EL TERCER MILENIO
Y EL CAMBIO EN LO ÉTICO
Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete
Algunos
piensan que la sociedad global muestra una época de nostalgia e incertidumbre,
de actitud nihilista (los valores supremos pierden validez); una época de
aproximación lamentable hacia una ética light, época de descrédito de lo
absoluto como producto de la pérdida de sus legítimos fundamentos que son los
principios y valores éticos, a tal punto que José Saramago diría que «corremos
el peligro de tener tecnología cien y pensamiento cero», y esto
es sumamente preocupante para la humanidad.
Estamos
viviendo en una sociedad global caracterizada por ser exclusivista y excluyente
socialmente, en el que no se respeta la línea divisoria que debe existir entre
información periodística y aviso publicitario, entre propaganda y publicidad,
con grave perjuicio ético para el periodista y el público.
Es
un lugar común el hecho de sostener que el monopolio, el duopolio y el
oligopolio de los medios de comunicación en el ámbito mundial vienen afectando
de manera incontrolable el derecho de los destinatarios de la información de
contar con una información veraz, objetiva, responsable, honesta, transparente
y pluralista. Al respecto el Consejo de Ministros de Europa no se equivocó
cuando advirtió en el año de 1991 que la concentración de la propiedad de los
medios «podría ser perjudicial para la libertad de información y el pluralismo
de opiniones, así como para la diversidad de las culturas».
Las
libertades de ser, de creer, de discernir, de pensar y de expresarse libremente
están siendo desplazadas por la libertad de consumir, la libertad de producir,
la libertad del mercado de ganar dinero y más dinero, materializando en demasía
la vida del ser humano.
Vivimos
en una sociedad mediática, en la que se condiciona la dignidad del ser humano a
la economía, al «Tanto tienes, tanto vales», «Si se tiene algo, se vale algo, y
si no se tiene nada no se vale nada».
Los
temas más candentes y de mayores desafíos de la ética se abordan en: la
bioética, la ética ecológica, la tecnoética, la ética de los negocios, la ética
de lo mediático, la ética de la «membrecía» o participación en las
organizaciones, y la ética profesional. Cabe mencionar, por ejemplo, autonomía
versus intimidad, regulación o no del vandalismo cibernético (virus, hackers),
relación entre lo público y lo privado en Internet, nuevas clases sociales
virtuales, los ciborgs, el interés público versus el interés del público, la
privacidad y el uso de cámaras ocultas, entre otros.
Los
adelantos científicos y tecnológicos plantean situaciones, temas, problemas y
dilemas éticos nuevos, que afectan hondamente la vida de las personas, por
ejemplo, la forma de pensar, entender, estudiar, producir, consumir, descansar,
relacionarse y soñar. Los avances en la genética y en la biología molecular son
un ejemplo fácil y emblemático de cuanto decimos.
Se
ha dicho que la ciencia parece ir mucho más rápido que la conciencia, que la
ética no es estática y va cambiando conforme cambia la vida y avanza la ciencia
y la tecnología, situación ésta que ubica al ser humano en una posición con
déficit ético y con deuda interna éticas, cuyo pago se suma a la complejidad y
el problematismo del pago de la deuda externa de los países.
La
superación del déficit ético y de la deuda ética implican la búsqueda y el desarrollo de una cultura ética global
de responsabilidad civil, con el fin de reorientar al hombre por el camino
moral, de guiarlo en infinidad de situaciones comunes a todos. Hay la necesidad
de preparar al hombre para vivir en armonía, convivencia y paz social, para
saber lo que tiene que ser y lo que debe
hacer en la sociedad del conocimiento, a sabiendas que la nueva sociedad
incorpora nuevos tipos de comportamiento moral, nuevos paradigmas cognitivos,
nuevas formas de pensar, de aprender y de actuar. Cuando hay cambios de
paradigmas «todo vuelve a cero».
Es
obvio que los problemas de ayer, no son los problemas de hoy ni del futuro. Los
nuevos problemas de carácter ético demandan al ser humano una nueva manera de
ser, de comportarse, de vivir, de aprender a pensar en forma dialéctica y no
lineal, de aprender a conocer y hacer las cosas bien, de comportarse de manera
positiva y fraterna, de aprender para la vida y durante toda la vida, de saber
actuar en un contexto imprevisto, desconocido, azaroso, confuso, momentáneo o
continuo.
En
esta nueva sociedad del conocimiento, el origen de la riqueza y del poder
económico, político y militar, se encuentran en la capacidad de generar y de
manipular la información y de convertirlo en conocimiento.
Hoy
en día crece una especial sensibilidad hacia la ética en los ámbitos empresarial, político,
académico y financiero como condición indispensable para una gestión exitosa.
Más aún cuando, según la tesis de
Giovanni Sartori2 plasmada en su «Homo Videns», «el video está
transformando al homo sapiens, producto de la cultura escrita, en un homo
videns, para el cual la palabra está destronada por la imagen».
En
una economía de mercado, -fundada en dar apoyo a la creatividad y a la
competitividad-, la ética del diseño, la ética de la creatividad, la ética de
la investigación y la ética compartida ocupan un espacio singular, preferencial
y central.
GRANDES
TEMAS Y PROBLEMAS ÉTICOS
Entre
los grandes temas y problemas éticos de la sociedad del conocimiento se
consideran la indiferencia del hombre consigo mismo, la clonación (fabricación)
de seres humanos, la demanda de «legalización» del matrimonio entre seres
humanos del mismo sexo, la contaminación del medio ambiente, el uso de Internet
con múltiples y variados fines en procura del bien común.
A
lo expresado se agrega la ciberpornografía, la cleptocracia, la carrera
armamentista, la manipulación de conciencias, el libertinaje, el acoso laboral,
la competencia desenfrenada entre países y empresas desiguales, la eutanasia (derecho al suicidio), la
impunidad de la corrupción, la legalización del aborto, el matrimonio de los
sacerdotes de la religión cristiana, la legalización del consumo de la droga,
la legalización del narcotráfico con fines de pago de la deuda externa de los
países de América Latina.
Además,
el autoritarismo de las empresas y de los organismos multinacionales con
respecto a los países de velocidad lenta, la exclusión social que genera el
fenómeno y el proceso de la globalización económica, la creciente brecha entre
los inforricos y los infopobres (infoexcluidos, infooprimidos o infosobrantes),
es decir entre aquellas personas que poseen el control de la información y
aquellas que dependen de otros para tenerla.
Son
problemas éticos el narcoanálisis, la silla eléctrica, los padres que son
Testigos de Jehová y que tienen un hijo al cual no aceptan se le practique una
transfusión de sangre, el abandono de millones de niños por la destrucción de
sus hogares y los padres irresponsables; el caciquismo de los partidos
políticos.
A
lo expuesto se agrega lo siguiente. El
tráfico de influencias para la obtención de posiciones privilegiadas en el
mercado. La ingeniería genética: hasta dónde, hasta cuándo, cómo, quién, con
qué fines se usa esta tecnología para alterar la capacidad de procreación de
las personas. Los nacionalismos xenófobos. Los grupos religiosos intolerantes
que amenazan la paz. La instrumentación de impuestos sobre las transnacionales
financieras especulativas. La entrega de las empresas de los Estados nacionales
a los grandes consorcios extranjeros. La predominancia de estructuras
monopólicas, duopólicas y oligopólicas en los ámbitos nacional, internacional y
mundial.
No
menos importante son los problemas éticos que se mencionan. El uno desconfía
del otro, o todos desconfían de todos. La mala distribución y el mal uso del
capital. La predominancia de intereses individuales frente a los intereses
colectivos. El aprovechamiento por parte de los gobernantes de la buena fe o de
la ignorancia de vastos sectores de la población, haciéndoles promesas que a
sabiendas nunca las cumplirán. La deshumanización de las relaciones sociales.
Los jugosos sueldos en las planillas secretas de la administración pública y
privada. La cultura de la muerte (esterilización, anticoncepción, aborto,
eutanasia, violencia sádica, etc.).
En
la sociedad actual hay dos morales: la «moral de los señores» (moral de los
opresores, que son los menos) y la «moral de los esclavos» (moral de los
oprimidos, que son los más). La sociedad se caracteriza por su precaria
solidaridad humana, por ser una sociedad materialista, consumista y permisiva
de antivalores, sociedad que aísla al
hombre de su contexto vital y social. Los bienes materiales están concentrados
en pocas manos. Predomina el prurito de
acuñar dinero y más dinero o de actuar sólo en términos de rentabilidad
económica empresarial. Las estructuras socioeconómicas se mantienen
inalterables. La brecha social entre ricos y pobres es cada día mayor. La
jerarquía de los oficios y de las profesiones se fija de acuerdo con la
productividad monetaria: al que tiene dinero, se le respeta, sin importar de
donde lo extrajo, cómo lo ganó y en qué lo invierte, pero al que no tiene
dinero se le desprecia y margina. La
alteridad del Ser ha sido sustituida por la alteridad del Tener.
En
el futuro, a la etapa de pluralismo en la difusión y la concentración de la
producción, es probable que le siga una mayor concentración y la desaparición del pluralismo debido a las
grandes fusiones de empresas productoras de contenidos y empresas de
transmisión de las informaciones.
Hay
quienes piensan, como Alessandro, en la necesidad de contar con una ética
para el ciberhombre, es decir una ética específica para la persona mientras
se encuentra navegando y que lo justifica afirmando que la conexión telemática
tiene un ethos propio constituido por «el movimiento mismo de la navegación
efectiva, en un diálogo constante, cerrado y problemático, que sólo se
establece en el juego de las conexiones y que nunca llega a determinar de un
modo unívoco reglas ciertas y universalmente válidas».