EL HOMBRE ES UN SER EDUCABLE Y
EDUCADO
Escribe:
Dr. Eudoro Terrones
Negrete
El hombre es un ser educable y educado. El hombre se autoeduca y al hombre
se le educa. Y en cuanto es un ser educable es “un-ser-que-se-hace-hombre” en
el transcurso de su existencia y en contacto con los demás hombres. El hombre
es capaz de rectificar sus errores, dogmas y prejuicios y también de recibir la
orientación de sus semejantes para transitar por las anchas avenidas del bien,
de lo correcto, de lo justo y de lo digno. El hombre es educado pero también
educa a las demás personas de su entorno social, laboral y profesional. El
hombre cobra conciencia de haber pecado y confiesa sus culpas, se arrepiente y
enmienda rumbos equivocados.
“El hombre que se educa es el que se compulsa a sí mismo cada día, que cada
día siente su coherencia interior y lucha por tenerla. Hombre es, por lo tanto
un ser no tanto que vive cuanto que hace su vida, o sea que se educa, que se
conoce, y en acto de conocerse, es hombre” puntualiza Luis Jorge Zanotti.[1]
“Entonces vemos cómo el proceso de hacerse hombre es el proceso de
educarse. Este proceso lo encontramos también muy bien explicitado en uno de
los grandes autores españoles de nuestro tiempo: Miguel de Unamuno. En su
prólogo de Tres novelas ejemplares y un
prólogo nos recuerda: “Además del que uno es para Dios y del que es para
los otros y del que se cree ser, hay el que quisiera ser”.
Aquí Unamuno nos habla de la existencia no de dos yo, sino de cuatro yo: el
yo que somos para Dios, el yo que somos para los otros, el yo que creemos ser
y, por último, el yo que queremos ser. Y añade: “Y éste, el que uno quiere ser,
es el real de verdad y por el que hayamos querido ser nos salvaremos o nos
perderemos”.
Y esa tarea de nacer de nuevo, de renacer cada día, de hacernos hombres, es
la labor de educarse cada día y de por vida El hombre, cristianamente, está
llamado a la salvación, pero es él quien debe asumir el compromiso de salvarse
de las tentaciones, de las pasiones, de los instintos malsanos, de los
intereses creados y egoísmos, del fanatismo, de la intolerancia, del espíritu
de maldad y de injusticia, para ser merecedor de la gracia y de las bendiciones
del Señor. Sólo así podrá acceder y disfrutar exitosamente de todas las formas
de la técnica y a todas las formas culturales de la sociedad del conocimiento
en la cual está y vive.
El hombre es hombre en tanto se autoeduca y educa a su prójimo en sociedad y en el transcurso de su existencia.
[1] Zanotti, Luis Jorge. La misión de la pedagogía.
Editorial Columbia Nuevos Esquemas, Buenos Aires, 1967, p.60.