LA AUTORREGULACIÓN EN EL PERIODISMO
Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete
Frecuentemente se afirma que la mejor ley de prensa es
aquella que no se dicta. Sin embargo podemos enfatizar que el buen periodismo
siempre se autorregula respecto al acopio de información, al tratamiento y a la
edición de noticias y opiniones sobre temas de interés colectivo, con el fin de
usar la libertad de expresión y difusión con responsabilidad, imparcialidad,
pluralidad, independencia de criterio y respeto a los derechos humanos y de
esta manera mantener vigente el pacto de confiabilidad con los lectores,
radioescuchas, telespectadores y usuarios de la información.
La necesidad de la autorregulación del periodista y de
los medios de comunicación se justifica por su propia función global: informar,
educar, culturizar, fiscalizar los actos de las autoridades y gobernantes,
denunciar las arbitrariedades e injusticias, entretener modelar y orientar la
opinión pública, trasmitir valores e investigar la verdad en busca de la
solución de problemas que aquejan a la sociedad a la luz de los avances de la
ciencia y la tecnología.
Los periodistas y los medios de comunicación que
aspiran a desarrollar un periodismo de mayor calidad, credibilidad y transparencia,
requieren de un mínimo de principios éticos universalmente aceptados y de
normas regulatorias de la actividad periodística para garantizar los intereses
de la sociedad. Y tales normas de conducta ética están contenidas en los
Códigos de conducta explícitos, en las Cartas éticas, en las Declaraciones de
Principios de Conducta de los Periodistas, en los Manuales de Estilo, Manuales
de Ética Periodística Comparada, en Pautas de Ética de los Periodistas, en
Política de Ética Editorial y en los Estatutos de los gremios de la prensa.
La autorregulación
periodística conlleva al uso de la libertad de los medios
de comunicación por parte del periodista con la debida
responsabilidad social, jurídica y ética, y evitar así el uso de dichos medios
y de sus contenidos con fines inconfesables, indignos e injustos.
Debemos ser categóricos en manifestar
que no hay un modelo único de autorregulación que pueda ser aplicado por todos
los periodistas, editores y medios de comunicación en todo el mundo. Cada uno de ellos debe
reunirse para establecer y revisar estándares comunes de ética y
profesionalismo a ser aplicado en cada país.
Hugo Aznar, define la autorregulación en los
términos siguientes " La autorregulación es el conjunto de iniciativas,
acuerdos, organismos, instrumentos y mecanismos relacionados con la actividad
de los medios y orientados a garantizar que su actuación se ajuste a los
valores y normas éticas que se consideran deseables".
La autorregulación es la mejor autodefensa del
periodista y del medio frente a todo intento de censura por parte del gobierno
de turno de un país. La autorregulación debe ser siempre fruto del consenso más
amplio posible, de la iniciativa conjunta del mayor número posible de agentes y
actores sociales para preservar el bien común y el Estado de derecho,
reduciéndose así la brecha entre el poder político y los medios de comunicación.
“Los mecanismos y las figuras que suelen utilizarse
para aplicar la autorregulación son: Código
deontológico, Convenio de autorregulación, Guía de estilo, Estatuto de redacción, Defensor
del lector o defensor del público, Libro de estilo, Principio editorial, Consejo de prensa, Consejo audiovisual,
Declaración y Manifiesto”[1].
Según Loeffler, “los organismos de autocontrol de
la prensa son instituciones creadas por y para la prensa, en el seno de los
cuales, periodistas y editores, adoptando libremente sus decisiones, y siendo
responsables únicamente ante su propia conciencia, cooperan a fin de preservar
la existencia de relaciones equilibradas y leales entre la prensa de un lado y
el Estado y la sociedad del otro”[2].
El funcionamiento y la eficacia de la
autorregulación dependen del compromiso voluntario de los
sujetos que están implicados en el proceso de comunicación. Son los ciudadanos
los receptores de esta práctica periodística y los agentes denunciantes de las
malas conductas de los periodistas.
Funciones de la autorregulación
Aznar ha señalado cuatro funciones
fundamentales de la autorregulación: 1) Establecer las normas éticas a que se
deben sujetar voluntariamente tanto los empresarios de la información como los
periodistas. 2) Contribuir a crear las condiciones de normalidad -tanto en lo
laboral como en lo profesional y lo social- para el cumplimiento de éstas. 3)
Brindar elementos de juicio crítico al público sobre el desempeño de los
propios medios. 4) Socializar los procesos de toma de decisión en los medios y
el conocimiento que deriva del diálogo ético de los periodistas.
Lectura complementaria:
AUTORREGULACIÓN PERIODÍSTICA
Revista Mexicana de Comunicación
Gerardo Albarrán de Alba
Coordinador de proyectos especiales del semanario Proceso y director de la
revista electrónica Sala de Prensa.
Fuente
electrónica: http://www.periodistasenlinea.org/modules.php?file=article&name=News&op=modload&sid=749
No obstante, la ética periodística ha estado presente desde siempre en los
medios, pero es relativamente reciente su sistematización en forma de
documentos, códigos, instrumentos diversos, organizaciones e instituciones que
operan públicamente.
Ciertamente, no puede concebirse una autorregulación que carezca de bases escritas que sistematicen las prácticas deontológicas comunes de cada redacción, por ejemplo los códigos de ética. Precisamente, lo que hacen algunos mecanismos de autorregulación es volver operativas aquellas normas deontológicas que se imponen a sí mismos los periodistas y los medios, entre ellos el defensor del lector y el estatuto de redacción.
El involucramiento del público es pieza fundamental de la autorregulación; los
diversos mecanismos no sólo deben ser públicos, sino que los hay también que
permiten la participación directa de lectores y auditorio, mediante la
fiscalización de los propios medios, tales como los consejos de ética y los observatorios
de medios. Finalmente, la socialización deontológica tiene varias formas,
se dirige a los propios periodistas -en particular- mediante la capacitación y
actualización constante, y a la sociedad toda -en general-, desde los Consejos de Prensa y muchos otros
mecanismos de participación directa del público.
Objeto
Básicamente, el objeto de los mecanismos de autorregulación es la elaboración
de un producto informativo no sólo de calidad, sino con una gran pertinencia
social, cuyo contenido cumpla con la función de la prensa en democracia:
proporcionar a la sociedad información suficiente, veraz y oportuna que permita
la participación razonada de los individuos en la toma de decisiones de su
comunidad.
Por otro lado, no puede ignorarse que la autorregulación ha sido
un freno tradicional que los propietarios de los medios han opuesto a la
amenaza gubernamental de imponerles controles legislativos que afectarían no
sólo su libertad editorial para ejercer el papel de fiscalizadores del poder
público, sino también al negocio que les representa el hecho de haberse
convertido ellos mismos en factores de poder. En el mejor de los casos, la
autorregulación periodística es incluso un instrumento de defensa de las
libertades de expresión e información como valores universales de la
democracia, siempre que se encuentren amenazadas. Esta es la base,
precisamente, de la teoría de la responsabilidad social de la prensa referida
por Siebert, Peterson y Schramm en 1973:
El poder y la casi monopólica posición de los medios impone en
éstos la obligación de ser socialmente responsables, de ver que todas las voces
son fielmente presentadas y que el público tiene suficiente información para
decidir; y si los medios no asumen ellos mismos esa responsabilidad tal vez
sería necesario que alguna dependencia pública la impusiera.
Tal responsabilidad social implica, además, que los periodistas
y los medios demuestren un voluntario respeto de los derechos fundamentales de
los ciudadanos, y no sólo porque la ley se los mande. La inmensa mayoría de los
códigos éticos nacionales e internacionales así lo consignan, e imponen con ese
fin una serie de estándares mínimos en las prácticas periodísticas cotidianas
-con una decidida orientación hacia el interés público- como la precisión, la veracidad
y el equilibrio informativos, tendencia que siguen claramente los documentos de
este tipo en Latinoamérica.
Finalmente, la autorregulación periodística es un elemento más en la
construcción de la confianza pública en la prensa. Pero no se trata de inculcar
en la sociedad una fe ciega en los medios, sino enseñarles a "entender y
valorar la importancia de una prensa libre e independiente", compartiendo
con ellos lo más posible sobre sus métodos de reporteo y sobre sus fuentes de
información.3
Sujeto
Todo sujeto es un "ente dotado de derechos y obligaciones
derivados de un sistema normativo determinado", como asienta Ernesto
Villanueva. Para los fines del presente trabajo, encontramos dos sujetos
claramente definidos por el propio proceso informativo, o cuatro según se le
mire: el periodista y los medios, por un lado, y las fuentes de información y
el público, por el otro.4
El periodista y los
medios5
A lo largo de los años, diversos autores han señalado que la
deontología periodística, particularmente traducida en códigos, acrecienta el
prestigio de la profesión.6 Podría considerarse que así es, pero ésta resulta
una posición un tanto utilitaria. No es menos cierto que "la ética no es
una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo, como el
zumbido al moscardón".7 Por eso no hemos sino apenas mencionado esa
característica, pues nosotros no consideramos el reconocimiento público entre
los objetivos básicos de la autorregulación, sino que lo entendemos como una
consecuencia natural y hasta deseable del ejercicio profesional, ético y
responsable. Y aun cuando no negamos la posibilidad de que haya periodistas y
medios que pretendan cobijar -o embozar- su prestigio -cualesquiera que éste
sea- bajo el manto de la ética, cabe hacer una precisión: ninguna conducta
profesional es ética por sólo pregonarlo. Especialmente si nos referimos a la
ética periodística, ésta no se agota en las normas de conducta profesional
recogidas en los cientos de códigos deontológicos que existen en el mundo, sino
que se construye todos los días.
Así, el prestigio de la prensa -digamos, el indispensable
cimiento de su credibilidad- está a prueba en las decisiones periodísticas que
debe tomar cotidianamente. Todo el edificio deontológico que descansa sobre
éstas puede derrumbarse con una sola mala decisión. De ahí que la ética
periodística no pueda quedar solamente restringida al ámbito de la conciencia
individual de periodistas y editores que, si bien resulta indispensable, no
alcanza a todo el proceso de producción informativa. Incluye, por supuesto, a
la empresa informativa, que es la que provee a los periodistas de la
infraestructura necesaria para difundir la información que recaban y procesan,
y que tiene el poder último para determinar la orientación ideológica de los
contenidos, pero que además lucra con su actividad.8 La deontología
periodística, por tanto, es una construcción colectiva.
Pero ni siquiera los periodistas pueden, por sí mismos, prever
todos los escenarios hipotéticos de su actividad, pues a fin de cuentas
trabajan con un bien público, que es la información, y la prensa no es titular
exclusivo de éste que también es un derecho. Los individuos que integran la
sociedad son los titulares de la libertad de expresión y del derecho a la
información.
Por tanto, la construcción de la deontología periodística debe
contemplar a la sociedad en su conjunto. De hecho, algunos mecanismos de
autorregulación constituyen en sí mismos fuentes de información ética no sólo
para los periodistas, sino para la propia sociedad. Es el caso de los códigos
deontológicos, que no son documentos destinados al estricto consumo interno en
las redacciones, sino que su eficacia está determinada por su obligada difusión
por parte de los medios, lo cual permite al público conocer los compromisos
morales y profesionales de la prensa, y hacerlos exigibles mediante el
contraste con sus prácticas reporteriles y editoriales.
Otros mecanismos de autorregulación abren a los medios a la
participación directa de la sociedad -entre ellos, los consejos de ética-. Y la
propia sociedad, una vez organizada, también puede y crea sus propios
organismos de fiscalización de la prensa, como es el caso de los observatorios
de medios. Es claro entonces que el periodismo sólo se explica a sí mismo a partir
de su relevancia social.
Las fuentes de
información y el público
Quienes trabajamos en la prensa sabemos que compartimos muchas
de las cualidades de los escritores e incluso llegamos a tomar prestadas
algunas técnicas de redacción literaria para que nuestros relatos periodísticos
ganen fuerza expresiva. A fin de cuentas, los periodistas contamos historias y,
al hacerlo, buscamos también nuestras propias formas de expresión, nuestra
propia voz. Pero a diferencia de novelistas, poetas, cuentistas y ensayistas,
ningún periodista escribe para sí mismo. Todos escribimos necesariamente para
que alguien nos lea, nos escuche o nos vea.9 Y ese alguien es la sociedad.
Pero, además de esto, la sociedad misma es el objeto noticiable de la prensa,
ya sea a partir de historias sobre algunos de sus individuos o de grupos de
éstos, o bien instituciones públicas y organismos de la sociedad civil. El
periodista escribe sobre la gente, sobre lo que hace, sobre lo que le pasa. Y,
sobre todo, elige reportar y destaca información sobre sucesos que tienen
relevancia para el interés público, entendido éste como aquello que tiene
pertinencia social, es decir, que afecta a la vida de la sociedad. Así, partes
de la sociedad se convierten también en fuentes de información que merecen del
periodista un trato respetuoso, justo y equilibrado.
Especial atención merecen algunas fuentes de información. No es
lo mismo un funcionario público, un político profesional, un representante
popular electo o un miembro destacado de la sociedad civil -por mencionar sólo
algunas de las fuentes de información tradicionales-, que una persona que se
dedique a casi cualquier otra actividad privada. Mientras los primeros son
objeto natural de la labor de fiscalización de la prensa, y por tanto aprenden
y se acostumbran al trato casi cotidiano con reporteros, fotógrafos y
camarógrafos, los demás individuos de la sociedad no tienen mayor contacto con
ellos que no sea a través de los propios medios, es decir, cuando las personas
leen un periódico o una revista, y escuchan un noticiario radiofónico o ven uno
televisivo; pero rara vez en su vida enfrentará a un periodista.10 Dicho de
otra forma: conviene separar los conceptos fuente informativa y público.
Si bien es cierto que ocasionalmente un individuo de la sociedad
general puede convertirse en fuente de información -como testigo o actor de un
hecho noticiable-, y que toda fuente de información tradicional -por ejemplo,
actores políticos y sociales- es también parte del público, no son la misma
cosa; menos aún cuando se convierten en objeto de noticia y, consecuentemente,
de investigación periodística.
En cualquier caso, toda fuente de información es sujeto
particular de la autorregulación periodística, por cuanto son titulares de
derechos fundamentales protegidos por las leyes. En efecto: a toda fuente de
información se le atribuyen hechos y dichos que deben ajustarse a los
principios de veracidad periodística, mediante el contraste y la verificación
de la información que se recaba de y sobre dicha fuente de información,
respetando el ámbito de sus vidas privadas -excepto cuando éstas se involucran
en actos públicos que afectan a la sociedad general- y con especial cuidado
sobre su derecho al honor, pero, nuevamente, no sólo porque así lo prescriban
las leyes, sino por una convicción ética elevada.
Estos derechos no son mayores que las responsabilidades de las
fuentes ni a la sociedad general de hacia los medios informativos. Los primeros
tienen la obligación de no ocultar ni manipular información, convirtiendo a los
medios en sus aliados -las más de las veces, involuntarios- en juegos de poder;
mucho menos deben intentar corromper o coaccionar a los periodistas. Los
segundos tienen la obligación de discernir entre las diversas calidades y
cualidades informativas que se le ofrecen y entre las cuales elige libremente,
además de participar decididamente en todos los mecanismos de autorregulación
periodística a su alcance, ejerciendo así una presión legítima sobre los
medios.
Contenido
Hay quienes ven a la ética periodística no como un problema que implica
resolver dilemas constantemente, sino como una herramienta más para hacer un
buen trabajo;11 hay quienes consideran que más bien es una utopía, pues pone en
lo más alto un ideal profesional,12 y hay quienes consideran que, cuando se
traduce en códigos deontológicos, fija las exigencias mínimas13 que se pueden
esperar de un periodista. Lo cierto es que la autorregulación tiene varias
formas; de forma ideal, nace del diálogo ético al interior de una redacción y
adquiere su legitimación en los códigos deontológicos. Es desde este punto que
se construyen los demás mecanismos que garantizan su cumplimiento.
Sin embargo, los códigos deontológicos -y todo mecanismo de
autorregulación interna de los medios-14 degeneran en una mera operación de
imagen cuando carecen del consenso mínimo en la redacción. Al menos en México,
los pocos códigos éticos que existen en periódicos fueron impuestos por
empresarios y directivos. Redactados por unos cuantos funcionarios de cada
medio -cuando no son una burda copia de algún código de otro país-,15 estos
códigos carecen de legitimidad y, por supuesto, son ignorados por la mayoría de
los periodistas que deberían guiar su toma de decisiones cotidiana por éstos;
en lugar de ello, cada uno de ellos opta por seguir sus criterios morales
individuales.
En la elaboración de un código deontológico para una redacción,
no se debe ignorar la participación de reporteros, editores, redactores,
correctores, secretarios de redacción, fotógrafos, diseñadores, articulistas,
editorialistas, columnistas e incluso algún colaborador destacado. Aquí se
defiende el involucramiento pleno del cuerpo periodístico en la discusión
axiológica y el diseño de las normas deontológicas de cada medio, no sólo
porque es aquél el que deberá aplicarlas, sino porque cada una de las partes
involucradas en el proceso informativo cotidianamente enfrenta dilemas sobre
los que deberá tomar una decisión siempre periodística y además, con demasiada
frecuencia, ética.
La solución tampoco pasa por el desplazamiento de empresarios y
directivos. El cuerpo periodístico de una redacción no puede imponer a la
empresa informativa un código sobre el cual basar su desempeño ético. Esto
podría derivar en un grave conflicto laboral que amenazara la existencia misma
del medio, particularmente si no existe la mínima receptividad entre los
propietarios y accionistas, una situación lamentablemente frecuente en
periódicos y revistas que nacen para cobijar intereses extra-periodísticos.
Un diálogo ético real, efectivo -y los mecanismos de autorregulación que se
derivan de ello-, sólo puede fructificar en aquellos medios donde la conciencia
y la responsabilidad profesional alcance a toda la pirámide jerárquica. Un
código deontológico puede y debe surgir del acercamiento entre posiciones que
ocasionalmente entran en conflicto -como la primicia periodística contra la
rentabilidad empresarial-, de la discusión razonada de valores, del análisis
informado y de las decisiones colegiadas respecto de dilemas específicos que
afecten a toda la redacción.
Crear un código deontológico para una empresa periodística
implica una larga discusión en la que todos sus integrantes pueden y deben
aportar algo. El consenso obtenido así garantiza la legitimidad de una conducta
ética buscada, interioriza las bondades de un desempeño profesional, facilita
tanto la prevención como la sanción de conductas reprobables de cualquier
miembro de una empresa periodística determinada y permite una constante
revisión de los diversos mecanismos de autorregulación mediante la
incorporación del aprendizaje ético traducido en nuevas y mejores normas.
Notas
1) Véase José Luis Exeni, "Apuntes sobre autorregulación del
periodismo", en Sala de Prensa, núm. 30, abril de 2001.
2) Cfr.
"Governments must refrain from regulating media content", en The
Royaumont News Line, issue 4, November/December 1999, p. 2.
3) Cfr. Bill Kovach, "Journalism and patriotism", en
Sala de Prensa núm. 46, agosto de 2002.
4) El propio Villanueva menciona a tres sujetos de la autorregulación
informativa: el público, el periodista y la empresa informativa. A las fuentes
de información las inscribe dentro del público, pero no son lo mismo. Asimismo,
Aznar 1999b, p.42.
5) Entiendo que en este punto debería desarrollar una definición
del concepto periodista, pero no sólo hemos adelantado algo ya en el capítulo
anterior, sino que se abunda al respecto en el siguiente. En ambos casos, el
contexto lo justifica.
6) Cfr. Aznar, 1999a; asimismo, Villanueva, 1999.
7) Declaración del periodista, escritor y Premio Nóbel de
Literatura Gabriel García Márquez, citada en el portal de
8) En el caso de la empresa informativa, también en el siguiente
capítulo se encontrará una definición detallada de sus responsabilidades
deontológicas.
9) Incluso en los medios electrónicos, caracterizados por la
imagen o el sonido, existe un lenguaje periodístico basado en cualquiera de los
géneros que, en mayor o menor medida, se practican en todas las redacciones del
mundo: informativos, opinativos e híbridos. Cfr. Linares, 1998. Asimismo,
Leñero y Marín, 1986, sobre el tema particular de los géneros.
10) Mención aparte debe hacerse de las llamadas celebridades de
la farándula y los deportes más populares, cuya exposición al público no sólo
es enorme, sino que ellas mismas alimentan el interés del público incluso en
detalles de sus vidas privadas.
11) Luego de que el autor de este trabajo cuestionara a los fotógrafos
finalistas del Premio Nuevo Periodismo por el manejo de la imagen de las
personas en sus trabajos, Gabriel García Márquez susurró al oído de Julio
Scherer García: "Están mal; la ética no es un problema, es una
herramienta", según contó el propio Scherer. Javier del Rey, defensor del
lector del diario colombiano El Tiempo, en su relatoría, discrepó: "García
Márquez se equivoca en esto; por su naturaleza, la ética siempre es un
problema". Escuchado en el "Seminario internacional: Nuevo periodismo
para un nuevo milenio", con Gabriel García Márquez, Sergio Ramírez y
Joaquín Estefanía, organizado por Fundación para un Nuevo Periodismo
Iberoamericano, Banco Interamericano de Desarrollo y Cemex, en Monterrey, N.L.,
del 3 al 5 de abril de 2002.
12) Expresión utilizada por Javier Darío Restrepo, defensor del
lector del diario El Colombiano, durante el Taller de Ética Periodística
impartido en
13 )Así lo percibe Aznar, (1999a, p. 47), aun cuando acepta que
con ello no se resuelven todos los problemas éticos de la prensa.
14) En el siguiente capítulo veremos que existen varias
categorías de autorregulación periodística.
15) Compárese el código impuesto por el dueño y director del diario mexicano El Economista con los enunciados básicos del código del diario español El País. fd
[1] http://es.wikipedia.org/wiki/Autorregulacion_periodisstica.