LA ÉTICA EN LA
INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA
Escribe: Eudoro Terrones Negrete
La filosofía está conformada por diversas disciplinas, entre ellas la
ética, la lógica, la estética, la axiología, la deontología, la epistemología,
la gnoseología, la metodología, la metafísica y la bioética.
El hombre en el transcurrir de su existencia va forjándose una
concepción ética de la vida y de sí mismo, en la búsqueda de la verdad, del
amor, de la unión pacífica, del bien y del ejercicio pleno de su libertad.
Vale la pena recordar que históricamente la ética ha recibido
diferentes denominaciones: Filosofía moral (Séneca), Deontología o teoría del
deber (Jeremías Bentham), Axiología o teoría de los valores (Max Scheler) y
Teoría de las costumbres (Manuel Kant).
Desde que el hombre se agrupó en sociedades tuvo necesidad de contar
con normas, disposiciones, reglas, principios o valores que le permitieran
regular su conducta en sus relaciones con los demás miembros de la comunidad.
No olvidemos que los seres humanos por naturaleza son seres imperfectos,
pero perfectibles en el transcurso de su existencia, siempre que usen
adecuadamente sus facultades cognitivas (pensamiento, razón, sentidos,
intuición, memoria, imaginación, inteligencia, voluntad, sentimiento y
emoción), virtudes intelectuales y éticas para perfeccionar sus naturalezas y
conductas y alcanzar el máximo bien (bienestar y felicidad).
El gran filósofo griego Aristóteles llegó a distinguir entre virtudes
éticas o morales y virtudes dianoéticas o intelectuales. Las virtudes éticas o morales, decía, se
generan por hábitos (repetición de actos) y costumbres y consiste en el dominio
de la parte racional del hombre, regula las relaciones entre los hombres y son
perfectibles. Son virtudes éticas la fortaleza, la templanza y la justicia. Aristóteles
decía que sólo practicando la justicia podemos llegar a ser justos, y sólo
podemos ser justos cuando ejercitamos y aplicamos la justicia y lo convertimos
en un hábito o costumbre de nuestra conducta diaria. Por eso se dice que en la
vida de los pueblos lo acostumbrado es considerado como lo bueno, lo permitido,
lo correcto. En cambio lo no acostumbrado es lo malo, lo no permitido, lo
prohibido, lo incorrecto. Resulta así que la costumbre es la práctica repetida
de una conducta; la costumbre es un acto creador del derecho toda vez que “por
la costumbre, lo que es se convierte en lo que debe ser”.
En cambio, la virtud intelectual
o dianoética proviene de la instrucción, enseñanza o educación. Son propias
del intelecto (NOUS) o del pensamiento (NÓESIS) y se caracteriza por ser
aprendidas. Entre las virtudes intelectuales o dianoéticas se consideran la
inteligencia (sabiduría) y la prudencia.
Sócrates es el
fundador de la Ética. Cicerón dijo alguna vez que Sócrates trasladó la
filosofía del cielo a la tierra, dedicándose a analizar y explicar los
problemas del hombre relativos a su conducta moral. Con la terminología de José
Ingenieros podríamos calificar a la moral de Sócrates de moral meliorista, en tanto y en cuanto fomenta la creencia activa
en la perfectibilidad del ser humano.
Sócrates distinguió
cuatro virtudes fundamentales en el ser humano: la sabiduría, la templanza, el
valor o la fuerza y la justicia, unidas todas ellas en una perfecta armonía.
La ética es una
ciencia que forma parte de la filosofía. Estudia el comportamiento moral del
hombre en sociedad según determinados principios y valores normativos que establecen lo que está bien y
lo que está mal; es una ciencia que estudia, analiza, describe y explica los
hábitos, las costumbres, el carácter, la conducta moral, la conciencia moral,
los valores y problemas morales, la manera de ser del hombre en sus relaciones
con sus semejantes, en procura de un fin honesto y del bien común.
La ética de la investigación es una ciencia normativa y práctica que se
ocupa del Deber ser y Deber hacer del investigador. Está
conformada por un conjunto de reglas, proposiciones, principios, valores y
leyes que permiten normar, regular y orientar la conducta del investigador por
el camino correcto, apropiado, lícito, digno y justo, con el fin de alcanzar el
bienestar individual y colectivo.
La ética de la investigación se aplica durante todo el proceso y
desarrollo de la investigación científica: elección del problema científico,
diseño del proyecto, revisión de la
literatura, recolección y selección de
datos, procesamiento e interpretación de datos, redacción y corrección,
evaluación de su utilidad, publicación y aplicación de los resultados.
La ética de la investigación tiene por objeto la moralidad del acto, la experiencia
moral, y la conducta moral del
investigador, en sus relaciones con los demás miembros de la comunidad
científica y de la sociedad. Su finalidad es orientar al investigador en busca
de su perfección individual y del bien común; es forjar una conducta recta, correcta, honesta,
tolerante, sensible, solidaria, cooperante, responsable, digna y justa para un
buen vivir.
Los aspectos éticos o las buenas
prácticas del investigador científico
tienen relación con todos los campos y áreas de su quehacer profesional y actividad
científica. El comportamiento ético del investigador es un requisito para la
credibilidad de la ciencia y del propio investigador, para avanzar en la
excelencia de las investigaciones, mejorar la calidad, así como también mantener
óptimamente las relaciones con las instituciones, la sociedad y el Estado.
La ciencia
moderna, aplicada a la investigación, da como resultado mayores logros a la
humanidad. Teniendo en cuenta que se vive en un mundo basado en la
investigación y gobernado por ideologías fundamentadas en la ciencia y en el
uso de instrumentos creados por la ciencia y la tecnología, es necesario ser
conscientes de que dichas ideologías e instrumentos pueden ser utilizados de
forma objetiva o subjetiva, o correcta e incorrectamente, es decir, de un modo
ético o no. Por este motivo, es importante hablar de una ética de la
investigación, es decir, de una investigación con conciencia. Una investigación
cuyos resultados sean correctamente utilizados, puntualiza Manuel Galán Amador.[1]
Estamos
viviendo en la era de la información y la comunicación, con cantidades de
información que fluyen a la velocidad de
la luz, que no pueden ser decodificadas a plenitud y que influyen positiva o
negativamente en la vida humana o en la conducta de las personas e
instituciones, por lo que el investigador necesita adoptar actitud cada vez más
crítica y analítica, para así lograr ser un buen investigador que satisfaga las
expectativas de las personas y sociedades del planeta.
No debe olvidarse que
las personas, la actividad científica y el investigador llegan a corromperse
cuando se ponen al servicio de los privilegios e intereses creados, de la
delincuencia y el terrorismo, de los dogmas y las ideologías extremistas, del
poder económico y político, de la degradación del medio ambiente, de la guerra
y el armamentismo, del narcotráfico, y de las mafias, así como también de las
teorías conspirativas e intenciones perversas..
El investigador asume un
comportamiento ético que se caracteriza por ser racional, libre, consciente,
voluntario y responsable de cuanto piensa, dice y hace; responsable de sus
causas y consecuencias. El investigador posee altos estándares éticos en su
comportamiento, en la actividad científica y al momento de tomar decisiones éticas y resolver los dilemas éticos.
La ética de la
investigación trata de minimizar las desventajas, los problemas o las
consecuencias negativas de los resultados de una investigación y trata de
maximizar las ventajas, los beneficios o los aportes positivos a favor de las
personas, instituciones, sociedades y la comunidad científica mundial.
Para que una conducta
sea ética en términos de investigación, el investigador deberá responder,
actuar e investigar correctamente, utilizando medios éticos y medios lícitos,
liberado de presiones, prejuicios y dogmas, liberado de intereses de conflicto
y de intereses monetarios.
La ética en la
investigación científica tiene que ver con la responsabilidad moral de los
investigadores acerca del uso que le dan a sus investigaciones, y a la forma de
desarrollar el proceso de la investigación, redactar el texto de los proyectos
y de las conclusiones.
“Las
últimas dos décadas – indican Martín Aluja y Andrea Birke- se han caracterizado
por un aumento en el reporte de violaciones a la integridad científica
(National Academy of Sciences, 1992; Steneck, 2000). La opinión generalizada
(e.g., Macrina, 2000; y Shamoo y Resnik, 2003) es que este incremento se debe a
factores tales como: a) aumento de científicos y académicos en proporción al
decremento de posiciones laborales en la industria, gobierno y academia; b)
recursos financieros limitados (competencia por proyectos, espacio físico,
equipo, técnicos, competencia por obtener reconocimiento o créditos, etc.); c)
presión por publicar que genera el síndrome conocido en los Estados Unidos como
“Publish or Perish” (Kleschick et al.,
2000; Bostanci, 2002; Shamoo y Resnik, 2003); d) evaluación del científico en
términos de la habilidad de éste por generar recursos y e) necesidad de cumplir
con cada vez más engorrosos requerimientos administrativos (Stanley-Samuelson y
Higley, 1997)...”
[1] Galán Amador, Manuel, en
su artículo Ética en la investigación.
http://www.rieoei.org/jano/3755GalnnJano.pdf