del espíritu europeo”.
No con poca razón Alain
Guy expresó: “El orteguismo ha renovado la filosofía española contemporánea y
el favor de que goza en el exterior es igualmente notable (en particular en los
países anglosajones y germánicos)”[12]
Julián Marías afirma:
“Ortega ha creado una terminología y un estilo filosófico en español, que no
existían; su técnica -inversa a la de Heidegger, por ejemplo- consiste en
rehuir por lo general los neologismos y devolver a las expresiones usuales del
idioma, profundamente vividas, incluso a los modismos, su sentido más auténtico
y originario, henchido muchas veces de significación filosófica o susceptible
de cargarse de ella. El uso de la metáfora ha alcanzado en él, junto a su valor
de belleza, otro estrictamente metafísico. “La cortesía del filósofo es la
claridad”, solía decir; y lo mismo por escrito que en su incomparable oratoria
docente, ha alcanzado el máximo de diafanidad de su pensamiento; Ortega extrema
el esfuerzo por hacerse inteligible, hasta el punto de inducir al lector, con
demasiada frecuencia, a creer que, porque lo ha entendido sin fatiga, no tiene
que fatigarse para entenderlo del todo. En algunos de sus últimos escritos,
Ortega llegó a un modo de expresión totalmente original, en que la fidelidad al
genio de la lengua se une a procedimientos estilísticos absolutamente nuevos, y
que responde a la forma de razón en que consiste su método filosófico; es lo
que he llamado el decir de la razón vital”[13]
En 1914 Ortega y Gasset
empezó su corta vida política liberal con una concepción moderna, realista y
con visión de futuro de lo social y del Estado. “La nueva política, expresó, se
propone hacer rendir al Estado cuanto deba; pero exige mucho más de la libre
espontaneidad de la sociedad”.
En 1930, luego de haber
caído la Dictadura de Primo de Rivera en España, el régimen monárquico empieza
a tambalear por sus propios errores y es el momento en que Ortega y Gasset
decide tomar partido públicamente y entra a la lucha política.
En 1931 con Nicolás María
de Urgoiti fundan los periódicos Crisol y Luz. En este mismo
años, 1931, es elegido diputado por León en las Cortes Constituyentes de la
Segunda República española, se mantuvo independiente de los partidos políticos
y llegó a ser jefe del grupo de intelectuales parlamentarios, tras fundar con
Marañón y Pérez de Ayala, la denominada Agrupación al Servicio de la
República.
En 1932 se retira de la
vida política; años después, en 1936, con el estallido de la guerra
civil (1936-1939), fracasa su proyecto político.
“Su riqueza idiomática es
sorprendente. Aplica cada palabra con rigor científico y con belleza expresiva
al mismo tiempo. Maestro por excelencia de la generación intelectual anterior a
1936, después de la guerra civil residió en el extranjero, particularmente en
Francia, Argentina y Portugal, hasta que retornó a España. Ortega y Gasset es
el escritor más europeo y universal que ha dado España en la primera mitad del
siglo XX”[14]
En el año 1945 fue
condecorado con la medalla alemana de Goethe.
Según la crítica
especializada Ortega y Gasset viene a ocupar como pensador y ensayista
filosófico “una posición pareja a la de Menéndez Pidal en el campo de la
literatura y de la historia”. Julián Marías califica a Ortega y Gasset de ser “un
auténtico metafísico, original y riguroso”.
OBRAS PUBLICADAS
La producción intelectual de Ortega y Gasset ha sido
abundante y variada en su contenido. Seis volúmenes contienen sus Obras
completas. Entre las obras específicas figuran:
·
Adán en el Paraíso (1910)
·
Meditaciones del Quijote (1914)
·
Vieja y nueva política (1914)
·
Personas, obras, cosas (1916)
·
El Espectador (8 volúmenes,1916-34)
·
España invertebrada (1921)
·
Los Prólogos a las traducciones de Vorlander (1921)
y Bréhier (1942)
·
El tema de nuestro tiempo (1923)
·
Las Atlántidas (1924)
·
La
deshumanización del arte e ideas sobre la novela (1925)
·
Historia como sistema (1935)
·
Espíritu de la letra (1927)
·
Mirabeau o el político (1927)
·
Kant. Reflexiones de Centenario (1924)
·
La “Filosofía de la Historia” de Hegel y la
historiología (1928)
·
Filosofía Pura. Anejo a mi folleto “Kant” (1929)
·
La rebelión de las masas (1929)
·
Misión de la Universidad (1930)
·
Rectificación de la República. La redención de las
provincias y la decencia nacional (1931)
·
Pidiendo un Goethe desde dentro (1932)
·
Viva la República (1933)
·
Unas lecciones de metafísica (1966)
·
En torno a Galileo (1933)
·
Guillermo Dilthey y la idea de la vida (1933-34)
·
Historia como sistema (1941)
·
Estudios sobre el amor (1941)
·
Apuntes sobre el pensamiento (1941)
·
Ensimismamiento y alteración (1920)
·
Meditación de la técnica (1939)
·
Ideas y creencias (1924)
·
Teoría de Andalucía y otros ensayos
·
Espíritu de la letra (1927)
·
Apuntes sobre el pensamiento: su teurgia y su
demiurgia (1941)
·
Del Imperio romano (1941)
·
Ideas para una historia de la filosofía (1942)
·
Sobre la razón histórica (1944)
·
Papeles sobre Velázquez y Goya (1950)
·
El hombre y la gente (1957)
·
¿Qué es filosofía? (1957)
·
Idea del teatro. Una abreviatura (1958)
·
La idea de principio en Leibniz y la evolución de
la teoría deductiva (1958)
·
Una interpretación de la historia universal en
torno a Toynbee (1960)
·
Meditación de Europa (1960)
·
Origen y epílogo de la filosofía (1960)
·
La caza y los toros (1960)
·
Pasado y porvenir para el hombre actual (1962)
·
El origen deportivo del estado (1966)
·
Investigaciones psicológicas (1982)
·
¿Qué es conocimiento? (1984).
Ortega y Gasset como
ningún otro español de su época efectuó una invalorable producción intelectual
con reflexiones profundas sobre los problemas de la filosofía y la teoría de la
educación, la vida, la ciencia, la técnica, el hombre, la razón vital, el
espíritu, los valores, etc.
DOCTRINA ORTEGUIANA
En la corriente de la
filosofía de la vida se sitúan los primeros escritos originales de José Ortega
y Gasset.
Su pensamiento ha sido
calificado de “racio-vitalismo”, aunque no deja de tener puntos en común con la
filosofía existencialista, pero de tipo “optimista”. “Tal vez pudiera definirse
su filosofía – diría P. Dionisio Domínguez, S.I.- como un monismo lógico
o idealístico de la Escuela marburgense, asociado a un relativismo absoluto,
explicados por su teoría genial del “saber” o de las “perspectivas”
(perspectivismo o raciovitalismo)”[15]
Ortega recibió las influencias del neokantismo, del
historicismo de Dilthey, del intuicionismo de Bergson y del vitalismo en
general.
“La doctrina de Ortega (a
la que se ha dedicado ya una bibliografía considerable, tanto en el exterior
como en España) – asevera Alain Guy- se basa en una recusación a la vez del
realismo y del idealismo. Contra el “cosismo” admite la catarsis operada por
Descartes, Kant y sus sucesores: la realidad primera no está constituida por
las cosas, pues la existencia de éstas “aparte” es dudosa y depende, en todo caso,
para que sea afirmada, del pensamiento humano; las cosas se me aparecen como
mis ideas, sin independencia alguna respecto a mí. Pero inversamente, el yo no
existe fuera de las cosas; las necesita, como ellas le necesitan a él. La
verdadera realidad radical (es decir, la que está en la raíz de todas
las otras) es el conjunto del yo y de todo lo que lo rodea. “Yo soy yo y mi
circunstancia”, declara Ortega en sus Meditaciones del Quijote,
entendiendo por “circunstancia” mi cuerpo, ajustado a mi medio ambiente físico
y mi medio ambiente social”.[16]
Ortega y Gasset es un
“metafísico sistemático y audaz”, como diría Alain Guy; es un escritor
extraordinario, de inteligencia de primer orden, de espíritu crítico y siempre
insatisfecho, filósofo auténtico y completo, de cultura amplia y renovada, es uno
de los mejores prosistas españoles, es un pensador profundo enmarcado dentro de
la corriente filosófica del vitalismo y del perspectivismo. Es un creador de
una terminología y de un estilo filosófico e hizo de la filosofía de la
historia su predilecto campo de estudio.
“El realismo afirma que
la realidad verdadera son las cosas, reales por sí mismas e independientes del yo;
el idealismo pretende que las cosas no pueden ser independientes del yo,
cuya independencia afirma. Pero la realidad radical es la del yo
con las cosas: yo soy yo y mi circunstancia; la realidad radical es ese
quehacer del yo con las cosas que llamamos vida; la vida misma es la razón
vital.He aquí la esencia de la doctrina de Ortega.”[17]
Para Ortega la realidad
radical es el quehacer del yo con las cosas que llamamos la vida. La vida es lo
que hacemos y lo que nos pasa. Vivir es tratar con el mundo, es dirigirse a él,
actuar en él y ocuparse de él. La realidad primaria y radical, de lo que el yo
y las cosas sólo son momentos abstractos, es el dinámico quehacer que llamamos nuestra
vida. La realidad radical es nuestra vida. Radical no quiere decir “única”
ni “la más importante”, sino en la cual radican o arraigan todas las demás. La
realidad de las cosas o la del yo se dan en la vida, aunque lo que es real
pueda trascender de mi vida.
LA RAZÓN VITAL. EL TEMA
DE NUESTRO TIEMPO
La doctrina de Ortega y
Gasset es la filosofía de la razón vital, que ha sido definida en la
expresión: “Yo, soy yo y mi circunstancia”.
La razón, señala Ortega y
Gasset, no puede independizarse de la vida ni éste de aquella. El Yo no puede
existir independientemente de las cosas, el Yo no se encuentra nunca solo, sino
siempre con las cosas, haciendo algo con ella, por lo tanto no hay cosas sin Yo
y viceversa, pues hay una interdependencia entre las cosas y el Yo.
Johannes Hirschberger en
su “Historia de la Filosofía” subraya: “La
realidad humana, en su concreto vivir histórico, será el centro de su atención.
Puede decirse que el signo del tiempo, a comienzos del siglo XX, es dar entrada
en un sistema filosófico al lado individual y “circunstancial” de la vida, al
sujeto concreto, absorbido por los excesos lógicos del formalismo neokantiano y
por los cánones universalistas del cientificismo del siglo XIX. Tal es el
sentido de Kierkegaard, Nietzsche y Bergson, sentido que desembocará en el
posterior existencialismo. Desde las Meditaciones del Quijote luce ya,
con tono reivindicador, la valoración de la “circunstancia”. En la fórmula
orteguiana de primera hora “Yo soy yo y mi circunstancia”, (Obras I, 332), hay
una voluntad de expresar la interpretación necesitada de yo y mundo, como un
todo concreto, indiviso, irrepetible, del que es preciso partir para entender
al hombre y al mundo.”[18]
De acuerdo con el
filósofo español, la razón es la facultad humana que procura en cada instante
de la vida el conocimiento de las cosas que circundan al hombre. La razón es
“toda acción intelectual que nos pone en contacto con la realidad por medio de
la cual topamos con lo trascendente”. La razón es una “función vital”, no es
una función de razón pura. Pues vivir es “convivir”, es estar cercado por la
circunstancia y el universo, con sus problemas e inseguridades y ante las
cuales el hombre usa de su razón para saber “a qué atenerse en la vida”, para
saber qué va a hacer para llegar a ser lo que se propone ser.
La vida es, compromiso,
responsabilidad, compenetrarse de las cosas, es orientación, elevación y
decisión frente a la vida y el mundo. La vida es vocación por un vivir
plenamente, sorteando obstáculos, tomando decisiones, seleccionando entre esto
o aquello para una vida ascendente, etc.
“Cada vida es un punto de
vista sobre el universo”
“La vida humana -dice
Ortega- es una realidad extraña, de la cual lo primero que conviene decir es
que es la realidad radical en el sentido de que a ella tenemos que referir
todas las demás, ya que las demás realidades, efectivas o presuntas, tienen de
uno u otro modo que aparecer en ella”.
“Toda otra realidad que
no sea la de la vida es una realidad secundaria, virtual, interior a mi vida, y
que en ésta tiene su raíz o su hontanar”.
“Nuestra vida se nos
presenta constituida por dos dimensiones, inseparables la una de la otra, y que
quiero dejar destacadas con toda claridad. En su dimensión p0rimaria vivir es
estar yo, el yo de cada cual, en la circunstancia y no tener más remedio que
habérselas con ella. Pero esto impone a la vida una segunda dimensión,
consistente en que no tiene más remedio que averiguar lo que la circunstancia
es”. “La vida es, en este sentido, absoluta actualidad”.
“El hombre no tiene
naturaleza. El hombre no es su cuerpo…ni su alma…El hombre no es cosa ninguna,
sino un drama: su vida, un puro y universal acontecimiento que acontece a cada
cual y en cada cual no es, a su vez, sino acontecimiento. Todas las cosas, sean
las que fueren, son ya meras interpretaciones que se esfuerza en dar a lo que
encuentra. El hombre no encuentra cosas, sino que las pone o supone. Lo que
encuentra son puras dificultades y puras facilidades para existir…La vida es un
gerundio y no un participio: un fasciendum y no un factum”.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET Y LA REBELIÓN DE LAS
MASAS
En el ámbito jurídico la rebelión
constituye un delito por cuanto una o más personas, grupos de personas o
colectividades se alzan en armas con el fin de variar la forma de gobierno
imperante, deponer al gobierno democráticamente elegido, impedir las reuniones
del Congreso de la República, reformar instituciones del país o promover la
desobediencia civil a las autoridades del gobierno elegido, ejecutar órdenes de
gobiernos extranjeros o medidas contra países extranjeros beligerantes.
“El que la rebelión sea
digna de encomio o de censura, depende de las cosas contra las que se rebela la
persona, pero debe haber la posibilidad de rebelarse en ocasiones y no sólo una
aquiescencia ciega, producto de una rígida educación de conformidad” precisa
Bertrand Russell en su Diccionario del Hombre Contemporáneo (Argentina,
1955:289)
Masa es
un gran número de personas reunidos espontáneamente o por factores emotivos o
de diversa índole y que expresan frustraciones, agresividades y denotan
comportamientos individuales que se salen de toda norma socio-cultural y son
manipulables por caudillos o líderes políticos.
La rebelión de las masas
es una obra profética sobre el mundo actual y en la que Ortega y Gasset nos
presenta un análisis crítico sobre la crisis de valores de la época sobre la
base de los conceptos de minorías selectas y de la aparición del hombre-masa.
“En su obra más celebre, La
rebelión de las masas (1929), afirmaba que el siglo XX estaba dominado por
la mediocridad de las masas y subrayaba el papel vital de las elites
intelectuales, que evitaban la caída en la barbarie. Consideraba que el
comunismo y el fascismo constituían la ruina de la civilización occidental.
“Vivimos en una época en la que el hombre cree que es fabulosamente capaz de
crear, pero no sabe qué crear”- José Ortega y Gasset, La rebelión de las
masas”.[19]
En la obra La rebelión
de las masas Ortega y Gasset desarrolla en la primera parte: el hecho de
las aglomeraciones; la subida del nivel histórico; la altura de los tiempos; el
crecimiento de la vida; un dato estadístico; comienza la disección del
hombre-masa; vida noble y vida vulgar, o esfuerzo e inercia; por qué las masas
intervienen en todo y por qué sólo intervienen violentamente; primitivismo y
técnica; primitivismo e historia; la época del “señorito satisfecho”; la
barbarie del “especialismo”; el mayor peligro, el Estado.
En la segunda parte: ¿quién
manda en el mundo? y se desemboca en la verdadera cuestión. Epílogo para
Ingleses. En cuanto al pacifismo. En dinámica del tiempo: Los escaparates
mandan; juventud; masculino o femenino.
“La tesis central de esta
obra (La rebelión de las masas), que se propone describir la crisis
contemporánea e indicar sus causas, afirma que la cultura occidental adolece
hoy de un desequilibrio entre lo que podría llamarse sus raíces y sus ramas y
frutos. Mientras estos frutos se van convirtiendo en objetos de consuetudinario
y trivial uso por las masas, las raíces del árbol que los engendra – el
delicado aparato de la consciencia científica teórica- son cada vez más
ignoradas y menos respetadas por las muchedumbres beneficiarias de la cultura.
En ese contexto -apunta a veces Ortega- son “masas” ajenas a las raíces de la
cultura también los científicos especializados, que viven generalmente ajenos
al más radical de todos los planos de la génesis de la cultura: el plano de las
ideas madres de todas las ciencias, el plano que tradicionalmente podría
llamarse filosófico. Ese alejamiento o esa ignorancia respecto de las raíces de
la cultura no debe entenderse sólo como una cuestión de mero conocimiento: lo
es sobre todo de interés y vocación.”[20]
JOSÉ ORTEGA Y GASSET COMO EDUCADOR PARA LA
VIDA CREATIVA
Al respecto el profesor
universitario argentino Juan Mantovani, en su obra “Filósofos y Educadores”
(1962:57) manifiesta: “En oposición a los hombres del 98, que frente a
una España vencida por el desastre hunden la mirada en la lejanía de una España
honda y legendaria, Ortega encuentra, a la real y palpable, débil por falta de
cultura y cree que lo que necesita es una intensa tarea de educación. Así lo
expresaría en 1908: “Nuestra labor consiste precisamente en labrarnos una nueva
espontaneidad, un yo contemporáneo, una conciencia actual. En otras
palabras, tenemos que educarnos. Y la educación no es obra de
espontaneidad, sino de lo contrario, de reflexión y de tutela”. Y agrega en
seguida: “El problema español es un problema educativo; pero éste, a su vez, es
un problema de ciencias superiores, de alta cultura. El verdadero nacionalismo,
en lugar de aferrarse a lo espontáneo y castizo, procura nacionalizar lo
europeo”.[21]
Ortega y Gasset creía y
estaba firmemente convencido que la “europeización de España”; que la educación
y la cultura, en todos sus formas, grados y niveles; la socialización de la
educación pública mediante la instauración de la escuela única y la escuela
laica en un Estado democrático; y que la comunidad del trabajo eran
los sólidos cimientos de su propuesta pedagógica
reconstructora y renovadora para salir exitosamente de los tradicionales males
de su patria y edificar una nueva España a la luz de una ciencia moderna.
Bien lo puntualiza Juan Mantovani:
“Europa es, para Ortega, el método de liberación de España, de purificación de
todo exotismo para dar nacimiento a lo propio, de negación de sus males, como
el monoideísmo de sus usos intelectuales; es afirmación de sus bienes, tales
como el de enriquecer la conciencia nacional ofreciéndole una fecunda
diversidad de motivos culturales. En la búsqueda de España por medio de su
europeización, Ortega joven se propone dotarla de ciencia moderna, labor
central de cuyo seno podrá algún día no lejano brotar la nueva España, y
también impulsar la creación de bibliotecas bien nutridas, capaces de abrir la
mente a las corrientes culturales de fuera. En aquellos mismos años ya
declaraba la necesidad de reformar a España por medio de la educación, sin que
se demorase una “magna acción pedagógica -dice- que restaure los últimos
tejidos espirituales de nuestra raza”.[22]
Como muy bien lo explica
y resume Juan Mantovani: “Esta trayectoria pedagógica tiene tres momentos
francamente delineados: el primero fue cuando, a los veintisiete años, expuso
reflexiones sobre la materia en la conferencia leída en la Sociedad “El Sitio”,
de Bilbao, el 12 de marzo de 1910, bajo el título de La Pedagogía Social,
como programa político. Segundo, cuando en 1920 publica un extenso y agudo
ensayo, Biología y Pedagogía (aparecido en El Espectador, III); en él
revela, en una nueva actitud, su apasionado interés por el problema educativo:
exaltación de los valores vitales y revaloración de la vida infantil. El
tercero de estos momentos ocurre cuando, en 1930, aparece uno de los trabajos
más vigorosos de su doctrina pedagógica, Misión de la Universidad; lleva
implícita una visión general del problema educativo y una vida personal de la
Universidad, que, si bien no logró todo el desarrollo que él se propuso y
anunció, tuvo, en cambio, notable influencia en muchas partes del mundo”.[23]
“Recuerda Ortega que los
latinos llamaban eductio, educatio, a la acción de sacar una cosa de
otra, de convertir una cosa menos buenos en otra mejor, o sea, a una tarea de perfeccionamiento,
al tránsito de lo que es a lo que debe ser. En el concepto de la
educación que profesaba entonces está patente la influencia de la filosofía
idealista de Marburgo. Éstas son sus palabras: “Por la educación obtendremos de
un individuo un hombre cuyo pecho resplandece en irradiaciones virtuosas.
Nativamente aquel individuo no era bondadoso, ni sabio, ni enérgico: más ante
los ojos de su maestro flotaba la imagen vigorosa de un tipo superior de humana
criatura, y empleando la técnica pedagógica ha conseguido inyectar este hombre
ideal en el aparato nervioso de aquel hombre de carne. ¡Tal es la divina
operación educativa, merced a la cual el verbo se hace carne!”[24]
Sus ideas sobre la educación y la pedagogía las
encontramos distribuidas en diversas obras publicadas y que las transcribiremos
a continuación:
Del Diccionario de Pedagogía. Tomo II, I-Z. Publicado
bajo la dirección de Luis Sánchez Sarto, Editorial LABOR, S.A., Barcelona,
extraemos algunos párrafos del pensamiento pedagógico de José Ortega y Gasset:
“Para
que un hombre ejerza bien sus actos civiles -dice-, deberá educarse su
moralidad afinando su sensibilidad, para las normas éticas, robusteciendo su
obediencia a los imperativos del deber; pero será estéril intentar todo esto si
no se cuenta de antemano con una vigorosa potencia de voluntad, de entusiasmo
de energía básica. Los grados superiores de la enseñanza podrían atender a la
educación cultural y de civilización, especializando el tema del adulto y del
hombre. Pero la enseñanza elemental tiene que asegurar y fomentar esa vida
primaria y espontánea del espíritu, que es idéntica hoy y hace diez mil años,
que es preciso defender contra la ineludible mecanización que ella misma, al
crear órganos y funciones específicas, acarrea. A mi juicio, no es lo más
urgente educar para la vida a hecha, sino para la vida creadora. Cuidemos
primero de fortalecer la vida viviente, la natura naturans, y luego, si
hay solaz, atenderemos a la cultura y a la civilización, a la vida mecánica, a
la natura naturata”.
“No es lo que llamo
educación de la espontaneidad cosa que ande próxima a la Pedagogía de Familia.
La primera educación, dice Rousseau, debe ser puramente negativa. No hacer
nada, no dejar hacer nada, añade. Pienso, por el contrario, que toda educación
tiene que ser positiva, que es preciso intervenir en la vida espontánea o
primitiva.”
“Lejos de abandonar la naturaleza del niño a su libérrimo desarrollo, yo pediría, por lo menos, que se potencie esa naturaleza, que se la intensifique por medio de artificios. Estos artificios son precisamente la educación. La educación negativa es el artificio que se ignora a sí mismo, es una hipocresía y una ingenuidad. La educación no podrá ser nunca una función de la Naturaleza. Cuanto menos se reconozca como una intervención reflexiva e innatural, cuanto más pretenda imitar a la Naturaleza, más se aleja de ella, haciendo más complicada, sutil y refinada la farsa.”
VISIÓN POLÍTICA E
HISTÓRICA ORTEGUIANA
Al respecto Hirschberger
precisa que Ortega y Gasset “en política se alinea más bien con los
representantes del llamado por el mismo Dilthey idealismo de la libertad.
Concibe la vida social como un quehacer comunitario, en el que se desarrollan
al máximum, de modo espontáneo, las virtualidades humanas en la realización de
una empresa nacional, con conciencia de “exactitud histórica” y vital, bajo la
rectoría intelectual de los mejores y dentro de un Estado reducido al mínimun
de intervención coercitiva; “liberalismo y nacionalización” es la suma de su
programa político (Obras I,299).La clave de este ideal aristocrático-espiritual
es la prestancia intelectual de las minorías selectas y la docilidad de las
masas para dejarse regir por aquéllas. La pérdida de la conciencia de
ejemplaridad rectora de los primeros y la indocilidad o emancipación espiritual
de los segundos, la rebelión de las masas, es la mayor amenaza que se cierne sobre
los destinos de Occidente”.[25]
Michele Federico Sciacca en su “Historia de la Filosofía explica que “Para Ortega, la historia se desenvuelve a través de dos fases: la vida ascendente y la vida descendente. La primera “es aquella que siente nacer su acción espiritual de un torrente de energía, que no percibe la propia limitación y que transcurre saturada de energía. Clima vital, en que no se dan, al menos normalmente, las envidias, los pequeños rencores, los resentimientos mezquinos. En cambio, en otros hombres (en los que descienden) se encuentra una constante desconfianza en sí mismos.”[26]
VISIÓN FILOSÓFICA DEL HOMBRE SEGÚN ORTEGA Y GASSET
José Ortega y Gasset considera que el hombre
es un drama; el hombre no es, sino que va siendo; el hombre no es su cuerpo,
que es una cosa; ni es su alma, psique, conciencia o espíritu, que es también
una cosa. El hombre no es cosa ninguna, sino un drama –su
vida, un puro y universal acontecimiento que acontece a cada cual, y en que
cada cual no es a su vez, sino acontecimiento.
La razón, señala
el filósofo Ortega y Gasset, no puede independizarse de la vida del hombre ni
éste de aquella. El Yo no puede existir independientemente de las cosas, el Yo
no se encuentra nunca solo, sino siempre con las cosas, haciendo algo con ella,
por tanto, no hay cosas sin Yo y viceversa, pues hay una interdependencia entre
las cosas y el Yo.
"El hombre
es una entidad infinitamente plástica de la que se puede hacer lo que se
quiera. Precisamente porque ésta no es de suyo nada, sino mera potencia para
ser ‘como usted quiera’" (Historia como sistema, VI: 34).] “El
hombre es una entidad extrañísima que para ser lo que es, necesita averiguarlo”
(“En torno a Galileo”, II. O.C, V, 21).
Según Ortega y
Gasset el hombre es un animal heredero, mutable e histórico; esta mutabilidad
se puede estudiar en la historia, y por ser un animal mutable e histórico el
hombre es capaz de incrementar o dilapidar su caudal cultural heredado de sus
antepasados. "En suma, que el hombre no tiene naturaleza, sino que
tiene [...] historia. O, lo que es igual: lo que la
naturaleza es a las cosas, es la historia—como res gestae— al
hombre" (Historia como sistema, VI: 41).
El ser humano es
el animal racional más inteligente de la creación; vive en un determinado
espacio y en un momento histórico y tiene su propio punto de vista de la realidad.
El hombre es el único ser que es responsable de sí mismo. Nadie puede elegir ni
escoger por él. Todo ser humano nace y vive en un mundo concreto que limita y
condiciona sus posibilidades intelectuales, morales, educativas, entre otras.
«La realidad no puede ser contemplada sino desde el punto de vista que cada uno
ocupa, fatalmente, en el universo».
La “naturaleza”
del hombre tiene una dimensión histórica precisamente porque está sujeto a la
circunstancialidad de su época (“Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo
a ella no me salvo yo») (“Meditaciones del Quijote”,1914), y porque se da en el
ámbito de una sociedad que tiene continuidad en el tiempo: pasado, presente y
futuro. Con la referida expresión Ortega y Gasset quiere significar que todo lo
que está alrededor del hombre, es la vida, la realidad circundante, lo
inmediato y remoto, lo físico, lo histórico, lo espiritual y lo moral. Ortega y
Gasset definía al hombre como un «ser compuesto de realidades circunstanciales
creadas por la opacidad en la forma de pensar y en el sedentarismo como fuente
inspiradora de las culturas neopensantes incapaces de olvidar la tirantez que
usurpa el conjunto de la sabiduría». La vida del hombre está inmersa en un
conjunto de elementos que constituyen su "circunstancia" histórica,
social y cultural, en su individualidad radical y originaria.
Para el filósofo
español el mundo le ofrece al hombre multiplicidad de oportunidades y de
circunstancias, ante las cuales tiene que optar por una de ellas en cada
momento de su existencia para encontrar una salida a su des-orientación o a sus
dudas, dejar de ser extranjero en el lugar y tiempo en que vive y habitar
inteligentemente el mundo para su realización plena y auténtica y deslizar
racionalmente su vida por el cauce que le corresponde.
“El hombre ´va
siendo ´y ´des-siendo´-viviendo-. Va acumulando ser –el pasado-: se va haciendo
un ser en la serie dialéctica de sus experiencias”. “El hombre es lo que le ha
pasado, lo que ha hecho…Ese peregrino del ser, ese sustancial emigrante, es el hombre.” Pero
también: “El ser del hombre es a un tiempo natural y extranatural, una especie
de centauro ontológico” (O.C.,V, p.334); y también: “La realidad humana tiene
una inexorable estructura, ni más ni menos que la materia cósmica” (O.C., VI,
p.242).
"Esto que
acontece con el pasado filosófico- dice Ortega y Gasset- no es sino un ejemplo
de lo que acontece con todo pretérito humano. El pasado histórico no es pasado
simplemente porque no esté ya en el presente —esto sería una denominación
extrínseca— sino porque le ha pasado a otros hombres de los
cuales tenemos memoria y, por consiguiente, nos sigue pasando a
nosotros que lo estamos de continuo repasando" (Origen
y epílogo de la filosofía, IX: 361). "Recordamos el pasado, porque esperamos
el porvenir; nos acordamos en vista del porvenir"
"Pasado y porvenir del hombre actual, IX: 653).]
Para Ortega y Gasset el hombre es un proyecto de vida, no un
yo abstracto o vacío, que se va realizando con sus pensamientos y acciones a lo
largo del tiempo. Este proyecto de vida que apunta hacia el futuro es lo que da
sentido a lo que hace, piensa, anhela y aspira en todo momento de su
existencia. Que él mismo ha imaginado, diseñado y se ha impuesto. El hombre va
siendo y dejando de ser a la vez, escoge unas oportunidades y desecha otras, pone
en marcha su voluntad para llevar
a cabo su proyecto vital, aprovecha las
oportunidades que le brinda el tiempo con el fin de llegar a lo que debe ser. El ser
humano es un ser proyectivo: diseña el proyecto de su existencia, decide qué va a ser y elige
los medios para conseguirlo. Por eso los seres humanos progresan y los animales
no. El ser humano es un ser inacabado. Ortega nos dice: “Yo no soy una cosa,
sino un drama, una lucha por llegar a ser lo que tengo que ser” (Véase
“Meditación de la técnica”, IV, O.C. V, 339)
EL HOMBRE-MASA Y MINORÍA: El hombre-masa es el tipo de persona que se refleja en él, que se
considera lleno de derechos pero sin
ningún deber, tiene
un nombre y hace lo que le plazca, es
llamado también sabio-ignorante; es un tipo inmaduro que no enfrenta a
los problemas ni toma decisiones. La masa establece sus propias leyes y normas hechas a su
medida en una determinada sociedad. “El hombre masa, para Ortega y
Gasset, es el que no está al mismo nivel de sí mismo, el que se encuentra a
mitad de camino entre el ignorante y el sabio, que cree saber y no sabe, y el
que no sabe lo que debería saber” (http://filosofia.laguia2000.com/filosofia-contemporanea/el-hombre-masa-segun-ortega-y-gasset).
El hombre en
minoría antepone los deberes a los derechos, es el que tiene mayor
nivel de exigencia y de excelencia que el hombre-masa, y busca
la solución a sus problemas inmanentes y trascendentes.
LIBERTAD Y
VOCACIÓN: La libertad es elemento constitutivo del
hombre. Desde el inicio de sus días decide lo que quiere ser; pero no es libre
en su existir, porque nace libre,
condicionado por las circunstancias. La vida no le es dada hecha al hombre,
tiene que hacer su propio ser. Desde su nacimiento tiene la capacidad de elegir
y elegirse a cada instante: se hace a sí mismo, construye su propia esencia
vital, se adelanta a los acontecimientos, vislumbra las posibles
consecuencias o implicaciones de su
pensar, anhelar y hacer. Nos dice Ortega y Gasset: “Una voz extraña, emergente
de no sabemos que íntimo y secreto fondo nuestro, nos llama a
elegir uno (ser) de ellos y excluir los demás. Todos, conste, se nos presentan
como posibles –podemos ser uno u otro-. Pero uno, uno solo se nos presenta como
lo que tenemos que ser. Este es el ingrediente más extraño y misterioso del
hombre. Por un lado, es libre: no tiene que ser por fuerza nada, como le pasa
al astro, y, sin embargo, ante su libertad se alza siempre algo con un carácter
de necesidad, como diciéndonos: “poder puedes ser lo que quieras, pero sólo si
quieres ser de tal determinado modo serás el que tienes que ser”. Es decir,
cada hombre, entre sus varios seres posibles, encuentra siempre uno que es su
auténtico ser. Y la voz que le llama a este auténtico ser es lo que llamamos
“vocación” (En torno a Galileo, XI, O.C., V, 138).
“Ser libre
quiere decir carecer de identidad constitutiva, no estar adscrito a un ser
determinado, poder ser otro del que se era y no poder instalarse de una vez
para siempre en ningún ser determinado”.
EL HOMBRE ES UN
SER TÉCNICO: Junto al lenguaje simbólico, la técnica es la
capacidad más distintiva de todo ser humano, técnica entendida como pensamiento
en acción, como respuesta al “cómo hacer” para llegar con éxito a un fin
propuesto, técnica como pericia o habilidad para hacer uso de procedimientos y
recursos, técnica como manejo de herramientas, instrumentos y equipos e
invención de estos para la solución de sus múltiples y complejas necesidades a
lo largo de su existencia. Precisamente la revolución industrial fue posible
cuando se aplicó el fuego a la máquina de vapor y se logró transformar la
energía calórica en mecánica.
El hombre es un ser dotado no sólo de razón sino
también de capacidad técnica, de imaginación, inteligencia y fibra creativa que
le lleva a inventar o crear los instrumentos, equipos, utensilios, etc., que
son fundamentales para lograr satisfacer sus necesidades básicas y hacer la
vida más llevadera, digna y feliz o para enfrentar los problemas que le depara
la vida o transformar la naturaleza en condiciones más provechosas y ventajosas
para el hombre.
«Un hombre sin técnica, es decir, sin reacción
contra el medio, no es un hombre... No hay hombre sin técnica.» refiere Ortega
y Gasset, en su obra Meditación de la Técnica. Ortega enfatiza que
«El hombre, quiera o no, tiene que hacerse a sí mismo, autofabricarse. Esta
última expresión no es del todo inoportuna. Ella subraya que el hombre, en la
raíz misma de su esencia, se encuentra, antes que, en ninguna otra, en la
situación del técnico. Para el hombre vivir es, desde luego y antes que otra
cosa, esforzarse en que haya lo que aún no hay; a saber, él, él mismo,
aprovechando para ello lo que hay; en suma, es producción...» .
Pero también, el hombre, en virtud de su don
técnico, «hace que se encuentre siempre en su derredor lo que ha menester –
crea, pues una circunstancia nueva más favorable, segrega, por decirlo así, una
sobre naturaleza adaptando la naturaleza a sus necesidades... La técnica es la
reforma de la naturaleza, es la adaptación del medio al sujeto» .
El hombre, a decir de Ortega y Gasset, es un hombre
que realiza actos técnicos. Y entiende por actos técnicos «no
aquellos actos en que hacemos esfuerzos para satisfacer directamente nuestras
necesidades, sean estas elementales o francamente superfluas, sino aquellos en
que dedicamos el esfuerzo, primero, a inventar y luego a ejecutar un plan de
actividad que nos permita: 1º. Asegurar la satisfacción de las necesidades, por
lo pronto, elementales; 2ª. Lograr esa satisfacción con el mínimo esfuerzo; 3ª.
Crearnos posibilidades completamente nuevas produciendo objetos que no hay en
la naturaleza del hombre. Así, el navegar, el volar, el hablar con el antípoda
mediante el telégrafo o la radiocomunicación.
Ortega y Gasset, en su obra “Apuntes sobre el
pensamiento”, manifiesta: «Quien quiera entender el hombre, que es una realidad
in vía, un ser sustancialmente peregrino, tiene que echar por la borda todos
los conceptos quietos y aprender a pensar con nociones en marcha incesante».
“Un hombre sin
técnica, es decir, sin reacción contra el medio, no es un hombre…No hay hombre
sin técnica” indica Ortega y Gasset en su obra Meditación de la
Técnica.
Para el filósofo
español, “El hombre, quiera o no, tiene que hacerse a sí mismo, autofabricarse.
Esta última expresión no es del todo inoportuna. Ella subraya que el hombre, en
la raíz misma de su esencia, se encuentra, antes que, en ninguna otra, en la
situación del técnico. Para el hombre vivir es, desde luego y antes que otra
cosa, esforzarse en que haya lo que aún no hay; a saber, él, él mismo,
aprovechando para ello lo que hay; en suma, es producción…”.
Pero también, el hombre, en virtud de su don técnico, “hace que se encuentre siempre en su derredor lo que ha menester – crea, pues una circunstancia nueva más favorable, segrega, por decirlo así, una sobre naturaleza adaptando la naturaleza a sus necesidades…La técnica es la reforma de la naturaleza, es la adaptación del medio al sujeto”.
¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA
SEGÚN ORTEGA Y GASSET?
¿A quién se denomina
filósofo? y ¿Qué es filosofía? Son dos preguntas que desarrollaremos según la
concepción orteguiana.
Ortega y Gasset quiso que
en su época por vez primera se articularan y abrazaran la filosofía, que
es “la curiosidad por lo eterno e invariable”, con la historia, que es
“la curiosidad por lo voluble y cambiante”, tras advertir que por espacio de
sesenta años (1840-1900) la humanidad ha atravesado una de sus temporadas menos
favorables a la filosofía, por decir “antifilosófica” en la que la filosofía
quedó reducida “a un mínimun” y lo que se trata ahora es de salir de ella y
caminar por una “filosofía plenaria, completa; es decir, a un máximum de
filosofía”.
“Para que nazca la
filosofía – dice Ortega y Gasset- es necesario que la existencia bajo la forma
de pura tradición se volatice, que el hombre haya dejado de creer en la fe de
sus padres. Entonces, la persona queda aislada de todo, con la raíz de su ser
al aire, en una palabra, desarraigada, y no tiene más remedio que buscar
mediante su propio esfuerzo un terreno firme en que fijarse. La filosofía es un
esfuerzo natatorio que hace el hombre para tratar de flotar en el mar de las
dudas”.[27]
Ortega afirma que “la
filosofía no es una ciencia, porque es mucho más”. La filosofía “es el
conocimiento del Universo”, entendiéndose por Universo “ todo cuanto hay”. Es
decir, “un sistema integral de actitudes intelectuales en el cual se organiza
metódicamente la aspiración al conocimiento absoluto”.
“En otro giro podíamos
decir: a las demás ciencias les es dado su objeto, pero el objeto de la
filosofía como tal es precisamente el que no puede ser dado; porque es todo, y
porque no es dado tendrá que ser en un sentido muy esencial el buscado, el
permanentemente buscado…”
“Pero tampoco en la
definición antedicha- filosofía es conocimiento del Universo- significa
conocimiento lo mismo que en las ciencias particulares. Conocimiento en su
sentido estricto y primario significa solución positiva concreta a un problema,
es decir, penetración perfecta del objeto por el intelecto de su sujeto. Ahora
bien, si conocimiento fuese solo eso la filosofía no podría comprometerse a
serlo…”
“…Por esta razón yo
propongo que, al definir la filosofía como conocimiento del Universo,
entendamos un sistema integral de actitudes intelectuales en el cual se
organiza metódicamente la aspiración al conocimiento absoluto. Lo decisivo,
pues, para que un conjunto de pensamientos sea filosofía, estriba en que la
reacción del intelecto ante el Universo sea también universal, integral – que
sea, en suma, un sistema absoluto.”
“Es pues, obligación
constituyente de la filosofía tomar posición teorética, enfrentarse con todo
problema, lo cual n o quiere decir resolverlo, pero sí demostrar positivamente
su insolubilidad. Esto es lo característico de la filosofía frente a las
ciencias…”
“…No será nuestro camino
ir más allá de la física, sino al revés, retroceder de la física a la vida
primaria y en ella hallar la raíz de la filosofía. Resulta esta, pues, no
meta-física, sino ante-física. Nace de la vida misma y, como veremos muy
estrictamente, esta no puede evitar, siquiera sea elementalmente, filosofar.
Por esta razón, la primera respuesta a nuestra pregunta “¿Qué es filosofía?”
podía sonar así: “La filosofía es una cosa…inevitable.”
“…Vemos aquí en clara
contraposición dos tipos de verdad: la científica y la filosófica. Aquella es
exacta, pero insuficiente, esta es suficiente pero inexacta. Y resulta que
esta, la inexacta, es una verdad más radical que aquella -por tanto y sin duda,
una verdad de más alto rango-, no solo porque su tema sea más amplio, sino aun
como modo de conocimiento; en suma, que la verdad inexacta filosófica es una
verdad más verdadera…”
“La filosofía de hace
cincuenta años aspiraba, cuando más, a ser un complemento de las ciencias
particulares. Cuando estas llegaban al punto en que no podían ya obtener
verdades claras, se encargaba a la pobre filosofía, especie de “criada para
todo”, que completase la faena con algunas reverendas vaguedades…”
“La filosofía no se puede
leer – es preciso desleerla – quiero decir, repensar cada frase, y esto supone
romperla en sus vocablos ingredientes, tomar cada uno de ellos y, en vez de
contentarse con mirar su amena superficie, tirarse de cabeza dentro de él,
sumirse en él, descender a su entraña significativa, ver bien su anatomía y sus
límites para salir de nuevo al aire libre, dueño de su secreto interior… A la
lectura deslizante u horizontal, al simple patinar mental hay que sustituir la
lectura vertical, la inmersión en el pequeño abismo que es cada palabra, fértil
buceo sin escafandra.”
“Entiendo por Universo
formalmente “todo cuanto hay”. Es decir, que al filósofo no le interesa cada
una de las cosas que hay por sí, en su existencia aparte y diríamos privada,
sino que, por el contrario, le interesa la totalidad de cuanto hay, y, consecuentemente,
de cada cosa lo que ella es frente y junto a las demás, su puesto, papel y
rango en el conjunto de todas las cosas -diríamos la vida pública de cada cosa,
lo que representa y vale en la soberana publicidad de la existencia universal.
Por cosas entenderemos no solo las reales físicas o anímicas, sino también las
irreales, las ideales y fantásticas, las transreales, si es que las hay. Por
eso elijo el verbo “haber”; ni siquiera digo “todo lo que existe”, sino “todo
lo que hay”….”
“…Mas cuando el filósofo
parte a la pesquisa de todo cuanto hay acepta un problema radical, un problema
sin límites, un absoluto problema. De lo que busca -que es el Universo- no sabe
nada, Precisemos todo lo que ignora: precisarlo significa definir con pleno
rigor el p0roblema de la filosofía en lo que tiene de más peregrino y sin par.”
“Al preguntarnos qué es
“todo lo que hay” no tenemos la menor sospecha de qué será eso que hay. Lo
único que sabemos previamente a la filosofía es que hay esto y lo otro y lo de
más allá, que es precisamente lo que no buscamos. Buscamos “todo” y lo que
tenemos es siempre lo que no es todo. De este, no sabemos nada y, tal vez,
entre todas esas partes que ya tenemos no están las que nos son más
importantes, lo más importante de cuanto hay.”
“Pero ignoramos también
si eso que hay será, en efecto, un todo, es decir, Universo, o si por ventura
cuanto hay forma , más bien diversos todos, si es Multiverso.”
“Pero ignoramos todavía
más. Sea lo que hay Universo o Multiverso, al partir en nuestra empresa
intelectual, ignoramos radicalmente si será cognoscible, es decir, si nuestro
problema será soluble o no. Ruego a ustedes que no pasen desatentamente por
delante de lo que acabo de decir. Constituye la dimensión más extraña del
pensamiento filosófico, la que le proporciona un carácter exclusivo, la que
mejor diferencia el modo intelectual filosófico de todos los demás.”
“De suerte que no solo el
problema filosófico es ilimitado en extensión, puesto que abarca todo y no
tiene confines, sino que lo es también en intensidad problemática. No solo es
el problema de lo absoluto, sino que es absolutamente problema…”
“Por ser el de la
filosofía el único problema absoluto, es ella la sola actitud pura,
radicalmente teorética. Es el conocimiento llevado a su máximo intento, es el
heroísmo intelectual. Nada deja bajo sus plantas el filósofo que le sirva de
cómoda sustentación, de tierra firme y sin temblor. Renuncia a toda seguridad
previa, se pone en absoluto peligro, practica el sacrificio de todo su creer ingenuo,
se suicida como hombre vital para renacer transfigurado en pura intelección,,,”
“El problema nuestro era
absolutamente problema porque comenzaba por admitirse su insolubilidad: tal
vez, decíamos, el Universo o cuanto hay es incognoscible. Y puede ser
incognoscible por dos razones distintas. Una de ellas consiste en que tal vez
nuestra capacidad de conocer es limitada, como cree el positivismo, el
relativismo y, en general, el criticismo. Pero también puede ser el Universo
incognoscible por una razón que las usadas teorías del conocimiento ignoran, a
saber, porque aun siendo ilimitada nuestra inteligencia, por su misma
contextura, opaco al pensamiento porque sea en sí mismo irracional”.
“Pero también sería una
mala inteligencia, por ventura la más grave de todas, interpretar la definición
de la filosofía como doctrina del Universo, y la tendencia de construir un
maximun de corpus filosófico como una recaída ingenua en la vieja metafísifca…”
“La filosofía no brota
por razón de utilidad, pero tampoco por sinrazón de capricho. Es
constitutivamente necesaria al intelecto. ¿Por qué? Su nota radical era buscar
todo como tal todo, capturar el Universo, cazar el Universo. Mas ¿por qué ese
afán? ¿Por qué no contentarnos con lo que sin filosofar hallamos en el mundo,
con lo que ya es y está ahí patente ante nosotros? Por esta sencilla razón:
todo lo que es y está ahí, cuanto nos es dado, presente, patente, es por su
esencia mero trozo, pedazo, fragmento, muñón. Y no podemos verlo sin prever y
echar de menos la porción que falta…Hace doce años, hablando en Buenos Aires,
definía yo el descontento “como un amar sin amado y un como dolor que sentimos
en miembros que no tenemos”. Es el echar de menos lo que no somos, el
reconocernos incompletos y mancos.”
“Filosofía es conocimiento
del Universo o de todo cuanto hay. Ya vimos que esto implicaba para el filósofo
la obligación de p0lantearse un problema absoluto, es decir, de no partir
tranquilamente de creencias previas, de no dar nada por sabido anticipadamente.
Lo sabido es lo que ya no es problema…”
“Esta situación del
filósofo, que va aneja a su extremo heroísmo intelectual y que sería tan
incómoda si no le llevase a ella su inevitable vocación, impone a su
pensamiento lo que llamo imperativo de autonomía. Significa este
principio metódico la renuncia a apoyarse en nada anterior a la filosofía misma
que se vaya haciendo y al compromiso de no partir de verdades supuestas. Es la
filosofía una ciencia sin suposiciones. Entiendo por tal un sistema de verdades
que se ha construido sin admitir como fundamento de él ninguna verdad que se da
por probada fuera de ese sistema. No hay, pues, una admisión filosófica que el
filósofo no tenga que forjar con sus propios medios. Es, pues, la filosofía ley
intelectual de sí misma, es autonómica. A esto llamo principio de
autonomía – y ´’el nos liga sin pérdida alguna a todo el pensamiento criticista
de la filosofía-; él nos retrotrae al gran impulsor del pensamiento moderno y
nos califica como últimos nietos de Descartes. Pero no se fíen ustedes de la
ternura de los nietos. El próximo día vamos a ajustar las cuentas a nuestros
abuelos…”
“Aquí tienen ustedes la
raíz de un aspecto característico de toda filosofía: su fisonomía paradójica.
Toda filosofía es paradoja, se aparta de la opinión natural que usamos en la
vida, porque considera como dudosas teoréticamente creencias elementalísimas
que vitalmente no nos parecen cuestionables.”
“…Frente a ese principio
ascético de repliegue cauteloso que es la autonomía actúa un principio de
tensión opuesta: el universalismo, el afán intelectual hacia el todo, lo que yo
llamo pantonomía.”
“…Así, la física nos dice
solamente lo que es la materia como si solo ella hubiese en el Universo, como
si fuese el Universo. Por eso la física ha solido tender a sublevarse como
auténtica filosofía, y esta pseudofilosofía subversiva es el materialismo. El
filósofo en cambio, buscará de la
materia su valer como pieza del Universo y dirá la verdad última de cada cosa,
lo que esta cosa es en función de todas. A este principio de conceptuación
llamo pantonomía o ley de totalidad”.
“…Llamamos filosofía a un
conocimiento teorético, a una teoría. La teoría es un conjunto de conceptos –
en el sentido estricto del término concepto. Y este sentido estricto consiste
en ser concepto un contenido mental enunciable. Lo que no se puede decir, lo
indecible o inefable no es concepto, y un conocimiento que consista en visión
inefable del objeto será todo lo que ustedes quieran, inclusive será, si
ustedes lo quieren, la forma suprema de conocimiento, pero no es lo que
intentamos bajo el nombre de filosofía…”.
“El misticismo tiende a
explotar la profundidad y especula con lo abismático; por lo menos, se
entusiasma con las honduras, se siente atraído por ellas. Ahora bien, la
tendencia de la filosofía es de dirección opuesta. No le interesa sumergirse en
lo profundo, como a la mística sino, al revés, emerger de lo profundo a la
superficie. Contra lo que suele suponerse, es la filosofía un gigantesco afán
de superficialidad, quiero decir, de traer a la superficie y tornar patente,
claro, perogrullesco si es posible, lo que estaba subterráneo, misterioso y
latente. Detesta el misterio y los gestos melodramáticos del iniciado, del
mistagogo. Puede decir de sí misma lo que Goethe:
Yo me declaro del linaje de esos
que de lo oscuro hacia lo claro aspiran.”
“La filosofía es un
enorme apetito de transparencia y una resuelta voluntad de mediodía. Su
propósito radical es traer a la superficie, declarar, descubrir lo oculto
velado - en Grecia la filosofía comenzó por llamarse alétheia, que
significa desocultación, revelación o desvelación; en suma, manifestación. Y
manifestar no es sino hablar, lógos. Si el misticismo es callar,
filosofar es decir, descubrir en la gran desnudez y transparencia de la palabra
el ser de las cosas, decir el ser: ontología. Frente al misticismo, la
filosofía quisiera ser el secreto a voces”.
“…Volviendo, como haré
tantas veces, a buscar un término de comparación en la ciencia actual, diré: que,
si física es todo lo que se puede medir, filosofía es el conjunto de lo que se
puede decir sobre el Universo”.
“La filosofía no es,
pues, más que una actividad de conocimiento teorético, una teoría del Universo.
Y aun cuando la palabra Universo, al abrirse como un ventanal panorámico,
parece alegrar un poco el severo vocablo “teoría”, no olvidemos que lo que
vamos a hacer no es el Universo, fingiéndonos dioses de ocasión, sino solamente
su teoría. La filosofía no es, pues, el Universo, no es ni siquiera el trato
inmediato con el Universo que llamamos “vivir”. No vamos a vivir las cosas,
sino simplemente a teorizarlas, a contemplarlas. Y contemplar una cosa implica
mantenerse fuera de ella, estar resuelto a conservar entre ella y nosotros la
castidad de una distancia. Una teoría intentamos, a lo que es igual, un sistema
de conceptos sobre el Universo. Nada menos, pero también nada más. Hallar
aquellos conceptos que colocados en un cierto orden nos permiten decir cuanto
nos parece que hay o el Universo…”
“Hay, pues, que
distinguir estas tres clases de cosas: las que acaso hay en el Universo,
sepámoslo o no; las que creemos erróneamente que hay, pero que, en verdad, no
las hay, y, en fin, aquellas de que podemos estar seguros que las hay. Estas
últimas serán las que, a la par, hay en el Universo y hay en nuestro
conocimiento. Serán, pues, lo que indubitablemente tenemos de cuanto hay, lo
que del Universo nos es incuestionablemente dado – en suma, los datos del
Universo.”
“Para que el pensamiento
actúe tiene que haber un problema delante y para que haya un problema tiene que
hacer datos. Si no nos es dado algo, no se nos ocurriría pensar en ello o sobre
ella; y si nos fuese dado todo tampoco tendríamos por qué pensar. El problema
supone una situación intermedia: que algo sea dado y que lo dado sea
incompleto, no se baste a sí mismo. Si no sabemos algo no sabríamos que es insuficiente,
que es manso, que nos faltan otros algos postulados por el que ya tenemos. Esto
es la conciencia del p0roblema. Es saber que no sabemos bastante, es saber que
ignoramos. Y tal fue, en rigor, el sentido profundo del “saber el no saber” que
Sócrates se atribuía como único orgullo. ¡Claro!, como que es el comienzo de la
ciencia la conciencia de los problemas.”
“Estas cosas cuya
existencia es indudable, que rechazan toda duda posible, que la aniquilan y le
quitan sentido, estas cosas a prueba de
bomba crítica son los datos del Universo…”
“¿Qué queda entonces en
el Universo? ¿Qué hay entonces indubitablemente en el Universo? Cuando se duda
del mundo y aun de todo el Universo, ¿qué es lo que queda? Queda…la duda -el
hecho de que dudo: si dudo de que el mundo existe no puedo dudar de que dudo-;
he aquí el límite de todo posible dudar. Por ancha que dejemos la esfera de la
duda nos encontramos con que esta tropieza consigo misma y se aniquila. ¿Se
quiere algo indubitable? Helo aquí: la duda. Para dudar de todo tengo que no
dudar de que dudo. La duda solo es posible a cambio de no tocarse a sí misma:
al querer morderse a sí misma se rompe su propio diente.”
“…Cuando dudo yo no puedo
dudar de la existencia de mi duda; es esta, pues, un dato radical, es una
incuestionable realidad del Universo…”
“La respuesta es la
siguiente: dudar es parecerme a mí que algo es dudoso y problemático.
Parecerme a mí algo y pensarlo son la misma cosa. La duda no es sino un
pensamiento. Ahora bien, para dudar de la existencia de un pensamiento tengo
por fuerza que pensar este pensamiento, que darle existencia en el Universo;
con el mismo acto en que ensayo suprimir mi pensamiento lo realizo. Dicho en
otra forma: el pensamiento es la única cosa del Universo cuya existencia no se puede
negar, porque negar es pensar. Las cosas en que pienso podrán no existir en el
Universo, pero que las pienso es indubitable. Repito: ser algo dudoso es
parecerme a mí que lo es, y todo el Universo puede parecerme a mí dudoso -salvo
el parecerme a mí…”
“Buscábamos los datos
radicales del Universo. Pero ¿a quién son dados esos datos? Naturalmente, al
conocimiento. Son los datos para el conocimiento del Universo, aquellos de que
el conocimiento tiene que hacerse cargo para partir de ello y buscar lo que acaso
falta. Y ¿cuándo podremos decir que algo es dado al conocimiento?
Evidentemente, cuando ese algo entre plenamente en nuestro conocimiento, cuando
lo encontremos ante nuestra comprensión patente, sin misterio y sin duda,
cuando nuestro conocimiento lo posea incuestionablemente…”
“El pensamiento, la cogitatio,
es el dato radical, porque el pensamiento se tiene siempre a sí mismo, es lo
único que se es a sí mismo presente y consiste en este encontrarse consigo
mismo…”
“El pensamiento existe y
es en la medida y según es para sí -consiste en darse cuenta de sí mismo, en
parecerse a sí mismo, reflejarse en sí mismo. No es, pues, ser quieto, sino
reflexión…”
“Para que el pensamiento
exista y sea basta con que lo piense, pensarlo es hacerlo, darle ser y no es sino
mientras y en tanto que lo pienso, que lo ejecuto, que lo actúo. En cuanto el
pensamiento tuviese ser quieto dejaría de ser, porque dejaría yo de actuar
pensándolo…”
“Necesitamos, pues,
corregir el punto de partida de la filosofía. El dato radical del Universo no
es simplemente: el pensamiento existe o yo pensante existo -sino que si existe
el pensamiento existen, ipso facto, yo que pienso y el mundo en que pienso- y
existe el uno con el otro, sin posible separación. Pero ni yo soy un ser
substancial ni el mundo tampoco -sino que ambos somos en activa correlación: yo
soy el que ve el mundo y el mundo es lo visto por mí. Yo soy para el mundo y el
mundo es para mí. Si no hay cosas que ver, pensar e imaginar, yo no vería,
pensaría o imaginaría – es decir, yo no sería.”
EL FILÓSOFO Y EL
FILOSOFAR
Con Ortega y Gasset
empezaremos formulando las preguntas que siguen: ¿Por qué vuelve, pues, el
hombre a la filosofía? ¿Por qué vuelve a ser normal la vocación hacia ella?
¿Por qué al hombre -ayer, hoy u otro día- se le ocurre filosofar? La respuesta
a estas y otras preguntas intentaremos dar en las líneas que siguen dentro del
afán intelectual hacia el todo que caracteriza al filósofo y que Ortega la
denomina “pantonomía”.
Con el fin de que su
pensamiento filosófico sea comprendido por el común de las personas -y no sólo
por los especialistas- le llevó a afirmar que “la claridad es la cortesía del
filósofo”.
Según el filósofo español
José Ortega y Gasset al filósofo no le interesa cada uno de las cosas que hay
por sí, en su existencia aparte o privada, sino que, por el contrario, le
interesa la totalidad de cuanto hay, y consecuentemente, de cada cosa lo que
ella es frente y junto a las demás, su puesto, papel y rango en el conjunto de
todas las cosas diríamos la vida pública de cada cosa, lo que representa y vale
en la soberana publicidad de la existencia universal. Por cosas entiende Ortega
no sólo las cosas reales, las cosas físicas o anímicas, sino también las cosas
irreales, las cosas ideales y cosas fantásticas, las cosas trans-reales, si es
que las hay. Pero elige el verbo “haber” y no dice “todo lo que existe”, sino
“todo lo que hay”.
Filosofar “es descubrir
en la gran desnudez y transparencia de la palabra el ser de las cosas., decir
el ser ontología”. Y es algo más: forma particular del vivir que supone este
vivir mismo – puesto que si hago filosofía es por algo previo, porque quiero
saber qué es el Universo, y esta curiosidad, a su vez, existe gracias a que la
siento como un afán de mi vida que está inquieta acerca de sí misma, que se
encuentra, tal vez, perdida en sí mismo. Vivir consiste en un saberse y
comprenderse, en un advertirse y advertir lo que nos rodea, en un ser
transparente a sí mismo. Vivir es convivir con una circunstancia. Vivir es
constantemente decidir lo que vamos a ser. La vida es futurición, es lo que aún
no es, es una actividad que se ejecuta hacia adelante” (“¿Qué es filosofía?,
Madrid, 1966).
“…El filósofo, pues a
diferencia de todo otro científico, se embarca para lo desconocido como tal. Lo
más o menos conocido es partícula, porción, esquirla de Universo. El filósofo
se sitúa ante su objeto en actitud distinta de todo otro conocedor; el filósofo
ignora cuál es su objeto y de él sabe solo: primero, que no es ninguno de los
demás objetos; segundo, que es un objeto integral, que es el auténtico todo, el
que no deja nada fuera y, por lo mismo, el único que se basta. Pero
precisamente ninguno de los objetos conocidos o sospechados posee esta
condición. Por tanto, el Universo es lo que radicalmente no sabemos, lo que
absolutamente ignoramos en su contenido positivo.”
“…El filósofo que está
dispuesto al máximo peligro intelectual, que expone íntegro su pensamiento,
tiene obligación de ejercitar plena libertad -librarse de todo, inclusive de
esa suspicacia labriega ante una posible metafísica…”
“…La verdadera necesidad
es la que el ser siente de ser lo que es -el ave de volar, el pez de bogar y el
intelecto de filosofar. Esta necesidad de ejercitar la función o acto que somos
es la más elevada, la más esencial…”
“Parejamente, el mundo
que hallamos es, pero, a la vez, no se basta a sí mismo, no sustenta su propio
ser, grita lo que le falta, proclama su no-ser y nos obliga a filosofar, buscar
al mundo su integridad, completarlo un todo donde se aloje y descanse.”
“…Y no fuera incongruente
afirmar que, a la postre, es también el filósofo un especialista, a saber, un
especialista en universos.”
“…Si el misticismo es
callar, filosofar es decir, descubrir en la gran desnudez y transparencia de la
palabra el ser de las cosas, decir el: ontología…”
“…Filosofar no es vivir,
es desasirse cocienzudamente de las creencias vitales. Ahora bien, este
desasimiento no puede ser ni tiene que ser más que virtual, intelectivo,
ejecutado con el exclusivo fin de hacer teoría, es él mismo teórico…”
“…y el filosofar es, a su
vez forma particular del vivir que supone este vivir mismo -puesto que si hago
filosofía es por algo previo, porque quiero saber qué es el Universo, y esta
curiosidad, a su vez, existe gracias a que la siento como un afán de mi vida
que está inquieta acerca de sí misma, que se encuentra, tal vez, perdida en sí
misma…”
“Vivir consiste en un
saberse y comprenderse, en un advertirse y advertir lo que nos rodea, en un ser
transparente a sí mismo. Vivir es convivir con una circunstancia. Vivir es
constantemente decidir lo que vamos a ser. La vida es futurición, es lo que aún
no es, es una actividad que se ejecuta hacia adelante.”
“La vida que incluye al
sujeto y el mundo es la realidad radical e indubitable del Universo. Vivir es
encontrarse en el mundo. Tratar con el mundo, dirigirse a él, actuar en él,
ocuparse de él. El “encontrarse”, “enterarse” o “ser transparente” es la
primera categoría que constituye el vivir…”
“En cada instante tenemos
que decidir lo que vamos a hacer en el siguiente, lo que va a ocupar nuestra
vida. Es, pues, ocuparse por anticipado, es preocuparse.”
“Vida es, a la vez,
fatalidad y libertad, es ser libre dentro de una fatalidad dada. Esta fatalidad
nos ofrece un repertorio de posibilidades determinado, inexorable, nos ofrece
diferentes destinos. Nosotros aceptamos la fatalidad y en ella nos decidimos
por un destino. Vida es destino.”
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[1] Nueva
Enciclopedia Autodidáctica QUILLET, tomo I, Promotora Latinoamericana, S.A.,
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[2]
González Álvarez, Ángel. Manual
de Historia de la Filosofía. Editorial Gredos, S.A., Tercera edición,
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[3]
Enciclopédia Mirador Internacional, Tomo 15. Encyclopaedia Britannica do
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[4] Enciclopedia
BARSA, Tomo 11,Editores, Encyclopedia Británica, INC, Buenos
Aires-Chicago-México, 1969, p.230.
[5] Prólogo
de la traducción francesa de Ideas y creencias, hecha por Jean Babelon, 1945,
p. XVIII.
[6]
Salazar Bondy, Augusto, Breve Antología Filosófica, Librería Studium
Ediciones,S.A.,1967, pp.117-118.
[7] Ferrater
Mora, José. Diccionario de Grandes Filósofos. Alianza Editorial S.A.,
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[8]
Guy, Alain, Los filósofos
españoles de ayer y de hoy, Editorial Losada, S.A., Buenos Aires, 1966, p.143.
[9] González Álvarez, Ángel. Manual
de Historia de la Filosofía. Editorial Gredos, S.A., Tercera edición,
Madrid,1964, p.536.
[10] Enciclopedia
Abreviada LABOR, tomo 2, Editorial Labor, S.A.,
Barcelona, 1966, p.320.
[11]
Diccionario de Pedagogía. Tomo II, I-Z. Publicado bajo la dirección de
Luis Sánchez Sarto, Editorial LABOR, S.A.,
[12] Guy, Alain.
Los filósofos españoles de ayer y de hoy. Editorial Losada, S.A., Buenos
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[13]
Marías, Julián. Historia de la Filosofía. Manuales de la Revista de
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[14]
Enciclopedia Ilustrada CUMBRE. Tomo 9,N-Ñ-O, Editorial Cumbre, S.A.,
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[15]
Domínguez, S.I., P. Dionisio,
Historia de la Filosofía, Ediciones Santander, Quinta edición, retocada
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[16]
Guy, Alain. Los filósofos españoles de ayer y de hoy. Editorial Losada,
S.A. ,Buenos Aires, 1966, p.141.
[17]
Enciclopedia Cultural, Tomo
XII Observatorios plásticos. Unión Tipográfica Editorial Hispano Americana,
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[18]
Hirschberger, Johannes. Historia de la Filosofía, Tomo II, Edad
Moderna, Edad Contemporánea. Editorial Herder, Barcelona, Nueva edición
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[19]
OCÉANO. Nuevo Diccionario de Filosofía, Edición en español
ampliada y actualizada. OCÉANO Grupo Editorial, S.A., Barcelona (España), 2001,
p.170.
[20]
Enciclopedia Abreviada LABOR, tomo 2, Editorial Labor, S.A., Barcelona, 1966, pp.320-321.
[21]
J. Ortega y
Gasset, Obras Completas, tomo I. Artículo publicado en El Imparcial
el 21 de febrero de 1908, Madrid.
[22] Mantovani, Juan. Filósofos y Educadores.
Editorial “El Ateneo”, Buenos Aires, 1962, p.58.
[23] Mantovani, Juan. Filósofos y
Educadores. Editorial “El Ateneo”, Buenos Aires, 1962, p.56.
[24] Mantovani, Juan. Op. cit., p.59-
[25]
Hirschberger, Johannes. Historia de la Filosofía, Tomo II, Edad
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ampliada, 1972, pp.509-511-512.
[26]
Sciacca, Michele Federico. Historia de la Filosofía. Editorial
Luis Miracle, S.A. Cuarta edición, Barcelona, octubre de 1962, p.593.
[27]
Prólogo de la traducción
española de la Historia de la filosofía, de Bréhier (Obras, VI, p.405)