EL PENSAMIENTO Y EL DIÁLOGO PRODUCTIVO
“El
pensamiento es diálogo...Nosotros nunca pensamos solos. El pensamiento interior
dialoga con un personaje virtual que pregunta, contradice o espolea al
animador” refiere E. Mounier.[1]
El
término diálogo procede del griego día,
a través y logos, palabra. Plática o
conversación entre dos o más personas.
El
diálogo, producto de la civilización y propio de toda naturaleza humana, es el
intercambio verbal entre dos interlocutores, a través del cual se enfrenta y
confronta pensamientos, opiniones, puntos de vista, definiciones, posiciones,
tesis, teorías y concepciones, se interroga y se responde sobre un hecho, tema
o problema específico con el fin de descubrir la verdad, llegar a un acuerdo y a una solución.
Son
famosos los Diálogos de los muertos
de Luciano de Samosata. Y en la historia de la filosofía griega son célebres
los Diálogos de Platón[2].
Saber usar correctamente la palabra, saber razonar, discutir y convencer era
muy apreciado, valorado y fundamental en el mundo de la Grecia antigua,
especialmente en Atenas, para poder participar en el Ágora pública, lugar donde
se trataban los asuntos de la ciudad. De aquí que el concepto tradicional de
razón era definido como la capacidad de argumentar que tenía el buen ciudadano.
El
diálogo se usa frecuentemente en la comunicación cotidiana entre las personas,
en las obras de ficción, en las entrevistas y en la enseñanza-aprendizaje. En
la enseñanza-aprendizaje se utiliza como método expositivo, socrático o
dialógico, el mismo que contribuye a motivar, provocar la dialéctica y la confrontación de puntos de vista y de
posiciones individuales, a reforzar los conocimientos, a contradecir o revisar
los propios pensamientos, a cernir y purificar los argumentos que se esgrimen a
favor y en contra del tema o problema que se debate.
El
diálogo, por su propia naturaleza, es comunicación bidireccional: comunicar
algo a otra persona y recibir comunicación de la otra persona. Al respecto,
Walter Brugger lo explica en su Diccionario
de Filosofía: “En la terminología filosófica, diálogo significa una
comunicación recíproca entre personas, que conduce a un “entre” interpersonal,
es decir, a un fondo de sentido estrictamente común a los participantes,
irreductible a las solas aportaciones particulares. El diálogo no es un
intercambio de actos lingüísticos según un esquema intencional unidireccional
de sujeto-objeto, sino un acontecimiento que en sí es de doble dirección. En virtud
de esta interna doble dirección y unidad de lo opuesto, el diálogo puede
designarse como la dialéctica específica de la libertad” (2000:170).
A
través del diálogo se aclara, precisa, rectifica, afianza, enriquece, renueva o
profundiza pensamiento o puntos de
vista.
Para
llevar a cabo un diálogo productivo se requiere, cuando menos, de los elementos siguientes: director, coordinador o animador, microplan, interlocutores, motivación, determinación
del tema o problema, conocimientos previos sobre el tema o problema, clima de libertad y confianza, buen comportamiento, fecha, lugar ,tiempo recursos
didácticos (en el caso de ser necesario),resumen o conclusión del diálogo y reglas
para el diálogo.
Hay un
diálogo interior o diálogo consigo mismo y un diálogo exterior o diálogo con el
prójimo. No le falta razón a H. de
Bourbon Busset cuando manifiesta: “El diálogo sólo es posible entre personas
acostumbradas al examen de conciencia y cuyo juicio se ha ido formando por un
paciente trabajo de sí mismo sobre sí mismo (…) La clave del diálogo es, pues,
la vida interior, que lejos de favorecer el egoísta repliegue sobre sí mismo,
permite sólo la apertura real hacia el exterior y hacia los otros”.[3]
Más
adelante el autor referido clarifica y precisa: “Ser abierto quiere decir
también que, en el diálogo, toda nuestra atención debe ir dirigida hacia el
prójimo y no hacia nosotros mismos. Esto se traduce concretamente por el hecho
de no seguir sus ideas y de tomar del otro solamente lo que nos permite
proseguir nuestra propia argumentación” (Op. cit., p.215).
El
diálogo productivo es posible en la medida que exista cooperación, actitud
positiva, clima favorable de entendimiento a nivel de los pensamientos que
intercambian los interlocutores sobre el tema o problema elegido por los
mismos. De no ser así, podría estar ocurriendo un simple diálogo de sordos.[4]
[1] Mounier, E. Traité du caractére, Seuil, 1961. Trad.
Castellana Tratado del carácter, Zamora, Buenos Aires, p.661.
[2] Diálogos de Platón, son escritos del filósofo griego Platón en los
que expone con belleza literaria excepcional las conversaciones de Sócrates con
sus discípulos, bajo la forma de preguntas y respuestas, abordando en cada
diálogo un problema específico. Los diálogos más famosos son: Critón o Del
Deber; Fedón o De la inmortalidad del alma; Laques o Del valor; Eutifrón o De
la piedad; Protágoras; Gorgias; Filebo: El Banquete y Fedro o Del Amor; La
República o la organización de la ciudad ideal; Las Leyes, etc.
[3] En H Bon. Le dialogue et les dialogues, Centurión,
1967. Trad. Castellana El diálogo y los diálogos, Marfil, Alcoy (Alicante),
1969, p.174.
[4] Denomínase Diálogo de sordos a la discusión en la
cual cada uno de los interlocutores queda bloqueado en sus puntos de vista por no que querer oír al
otro, por no escuchar o por no querer comprenderlo, al ser tomadas las palabras
esenciales tanto por uno como por otro en sentidos diferentes.