Artículos periodísticos y de investigación

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6 de agosto de 2021

La autorregulación en el periodismo

 LA AUTORREGULACIÓN EN EL PERIODISMO


Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete

 

Frecuentemente se afirma que la mejor ley de prensa es aquella que no se dicta. Sin embargo podemos enfatizar que el buen periodismo siempre se autorregula respecto al acopio de información, al tratamiento y a la edición de noticias y opiniones sobre temas de interés colectivo, con el fin de usar la libertad de expresión y difusión con responsabilidad, imparcialidad, pluralidad, independencia de criterio y respeto a los derechos humanos y de esta manera mantener vigente el pacto de confiabilidad con los lectores, radioescuchas, telespectadores y usuarios de la información.

La necesidad de la autorregulación del periodista y de los medios de comunicación se justifica por su propia función global: informar, educar, culturizar, fiscalizar los actos de las autoridades y gobernantes, denunciar las arbitrariedades e injusticias, entretener modelar y orientar la opinión pública, trasmitir valores e investigar la verdad en busca de la solución de problemas que aquejan a la sociedad a la luz de los avances de la ciencia y la tecnología.

Los periodistas y los medios de comunicación que aspiran a desarrollar un periodismo de mayor calidad, credibilidad y transparencia, requieren de un mínimo de principios éticos universalmente aceptados y de normas regulatorias de la actividad periodística para garantizar los intereses de la sociedad. Y tales normas de conducta ética están contenidas en los Códigos de conducta explícitos, en las Cartas éticas, en las Declaraciones de Principios de Conducta de los Periodistas, en los Manuales de Estilo, Manuales de Ética Periodística Comparada, en Pautas de Ética de los Periodistas, en Política de Ética Editorial y en los Estatutos de los gremios de la prensa.

La autorregulación periodística conlleva al uso de la libertad de los medios de comunicación por parte del periodista con la debida responsabilidad social, jurídica y ética, y evitar así el uso de dichos medios y de sus contenidos con fines inconfesables, indignos e injustos.

Debemos ser categóricos en manifestar que no hay un modelo único de autorregulación que pueda ser aplicado por todos los periodistas, editores y medios de comunicación  en todo el mundo. Cada uno de ellos debe reunirse para establecer y revisar estándares comunes de ética y profesionalismo a ser aplicado en cada país.

Hugo Aznar, define la autorregulación en los términos siguientes " La autorregulación es el conjunto de iniciativas, acuerdos, organismos, instrumentos y mecanismos relacionados con la actividad de los medios y orientados a garantizar que su actuación se ajuste a los valores y normas éticas que se consideran deseables".

La autorregulación es la mejor autodefensa del periodista y del medio frente a todo intento de censura por parte del gobierno de turno de un país. La autorregulación debe ser siempre fruto del consenso más amplio posible, de la iniciativa conjunta del mayor número posible de agentes y actores sociales para preservar el bien común y el Estado de derecho, reduciéndose así la brecha entre el poder político y los medios de comunicación.

“Los mecanismos y las figuras que suelen utilizarse para aplicar la autorregulación son: Código deontológico, Convenio de autorregulación, Guía de estilo, Estatuto de redacción, Defensor del lector o defensor del público, Libro de estilo, Principio editorial, Consejo de prensa, Consejo audiovisual, Declaración y Manifiesto”[1].

Según Loeffler, “los organismos de autocontrol de la prensa son instituciones creadas por y para la prensa, en el seno de los cuales, periodistas y editores, adoptando libremente sus decisiones, y siendo responsables únicamente ante su propia conciencia, cooperan a fin de preservar la existencia de relaciones equilibradas y leales entre la prensa de un lado y el Estado y la sociedad del otro”[2].

El funcionamiento y la eficacia de la autorregulación dependen del compromiso voluntario de los sujetos que están implicados en el proceso de comunicación. Son los ciudadanos los receptores de esta práctica periodística y los agentes denunciantes de las malas conductas de los periodistas.

Funciones de la autorregulación

Aznar ha señalado cuatro funciones fundamentales de la autorregulación: 1) Establecer las normas éticas a que se deben sujetar voluntariamente tanto los empresarios de la información como los periodistas. 2) Contribuir a crear las condiciones de normalidad -tanto en lo laboral como en lo profesional y lo social- para el cumplimiento de éstas. 3) Brindar elementos de juicio crítico al público sobre el desempeño de los propios medios. 4) Socializar los procesos de toma de decisión en los medios y el conocimiento que deriva del diálogo ético de los periodistas.

Lectura complementaria:

AUTORREGULACIÓN PERIODÍSTICA

Revista Mexicana de Comunicación
Gerardo Albarrán de Alba

Coordinador de proyectos especiales del semanario Proceso y director de la revista electrónica Sala de Prensa.

Fuente electrónica: http://www.periodistasenlinea.org/modules.php?file=article&name=News&op=modload&sid=749


No obstante, la ética periodística ha estado presente desde siempre en los medios, pero es relativamente reciente su sistematización en forma de documentos, códigos, instrumentos diversos, organizaciones e instituciones que operan públicamente.

Ciertamente, no puede concebirse una autorregulación que carezca de bases escritas que sistematicen las prácticas deontológicas comunes de cada redacción, por ejemplo los códigos de ética. Precisamente, lo que hacen algunos mecanismos de autorregulación es volver operativas aquellas normas deontológicas que se imponen a sí mismos los periodistas y los medios, entre ellos el defensor del lector y el estatuto de redacción.

El involucramiento del público es pieza fundamental de la autorregulación; los diversos mecanismos no sólo deben ser públicos, sino que los hay también que permiten la participación directa de lectores y auditorio, mediante la fiscalización de los propios medios, tales como los consejos de ética y los observatorios de medios. Finalmente, la socialización deontológica tiene varias formas, se dirige a los propios periodistas -en particular- mediante la capacitación y actualización constante, y a la sociedad toda -en general-, desde los Consejos de Prensa y muchos otros mecanismos de participación directa del público.

Objeto

Básicamente, el objeto de los mecanismos de autorregulación es la elaboración de un producto informativo no sólo de calidad, sino con una gran pertinencia social, cuyo contenido cumpla con la función de la prensa en democracia: proporcionar a la sociedad información suficiente, veraz y oportuna que permita la participación razonada de los individuos en la toma de decisiones de su comunidad.

Por otro lado, no puede ignorarse que la autorregulación ha sido un freno tradicional que los propietarios de los medios han opuesto a la amenaza gubernamental de imponerles controles legislativos que afectarían no sólo su libertad editorial para ejercer el papel de fiscalizadores del poder público, sino también al negocio que les representa el hecho de haberse convertido ellos mismos en factores de poder. En el mejor de los casos, la autorregulación periodística es incluso un instrumento de defensa de las libertades de expresión e información como valores universales de la democracia, siempre que se encuentren amenazadas. Esta es la base, precisamente, de la teoría de la responsabilidad social de la prensa referida por Siebert, Peterson y Schramm en 1973:

El poder y la casi monopólica posición de los medios impone en éstos la obligación de ser socialmente responsables, de ver que todas las voces son fielmente presentadas y que el público tiene suficiente información para decidir; y si los medios no asumen ellos mismos esa responsabilidad tal vez sería necesario que alguna dependencia pública la impusiera.

Tal responsabilidad social implica, además, que los periodistas y los medios demuestren un voluntario respeto de los derechos fundamentales de los ciudadanos, y no sólo porque la ley se los mande. La inmensa mayoría de los códigos éticos nacionales e internacionales así lo consignan, e imponen con ese fin una serie de estándares mínimos en las prácticas periodísticas cotidianas -con una decidida orientación hacia el interés público- como la precisión, la veracidad y el equilibrio informativos, tendencia que siguen claramente los documentos de este tipo en Latinoamérica.


Finalmente, la autorregulación periodística es un elemento más en la construcción de la confianza pública en la prensa. Pero no se trata de inculcar en la sociedad una fe ciega en los medios, sino enseñarles a "entender y valorar la importancia de una prensa libre e independiente", compartiendo con ellos lo más posible sobre sus métodos de reporteo y sobre sus fuentes de información.3

Sujeto

Todo sujeto es un "ente dotado de derechos y obligaciones derivados de un sistema normativo determinado", como asienta Ernesto Villanueva. Para los fines del presente trabajo, encontramos dos sujetos claramente definidos por el propio proceso informativo, o cuatro según se le mire: el periodista y los medios, por un lado, y las fuentes de información y el público, por el otro.4

El periodista y los medios5

A lo largo de los años, diversos autores han señalado que la deontología periodística, particularmente traducida en códigos, acrecienta el prestigio de la profesión.6 Podría considerarse que así es, pero ésta resulta una posición un tanto utilitaria. No es menos cierto que "la ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo, como el zumbido al moscardón".7 Por eso no hemos sino apenas mencionado esa característica, pues nosotros no consideramos el reconocimiento público entre los objetivos básicos de la autorregulación, sino que lo entendemos como una consecuencia natural y hasta deseable del ejercicio profesional, ético y responsable. Y aun cuando no negamos la posibilidad de que haya periodistas y medios que pretendan cobijar -o embozar- su prestigio -cualesquiera que éste sea- bajo el manto de la ética, cabe hacer una precisión: ninguna conducta profesional es ética por sólo pregonarlo. Especialmente si nos referimos a la ética periodística, ésta no se agota en las normas de conducta profesional recogidas en los cientos de códigos deontológicos que existen en el mundo, sino que se construye todos los días.

Así, el prestigio de la prensa -digamos, el indispensable cimiento de su credibilidad- está a prueba en las decisiones periodísticas que debe tomar cotidianamente. Todo el edificio deontológico que descansa sobre éstas puede derrumbarse con una sola mala decisión. De ahí que la ética periodística no pueda quedar solamente restringida al ámbito de la conciencia individual de periodistas y editores que, si bien resulta indispensable, no alcanza a todo el proceso de producción informativa. Incluye, por supuesto, a la empresa informativa, que es la que provee a los periodistas de la infraestructura necesaria para difundir la información que recaban y procesan, y que tiene el poder último para determinar la orientación ideológica de los contenidos, pero que además lucra con su actividad.8 La deontología periodística, por tanto, es una construcción colectiva.

Pero ni siquiera los periodistas pueden, por sí mismos, prever todos los escenarios hipotéticos de su actividad, pues a fin de cuentas trabajan con un bien público, que es la información, y la prensa no es titular exclusivo de éste que también es un derecho. Los individuos que integran la sociedad son los titulares de la libertad de expresión y del derecho a la información.

Por tanto, la construcción de la deontología periodística debe contemplar a la sociedad en su conjunto. De hecho, algunos mecanismos de autorregulación constituyen en sí mismos fuentes de información ética no sólo para los periodistas, sino para la propia sociedad. Es el caso de los códigos deontológicos, que no son documentos destinados al estricto consumo interno en las redacciones, sino que su eficacia está determinada por su obligada difusión por parte de los medios, lo cual permite al público conocer los compromisos morales y profesionales de la prensa, y hacerlos exigibles mediante el contraste con sus prácticas reporteriles y editoriales.

Otros mecanismos de autorregulación abren a los medios a la participación directa de la sociedad -entre ellos, los consejos de ética-. Y la propia sociedad, una vez organizada, también puede y crea sus propios organismos de fiscalización de la prensa, como es el caso de los observatorios de medios. Es claro entonces que el periodismo sólo se explica a sí mismo a partir de su relevancia social.

Las fuentes de información y el público

Quienes trabajamos en la prensa sabemos que compartimos muchas de las cualidades de los escritores e incluso llegamos a tomar prestadas algunas técnicas de redacción literaria para que nuestros relatos periodísticos ganen fuerza expresiva. A fin de cuentas, los periodistas contamos historias y, al hacerlo, buscamos también nuestras propias formas de expresión, nuestra propia voz. Pero a diferencia de novelistas, poetas, cuentistas y ensayistas, ningún periodista escribe para sí mismo. Todos escribimos necesariamente para que alguien nos lea, nos escuche o nos vea.9 Y ese alguien es la sociedad.

Pero, además de esto, la sociedad misma es el objeto noticiable de la prensa, ya sea a partir de historias sobre algunos de sus individuos o de grupos de éstos, o bien instituciones públicas y organismos de la sociedad civil. El periodista escribe sobre la gente, sobre lo que hace, sobre lo que le pasa. Y, sobre todo, elige reportar y destaca información sobre sucesos que tienen relevancia para el interés público, entendido éste como aquello que tiene pertinencia social, es decir, que afecta a la vida de la sociedad. Así, partes de la sociedad se convierten también en fuentes de información que merecen del periodista un trato respetuoso, justo y equilibrado.

Especial atención merecen algunas fuentes de información. No es lo mismo un funcionario público, un político profesional, un representante popular electo o un miembro destacado de la sociedad civil -por mencionar sólo algunas de las fuentes de información tradicionales-, que una persona que se dedique a casi cualquier otra actividad privada. Mientras los primeros son objeto natural de la labor de fiscalización de la prensa, y por tanto aprenden y se acostumbran al trato casi cotidiano con reporteros, fotógrafos y camarógrafos, los demás individuos de la sociedad no tienen mayor contacto con ellos que no sea a través de los propios medios, es decir, cuando las personas leen un periódico o una revista, y escuchan un noticiario radiofónico o ven uno televisivo; pero rara vez en su vida enfrentará a un periodista.10 Dicho de otra forma: conviene separar los conceptos fuente informativa y público.

Si bien es cierto que ocasionalmente un individuo de la sociedad general puede convertirse en fuente de información -como testigo o actor de un hecho noticiable-, y que toda fuente de información tradicional -por ejemplo, actores políticos y sociales- es también parte del público, no son la misma cosa; menos aún cuando se convierten en objeto de noticia y, consecuentemente, de investigación periodística.

En cualquier caso, toda fuente de información es sujeto particular de la autorregulación periodística, por cuanto son titulares de derechos fundamentales protegidos por las leyes. En efecto: a toda fuente de información se le atribuyen hechos y dichos que deben ajustarse a los principios de veracidad periodística, mediante el contraste y la verificación de la información que se recaba de y sobre dicha fuente de información, respetando el ámbito de sus vidas privadas -excepto cuando éstas se involucran en actos públicos que afectan a la sociedad general- y con especial cuidado sobre su derecho al honor, pero, nuevamente, no sólo porque así lo prescriban las leyes, sino por una convicción ética elevada.

Estos derechos no son mayores que las responsabilidades de las fuentes ni a la sociedad general de hacia los medios informativos. Los primeros tienen la obligación de no ocultar ni manipular información, convirtiendo a los medios en sus aliados -las más de las veces, involuntarios- en juegos de poder; mucho menos deben intentar corromper o coaccionar a los periodistas. Los segundos tienen la obligación de discernir entre las diversas calidades y cualidades informativas que se le ofrecen y entre las cuales elige libremente, además de participar decididamente en todos los mecanismos de autorregulación periodística a su alcance, ejerciendo así una presión legítima sobre los medios.

Contenido

Hay quienes ven a la ética periodística no como un problema que implica resolver dilemas constantemente, sino como una herramienta más para hacer un buen trabajo;11 hay quienes consideran que más bien es una utopía, pues pone en lo más alto un ideal profesional,12 y hay quienes consideran que, cuando se traduce en códigos deontológicos, fija las exigencias mínimas13 que se pueden esperar de un periodista. Lo cierto es que la autorregulación tiene varias formas; de forma ideal, nace del diálogo ético al interior de una redacción y adquiere su legitimación en los códigos deontológicos. Es desde este punto que se construyen los demás mecanismos que garantizan su cumplimiento.

Sin embargo, los códigos deontológicos -y todo mecanismo de autorregulación interna de los medios-14 degeneran en una mera operación de imagen cuando carecen del consenso mínimo en la redacción. Al menos en México, los pocos códigos éticos que existen en periódicos fueron impuestos por empresarios y directivos. Redactados por unos cuantos funcionarios de cada medio -cuando no son una burda copia de algún código de otro país-,15 estos códigos carecen de legitimidad y, por supuesto, son ignorados por la mayoría de los periodistas que deberían guiar su toma de decisiones cotidiana por éstos; en lugar de ello, cada uno de ellos opta por seguir sus criterios morales individuales.

En la elaboración de un código deontológico para una redacción, no se debe ignorar la participación de reporteros, editores, redactores, correctores, secretarios de redacción, fotógrafos, diseñadores, articulistas, editorialistas, columnistas e incluso algún colaborador destacado. Aquí se defiende el involucramiento pleno del cuerpo periodístico en la discusión axiológica y el diseño de las normas deontológicas de cada medio, no sólo porque es aquél el que deberá aplicarlas, sino porque cada una de las partes involucradas en el proceso informativo cotidianamente enfrenta dilemas sobre los que deberá tomar una decisión siempre periodística y además, con demasiada frecuencia, ética.

La solución tampoco pasa por el desplazamiento de empresarios y directivos. El cuerpo periodístico de una redacción no puede imponer a la empresa informativa un código sobre el cual basar su desempeño ético. Esto podría derivar en un grave conflicto laboral que amenazara la existencia misma del medio, particularmente si no existe la mínima receptividad entre los propietarios y accionistas, una situación lamentablemente frecuente en periódicos y revistas que nacen para cobijar intereses extra-periodísticos.


Un diálogo ético real, efectivo -y los mecanismos de autorregulación que se derivan de ello-, sólo puede fructificar en aquellos medios donde la conciencia y la responsabilidad profesional alcance a toda la pirámide jerárquica. Un código deontológico puede y debe surgir del acercamiento entre posiciones que ocasionalmente entran en conflicto -como la primicia periodística contra la rentabilidad empresarial-, de la discusión razonada de valores, del análisis informado y de las decisiones colegiadas respecto de dilemas específicos que afecten a toda la redacción.

Crear un código deontológico para una empresa periodística implica una larga discusión en la que todos sus integrantes pueden y deben aportar algo. El consenso obtenido así garantiza la legitimidad de una conducta ética buscada, interioriza las bondades de un desempeño profesional, facilita tanto la prevención como la sanción de conductas reprobables de cualquier miembro de una empresa periodística determinada y permite una constante revisión de los diversos mecanismos de autorregulación mediante la incorporación del aprendizaje ético traducido en nuevas y mejores normas.

Notas
1) Véase José Luis Exeni, "Apuntes sobre autorregulación del periodismo", en Sala de Prensa, núm. 30, abril de 2001.

2) Cfr. "Governments must refrain from regulating media content", en The Royaumont News Line, issue 4, November/December 1999, p. 2.

3) Cfr. Bill Kovach, "Journalism and patriotism", en Sala de Prensa núm. 46, agosto de 2002.

4) El propio Villanueva menciona a tres sujetos de la autorregulación informativa: el público, el periodista y la empresa informativa. A las fuentes de información las inscribe dentro del público, pero no son lo mismo. Asimismo, Aznar 1999b, p.42.

5) Entiendo que en este punto debería desarrollar una definición del concepto periodista, pero no sólo hemos adelantado algo ya en el capítulo anterior, sino que se abunda al respecto en el siguiente. En ambos casos, el contexto lo justifica.

6) Cfr. Aznar, 1999a; asimismo, Villanueva, 1999.

7) Declaración del periodista, escritor y Premio Nóbel de Literatura Gabriel García Márquez, citada en el portal de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano en http://www.fnpi.org.

8) En el caso de la empresa informativa, también en el siguiente capítulo se encontrará una definición detallada de sus responsabilidades deontológicas.

9) Incluso en los medios electrónicos, caracterizados por la imagen o el sonido, existe un lenguaje periodístico basado en cualquiera de los géneros que, en mayor o menor medida, se practican en todas las redacciones del mundo: informativos, opinativos e híbridos. Cfr. Linares, 1998. Asimismo, Leñero y Marín, 1986, sobre el tema particular de los géneros.

10) Mención aparte debe hacerse de las llamadas celebridades de la farándula y los deportes más populares, cuya exposición al público no sólo es enorme, sino que ellas mismas alimentan el interés del público incluso en detalles de sus vidas privadas.

11) Luego de que el autor de este trabajo cuestionara a los fotógrafos finalistas del Premio Nuevo Periodismo por el manejo de la imagen de las personas en sus trabajos, Gabriel García Márquez susurró al oído de Julio Scherer García: "Están mal; la ética no es un problema, es una herramienta", según contó el propio Scherer. Javier del Rey, defensor del lector del diario colombiano El Tiempo, en su relatoría, discrepó: "García Márquez se equivoca en esto; por su naturaleza, la ética siempre es un problema". Escuchado en el "Seminario internacional: Nuevo periodismo para un nuevo milenio", con Gabriel García Márquez, Sergio Ramírez y Joaquín Estefanía, organizado por Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, Banco Interamericano de Desarrollo y Cemex, en Monterrey, N.L., del 3 al 5 de abril de 2002.

12) Expresión utilizada por Javier Darío Restrepo, defensor del lector del diario El Colombiano, durante el Taller de Ética Periodística impartido en la Universidad Iberoamericana, en la Ciudad de México, durante la primer semana de octubre de 2000, bajo los auspicios del Instituto Federal Electoral.

13 )Así lo percibe Aznar, (1999a, p. 47), aun cuando acepta que con ello no se resuelven todos los problemas éticos de la prensa.

14) En el siguiente capítulo veremos que existen varias categorías de autorregulación periodística.

15) Compárese el código impuesto por el dueño y director del diario mexicano El Economista con los enunciados básicos del código del diario español El País. fd


[1] http://es.wikipedia.org/wiki/Autorregulacion_periodisstica.


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