Artículos periodísticos y de investigación

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29 de abril de 2019

SINOPSIS DE LA POLÍTICA EN EL PERÚ


SINOPSIS DE LA POLÍTICA EN EL PERÚ

Escribe: Eudoro Terrones Negrete

No se ha reparado quizá todavía en el hecho de que ningún país sudamericano llegó a sumar en el siglo XIX una cantidad de luchas internacionales tan grande como el Perú. Ellas fueron las siguientes: invasión de Bolivia (1828); guerra con la Gran Colombia (1829); choques civil-internacionales entre peruanos, bolivianos y chilenos (1836-1837); última guerra con Bolivia (1841-42), campaña del Ecuador (1859), conflicto con España (1866); fuera del Pacífico (1879-83). En total, se sucedieron nueve guerras, abarcando quince años”, refiere el historiador peruano Jorge Basadre en “La promesa de la vida peruana”, pero todas estas guerras fueron libradas con carácter defensivo.

En el siglo XIX y hasta las dos terceras partes del siglo XX, la democracia en el Perú nació y murió muchas veces. Guerras, tiranías, dictaduras y breves tiempos de democracia vivieron los peruanos. Más pudieron las bayonetas, metralletas y tanques blindados de militares ambiciosos de poder político que las inmensas aspiraciones de justicia de la población. La sociedad se volcó a las calles sin rumbo y sin destino, sin un objetivo humanista que integre sus demandas y reivindicaciones y sin posibilidades de manifestarse libremente ante las pretendidas “reformas estructurales del Estado” que imponían ajustes, sacrificios y encarecimiento de la vida.

Históricamente, co-gobernaron el Perú  los militares -vía golpe de Estado- y los civiles en su mayoría de derecha. Cuando la fuerza de la razón entraba en crisis, de repente se levantaba algún militarista para imponer la razón de la fuerza, argumentado que los civiles no estaban preparados para gobernar el país. Y así poco a poco se adormecía la conciencia ciudadana y se incrementaba la desconfianza colectiva en la política y los políticos. La democracia no podía estabilizarse, regenerarse y expandirse, y gobierno tras gobierno aumentaba la pobreza, la desigualdad, la exclusión, el desempleo, la corrupción y la injusticia en todos los poderes del Estado. Los derechos humanos y las libertades individuales entraron en sus cuarteles de invierno.

Decía el maestro Luis Alberto Sánchez: “En mi país se hizo célebre una dolorosa frase antipatriótica. Vivíamos los amargos días de la guerra del Pacífico. El desbarajuste nacional era causa directa de los fracasos; surgió en medio del desorden un caudillo tratando de ordenar el país: Piérola. Y yo no sé si es cierto, pero no ha sido negado jamás, el hecho de que sus enemigos, el civilismo peruano, enunció su consigna de odio: “Primero los chilenos que Piérola”.

Ulteriormente, desde 1931 se hizo duradera la consigna promovida por los agentes nativos del imperialismo yanqui y del comunismo internacional: “Primero la dictadura militar que el Aprismo”. ¿Y cuál fue su efecto? Por muchos años a los apristas les fueron cerradas las puertas de la legalidad, sus derechos políticos estuvieron disminuidos, no se les permitió organizarse libremente, sólo pudieron elegir y no ser elegidos para cargos públicos en las elecciones municipales y nacionales. Su máximo líder Haya de la Torre, fue permanentemente desterrado, calumniado en los medios de la derecha y del comunismo.

Los grupos de poder económico tras capturar el poder político convirtieron el Palacio de gobierno en un club de compadres en busca del presupuesto nacional, con el fin de amasar fortunas, pagar favores políticos y perpetrar las más detestables corrupciones, inmoralidades y desfalcos. Así tuvimos gobiernos entreguistas, serviles del imperialismo e insensibles a las demandas del pueblo.

Advino entonces  la desnacionalización, la esclavitud económica y el colonialismo mental. El Estado era representante de los intereses extranjeros y sirviente del imperialismo, que hipotecaba los recursos naturales a las empresas transnacionales. El Estado centralizó por mucho tiempo los servicios y las inversiones en la capital de la República, privando a los pueblos del interior del país la solución oportuna de sus ancestrales problemas de tierra, luz, agua, vivienda, educación, salud, pan y libertad.
El Apra fue el único partido político en Perú e Indoamérica que más ha sufrido terror, persecución, martirio y cuyas victorias electorales le fueron desconocidas por el atropello, el veto o el fraude con el propósito de impedir su llegada a Palacio de gobierno. Algo más: fue el único partido político que fue llevado ante la Corte Internacional de La Haya, en la persona de su Jefe y Fundador Víctor Raúl Haya de la Torre, acusado de “crímenes comunes”, para después de una rigurosa e imparcial investigación ser absuelto por cuanto el gobierno de Odría no pudo demostrar que los delitos de que acusaban a Haya de la Torre sean delitos comunes, según el fallo de la Corte Mundial del 20 de noviembre de 1950.

Algo más. Las tiranías militares persiguieron a los apristas en forma sangrienta. Más de seis mil de sus afiliados cayeron bajo las balas de la represión reaccionaria; muchos de sus líderes fueron ejecutados, murieron en las prisiones. Derechas e izquierdas totalitarias se aliaron tratando de exterminar este movimiento histórico. Y no pudieron conseguir sus malévolos objetivos.

El filósofo indoamericano Antenor Orrego Espinoza, en su obra Pueblo-Continente, refiere: “Al caudillismo militar y personalista, sucede el héroe civil, que es innumerable, que es la masa misma que se deja matar heroicamente en las trincheras de Trujillo, que se triza en las mazmorras del frontón, de la Intendencia y del Real Felipe, que agoniza en las selvas infernales del Satipo y del Madre de Dios, que cae en los fusilamientos clandestinos bajo los muros de Chan-Chan, que se abate en los asesinatos de Huaraz, Cajamarca, Cajabamba, Ayacucho y Huancavelica; que muere, en fin, cantando la Marsellesa en los fusilamientos de los marineros de la Escuadra en San Lorenzo. Es el héroe civil de la nueva América”.

De esta lucha ideológica, entre el comunismo internacional y el APRA, éste último salió triunfante. El primero se atomizó en varios minipartidos y no llegó a ser gobierno en el Perú; en cambio, el Apra mantuvo su unidad y ya fue dos veces gobierno con Alan García Pérez como presidente de la República (1985-1990; 2006-2011).

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