CONCEPTO DE INVESTIGADOR CIENTÍFICO
UNIVERSITARIO
Escribe: Eudoro Terrones Negrete
El investigador científico universitario es el
profesional, especialista o experto en la aplicación de métodos, técnicas,
instrumentos y herramientas de investigación científica; es el que orienta su actividad teórica y práctica a
descubrir, producir y difundir nuevos conocimientos científicos, nuevos
proyectos de investigación, nuevas leyes científicas y nuevas teorías
científicas en beneficio de la sociedad; es a la vez el que desarrolla,
perfecciona y profundiza las teorías existentes; es el que guía, capacita y
perfecciona los recursos humanos hasta alcanzar una alta aspiración de logro
profesional.
Según Barber
(1973:38), el investigador es quien decide qué tipo de trabajo o estudio
ha de realizarse, cómo debe ser diseñado, cómo debe ser analizado o
interpretado. El investigador es el responsable del experimento, en su
totalidad, así como del previo entrenamiento que han de recibir los
experimentadores para su correcta ejecución[1].
El investigador científico universitario trata
de encontrar solución a los problemas científicos; realiza investigaciones a
nivel de las ciencias humanísticas, científicas y tecnológicas; se ocupa de los
fenómenos, hechos o problemas científicos y de sus relaciones, y de los entes
ideales; formaliza enunciados fácticos e hipótesis verificables; demuestra
rigurosamente sus teoremas lógicos o matemáticos; trata de descubrir si sus
hipótesis se adecuan a los hechos; efectúa las pruebas de verificación empírica
de hipótesis (confirma o rechaza) para saber si el enunciado es verdadero o
falso, adecuado o inadecuado a su objeto de estudio del trozo de realidad
escogido. También realiza deducciones e inducciones, interpreta y explica
axiomas.
El investigador científico universitario
trabaja con ideas, conceptos, juicios, raciocinios, hechos singulares,
herramientas conceptuales y variedad de tipos de leyes y teorías científicas. Elabora
los proyectos de investigación de acuerdo con las normas científicas
establecidas y en vigencia; interpreta los datos obtenidos; elabora, organiza y
prioriza el número de conclusiones finales de la investigación; redacta correctamente los informes parciales y
finales de los proyectos de investigación y los difunde para conocimiento del
público y de la comunidad de científicos. Trabaja eficientemente con
multiplicidad de métodos, técnicas y procedimientos de investigación
científica.
El investigador científico universitario crea
lenguajes artificiales, inventa palabras, conjeturas, signos y símbolos y los
atribuye significados propios; algunas veces genera el azar de manera
deliberada y por múltiples razones.
El investigador científico universitario hace
visible, evidente, asimilable y comprensible todo aquello que permanece oculto
en el contexto de la realidad; aprende a vivir en permanente curiosidad e incertidumbre hasta descubrir las pistas para
futuras investigaciones.
El investigador científico universitario, en
su cotidiano quehacer intelectual, incrementa sus saberes, comparte sus experiencias,
ensancha su bagaje cultural y los utiliza para producir nuevos inventos y
nuevos descubrimientos.
El investigador científico universitario bien
podría ser el consejero de los
gobernantes, ejecutivos y políticos
con el fin de que la ciencia sea usada de manera útil, efectiva, eficaz y
eficiente; es la persona calificada para convertir en inteligible lo que hacen
los técnicos y para absolver sus interrogantes, problemas y dilemas.
El investigador científico universitario es consciente
de sus carencias profesionales, pero también de sus posibilidades,
potencialidades, destrezas, habilidades y competencias, y sabe cómo hacer bien
las cosas, porqué camino deberá transitar y cómo subsanar o superar sus “puntos
flacos”.
La obtención de nuevos conocimientos
científicos lo consigue tras la lectura
de obras selectas, la observación, la inferencia teórica, la experimentación,
el intercambio de experiencias y los descubrimientos. Para el investigador
científico universitario un fin bueno no puede justificar un medio malo o a la
inversa.
El investigador científico universitario en su
quehacer diario se libera de construcciones teórico-subjetivistas, de
especulaciones metafísicas o de elucubraciones fantasiosas referente a la aprehensión
del problema, a la formulación y contrastación de hipótesis o al conocimiento
de su objeto.
El investigador científico universitario hace
previsiones teóricas, obtiene hallazgos empíricos, descubre el mecanismo
interno, las relaciones y los elementos constitutivos del problema de
investigación.
Corresponde al investigador científico
universitario producir conocimientos válidos, comprobados, bien elaborados y
cualificados; alimentar convicciones razonadas y planteamientos relevantes de
ser contrastados con la realidad.
Antes de llegar a una conclusión, considera,
dentro de lo posible, a todos los hechos de su entorno social. Su misión no es
el de aceptar una conclusión simplemente porque esté en armonía con sus deseos,
inquietudes, preocupaciones o aspiraciones profesionales. Acepta lo que los
hechos justifican, en armonía con el interés social.
Por la responsabilidad histórica y social que
asume el investigador científico universitario no deja de estar bien informado
y capacitado, para aceptar las cosas por
su valor real y no por su valor superficial, aparente o empírico.
Diríamos con Bacon que el científico debe
estar dispuesto a buscar la verdad, debe estar preparado para dudar, debe ser
lento para afirmar y, sin embargo, debe ser rápido en la aprehensión de las
similitudes en las cosas, capaz de distinguir sus diferencias y cuidados o para
ordenarlas.
Faraday decía: “El hombre de ciencia tiene que
ser un hombre que escuche todas las sugestiones, pero que esté resuelto a
juzgar por sí mismo. Que no se deje desviar por las apariencias; que no tenga
hipótesis favoritas; que no pertenezca a ninguna escuela y que, en materia de
doctrina, no tenga maestro. Tiene que respetar no a las personas, sino a las
cosas. Su principal objetivo es la verdad…”
Algunos psicólogos de prestigio han señalado
algunas cualidades especiales y precisas que debe reunir el investigador
científico. Por ejemplo, Pavlov considera como fundamentales las siguientes[2]:
1. Concentración del pensamiento.
2. Imparcialidad mental.
3. Aptitud para concretar el pensamiento.
4. Facilidad para construir hipótesis.
5. Modestia y simplicidad.
6. Disposición de verificar.
7. Atención al detalle.
A su vez, M. Chavarti (2005:52) comenta: “El
investigador debe desarrollar competencias que le permitan enfrentar el
problema de manera dinámica y flexible. Para dedicarse a esta actividad se
requiere de una especie de filtro cognitivo que consiste en cuestionarse acerca
de los datos, confrontar la teoría con la evidencia y desarrollar la capacidad
para reconocer falsas teorías. Estas habilidades cognitivas sofisticadas son
conocidas como habilidades de orden superior o metacognitivas”.
El camino para formarse como investigador en
el área experimental, por ejemplo, según lo señalado por Bolívar Zapata[3]
es el siguiente: “[...] se inicia como aprendiz de brujo: uno se pega a un gran
maestro o a un buen investigador y de él aprende y ahí en el laboratorio ve
cómo va obteniendo las cosas y observa cómo se está pensando, y esto es parte
de la cultura y de la formación de los estudiantes, no nada más cursos en el
Laboratorio. Lo anterior es parte importante en este proceso de ir formando a
los nuevos investigadores, a la gente que piensa cómo están organizadas las
cosas y tratar a partir de aquí de entender y señalar que así funciona este
sistema, así funciona la célula, así funciona la célula infectada, así funciona
la célula cancerosa, cuáles son las analogías, cuáles son las diferencias”.
[1]
https://es.scribd.com/doc/106458462/Dificultades-y-problemas-de-la-investigacion-social
[2] Mendieta Alatorre, Ángeles. Métodos
de Investigación y Manual Académico. Editorial Porrúa, S.A., México, 1966,
p.18.
[3] Señalado por Bolívar Zapata en el simposio
sobre formación de grupos de investigación organizado por la FIMPES (2004,
P.58). Citado por María Elena Rivera Heredia en Competencias para la investigación. Editorial Trillas S.A.de C.V., Universidad
Simón Bolívar, Reimpresión, México, 2012, p.24.