HACIA UNA ÉTICA CORPORATIVA Y PROFESIONAL
Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete
Como
consecuencia de los adelantos científicos y tecnológicos, en el campo de la
información y la comunicación se ha desatado una implacable guerra mediática en
el mundo de hoy, con el propósito de capturar y controlar el poder político y
el poder económico.
El
siglo XXI empezó con notorias amenazas para la información y se pretende
imponer una ética neoliberal desde el pensamiento único, alejado de toda
responsabilidad social empresarial y digitada desde las esferas de los grandes
poderes económicos transnacionales, en procura de un posmoralismo light.
Ahora,
la ética deviene en un discurso saturado, un término polisémico y una
disciplina en debate en todas partes. Los filósofos y ejecutivos se felicitan
porque se haya puesto de moda que las empresas tengan Consultores de ética,
Aulas de ética y Talleres de ética.
Hay
la voluntad en las organizaciones e instituciones por cultivar una nueva ética
con rostro humano, con responsabilidad social, y no simplemente como un manual
de casuística dentro de un mercado consumista sin límites que hace cada vez más
rico a los ricos y más pobres a los pobres.
“El enfoque de las organizaciones de negocios
desde una perspectiva ética se originó en Norte América recién en los años
1970. Adquirió cierto ímpetu en este continente, alcanzó a Europa a fines de
los años 1980 y se extendió al anillo de Pacífico, América Latina, África y a
otras regiones del mundo durante la década de
La ética corporativa, es una rama de la ética aplicada al ámbito de los
negocios, que estudia las cuestiones normativas de orden moral que se plantean
referentes a la gestión empresarial, la organización, las conductas en el
mercado, las decisiones comerciales y financieras, entre otros.
Estudia
las acciones correctas e incorrectas, lícitas e ilícitas, justas e injustas que
se producen en el mundo de las organizaciones de negocios.
En
la ética corporativa tradicional, el hombre de negocios al cultivar el
pragmatismo no le importa los valores morales, sólo le interesa y preocupa el
beneficio económico, el cálculo, la rentabilidad, el éxito y la eficacia de los
medios. No le interesa lograr el consenso sobre normas morales mínimas que
aseguren la convivencia social, Él vive su mundo y lo vive en función de sus
propios intereses lucrativos. Su ser se reduce a su interés de clase egoísta y
el bien común no está en su agenda diaria.
Últimamente,
la nueva ética corporativa está tomando cuerpo y ganando adeptos debido al
número creciente de compañías multinacionales que han ganado mayor poder,
crecimiento, expansión y una actitud moral proactiva en el manejo de los
intereses sociales y económicos en la era de la globalización, ante un mundo
sin fronteras.
La
necesidad de una nueva ética corporativa está siendo reforzado por la
privatización, la liberalización, la desregulación en muchos países, las
diferentes formas de comunicación, que multiplican nuevos espacios de libertad
en las organizaciones comerciales.
El
hombre de negocios trata de comprometerse aún más con el control de calidad en
todas sus operaciones y servicios, con el desarrollo sustentable, con la
promoción de la cultura de diálogo abierto en los problemas, con la
erradicación de la corrupción y el soborno.
Asimismo
realiza sus negocios a través de medios lícitos y éticos; respeta a su cartera
de clientes, se preocupa por la economía popular con precios justos en sus
productos, bienes y servicios; promueve el intercambio abierto de puntos de
vista, con sus clientes o potenciales consumidores.
Dentro
de la nueva concepción de la ética corporativa se considera que los
funcionarios y empleados de la empresa no deben recibir beneficios personales
impropios como resultado de su posición en ella. Evitan enriquecerse
personalmente a través del acceso a información confidencial. No compiten,
directamente o indirectamente, con la empresa en la que laboran.
En las decisiones y negociaciones con proveedores o con el sindicato, en la
contratación de trabajadores, en la asignación de responsabilidades o en las
campañas publicitarias de los productos deberán primar los principios y valores
éticos, también la responsabilidad social empresarial.
IAN DAVIS
Los
escándalos corporativos de los últimos años, de Enron, Worldcom, Parmalat y
Arthur Andersen han dejado por el suelo la imagen de las megaempresas de la
sociedad global, a tal punto que “ha causado a la economía más daño que el
atentado del 11 de septiembre en los Estados Unidos” dijo a EFE la filósofa
Adela Cortina.
Frente
a esta situación, Ian Davis, nacido en Reyno Unido y director gerente de la
consultora McKinsey, propone, por ejemplo, una nueva ética corporativa que
concilie las presiones por rentabilidad con la responsabilidad social, ante la
intentona de querer justificar que todo vale para ganar dinero y más dinero al
poner en práctica la máxima de Milton Friedman, “the business of business is
business”, sin tener en cuenta las preocupaciones y responsabilidades sociales.
Davis, plantea una nueva máxima ética para los hombres de negocios en el siglo
XXI que reza así: "Satisfaga las necesidades de la sociedad, no busque
sólo los beneficios. La rentabilidad vendrá sola".
“Las
grandes empresas – afirma- necesitan ser transparentes y dejar claro cual es su
papel en la sociedad, pero jamás conseguirán transmitirlo si insisten en
afirmar que están preocupadas con la maximización de generación de valor para
el accionista”.
BERNARDO KLIKSBERG
Entre sus obras publicadas figuran: “Valores éticos y vida cotidiana“ (2005),
“La agenda ética pendiente de América Latina” (2005), “Más ética, más
desarrollo” (2005), “Hacia una economía con rostro humano” (2004), y “Toward an
intelligent state” (2001).
Kliksberg,
manifiesta que en Bélgica, Europa occidental, Francia, Noruega, Unión Europea y
en los Estados Unidos hay una explosión de interés mundial por la
responsabilidad social empresarial (RSE).
“Bélgica
– dice Kliksberg, aprobó la ley de la etiqueta social. Garantiza a los
consumidores que los productos que llevan esa etiqueta han sido elaborados con
respeto por los derechos laborales, sin mano de obra infantil y sin
discriminaciones. En Europa occidental hay 240 etiquetas ambientales,
ecológicas y de comercio justo (que aseguran que los precios son razonables).
Francia obliga por ley a las empresas a publicar un informe social y
medioambiental. Inglaterra exige a los fondos de pensiones públicas informar
sobre los criterios éticos, sociales y ambientales utilizados en sus
inversiones. En Italia hay guías para elaborar informes sociales para las
pequeñas y medianas empresas, y la región toscana da preferencia en los
contratos estatales a empresas con producción socialmente responsable”.
“En
Noruega, -revela Kliksberg- el 95% de las Pymes realiza acción social. España
tiene un ranking de las empresas mejor percibidas por su labor social. En
Estados Unidos, cien empresas suscribieron un programa para apoyar el trabajo
voluntario de sus tres millones de empleados. La Unión Europea lanzó un libro
verde sobre la RSE. Detrás de estos cambios hay una fuerte presión sobre las
empresas de sociedades civiles cada vez más activas. También inversores que, en
la era post-Enron, exigen transparencia y perciben que las empresas más éticas
garantizan mejor sus ahorros. Asimismo se observa que la RSE aumenta la
competitividad de la empresa y que las empresas que apoyan el trabajo
voluntario de su personal tienen mejor productividad, porque el personal se
identifica más con ellas. A esto se suma un dato que no entra en los análisis
económicos convencionales: la votación de los mercados. En los Estados Unidos
se estima que hay 50 millones de consumidores que prefieren comprar productos
que responden a "un estilo de vida sano y tolerable". Mueven un
mercado de 230.000 millones de dólares.”[1]
ABSTRACT
Estamos viviendo en una sociedad globalizada, con organizaciones más planas,
más descentralizadas, con empleados más autónomos y con mayor poder de decisión
de los ejecutivos y empleados.
A
través de la nueva ética corporativa, se puede contribuir a erradicar las
prácticas corruptas, que dañan la economía de la empresa y frustran o restan
posibilidades de éxito empresarial; se puede mejorar el funcionamiento de la
empresa y hacerla más competitiva, transparente y emprendedora; se puede
reducir los conflictos de sus miembros y mejorar la imagen exterior de sí misma
y sus relaciones inter-empresariales.
Una organización de éxito practica una serie de valores: igualdad, libertad, dialogo, respeto al interés social, pensamiento sistémico, misión y responsabilidad compartidas, solidaridad, vocación de servicio a la colectividad, los mismos que le permitirán generar mejores patrones de conducta ante sus clientes y la sociedad, conjugando en juego limpio la responsabilidad social empresarial con el bien común, la preservación del medio ambiente y la integración a las acciones de interés social.