FILOSOFÍA
DE LA EDUCACIÓN
UNIVERSITARIA EN EL PERÚ
Escribe: Eudoro Terrones Negrete
UNIVERSITARIA EN EL PERÚ
Escribe: Eudoro Terrones Negrete
La
Filosofía de la Educación es una disciplina de la Filosofía que descubre,
estudia, enuncia, describe y explica el eidos de la realidad educacional y los
problemas de la educación en sus diferentes sectores, niveles y modalidades,
haciendo uso de un conjunto de técnicas y métodos de investigación filosófica y
científica, en determinados espacios y tiempos históricos.
La
Filosofía de la Educación se ocupa sobre el qué,
el cómo, el por qué y el para qué de
la educación, sobre lo que es y lo
que debe ser la educación como un
todo y en sus facetas, categorías,
procesos, fundamentos, causas y consecuencias, valores, objetos, principios,
fines, metas, estructura, problemas, esencia y relaciones supraindividuales que
la rigen.
“La
Filosofía de la Educación –explica Luis Felipe Alarco- estudia los supuestos
mismos de la educación, su estructura, sus categorías, sus valores, su
orientación télica; mas no los hechos de la educación, que son diferentes en
cada uno de los casos, en cada una de las situaciones. A ella le interesa de
manera fundamental la esencia misma de la educación, lo que la educación es por
encima de la diversidad de los hechos” (1965:11-12).
Las
tareas de la Filosofía de la Educación según Fullat son: a. Analizar el
lenguaje educativo, b. Indicar el sentido general del proceso educativo, c.
Mostrar la estructura educanda del hombre, d. Explicar, a través de la
Teleología las diversas pedagogías.[1]
La
Filosofía de la Educación Universitaria trata de describir y de explicar
racionalmente la teoría y la praxis de la educación universitaria, sus fines
inmanentes y trascendentes, sus fundamentos filosóficos, epistemológicos,
metodológicos y axiológicos, su visión y misión, el sentido y la significación
de su lenguaje, y la lógica de su proceso relacional de educando, educador,
familia, universidad y sociedad, etc, de tal manera que la universidad pueda
formar ciudadanos, personalidades, profesionales, expertos, técnicos e
investigadores bien educados, bien integrados y bien realizados al servicio de
su sociedad.
La
Filosofía de la Educación Universitaria para el cumplimiento de sus objetivos,
fines y metas se vale de diversas disciplinas filosóficas: Axiología de la
Educación, Estética de la Educación, Antropología filosófica, Antropología
pedagógica, Psicología social, Psicología pedagógica, Ontología de la Educación,
Gnoseología, Epistemología de la Educación, Metodología de la Educación y
Tecnología Educativa. Pero también recurre al aporte de las posiciones
filosóficas: positivismo, psicologismo,
sociologismo, historicismo, estructuralismo, existencialismo, pragmatismo, fenomenologismo, y doctrina social cristiana,
entre otros.
El vertiginoso avance de la ciencia
y la tecnología requiere de la permanente calificación de la fuerza de trabajo,
para lograr un desarrollo económico sostenido. La flexibilidad, la creatividad
y la capacidad de aprender son los conceptos básicos del desarrollo
contemporáneo, no sólo para disminuir la distancia entre países
industrializados y sociedades en desarrollo, sino para ser menos vulnerables a
las dinámicas externas y controlar el propio proceso de desarrollo.
Al cerrar el siglo XX nos
encontramos con universidades en el Perú que, a decir de algunos investigadores
y teóricos de la educación, “viven a espaldas de la sociedad peruana”, “poco o
nada contribuyen al desarrollo nacional”, “no marchan según los intereses del
país”, “no se acercan a las empresas” y “siguen siendo una isla”.
El 15 de junio de 1918 se difunde
el histórico Manifiesto de la Reforma Universitaria, iniciado por los
estudiantes argentinos de la Universidad de Córdova y dirigido “A los hombres
libres de Sudamérica”. La protesta estudiantil fue “contra el estado de atraso
espiritual, docente y científico” y contra “el gobierno oligárquico” de las
universidades.
Gabriel del Mazo, entonces
presidente de la Federación Universitaria Argentina, en su obra La
Reforma Universitaria (3 tomos), señala que son diez las bases de
organización de este gran movimiento estudiantil universitario: 1)
Coparticipación estudiantil en la vida y el gobierno de la Universidad; 2)
vinculación de los graduados; 3) asistencia libre; 4) docencia libre; 5)
periodicidad de la cátedra; 6) publicidad de los actos universitario y docentes;
7) extensión universitaria; 8) ayuda social estudiantil; 9) sistema diferencial
organizativo de las universidades; 10) Universidad social.
Este pronunciamiento de Córdova se
extiende rápidamente hacia los países de Uruguay, Chile, Perú, Colombia,
Venezuela, Centroamérica y Cuba. Sus protagonistas y conductores serían más
tarde esclarecidos líderes políticos del Continente, entre los que figuran
Víctor Raúl Haya de la Torre, Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Germán Arciniegas,
Anselmo Jover Peralta, Juan José Arévalo y Santiago Labarca.
A Víctor Raúl Haya de la Torre le
correspondió jugar un rol preponderante y decisivo en el movimiento de la Reforma
Universitaria en el Perú. “Su aporte es fundamental, -refiere Percy Murillo, en su Historia del APRA, 1919-1945- ya que la verdadera misión social de
la universidad se plasma con la creación de las Universidades Populares que
fueron establecidas en varios países de América. Desde el ángulo ideológico él
sostiene que el aprismo encontró en la Reforma fuente de inspiración y señala
tres postulados normativos que son antecedentes doctrinarios del aprismo:
americanismo y consecuente unidad continental; liberación de nuestros pueblos
de su inveterado coloniaje cultural; transformación de nuestras universidades
en focos de una nueva ciencia y una innovada tecnología genuinamente
indoamericana y cumplimiento de la verdadera misión social universitaria por su
democratización interna y por su expansión hacia el pueblo para ayudar a
redimirlo de la ignorancia”.
En
1919, tras el golpe de estado realizado por Augusto B. Leguía al
presidente de la República José Pardo, los estudiantes logran que se incluya la
participación de los estudiantes en los consejos de los órganos de gobierno de
las universidades, el derecho de tacha a los profesores y la supresión en la
obligación de asistencia a clases, entre otras demandas.
En 1960 con la aprobación de la Ley
N” 13417, Ley Universitaria, se devuelve los derechos estudiantiles
arrebatados: la participación en los órganos de gobierno, el derecho de tacha a
los docentes, la asistencia libre a clases, la cátedra paralela, la ayuda
asistencial a los estudiantes, etc.
A partir de la década del sesenta
empieza la masificación de la universidad peruana con la creación de la
Universidad Comunal del Centro (Huancayo), con sus filiales en Lima, Huacho,
Cerro de Pasco y Huánuco, las mismas que al independizarse se convierten en
Universidad Nacional Federico Villarreal (Lima), Universidad Nacional José
Faustino Sánchez Carrión (Huacho), Universidad Daniel Alcides Carrión (Cerro de
Pasco y Universidad Nacional Hermilio Valdizán (Huánuco).
En 1970 se aprueba la Ley
Universitaria N° 17437, ley que logra modificar la estructura curricular y
profesional de las carreras, adoptándose el sistema semestral, los creditajes
académicos y la departamentalización de las áreas del conocimiento; se cierran
las facultades humanistas de Letras, Artes, Filosofía, etc., y son reemplazadas
por las denominadas carreras técnicas: Ingeniería, Ciencias administrativas,
Ciencias contables, Ciencias de la comunicación, Ciencias de la Informática y
Estadística, Enfermería, Odontología y otras.
En 1983 se aprueba la Ley
Universitaria N° 23733, asignándose a la universidad la función de
investigación y se amplía como grado académico las de Maestría, aparte del
Doctorado que se venía desarrollando.
Si bien es cierto que el Perú tiene
una mayor población juvenil en función al total de estudiantes, “Sin embargo,
cada año se siente más preocupación por su rol y destino futuro. Sólo uno de
cada cinco logra el ingreso para seguir estudios superiores. Los que quedan se
entretienen “preparándose” en las academias o centros pre-universitarios o
trabajan precariamente o se suman al segmento de los desocupados” se indica en
el documento de trabajo Modernización de la educación secundaria (1997) del
Ministerio de Educación de Perú.
Cada año ingresan a las
universidades no más del 25 % de postulantes, quedando fuera del sistema
educativo el 75 %, situación que origina un serio problema juvenil por cuanto
se posterga sus justas aspiraciones de profesionalización y se les obliga a
engrosar la población sin educación superior universitaria.
En declaraciones al diario La República, el 20 de mayo de 2018, el
ministro de Educación de Perú, Daniel Alfaro Paredes expresó: “La
transitabilidad entre la educación básica y la superior no está todavía
construida a manera de política. Ahorita el 60 % de jóvenes de 16 a 20 años no
sigue ningún estudio postsecundario, y de ese 60 %, el 23 % es “ni-ni” (ni
estudia ni trabaja)”.
La educación universitaria
podríamos afirmar que aún es teorizante, acrítica, inmediatista,
individualista, con pocas carreras profesionales de duración intermedia, poco
participativa y poco dialógica interdisciplinaria , inadecuación de las
titulación al mercado laboral nacional e internacional y de escasa correlación
entre el campo ocupacional y el perfil profesional.
Los estudiantes que ingresan a las
universidades no dejan de ser dogmáticos, acríticos, memoristas, poco
creativos, de poca capacidad comunicativa, carecen de hábitos por la lectura y
son de escasa formación en valores éticos.
No existe una coordinación
permanente, fluida y efectiva entre las diversas escuelas de posgrado de
maestría y doctorado de las universidades públicas y privadas. Un alto
porcentaje de estudiantes de posgrado no llegan a graduarse por diversos
motivos: escasez de recursos económicos, falta de dominio de la metodología
para la elaboración de sus tesis, falta de conocimiento básico de un idioma
extranjero, carencia de disponibilidad de tiempo, deserción, entre otros. Un
alto porcentaje del total de catedráticos de las universidades carecen de formación
pedagógica.
Muchas carreras profesionales y
especialidades que ofertan las universidades no guardan relación con las
necesidades de crecimiento y desarrollo del Perú, toda vez que se crean en
función al costo de inversión de las mismas y la demanda de los postulantes.
El gasto promedio por estudiante en
las universidades públicas aún sigue siendo bajo con relación a la de otros
países. Por ejemplo, en 1992 era de 535 dólares, que comparativamente con otros
países resulta siendo una suma irrisoria:
Países
|
Gasto promedio por estudiante
universitario en dólares
|
Años
|
Perú
|
535
|
1992
|
España
|
906
|
1985
|
Chile
|
1,700
|
1989
|
Israel
|
4,760
|
1988
|
Japón
|
5,986
|
1985
|
Estados Unidos
|
8,724
|
1984
|
Por tanto, desde el ámbito de la
filosofía de la educación universitaria en el Perú debe formularse y
dispensarse una educación integral y empresarial para la creatividad y el
cambio social. Una cultura filosófica orientada hacia la innovación y la
creatividad establece un nuevo mandato a la educación: transmisión y sentido
del futuro, asimilación y adaptación efectiva al cambio social, político,
económico, educativo, cultural y moral de la sociedad peruana.
Una filosofía de la educación
universitaria en el Perú no deja de ser integradora al proceso productivo a efecto
de reducir los obstáculos que traban el progreso, de fomentar la curiosidad por
todo lo útil para la transformación de las estructuras de un país e infundir el
sentido de la diversidad de soluciones, entrenar la inteligencia para la
estimulación de la imaginación y educar el espíritu crítico.
Se requiere de un sistema educativo
que funcione y de una filosofía de la educación universitaria que sea capaz de
formar ciudadanos, productores y consumidores con igualdad de oportunidades y
que respondan con eficacia a los desafíos del futuro.
En un país como el Perú donde las
expectativas de ingreso a la educación superior son mayores que las vacantes
ofrecidas por estos centros de estudios, es lógico y necesario un proceso de
selección de los más aptos, pero tal como están concebidos los actuales
exámenes de admisión, la mayoría de las universidades peruanas privilegian la
medición de los conocimientos que tiene el postulante.
En realidad, los procesos de
admisión deberían tratar de predecir quiénes son los postulantes que tendrán un
mejor desempeño como universitarios y posteriormente como profesionales, lo que
evitaría muchos fracasos.
Sin embargo, es imposible
determinar estas cualidades en base a un solo examen, por lo que se requiere
necesariamente de una revisión de los establecidos por las
universidades peruanas.
En la mayor parte de países se
emplean varios sistemas de selección a la vez, como una prueba de aptitud
académica y otra de conocimientos básicos, así como entrevistas personales y diversos
factores que cada institución estima importantes según su propia perspectiva.
Un criterio que se usa con
frecuencia y que las universidades peruanas empiezan a considerar pertinente es
el desempeño del postulante durante sus cinco años de educación secundaria,
pero no como nota numérica dado que hay diferentes formas de calificar sino en
base al lugar que ocupó en el cuadro de méritos.
El problema es que todavía se mira
a la universidad como la única opción, cuando hay muchas carreras técnicas.
Hay chicos que salen con su cartón y el país no tiene capacidad de absorber esa
mano de obra calificada. Por ello, se requiere además de una filosofía
universitaria peruana, de un proyecto educativo un plan de desarrollo nacional,
que determine las necesidades productivas del país y los profesionales que
necesita.
La nueva educación universitaria en
el Perú será aquella capaz de realizar lo siguiente:
Constituir una comunidad de
aprendizaje permanente y de por vida.
Contar con catedráticos A1 en
idoneidad profesional y producción intelectual.
Desarrollar permanentemente la
capacidad de innovación en todo sentido u orden de cosas.
Ejercer el liderazgo educativo
ejemplar.
Fomentar la motivación y
capacitación intensiva de su personal jerárquico, administrativo, de servicios
y personal docente.
Guiar el quehacer cotidiano de los
miembros de la comunidad universitaria a través de valores morales.
Impulsar y desarrollar proyectos y
programas educativos que sean productivos y rentables.
Lograr la máxima calidad educativa.
Lograr satisfacer las necesidades y
expectativas de los usuarios.
Desarrollar una organización
funcional, ágil, expeditiva, flexible y descentralizada.
Pensar y actuar en grande,
creativamente, con la seguridad de alcanzar sus objetivos, fines y metas.
Planificar con realismo y
rigurosidad científica el futuro que les espera.
Practicar la crítica rigurosa, la
autocrítica y la mutuo-crítica en el pensamiento y en la acción educativa.
Prestar un servicio académico y
administrativo con la mayor eficacia, efectividad y eficiencia.
Realizar trabajos de investigación
científica y tecnológica para el desarrollo institucional y nacional.
Adaptarse de manera fácil y rápida
a los cambios que originan los avances en la ciencia y la tecnología.
Solucionar rápidamente los
problemas administrativos, académicos, presupuestarios y de otra índole.
Ser altamente competitiva en
calidad y en precio de sus bienes y servicios educativos.
Cambiar radicalmente la fisonomía
de la Universidad peruana, implica todo un arduo trabajo que compromete a toda
la comunidad universitaria, tanto pública como privada; significa abordar la
problemática dentro de una política de Estado y no más políticas de gobierno;
implica desarrollar un nuevo enfoque filosófico y una nueva praxis de la acción
pedagógica profesional, emparejado con los grandes avances de la ciencia y de
la tecnología de la sociedad del conocimiento y las urgencias y requerimientos
de crecimiento, desarrollo y progreso del país.
Y esto sólo será posible en la
medida que todas las universidades compartan una mesa de análisis crítico y
deliberaciones conjuntas, para elaborar un Proyecto de Desarrollo Universitario
Nacional (PRODEUN) serio, realista, responsable y futurista, más allá de
intereses individuales lucrativos.
Somos conscientes que sólo una
educación de calidad máxima puede ser el instrumento fundamental para impulsar
las tantas veces voceada pero postergada reforma estructural en el Perú, en los
sectores social, económico, político, judicial, educativo y cultural.
El desarrollo del Perú no puede
medirse solamente por los bienes y recursos naturales que dispone – que son
muchos y variados- sino, principalmente, por la calidad de los recursos humanos
que los producen y los usan.