BLAS PASCAL:
"EL HOMBRE ES... UNA CAÑA PENSANTE"
Escribe: Eudoro Terrones Negrete
Blas Pascal
Blas Pascal (1623-1662 d.C.) nació
en Clermont-Ferrand el 19 de junio de 1623 y murió el 19 de agosto de 1662.
Blas Pascal es un ilustre científico y filósofo
cristiano, teólogo, físico y matemático francés, recibió la influencia de
Descartes, pero fue un duro crítico de la filosofía cartesiana y del jesuitismo.
Desarrolló la teoría de las probabilidades
en razón con los juegos de azar e inventó una calculadora primitiva. A los 16
años formuló el teorema de la geometría conocido con el nombre de teorema de Pascal, asimismo formuló el
denominado Principio de Pascal.
Con
Leopoldo Zea diríamos: “Pascal es el primer hombre moderno decepcionado de la
modernidad”.
Su
pensamiento giraba en torno al racionalismo,
el escepticismo y el existencialismo cristiano.
Es
autor de las Cartas Provinciales (1656), Opúsculos y Pensamientos sobre la Religión (1670).
“Para
Pascal –indica M. Federico Sciacca[1]-
la deducción matemática es el tipo perfecto del conocimiento, pero la deducción
se apoya en la intuición que escapa a
la razón. La deducción (l´esprit de
géometrie) va de razón en razón sin llegar a un punto firme, o mejor, se
aferra a los postulados que no demuestra. No hay un conocimiento humano de
orden absolutamente perfecto: la verdad objetiva y absoluta sobrepasa los
límites del pensamiento humano. Hay, sin embargo, una forma de conocimiento no
racional que conoce lo que la razón desconoce: l´esprit de finesse, la “razón del corazón”, un poder de intuición
directa que llega donde la razón no puede llegar. Esto prueba la debilidad de
la razón humana y la necesidad intrínseca de reconocer que la verdad la supera
( “el último acto de la razón es reconocer que muchas cosas están por encima de
ella”). Pero la conciencia de los propios límites, la conciencia del dolor y de la insuficiencia son los signos de la
nobleza humana, repite Pascal con San Agustín[2],
son el testimonio de que el hombre es un “gran señor” caído, que el actual
estado de miseria es la consecuencia del pecado del primer hombre. Sólo la
gracia, que para Pascal, sin embargo, a diferencia de los jansenistas, no excluye
la colaboración de la voluntad humana, puede restituir al hombre en su
primitiva grandeza y satisfacer su ansia indomable de infinito, de criatura
hecha para elevarse por encima del orden de la Naturaleza…”
“Así
Pascal, contra el abstracto racionalismo cartesiano, reivindica la concreción
de la existencia humana, al hombre en su singularidad, paradoja viviente,
contradicción de carne y hueso, que la verdad cristiana le puede esclarecer,
satisfaciéndolo y rescatándolo. El hombre no es sólo razón, no es reductible a
una idea clara y distinta, sino que es también corazón y sentimiento, enigma
que reclama el misterio de la fe. Pero Pascal no sólo estaba descontento del
racionalismo cartesiano, sino también del escolástico y de la casuística de los
jesuitas, contra los que escribió las célebres Cartas provinciales”[3].
En la
concepción antropológica pascaliana el
hombre es un ser frágil, pensante y sabe que va a morir. El hombre es un ente
limitado, finito e insatisfecho. Decía, en su obra Pensamientos: “yo no puedo concebir al hombre sin pensamiento: sería
una piedra o un bruto”: “Toda nuestra dignidad consiste, pues, en el
pensamiento”. “Todo el mundo corpóreo, el firmamento, los astros, la tierra y
sus reinos, no pesan lo que el menor de los espíritus; pues éste conoce todo
eso y se conoce a sí mismo, y los cuerpos nada conocen”. “Anhelamos la verdad,
y sólo encontramos en nosotros incertidumbre. Buscamos la felicidad, y no
encontramos sino miseria y muerte. Somos incapaces de renunciar a la verdad y a
la dicha, sin poder empero hallar la dicha y la certeza”.
Ante la pregunta ¿Qué
es el hombre en la naturaleza? Pascal responde: “Una nada frente al infinito,
un todo frente a la nada, un medio entre nada y todo. Infinitamente alejado de
comprender los extremos, el fin de las cosas y su principio le están
invenciblemente ocultos en un secreto impenetrable, igualmente incapaz de ver
la nada de donde ha sido sacado y el infinito en que se halla sumido.” (De Pensamientos).
En la concepción antropológica de Pascal el
hombre, por naturaleza, es crédulo,
incrédulo, tímido y temerario; el hombre no es más que mentira, duplicidad,
contrariedad, y que se oculta y disfraza entre sus semejantes. Pues solamente
existen dos especies de hombres; los hombres justos que se creen pecadores, y
los hombres pecadores que se consideran justos.
“El ser humano es una entidad que posee
inteligencia, por ello es grandioso; pero a la vez posee deficiencias y comete
males, por ello es miserable. De ahí que Pascal diga que el hombre es un ser de
contradicciones”[4].
Según Pascal, la naturaleza humana está
corrompida y “sólo hay vicio, miseria, error, tinieblas, muerte,
desesperación”. El hombre es inconcebible sin Dios y a través de él se
esclarece y clarifica el propio ser y destino del hombre.
Pascal[5] ve al
hombre como un ser pensante, cualidad esta que hace al hombre ser hombre: “El hombre es una caña,
la más débil de la naturaleza; pero es una caña pensante. No hace falta que el
universo entero se arme para aplastarla: un vapor, una gota de agua basta para
matarla. Pero aunque el universo lo aplaste, el hombre sería todavía más noble
que lo que lo mata, puesto que sabe que muere y el poder que el universo tiene
sobre él; el universo, en cambio, no lo sabe”.
[1] Sciacca, M.
Federico. Historia de la Filosofía. Editorial Luis Miracle, S.A., Cuarta
edición, Barcelona, octubre de 1962, pp.326 y 327.
[2] Como Pascal escribe en los Pensées – su principal obra filosófica-: “El hombre no es más que
una caña, la más débil de la Naturaleza, pero una caña que piensa. Para
destruirla no es necesario que se aúne el Universo entero. Basta una gota de
agua para ello. Pero cuando el Universo lo destruye, el hombre es todavía más
noble que quien lo mata, porque sabe que muere, mientras que el Universo no
sabe la superioridad que tiene sobre él. Toda nuestra dignidad consiste, pues,
en el pensamiento”.