TEORÍAS
DE LA INFORMACIÓN
Escribe:
Dr. Eudoro Terrones Negrete
A continuación explicaremos las teorías de la información siguientes:
teoría de la objetividad informativa; teoría de la subjetividad informativa;
teoría liberal informativa y teoría democrático-participativa de la
información.
I.
TEORÍA
DE LA OBJETIVIDAD INFORMATIVA
La objetiva informativa consiste en presentar las noticias o
informaciones tal como ocurren en la realidad, en la variedad de sus detalles
auxiliares, en la integridad descriptiva de su espacio geográfico, en fidelidad
con los personajes que los producen o a quienes afecta, sin llegar a
distorsionarlas ni a introducir en ellas sus propias opiniones.
La objetividad es un requisito irremplazable de la verdad. De allí que
la exigencia de la verdad y de la objetividad figuran en todos los códigos de
ética periodística.
La objetividad informativa implica un tratamiento desapasionado,
imparcial, sereno y firme de la noticia, sin que intervenga la subjetividad del
periodista y las presiones de agentes externos.
Según esta teoría las noticias no deben ser de manera voluntaria, consciente o
deliberadamente tergiversadas, suprimidas, recortadas, matizadas, exageradas,
deformadas, mal interpretadas o escritas en forma que den lugar a errores de
interpretación por parte de los redactores, autores de titulares o lectores.
Las noticias deben ser presentadas con veracidad, exactitud u honestidad
intelectual.
El periodista, publicista y escritor Walter Lippmann, al destacar la importancia de la teoría de la
objetividad informativa, manifiesta que
ésta “estimula una honrada búsqueda de la verdad de los hechos, impone
restricciones a dueños y directores y autoriza la resistencia, o mejor, invita
a resistir la nefasta contaminación de las noticias por prejuicios o intereses
particulares”.
La objetividad absoluta es una meta que el periodista debe tratar de
alcanzar, aunque ella resulte difícil de lograr. Una mayor aproximación de la
objetividad informativa implica responsabilidad en sus cuatro dimensiones:
responsabilidad social, responsabilidad política, responsabilidad jurídica y
responsabilidad moral.
De la revisión de la literatura existente se ha comprobado que hay
autores que consideran la objetividad informativa como un mito, por cuanto
argumentan que es imposible lograr la representación exacta y completa de la
realidad de un hecho noticioso. Razón tenga, por ello, David Berlo, cuando
manifiesta que debe entenderse la objetividad informativa de manera relativa:
“Lo que se pretende buscar es que la información cumpla las condiciones
fundamentales de ser verdadera, exacta, íntegra e imparcial”.
Según esta teoría falsear el
hecho noticioso significa cometer un delito contra la verdad y el derecho de
los usuarios de recibir una información veraz; significa perpetrar un abuso de
confianza y una falta de respeto al usuario; significa, finalmente, no tener la
mínima consideración al público.
José María Desantes Guanter [1]señala que “La objetividad
informativa es, por tanto, exigible en la noticia. Resulta por consecuencia,
condenable todo aquello que suponga introducción de elementos subjetivos en la
captación o en la comunicación de hechos: engaño, simulación, deformación,
manipulación, retorsión, sensacionalismo, fabulación, disimulo, secreto,
silencio, reserva, etcétera”.
En la práctica de un periodismo ético y para no pecar de falta de
objetividad, la noticia debe seguir, cuando menos, los pasos básicos
siguientes: indagación, verificación, evaluación y divulgación.
El director del departamento de noticias de The New York Times, Abe Rosenthal, explica el concepto de
objetividad y cuál debe ser la postura del periodista ante ella: “Todos somos
conscientes de que en tanto en cuanto son seres humanos los que deciden cómo,
cuándo, y dónde se ha de publicar una historia, la objetividad absoluta y
nítida es clínicamente imposible. Pero luchamos por alcanzar el mayor grado de
objetividad posible.”[2]
II.
TEORÍA
DE LA SUBJETIVIDAD INFORMATIVA
Quienes son partidarios de la tesis subjetivista, es decir, aquellos
que niegan la posibilidad de la objetividad informativa, argumentan que la
simple selección de los hechos para convertirlos en noticia es una apreciación
personal del periodista y que demuestra que nadie puede ser objetivo cien por
ciento.
El fenómeno de la información resulta doblemente subjetivo si se tiene
en cuenta que los sujetos opinantes son dos en el ámbito de la misma relación y
percepción de lo que es el mismo objeto de la información. Esa subjetividad de
la información se repite hasta el infinito, puesto que el fenómeno de la
información se renueva sin límites, es un sucederse continuo, ininterrumpido,
de las relaciones y es en esa subjetividad en la que reside todo el valor de la
información.
El experimentado periodista Walter Cronkite (1974:130) escribió en su
obra Los desafíos del cambio, lo
siguiente: “No hay un solo hombre que pueda verdaderamente decir que no guarda
en su pecho prejuicios, parcialidades o fuertes sentimientos en pro o en contra
de algunos, si no de todos los temas del día. Y, sin embargo, constituye la
marca distintiva del periodista profesional estar capacitado para dejar a un
lado sus opiniones personales al informar sobre los sucesos de cada día.”
III.
TEORÍA
LIBERAL INFORMATIVA
Para la teoría liberal de la información, un buen mensaje, válido y digno de ser tenido en cuenta, es
aquél cuyo contenido está de acuerdo con la realidad.
Esta teoría aplica el principio de laisser
faire, en el que la competencia hace que se imponga el mejor mensaje,
evitando cualquier tentativa de que el gobierno utilice los medios de
comunicación en su provecho.
Concha Fagoaga (1982:77), en su obra Periodismo interpretativo. El análisis de la noticia, explica los
alcances de esta teoría: “La doctrina liberal se dirige, esencialmente, contra
toda tentativa de cortar la verdad por medio de la autoridad. La posición
autoritaria anterior a la teoría liberal descansa sobre la idea de que sólo hay
una verdad. Si una autoridad política o religiosa detenta esta verdad, sería
absurdo para ella dejar campo al error, es decir, a la información que proceda
de ella o no haya sido controlada por ella. La doctrina liberal no niega, o no
lo hace forzosamente, que la verdad sea una. Niega, simplemente, que esta
verdad pueda ser detentada completa y totalmente por una autoridad cualquiera.
No puede asegurarse por adelantado, afirma, dónde está la verdad, quién la
posee. Es preciso, pues, dejar que cada uno se exprese libremente a fin de que
la voz de quien posee la verdad, o la buena información, no sea silenciada”.
Antonio Lucas Martín hace un estudio de las características que
definen la comunicación de masas, que se pueden sintetizar en los puntos
siguientes:
- Normalmente
requieren complejas organizaciones formales para sus operaciones, con lo
que significa esto de personal formado, recurso de capital y control
financiero.
- Los
medios de comunicación se dirigen hacia grandes audiencias, que no pueden
ser especificadas.
- Las
comunicaciones de masas son públicas, siendo su contenido abierto a todos
y la distribución relativamente estructurada e informal.
- La
audiencia será heterogénea en su composición, formada por personas que
están en diferentes culturas, niveles de vida, educación y esfera de
poder, etcétera.
- Los
medios pueden establecer contacto simultáneamente con gran número de
gentes, distantes de la fuente y muy separados unos de otros.
- En
las comunicaciones de masas, las relaciones entre comunicador y audiencia
son impersonales, de forma que una audiencia anónima es dirigida por
personas conocidas solamente en su papel de comunicadores.[3]
IV. TEORÍA DEMOCRÁTICO-PARTICIPATIVA DE LA INFORMACIÓN
Respecto a esta teoría Octavio Aguilera[4] señala lo siguiente: “Puede
afirmarse, en fin, que el eje central de la teoría democrático-participativa es
el receptor, con sus necesidades, sus intereses y sus aspiraciones. Importa el
derecho de réplica, el derecho de utilizar los medios de comunicación para
mantener relaciones entre las comunidades pequeña y marginadas o de cultura no
dominante. Se rechaza la necesidad de medios de comunicación centralizados,
potentes, profesionalizados al máximo y controlados por el Estado, para
favorecer, por el contrario, la descentralización de los medios, el intercambio
de los papeles entre emisor y receptor y la horizontalidad de los vínculos
comunicativos. Como se ve, hay una mezcla de elementos liberales, utópicos,
socialistas, localistas...”
He aquí el resumen de los principios generales de la teoría
democrático-participativa:
-
Los ciudadanos individuales y los grupos
minoritarios tienen derecho a acceder a los medios de comunicación (derecho a
la información) y derecho a que los medios de comunicación sirvan a sus
necesidades tal como ellos la decidan.
- La organización y el contenido de los medios
de comunicación no debe someterse al control político centralizado ni a la
burocracia estatal.
- Los medios de comunicación existen ante todo
para sus audiencias y no para las organizaciones, los profesionales ni los
clientes de los medios de comunicación.
- Los grupos, las organizaciones y las
comunidades locales deben tener sus propios medios de comunicación.
- Los medios de comunicación en pequeña escala,
interactiva y participativa, son mejores que los medios de comunicación en gran
escala, unidireccionales y profesionales.
- Determinadas necesidades sociales relativas a
los medios de comunicación no se ponen debidamente de manifiesto a través de
las demandas del consumidor individual ni a través del Estado y sus principales
instituciones.[5]
[1] Desantes Guanter, José María. La
verdad en la información, Valladolid. Servicio de Publicaciones de la
Excma. Diputación, 1976, p.60.
[2] Citado por Octavio Aguilera, en
Las ideologías en el periodismo,
Paraninfo, Madrid, 1990, pp.153-154.
[3] Vid. Antonio Lucas Martín. Hacia una teoría de la comunicación de masas.
Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia, 1976. Citado por Antonio Aguilera en
Las ideologías en el periodismo.
Paraninfo, Madrid, 1990, p.30.
[4] Aguilera, Octavio. Las
ideologías en el periodismo. Paraninfo, Madrid, 1990, pp.42- 43.
[5] Denis McQuail. Introducción a la teoría de la
comunicación de masas. Barcelona. Paidós Ibérica,
1985, pp.117-118.