UN MINUTO SOBRE EL ORIGEN DEL
HOMBRE[1]
Escribe:
Dr. Eudoro Terrones
Negrete
No
obstante existir infinidad de obras referentes al estudio del hombre, en sus
diversos aspectos y dimensiones, escritas por filósofos, teólogos,
antropólogos, embriólogos, biólogos, etnólogos, lingüistas, investigadores,
científicos sociales, historiadores, sociólogos, paleontólogos, poligenistas,
paleogeógrafos, geomorfólogos, paleobotánicos, sedimentólogos, físicos
nucleares, entre otros, el conocimiento
de dónde se originó el hombre y el proceso de su evolución natural aún no están
del todo claro y no constituyen teorías definitivas. Más aún cuando con los
adelantos de la ciencia y la tecnología se realizan nuevas investigaciones y
esfuerzos interpretativos y explicativos que ponen en duda los descubrimientos
anteriores.
El
biólogo y filósofo francés Jean Rostand (1894-1979) ([2]),
en su obra El Hombre, plantea una
serie de cuestiones que están por resolverse: « ¿En qué época la línea humana
se separó de la rama de los primates? ¿El homo sapiens, apareció en un solo
punto de la tierra, o simultáneamente, en varios lugares? ¿Su especie fue en un
principio homogéneo, o de entrada, diferenciada en razas?”
Sobre
el origen del hombre Rostand ([3])
concluye en lo siguiente: «La especie humana, que se separó, hace unos cien mil
años, de la plebe animal, es el punto final de una larga cadena de organismos,
ininterrumpida desde los orígenes de la vida, es decir, desde hace dos mil
millones de años. Como toda otra especie, se ha formado debido a una serie de
cambios acaecidos en la sustancia hereditaria de sus antepasados. En lo que se
refiere a la naturaleza exacta de estos cambios, estamos aún en la
incertidumbre, pero suponemos que derivan de la ciega causalidad».
El
naturalista inglés, Charles Robert Darwin (1809-1882), ha intuido que el hombre
se formó en el área tropical de Asia o África y cuyas características físicas
ha ido perfeccionándose a través del tiempo, lo mismo que su cerebro y su
producción cultural. Y no le faltó razón al naturalista y arqueólogo kenyano
Louis Seymour Bazett Leakey (1903-1972) cuando manifestó: «África Oriental
ocupa hoy lugar destacado en la historia de la evolución de los ascendientes
directos del hombre, así como de sus primos más próximos, los grandes monos
antropomorfos».
La
ciencia denominada Paleontología señala que, a mediados de la Era terciaria, en
el período del Mioceno, aparecen las primeras formas animales del orden de los
Primates, orden zoológica al que pertenece el hombre. Pero el hombre,
propiamente dicho, aparece a comienzos de la era actual o Cuaternario.
Al
respecto, J. Rostand ([4])
precisa: «El homo sapiens no ha existido siempre sobre la tierra, y es,
incluso, de aparición relativamente reciente. La ciencia paleontológica nos
permite asistir, por así decirlo, a nuestro nacimiento, y sólo es en los
jóvenes terrenos del cuaternario, que apenas datan de cien mil años, donde
encontramos esqueletos en los que se revela sin equívoco la marca de nuestra
especie (hombre de Cro-Magnon, etc.)» Asimismo, puntualiza que «Los modestos
mil siglos del homo sapiens no suponen, pues, más que la veintemilésima
parte de la historia total; algo así como cuatro segundos al cabo de una
jornada de veinticuatro horas. En cuanto a la historia propiamente dicha del
hombre civilizado, se encontraría en la quinta parte del último segundo de la
última hora». ([5])
Por
su parte M. H. Day ([6])
explica que «la evidencia directa de la evolución del hombre desde sus
antecedentes prehumanos radica en los restos que existen en los yacimientos
fósiles. Generalizando, pueden reconocerse cuatro fases estructurales del
proceso evolutivo: la prehumana (Australopitecos),
la humana temprana (Homo habilis), la
humana posterior (Pitecántropos) y la
humana moderna, que es la del Homo
sapiens».
Horacio, el poeta
lírico y satírico latino, nos dio la versión clásica de la evolución de la
cultura humana y el concepto del humilde comienzo del hombre:
“Cuando por
vez primera surgieron los hombres
como
gusanos del seno de la tierra,
eran mudas
criaturas carentes de lenguaje,
de formas
vagamente humanas;
valiéndose
de las uñas y los puños cerrados luchaban
por las
bellotas y los abrigos donde guarecerse durante la noche;
utilizaron
después garrotes; por fin emplearon armas,
que
aprendieron a perfeccionar con su uso creciente,
hasta que
aprendieron a formar las palabras y los nombres,
con los
sones que emitían y pudieron manifestar sus ideas;
desde
entonces dejaron de luchar y empezaron
a construir
ciudades, defendiéndose el hombre del hombre,
y
establecieron leyes, como freno a las disputas,
que
protegían a las personas, propiedades y esposas.
se verá que
fue el temor a la injusticia lo que dio
origen al
derecho si se estudia la historia de la humanidad”. ([7])
[1] De la obra:
¿QUÉ ES EL HOMBRE? ENFOQUE INTEGRAL SOBRE LA NATURALEZA HUMANA, autor Dr.
Eudoro Terrones Negrete.
[2]
Rostand, Jean, El
hombre, Alianza Editorial Madrid, 6ª. Edición, Madrid, 1981, p.126.
[3] Rostand, Jean, Op.cit., pp.138 y 139.
[4]
Ibídem, p.119.
[5] Ibídem p.123.
[6]
Day, M.H., El
Hombre fósil, Ed. Bruguera, 1969.
[7]
Hoebel, E. Adamson. Antropología: El estudio del hombre. Ediciones Omega, S.A.,
Barcelona, Segunda edición, 1973, p.115.