EL
APRISMO
ES EL PARTIDO DE LA MORALIZACIÓN
Escribe:
Eudoro Terrones Negrete
El presente artículo ha sido elaborado sobre la base de la transcripción literal del pensamiento de Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador, jefe y guía de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), contenida en la segunda edición de sus Obras completas y que fueron publicadas por la Librería Editorial Juan Mejía Baca, en la ciudad de Lima y en el año de 1984.
“Represento
un principio, un credo, una bandera de juventud. Agito y agitaré las
conciencias hacia la justicia. Lucho por producir la precursora revolución de
los espíritus y maldigo con todo calor de mi convencimiento a los explotadores
del pueblo que hacen del gobierno y la política, vil negociado culpable”[1]
“El
movimiento (aprista) es pues, un concepto nuevo en el léxico de la filosofía
política de la América. A su exégesis ideológica vale unir su gran contenido
espiritual, su poderoso plan místico. El aprismo, cree en el misticismo social
y político como expresión colectiva del invívito fondo religioso del individuo.
Y en este aspecto, la disciplina aprista expresa una ética puritana y nueva.
Por eso, el aprismo se llama también “fuerza moralizadora”. Todo lo que hay de
elevado y de profundo en la emoción mística de los pueblos latinoamericanos, es
movido por el aprismo como fuerza de superación y de liberación espiritual. Un
líder obrero del aprismo ha dicho: “Sólo es aprista aquel que renueva su vida”.
Y en el himno oficial del Partido se alude a él con las palabras “la nueva
religión”[2]
“Seamos
diferentes de todos aquellos que toman la política como una aventura, como un
negociado. Y por eso no nos importe que nos llamen secta porque quienes así lo
hacen confunden nuestra mística con un sectarismo. Que nos digan lo que
quieran, lo que necesitamos es elevar la categoría moral de este Partido y ésta
es tarea que ya no puede corresponderme sólo a mí. Es tarea de ustedes. Yo ya
estoy comenzando a echarles la carga que he tenido 30 años sobre los hombros. Y
esa es, sobre todo, la tarea de los jóvenes”.[3]
“El
Perú no sólo necesita de gobernantes que no roben el dinero fiscal sino de
gobernantes que no arrebaten la libertad ciudadana. Robar el dinero de una
nación y robarle sus derechos, son crímenes que exigen sanción severísima. Los
derechos ciudadanos son el tesoro moral de una Nación; el dinero Fiscal, su tesoro
material. Los ladrones de uno u otro deben ser castigados igualmente”.[4]
“Los
pueblos no se educan únicamente en las escuelas, colegios o universidades, se
educan primordialmente en el ejemplo. La moralidad gubernativa es una de las
enseñanzas fundamentales que deben darse a un pueblo. No se educa solamente
enseñando a leer y escribir, porque el conocimiento en sí es un instrumento que
puede servir para el bien o para el mal, para la explotación o para la
liberación. Importa educar hacia la libertad en una escuela de optimismo que
demuestre que la justicia social es la única meta de la sabiduría integral”[5]
“No
se puede enseñar en las escuelas, que un país es libre e independiente por la
voluntad de los pueblos, etcétera, cuando están viendo y oyendo los muchachos
en sus casas y en las calles, que no lo es. No se puede recomendarles el
trabajo como medio de progreso cuando ven que los que progresan son los que
consumen y no los que producen. No se puede hablar de la riqueza nacional,
cuando saben, que está en manos del extranjero. No se puede enseñar nada sin
ejemplos objetivos, sin experimentación. Una educación así, hará escuela de
pícaros y no de hombres libres”.[6]
“Un
sistema de moral, es siempre el respaldo de todo progreso. Ejemplos vivos de
esa moral, son indispensables para la educación. Los niños de la Alemania
imperial, aprendían que Bismarck, el creador del último imperio germánico,
tenía un déficit de mil marcos anuales en su presupuesto de gastos porque su
salario no le alcanzaba. La nación le obsequió por suscripción popular una
hacienda. Los niños de Alemania de hoy, aprenden que Ebert, el primer
presidente de la república vivió y murió pobre. Los niños de Chile aprenden que
Santa María, el presidente de la victoria sobre el Perú, salió del poder sin
una casa siquiera a dónde vivir, y el país tuvo que obsequiársela. Sarmiento,
maestro de escuela murió pobre como había vivido. Lloyd George, vive de sus
artículos y libros. Vasconcelos, que manejó un presupuesto de cuarenta millones
de pesos anuales por cuatro años, vivió en Europa de sus artículos para El Universal Gráfico de México, y yo le
he visto viajando en tercera clase en Francia y llevando en pleno invierno un
abrigo cuyos forros estaban rasgados. Nadie que conozca Rusia dirá que sus
líderes roban. Krassin, embajador ruso en Londres y hombre que fue rico, dejó
una herencia de cinco libras a su mujer”.[7]
“Educar
al soberano, decía Sarmiento, refiriéndose al pueblo. Yo soy y he sido un
ardoroso defensor de la necesidad de educar al pueblo, pero creo que para
educar es preciso tener autoridad y dar ejemplo. Cuando la juventud presencia
el espectáculo de un país desorganizado, desmoralizado y vendido, la juventud
no puede aprender sino una lección de desesperanza”.[8]
“Reconstruir
y reorganizar el país, ¿sobre qué bases? Primero reorganización total de
nuestra economía. Nacionalismo económico; liberación del yugo imperialista;
contralor nacional de la producción y de la distribución de la riqueza;
supresión del tributarismo al extranjero; defensa de la producción, defendiendo
al productor; redención del indio, pero redención económica. Segundo: educación
integral; moralización estricta de la administración; elevación del nivel
espiritual del pueblo. Tercero: sanción, que el que robó, devuelva lo robado;
que el que es delincuente responda ante la justicia. Londres, 1927”.[9]
“Lo
que sí el aprismo exige de sus miembros es honestidad, sinceridad y firme
propósito de sacrificio. Nosotros no somos una fuerza política para repartir
puestos públicos. Nosotros no somos una fuerza política que haga falsas
promesas; nosotros estamos lejos de la demagogia; nosotros queremos exigirle al
pueblo sus deberes de esta hora; queremos decirle que hay que rescatar lo
perdido moral y materialmente para la Nación; y que son las fuerzas que hasta
hoy han permanecido alejadas de la vida política de la República, lo que hay de
más puro, de más fuerte, de mayoritario en la vida nacional, las que deben
incorporarse a cumplir esta tarea; pero nosotros somos y seremos fuerzas de izquierda;
la derecha ha fracasado”.[10]
“Gobernar
es conducir, es educar, es ejemplarizar, es redimir. Y eso no lo harán jamás
quienes van al poder sin título moral, quienes carecen de la honradez de una
inspiración superior, quienes capturan el Estado como botín de revancha.”.[11]
“El
único camino para dignificar las luchas políticas consiste en que el bando más
consciente de su misión histórica dé ejemplo de serenidad y de fortaleza
moral”.[12]
“De
otro lado, en un país como el Perú en que los servicios del Estado resultan el
objetivo profesional de grandes sectores de nuestra clase media, la
organización de la carrera administrativa, basada en el mérito de eficiencia,
sería un factor efectivo de moralización. El servidor del Estado adquiriría la
plena conciencia de que sólo su capacidad y su severo sentido del deber serán
garantías plenas de posesión del empleo y de progreso en su carrera; el
pretendiente a un empleo del Estado sabría también cuál es el único camino para
conseguirlo. Abolido el puesto de favor, personal o político, el Estado ganaría
un máximum de servicio que tendría derecho a exigir, y cumpliría una eminente
misión educadora, proscribiendo la humillación, el servilismo y la venalidad
que son consecuencia de nuestro viciado método actual de distribución de
empleos”.[13]
“Porque
es necesario repetirlo: tan importante como la obra de reorganización material
del país, consideramos la de su moralización. Una y otra están relacionadas.
Los mejores programas económicos y políticos fracasarían sin una enérgica
tentativa para la educación moral del Perú. Ambos son para nosotros
primordiales. Por eso, al mismo tiempo que hemos formulado un programa completo
de reorganización económica y política, ofrecemos en las filas de nuestro
Partido la escuela de austeridad y de sacrificio que lo harán posible. Así
marchamos hacia la “Peruanización del Perú”.[14]
“Nuestro
Partido reclama, pues, en nombre del pueblo, que no olvide el gobierno que la
conciencia nacional exige la renovación de las instituciones del Estado, viciadas
por la corrupción y manchadas por el crimen. Es necesario acometer
resueltamente la obra de devolver a la nación sus derechos integrales”.[15]
“En
este país de vicios, corrupción y peculados; en este país de crímenes y de
vergüenza ha aparecido una fuerza empujada por el pueblo, que es todo pureza,
todo espíritu de justicia, todo sentido de realidad. Los miopes no supieron
comprenderla. Esto ha pasado siempre en la Historia. Cuando nace una fuerza
formidable que parece romper los ritmos y las leyes de su vida, aquellos que
son abogados de la mezquindad quieren enfrentársele con palabras. Y eso es como
intentar detener la ola del mar con un golpe de mano”.
“¿Y
por qué no pueden comprendernos? Porque no saben sentirnos. Los mezquinos nos
juzgan en mezquino; los criminales nos juzgan en criminal; los cobardes, nos
juzgan en cobarde. La realidad prueba, por nuestra fuerza heroica, que aquellos
que nos miraban o creían mirarnos sólo se miraban a sí mismos. Todos nuestros
críticos al juzgarnos -puesto que se atreven a juzgar lo que no saben, lo que
no pueden comprender- sólo se miran a sí mismos; y aun los llamados de extrema
izquierda, al acusarnos como fascistas, sólo están resacando el subconsciente
de fascista que tienen dentro”.
“El
pueblo sabe que hay mucho que hacer en este país; el pueblo intuye que es
necesaria una obra que renueve y desinfecte. Por eso el pueblo sigue al
aprismo, porque vio en él, desde el primer instante, el afán de lavar algo y es
que el aprismo comenzó por lavarse a sí mismo, lavarse con la sangre de su
sangre”.[16]
“Por
eso, compañeros, la obra de nuestro Partido es también una gran obra moral; y
por eso necesitamos estar juntos para mirarnos siempre cara a cara, para
examinarnos la conciencia, para saber si somos leales soldados, leales
apóstoles, leales intérpretes de nuestra obra. Por eso, para este culto de
nuestra superación necesitamos tener locales”.[17]
“Y
sus conductores y líderes (del Aprismo) son o han de ser los que por su
moralidad, por su ejemplaridad, por su absoluta y desinteresada entrega a la
causa mayoritaria, merezcan la confianza plena de las masas”.[18]
“Somos
el Gran Partido del Perú, pero porque somos el Gran Partido del Perú tendemos
una y mil veces las manos a todos los peruanos que quieran acompañarnos en esta
cruzada de renovación democrática, de rectificación política, de rescate de los
valores morales, de exaltación de las normas jurídicas de libertad nacional”.[19]
“Lo
prometemos ante la Nación una vez más: quien delinca será dos veces culpable y
dos veces castigado, porque recibirá la maldición del pueblo aprista y la
maldición de la Patria. (Aplausos). Puedo decir ante la esta magnífica
asamblea, puedo decirles a todos los peruanos: cuando un aprista delinca
¡acúsenlo!, no tengan miedo, que se encontrará en el Partido los mejores
fiscales para condenar al culpable. (Aplausos prolongados). Por tal razón, está
de más el dicterio, el ultraje. Porque nosotros no nos perdonamos a nosotros
mismos. Pero exigimos del otro lado no profanar la verdad. Es necesario que
cuando alguien pueda levantar el dedo para acusar a un aprista, que sea en
verdad una acusación justificada. Nosotros garantizamos que un movimiento como
el nuestro no puede tolerar pillos en su seno. (Aplausos)”.[20]
“Quiero
decir también al funcionario que no es aprista y que es honrado, que nada tiene
que temer del Partido, porque siendo honrado no nos importa que no sea aprista:
basta que cumpla con su labor con eficiencia y con probidad. (Aplausos)[21]
“Lo
que queremos es la dignificación de la política, lo que queremos es el
mantenimiento de un sistema de intercambio de ideas en el cual la moral sea
norma y la hombría una ley”.[22]
“Pero
el deber del hombre de guerra, del revolucionario, del aprista, es mantener en
alto su moral de luchador, hoy, mañana y toda la vida. Toda flaqueza, todo
rendimiento, todo abandono a la desesperación o a la cobardía afecta o rompe la
moral del hombre de lucha y da, indefectiblemente, una victoria fácil al
enemigo”.[23]
“Juré
dedicar mi vida al servicio de mi pueblo, y lo estoy cumpliendo. Juré ser leal,
ser puro, ser siempre un desinteresado defensor de lo que yo creo que son los
ideales salvadores del Perú, y he cumplido. Ningún halago, ninguna promesa,
ninguna amenaza me han doblegado. Mi lucha es y ha sido dura porque soy pobre y
he mantenido limpia la dignidad de mi pobreza. Mi única aspiración,
desinteresada y legítima, ha sido y es demostrar al Pueblo y a la Juventud
peruanos que SÍ es posible salvar a nuestra Patria por un camino de auténtica
renovación moral, en el más elevado y constructivo sentido del concepto”.[24]
“Eso
es lo que yo podría llamara el caudal de nuestra ética, el tesoro de nuestra
moral. Eso es lo que puede responderse al mercantilista y al fenicio que le
pregunta al afiliado ¿qué te ha dado el APRA? La respuesta es que nos ha dado
dignidad, personalidad cívica. (Grandes aplausos). Nos ha dado conciencia moral
de nuestra soberanía. (Grandes aplausos). Nos ha dado la seguridad de que somos
miembros de un Estado con derecho a gobernarse a sí mismo. (Grandes y
prolongados aplausos). Y, en consecuencia, nos ha dado el título legítimo de
rechazar cualquier forma de usurpación y de dictadura que nos despoje de esa
capacidad inalienable que tiene el pueblo peruano de ser dueño de su propio
designio. (Grandes y prolongados aplausos)”.
“Porque
éste, volvamos a decirlo, no es un Partido de contubernios, no es un Partido de
negociados, de empresa, electorero o de intereses subalternos. Este es un
Partido en el cual todo ha sido para nosotros: escuela, educación, sacrificio,
y forma superada de ascender a las más altas categorías de los valores de un
pueblo y de las capacidades de un ciudadano. Esto es lo que hemos conseguido
nosotros y esto es, repito una vez más, lo que no se improvisa. Esto es lo que
genera el tiempo, la lucha, el dolor, el arrojo y la fe. Esto es prueba de uno
mismo en el padecimiento y en la educación de la lealtad. Y eso es
-repitámoslo- lo que el Aprismo ha ganado con el tiempo: La selección de los
más aptos; la eliminación de los que no tenían capacidad de seguirnos, y de
marchar en la misma línea que nosotros y a la misma altitud de nuestro paso.
(Grandes y prolongados aplausos)”.
“Esta
es la filosofía del Partido. Esta es su ética, este es el título de su
legitimidad moral que no se inventa con Decretos. (Grandes aplausos). Este es
el título adquirido por la duración de la lucha, probada en su antigüedad. Y lo
decimos con su lenguaje: ¡antigüedad es clase! (Grandes y prolongados
aplausos)”.[25]
“La
juventud, peruana y aprista, sabe que en el Perú no sólo necesitamos una
revolución económico-social, educativa, sino también moral; y que necesitamos
que la bandera de la moralidad, de que tantas veces se habló, se enarboló y que
tantas veces se prostituye, en la juventud no sea una falsificación torcida ni
una defraudación, ni un burgo engaño y una mentira. En la juventud debe ser un
principio, norma y designio. Y cada vez que digamos que hay que moralizar,
democraticemos la idea de la moralización, y digamos: La moralización debe
comenzar por los moralizadores.”.[26]
[1] Haya de la Torre, Víctor Raúl. Obras Completas. Tomo 1. Librería
Editorial Juan Mejía Baca, Segunda edición, Lima, 1984, pag.10.
[2] Haya de la Torre, Víctor Raúl.
Op.cit., págs.. 272-273.
[18]
Ibídem, Tomo 5, pág.220.