PENSAMIENTO FILOSÓFICO
DE HAYA DE LA TORRE
DE HAYA DE LA TORRE
Escribe: Eudoro Terrones Negrete
Después de profundas
reflexiones sobre el pensamiento filosófico y científico de la época, durante
el siglo XX, Víctor Raúl Haya de la Torre culmina su obra filosófica titulada Sinopsis filosófica del Aprismo. En este
original ensayo, publicado por primera vez en 1935 en la revista Claridad de Buenos Aires, Haya de la
Torre expone con claridad meridiana su teoría del Espacio-Tiempo Histórico, que constituye la tesis filosófica del
aprismo como una nueva interpretación relativista de la historia, referida al
tiempo y al lugar, especialmente de América y es el primer gran aporte del
pensamiento peruano e indoamericano a la cultura universal.
La filosofía del aprismo es
una concepción del mundo, de las cosas, del hombre y de la sociedad, basada en
la tesis del Espacio-Tiempo histórico y que consiste en la aplicación del
Relativismo al tiempo de la Historia, la Economía, la Política y la Cultura.
Haya de la Torre fundamenta
su concepción relativista y cuántica del tiempo, el espacio, el movimiento, la
gravitación, la inercia, la materia y la energía del siglo XX, en posición
diametralmente opuesta a la del marxismo europeo que arranca de la
interpretación newtoniana del “espacio y el tiempo absolutos” y de la
gravitación universal (siglo XIX) de esos conceptos.
Para el aprismo, -escribe
Haya de la Torre en “30 años de aprismo”-, “la concepción marxista es un
antecedente histórico importante pero no inalienable; el cual está limitado y
relativizado por las condiciones peculiares de su Espacio y de su Tiempo que
son las que determinan su negación dialéctica al ser confrontado con una
realidad diferente de la de Europa”.
Haya de la Torre considera
que así como para la Física moderna no existe un espacio absoluto ni un tiempo
absoluto, sino que cada fenómeno se produce dentro de su propio espacio-tiempo,
en su propio campo-gravitacional, afirma que no existe tampoco un solo proceso
histórico sino múltiples. Cada área espacio-temporal tiene su ritmo peculiar de
desarrollo y, consiguientemente, su propia característica sociológica. Así la
visión del universo histórico debe comprender tantos espacios tiempos
históricos como campos de observación ofrezca. Así, el marxismo, a la luz de la
ciencia relativista, dialécticamente podía ser negado, es decir, superado. Lo
que es “último” en Europa, puede ser “primero” en Indoamérica, etc.
El aprismo basa su
filosofía en este principio general: “el devenir social es relativo y su
relatividad está determinada por el Espacio histórico en el que se desarrolla
la vida de los pueblos -escenario geográfico, raza, psicología y relaciones del
hombre y el medio general-, y por el Tiempo histórico que marca el grado de su
evolución económica, política y cultural, determinado por las formas de
producción y por el desarrollo social que ellas motivan o influyen”.“Pero este
Espacio histórico y este Tiempo histórico son inseparables entre sí. Por ende,
se expresan en un solo término: Espacio-Tiempo histórico”.
Según la concepción
filosófica del aprismo no hay verdades definitivas, absolutas y eternas, sólo
hay verdades relativas surgidas desde la ubicación espacio-temporal e histórica
de cada pueblo, país o nación, según la posición del observador en el examen y
análisis de los fenómenos físicos, sociales, políticos o culturales. Por tal
razón, el aprismo recusa toda pretensión de imponer un único esquema o molde de
interpretación del devenir histórico-social de los países del mundo desde
cualquier sistema de coordinadas que no corresponda a su ángulo propio de
observación.
Y esto se explica
manifestando que lo que es último en Europa – el fenómeno del imperialismo, por
ejemplo, es primero en los países de América Latina o Indoamérica-. Pues cada
Espacio-Tiempo Histórico implica una realidad histórico-social intransferible,
que se desarrolla y retroalimenta con sus propias leyes del movimiento, ritmo y
velocidad en su desenvolvimiento sociológico. Todo fluye, todo cambia, todo
deviene, todo se transforma, “pero no a una misma velocidad ni en una sola
dirección”. Todo fenómeno cambia según el ángulo desde el cual se le observe
(“campos gravitacionales”). En la nueva física einsteniana del siglo XX “cada
sistema de coordenadas, SC, tiene su propio espacio-tiempo inseparable de su
dimensión, energía, velocidad, inercia y gravitación”. No hay, entonces, una
“gravitación universal” en la historia sino “relativamente” y que cada sociedad
civilizada tiene su propio e intransferible espacio-tiempo, o sea su peculiar
campo gravitacional.
Y aplicando su tesis del
Espacio-Tiempo-Histórico el aprismo sostiene que no hay leyes universales de
determinismo económico, social o político; su aplicación es relativa a la
realidad espacio-temporal de cada sociedad.
Las normas de
metodización filosófica del aprismo se fundamentan en el enunciado dialéctico
de la Negación de la Negación. El aprismo, reconoce así, el principio universal
del eterno movimiento, del cambio o del devenir, como un proceso constante de
contradicciones, de negaciones y continuidad, pero reconoce también en el
marxismo una escuela filosófica sujeta a la misma ley por ella descubierta y
perfeccionada, pero no acepta sus conclusiones doctrinarias como dogmas
inflexibles, porque como sostiene Haya de la Torre “o el marxismo es dogma
yerto, inerte cual un ídolo, o es devenir vivo y móvil; y en este caso queda
sujeto también, como todo en el universo, a la ley de la negación de la
negación” (En “Espacio-Tiempo Histórico”).
Cuando el
marxismo-leninismo dogmatiza que “El imperialismo es la última o superior etapa
del capitalismo”, el aprismo a través de Haya de la Torre le niega
dialécticamente tal pretendida universalidad y la condiciona en los términos
siguientes: “El fenómeno del imperialismo[1] puede ser la última o
superior etapa en las regiones subdesarrolladas o no industrializados; porque
lo que es ´’ultimo o superior en aquellas, es primero o inferior en éstas”.
Y el aprismo condiciona
la llegada de capitales a los países en vía de desarrollo, cuando Haya de la
Torre escribe refiriéndose a los capitales extranjeros o imperialistas, en la
América Latina: “¿Nuestros países necesitan de capitales? La respuesta es
afirmativa. Sí. ¿Si los necesitan hay que darles entrada vengan de donde vengan
y vengan como vengan? La respuesta es negativa: No. Y es menester explicar: En
tanto que el sistema capitalista impere en el mundo, los pueblos de Indoamérica
como todos los económicamente retrasados tienen que recibir capitales del
extranjero y tratar con ellos. Ya queda bien aclarado en esta página que el
APRA se sitúa en el plano realista de nuestra época y de nuestra ubicación en
la geografía y en la historia económica de la humanidad. Nuestro TIEMPO y
nuestro ESPACIO económicos nos señalan una posición y un camino. Mientras el
capitalismo -ya privado, ya de Estado- subsista como sistema dominante en los
países más avanzados, tendremos que tratar con él. ¿Cómo tratar? He ahí la gran
cuestión” (En “El Antimperialismo y el APRA”). Dichos capitales deben llegar o
ingresar, pero controlados por el Estado, sometidas a las leyes de los países
de América latina y deben llegar en condiciones que no lesionen los intereses
nacionales ni la libertad y soberanía de los países.
Así como Marx negó
dialécticamente a Hegel, así también Haya de la Torre negó a Marx a la luz de
los principios del Relativismo contemporáneo del siglo XX, diseñando una
interpretación original de la realidad y problemática peruana a indoamericana,
planteando soluciones propias, ajeno a los moldes y dictados del marxismo
europeo, marxismo ortodoxo, estático, dogmático e inconmovible.
Así como el primer hombre
dijo que “todo ser humano tiene que morir” y murió acatando y cumpliendo la ley
inmutable de su sino, así también Hegel y Marx, sistematizadores de la
dialéctica, no pueden escapar de ningún modo a sus mismas negaciones,
resultando ser recusado y superado por la filosofía del aprismo.
Es una realidad innegable
e indiscutible que las concepciones científicas del siglo XIX, basamento de la
teoría marxista, han sido ya negadas y superadas en el siglo XX, entrando en
revisión, en especial con los principios de los Quanta de Max Planck, del
relativismo de Albert Einstein y del principio de incertidumbre de Bohr, Dirac
y Werner Heisenberg.
El aprismo nació negando
al marxismo: “porque rechazó la idea de partidos o dictaduras clasistas y reconoció
en el imperialismo la primera y no la última etapa del capitalismo, en los
países semicoloniales. Es decir, no aceptó jamás al marxismo como un dogma”,
explica Haya de la Torre.
El aprismo sostiene que
en los países del mundo no existe un solo proceso histórico, sino múltiples
procesos, como es el caso de América Latina, donde coexisten, conviven
distintas etapas de la evolución social como el comunismo primitivo, el
feudalismo, el capitalismo incipiente. Sería, entonces, vano y absurdo
pretender interpretar a todos los pueblos del universo con un mismo patrón
ideológico determinado por el marxismo.
En este sentido, la
revolucionaria y original tesis del Espacio-Tiempo Histórico es la aplicación
de la concepción de Einstein al campo de la Filosofía de la Historia, y plantea
según las palabras de Haya de la Torre que “así como para la física moderna no
existe un espacio absoluto ni un tiempo absoluto, sino que cada fenómeno se
produce dentro de su propio espacio-tiempo…afirma que no existe tampoco un solo
proceso histórico sino múltiples” (En“Aprismo y Filosofía”).
En consecuencia, el
marxismo no puede ser tomado como una solución total y totalizadora a los
problemas sociológicos, políticos, económicos y culturales del siglo XX, menos
aún a la de Indoamérica por cuanto ésta es diferente a la realidad europea-
punto de observación de Marx para los fenómenos observados- (“la ubicación del
observador con respecto a los fenómenos observados” es fundamentalmente
importante en la interpretación histórica que hace el aprismo), por lo que si
diferentes son los problemas y las realidades de los países, las soluciones
tienen que ser irrecusablemente también diferentes. “América es América y
Europa es Europa”, sostiene Haya de la Torre. Y agrega: “Si los problemas
económico-sociales de Europa e Indoamérica son diferentes, las soluciones deben
también ser diferentes” ( En “30 años de Aprismo”).
Según la concepción
filosófica de Haya de la Torre el devenir social es relativo y esta relatividad
está determinada por el espacio histórico (escenario geográfico y el contenido
humano) y por el tiempo histórico que marca el grado de evolución de las
sociedades, el grado de desarrollo económico, político y cultural determinado
por las formas o relaciones sociales de producción y por el desarrollo social.
Por tanto, el espacio histórico y el tiempo histórico son inseparables entre
sí, por tanto se expresa en un solo término “Espacio-Tiempo Histórico”.
Por otra parte, el
aprismo al negar al marxismo considera que “La revolución proletaria” y la
profecía de una “sociedad sin clases” como fin de la “lucha de clases” puede
ser superada por la revolución democrática, científica y tecnológica,
espiritual o cultural mediante la vía pacífica.
Al universalismo
absoluto, ortodoxo, estático y dogmático del marxismo se opone el universalismo
relativo, dinámico, antiortodoxo, antideterminista y antidogmático del aprismo
concebido por Haya de la Torre. Así el aprismo rechaza la arbitraria
clasificación cronológica de la historia en Antigua, Media, Moderna y
Contemporánea, con aspiraciones de universalidad absoluta, porque, como
científicamente afirma Haya de la Torre, aquí “en Indoamérica[2] coexisten, se yuxtaponen,
todos los grados de evolución de las sociedades, desde la primitividad en sus
modalidades más elementales hasta las formas organizativas de vida civilizada
de mayor progreso” ( En “Espacio-Tiempo Histórico”).
Según Haya de la Torre no
existe una sola línea de evolución universal, porque en los países de América
Latina conviven al mismo tiempo todas las etapas de evolución social de acuerdo
con su específico espacio-tiempo histórico, diferente al europeo. En el Perú
conviven las etapas económicas. Recorriendo el país de la costa a la selva,
parece que retrocediera la máquina del tiempo de que nos habla Wells. “Desde
las regiones donde existe el antropófago, en las selvas amazónicas, pasando por
las etapas patriarcal y feudal de la comunidad indígena y del latifundio
serrano, hasta la realidad mercantil de nuestras ciudades principales y los
centros industriales de las empresas imperialistas. Nuestro organismo económico
es heterogéneo, acusa diversos grados de crecimiento” (Manuel Seoane, “Nuestros
fines”).
No le falta razón al
profesor R. A. Humphreys, de la Universidad de Londres, cuando en su libro “The
Evolution of Modern Latin America” califica al aprismo como “la más remarcable
filosofía política que la América Latina ha producido”. O también al filósofo
trujillano Antenor Orrego Espinoza cuando, en su obra “Pueblo-Continente”,
señala con convicción de principios: “El Aprismo no es una teoría intemporal que
haya surgido de la imaginación abstracta de un ideólogo, no es una teoría o un
sistema académico que haya brotado, por obra de conjuro, como FIAT LUX, de la
nada. La inteligencia no ha hecho sino constatar la realidad trágica y
sangrienta que urgía su expresión inmediata. Por ser un movimiento histórico,
condicionado por un determinismo económico, social y moral, se nos aparece como
una inexorable necesidad o fatalidad biológica. Movimiento profundamente vital
que engendra, igualmente, sus propios instrumentos de realización y expresión
como producto de su pueblo, de su raza y de su época”.
[1] El imperialismo es un sistema económico, político y social de
opresión y explotación, de expansión capitalista de los grandes centros
industriales como Inglaterra, Estados Unidos, Japón, Rusia, Francia, Alemania,
etc., hacia los países no desarrollados económicamente, con el objeto de
invertir en ellos esos capitales y hacerlos producir por el trabajo barato de
los brazos nacionales o nativos. El imperialismo exporta capitales, pero no
obreros y campesinos. Para Haya de la Torre, el fenómeno imperialista se
caracteriza por la emigración o exportación de capitales, la conquista de
mercados y de zonas productoras de materias primas hacia países de economía
incipiente. Con el capital inmigrado se insinúa en nuestros pueblos
agrícola-mineros la era capitalista. El fenómeno imperialista también se
caracteriza por amenazar, sojuzgar o destruir económicamente a las clases
obrero-campesina, media y proletariado industrial incipiente; por traer consigo
la gran concentración industrial y agrícola, el monopolio de la producción y
circulación de la riqueza; por afectar a nuestra riqueza nacional, la captura,
la domina, la monopoliza; por absorber y destruir progresivamente al pequeño
capital, la pequeña manufactura, la pequeña propiedad y el pequeño comercio. El
fenómeno imperialista hace posible la formación de una verdadera clase
proletaria industrial; amenaza a nuestros pueblos no sólo como fuerza
explotadora, sino como fuerza conquistadora; promueve el avance de la clase
explotadora de los Estados Unidos del Norte sobre nuestros pueblos
indoamericanos; anarquiza la producción; plantea una violenta yuxtaposición de
sistemas económicos; amenaza la libertad nacional e impide por la violencia
todo intento político o social de transformación que a juicio del imperio
yanqui afecte a sus intereses. En virtud del fenómeno del imperialismo nuestros
países devienen en un inmenso campo de batalla económica para los
imperialismos del mundo. El imperialismo usa al Estado como instrumento
político de dominación más o menos indirecta y que se adapta a sus diversas
formas o momentos de desarrollo para aprovecharlo como tal. La fuerza del
sistema capitalista es el Estado, “instrumento de opresión de una clase sobre
otra”. El fenómeno del imperialismo convierta a los gobiernos latinoamericanos
en “virreinato del imperio yanqui”. El fenómeno imperialista comienza su acción
con el empréstito, con la concesión y culmina o entra en el período de la
colonización franca cuando rueda sus cañones en nuestro suelo violando la
soberanía nacional. Haya de la Torre califica al imperialismo como “el
´único enemigo histórico de nuestros pueblos” y como “el más peligroso de todos
los coloniajes”.
[2]
INDOAMÉRICA: nueva palabra del
léxico aprista, creado por Haya de la Torre para denominar a nuestra nación de
veinte Estados, que conforma el lado del Nuevo Mundo y que empieza en el Río
Bravo y termina en Magallanes. Haya de la Torre, tras descartar el uso de los
términos Hispanoamérica y América Latina por corresponder éstos a un
significado “preterista y ya anacrónico”,. Opta por la denominación
“Indoamérica”, por considerarlo ser un término más amplio, que va más lejos,
que entra más hondamente en la trayectoria total de nuestros pueblos.
Indoamérica comprende así la prehistoria, lo indio, lo ibérico, lo latino y lo
negro, lo mestizo y ”lo cósmico” -digamos, recordando a Vasconcelos-,
manteniendo su vigencia frente al porvenir. Corresponde justamente a la
presente etapa revolucionaria de Nuestra América, apenas iniciada en México, en
que aparece la gran síntesis de la oposición de contrarios que impulsan el
devenir de nuestra Historia.