HENRI BERGSON,
FILÓSOFO DEL VITALISMO DEL SIGLO XX,
DEFINE AL HOMBRE: “HOMO FABER”
Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete
El filósofo más original, profundo y convincente del vitalismo del siglo XX y prominente representante del intuicionismo científico, Henri Bergson (1859-1941), define al hombre como homo faber y precisa el rol que cumple la inteligencia del hombre en los términos que siguen: «Si pudiéramos despojarnos de nuestro orgullo, si para definir nuestra especie nos atuviéramos estrictamente a lo que la prehistoria y la historia nos presentan como característica constante del hombre y de la inteligencia, no diríamos quizá homo sapiens, sino homo faber. En definitiva, la inteligencia, considerada en lo que parece ser su tarea original, es la facultad para fabricar objetos artificiales, en particular utensilios para hacer utensilios, y para variar indefinidamente su fabricación» («Evolución creadora»).
Homo faber es la definición dada por el filósofo Henri Bergson acerca del hombre, en cuanto vio en la inteligencia como característica básica del hombre, la facultad de fabricar instrumentos no organizados. El homo faber es el hombre que fabrica, produce o transforma las materias primas, los bienes en algo útiles para la humanidad; es el hombre que hace cosas, ocupa su raciocinio para inventar, construir máquinas o edificar objetos y transformar su funcionalidad; es la persona que fabrica herramientas y productos, que saca partido de la materia y de la energía, que se expresa haciendo. Es el prototipo de la persona experta y hacendosa, del fabricante, del hacedor de cosas.
En virtud de su gran capacidad productiva y transformadora se han dado grandes avances y también retrocesos, en la ciencia y la tecnología: el genoma humano, la clonación, las máquinas que sustituyen al hombre en diversos trabajos, la observación de puntos muy lejanos en el cosmos, la producción de armas nucleares y bacteriológicas, la computación y la robótica, el uso de diversos tipos de energía, la liberación de agentes dañinos para los ecosistemas, entre otros.
El homo faber busca analizar y explicar bajo qué circunstancias humanas, espacio-temporales, económicas, sociales, políticas y ecológicas se realizan estas acciones. Es una persona de éxito; sólo conoce las categorías de éxito y de fracaso y sólo piensa en ellas y vive para ellas.
El hombre, desde sus orígenes, a diferencia de otros animales, ha sido un Homo Faber, es decir, ha fabricado utensilios gracias a su inteligencia, capacidad creadora y al hecho de tener manos y razón.
Durante el Siglo XIX se desarrolla un gran debate sobre la naturaleza humana, con la contraposición de dos grandes líneas de concepción antropológica: el homo faber y el homo ludens.
El prototipo del homo faber caracteriza fundamentalmente al materialismo filosófico. Esta es una idea de la tradición positivista, del materialismo y del pragmatismo. Los hombres son en principio todos iguales en cuanto a que obtienen los medios de subsistencia a través de procesos complejos, pero se diferencian a través del desarrollo de medios de producción, por la necesidad de especialización en producir bienes o servicios básicos.
La teoría del homo faber define al hombre como un ser práctico, y se desarrolla en las teorías naturalistas, en el positivismo y en el pragmatismo, principalmente.
Según esta teoría sólo hay diferencias de grado entre el ser humano y el animal, con los mismos elementos, pero que en el hombre se manifiestan en una forma más evolucionada, compleja y desarrollada.
Risieri Frondizi refiere en su Introducción
a los problemas fundamentales del Hombre, que la teoría del homo faber
«tiene su origen en Demócrito y Epicuro y adquiere renovado impulso en la edad
moderna con Bacon, Hume, Mill, Comte y Spencer. La teoría evolucionista de
Darwin y Lamarck le dio un sostén científico, con diferencias en puntos
menores, es recogida por el pragmatismo y recibe un nuevo cuño en manos de
Freud y Adler». Y en la edad moderna, con Francis Bacon en su obra El Nuevo
Organon., al considerar al hombre como un ser capaz de dominar y aprovechar
óptimamente el medio ambiente. «El hombre-dice Bacon- ministro e intérprete de
la naturaleza, sólo hace y entiende en la medida en que ha observado, por la
experiencia o por la reflexión del orden de la naturaleza».