HOMO ETHICUS:
EL HOMBRE ES EL ÚNICO ANIMAL MORAL
Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete
Desde que el ser humano se agrupó en sociedades, tuvo necesidad de contar con normas, disposiciones o reglas que le permitan regular su conducta frente a los demás miembros de la comunidad.
El hombre es el único animal moral, toda vez que no hay vida moral si no hay vida racional, y el hombre es un ser racional. El hombre tiene conducta moral, rige su comportamiento por determinadas normas, reglas, principios, leyes y valores éticos. El hombre se comporta dentro de la sociedad en que vive y trabaja cumpliendo una serie de normas, principios y valores éticos, con el fin de alcanzar niveles de perfección para una vida feliz, digna, libre y justa. El hombre es un ser racional que en forma libre, voluntaria, consciente y responsable elige y decide lo que más le conviene para vivir bien en una sociedad civilizada y humana.
George M. Mead puntualiza que «Somos seres morales en cuanto seres sociales». En cambio, G.G. Simpson precisa y enfatiza: «Es una de las muchas cualidades singulares del hombre ser el único animal ético. la exigencia ética y su cumplimiento son también productos de evolución, pero se han producido sólo en el hombre».
A su vez, W. Trejo expresa: «Para algunos filósofos, la idea de moral es ya la idea del hombre, el hombre es constitutivamente un ser moral; para otros, el ser moral no es a cabalidad del ser del hombre, sino una de sus formas de ser».
El homo ethicus es cultivador y promotor de normas, principios, reglas y valores éticos, como la veracidad, la objetividad, la responsabilidad, la libertad, la honestidad, la lealtad, el respeto, la independencia de criterio, la solidaridad y la justicia, entre otros.
Veamos lo que nos dice E. Faure en «Aprender a Ser (Madrid, 1973): «Es necesario que el hombre nuevo esté en condiciones de establecer un equilibrio entre sus capacidades ampliadas de comprensión y de poder, y su contrapartida potencial de orden de carácter afectivo y moral. No basta reunir el homo sapiens y el homo faber, es preciso además que se sienta en armonía con los demás y consigo mismo: homo concors. Esta condición es indispensable para que pueda superar los peligros y prejuicios añejos a la tasa exponencial de crecimiento y a los aspectos materiales del desarrollo. Para que pueda afirmar sus responsabilidades cívicas y sociales y reaccionar ante las contradicciones y las injusticias (...). Nuestro tiempo, el que ha llamado del mundo finito, no puede ser otro que el del hombre total; es decir, todo hombre y todo el hombre».
En las dos
últimas décadas del Siglo XX y en lo que va del Siglo XXI, la sociedad mundial
viene afrontando serios problemas éticos, con implicancias sociales, políticas,
económicas, educativas y culturales y que generan la denominada “cultura de la
inmoralidad”, problemas que deben ser superados a la luz de una nueva
educación. Dicha “cultura de la inmoralidad” se manifiesta a través de los siguientes
hechos: nepotismo en las instituciones, soborno, chantaje, impunidad,
licitaciones amañadas, malversación de fondos, expedición de títulos
profesionales falsos, evasión tributaria, defraudaciones financieras, quiebras
bancarias fraudulentas, narcotráfico, terrorismo, etc., que requieren ser
erradicados a través de una educación sólida en valores.