LA LEY MORAL Y LA CONDUCTA HUMANA
Escribe: Dr.
Eudoro Terrones Negrete
El hombre en su cotidiano vivir siempre ajusta su proceder, sus
actos, a una ley moral.
La ley moral es la expresión fidedigna de la existencia de la
moralidad del hombre, y se erige en la rectora de la conducta del ser humano
porque el hombre siente interiormente la necesidad imperiosa de obrar de un
modo determinado.
La ley moral tiene validez universal, es decir, obliga a todos los
hombres por igual de la esfera terrestre. De la ley moral derivan todas las
reglas prácticas del hombre.
La ley moral se explicita en principios y normas concretas, por
ejemplo, el precepto “no robar” no es más que uno de los tantos casos en que la
ley se hace concreta y real.
El carácter básico de la ley moral es la “obligación”, o sea que
la ley manda hacer o prohíbe hacer tal o cual cosa. Las personas sienten la
necesidad de ejecutar o no ejecutar un acto según lo ordene o prohíba la ley.
Solamente el deber obliga. Cuando el hombre tiene en cuenta los preceptos
morales se siente “obligado”, cuando su obrar obedece a otros móviles (interés,
utilidad) se ve atraído o seducido.
La obligación de la ley moral se expresa mediante la palabra deber. Así decimos: “Debes obedecer a
tus profesores”, “debes estudiar para ser un profesional excelente”, “debes
hacer el bien sin mirar a quien”, “no debo ser desleal con mi prójimo”, “no
debo deshonrar a mis padres”, “no debo desacatar las órdenes de mis
superiores”, etc. Este carácter de la
ley moral se debe al hecho de que posee una “fuerza interna” que impele al
hombre a obrar de una manera determinada.
El cumplimiento de la ley moral se llama obediencia. La obediencia
es el acatamiento de la ley. La desobediencia es la rebeldía o el desacato a la
ley moral. Más la desobediencia no existe si en el hombre no existe la
conciencia de la ley moral. La desobediencia se da cuando el hombre sabe que
actúa en contra de la ley. “Sólo obedece o desobedece quien tiene conciencia
moral”.
El reconocimiento de la existencia de la ley moral no es, pues,
suficiente para que el hombre actúe moralmente. El ser humano puede muy bien
tener conciencia del bien, de lo moral, y no obrar correctamente. Y esto puede
tener su origen en dos causas: 1. La no vivencia de la ley moral por parte del
individuo, a pesar de comprenderla. 2. El escaso desarrollo de la voluntad, del
carácter, o sea que el hombre siente la necesidad de obrar bien pero no tiene
las fuerzas necesarias para hacerlo.