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21 de abril de 2020

BLAS PASCAL: "EL HOMBRE ES... UNA CAÑA PENSANTE"


BLAS PASCAL: 
"EL HOMBRE ES... UNA CAÑA PENSANTE"

Escribe: Eudoro Terrones Negrete

Blas Pascal

Blas Pascal  (1623-1662 d.C.) nació en Clermont-Ferrand el 19 de junio de 1623 y murió el 19 de agosto de 1662.

Blas Pascal es un ilustre científico y filósofo cristiano, teólogo, físico y matemático francés, recibió la influencia de Descartes, pero fue un duro crítico de la filosofía cartesiana y del jesuitismo. Desarrolló la teoría de las probabilidades en razón con los juegos de azar e inventó una calculadora primitiva. A los 16 años formuló el teorema de la geometría conocido con el nombre de teorema de Pascal, asimismo formuló el denominado Principio de Pascal.

Con Leopoldo Zea diríamos: “Pascal es el primer hombre moderno decepcionado de la modernidad”.

Su pensamiento giraba en torno al racionalismo, el escepticismo y el existencialismo cristiano.

Es autor de las Cartas Provinciales (1656), Opúsculos y Pensamientos sobre la Religión (1670).

“Para Pascal –indica M. Federico Sciacca[1]- la deducción matemática es el tipo perfecto del conocimiento, pero la deducción se apoya en la intuición que escapa a la razón. La deducción (l´esprit de géometrie) va de razón en razón sin llegar a un punto firme, o mejor, se aferra a los postulados que no demuestra. No hay un conocimiento humano de orden absolutamente perfecto: la verdad objetiva y absoluta sobrepasa los límites del pensamiento humano. Hay, sin embargo, una forma de conocimiento no racional que conoce lo que la razón desconoce: l´esprit de finesse, la “razón del corazón”, un poder de intuición directa que llega donde la razón no puede llegar. Esto prueba la debilidad de la razón humana y la necesidad intrínseca de reconocer que la verdad la supera ( “el último acto de la razón es reconocer que muchas cosas están por encima de ella”). Pero la conciencia de los propios límites, la conciencia del dolor y de la insuficiencia son los signos de la nobleza humana, repite Pascal con San Agustín[2], son el testimonio de que el hombre es un “gran señor” caído, que el actual estado de miseria es la consecuencia del pecado del primer hombre. Sólo la gracia, que para Pascal, sin embargo, a diferencia de los jansenistas, no excluye la colaboración de la voluntad humana, puede restituir al hombre en su primitiva grandeza y satisfacer su ansia indomable de infinito, de criatura hecha para elevarse por encima del orden de la Naturaleza…”

“Así Pascal, contra el abstracto racionalismo cartesiano, reivindica la concreción de la existencia humana, al hombre en su singularidad, paradoja viviente, contradicción de carne y hueso, que la verdad cristiana le puede esclarecer, satisfaciéndolo y rescatándolo. El hombre no es sólo razón, no es reductible a una idea clara y distinta, sino que es también corazón y sentimiento, enigma que reclama el misterio de la fe. Pero Pascal no sólo estaba descontento del racionalismo cartesiano, sino también del escolástico y de la casuística de los jesuitas, contra los que escribió las célebres Cartas provinciales”[3].

En la concepción antropológica pascaliana  el hombre es un ser frágil, pensante y sabe que va a morir. El hombre es un ente limitado, finito e insatisfecho. Decía, en su obra Pensamientos: “yo no puedo concebir al hombre sin pensamiento: sería una piedra o un bruto”: “Toda nuestra dignidad consiste, pues, en el pensamiento”. “Todo el mundo corpóreo, el firmamento, los astros, la tierra y sus reinos, no pesan lo que el menor de los espíritus; pues éste conoce todo eso y se conoce a sí mismo, y los cuerpos nada conocen”. “Anhelamos la verdad, y sólo encontramos en nosotros incertidumbre. Buscamos la felicidad, y no encontramos sino miseria y muerte. Somos incapaces de renunciar a la verdad y a la dicha, sin poder empero hallar la dicha y la certeza”.

Ante la pregunta ¿Qué es el hombre en la naturaleza? Pascal responde: “Una nada frente al infinito, un todo frente a la nada, un medio entre nada y todo. Infinitamente alejado de comprender los extremos, el fin de las cosas y su principio le están invenciblemente ocultos en un secreto impenetrable, igualmente incapaz de ver la nada de donde ha sido sacado y el infinito en que se halla sumido.” (De Pensamientos).

En la concepción antropológica de Pascal el  hombre, por naturaleza, es crédulo, incrédulo, tímido y temerario; el hombre no es más que mentira, duplicidad, contrariedad, y que se oculta y disfraza entre sus semejantes. Pues solamente existen dos especies de hombres; los hombres justos que se creen pecadores, y los hombres pecadores que se consideran justos.

“El ser humano es una entidad que posee inteligencia, por ello es grandioso; pero a la vez posee deficiencias y comete males, por ello es miserable. De ahí que Pascal diga que el hombre es un ser de contradicciones”[4].

Según Pascal, la naturaleza humana está corrompida y “sólo hay vicio, miseria, error, tinieblas, muerte, desesperación”. El hombre es inconcebible sin Dios y a través de él se esclarece y clarifica el propio ser y destino del hombre.

Pascal[5] ve al hombre como un ser pensante, cualidad esta que hace al hombre ser hombre: “El hombre es una caña, la más débil de la naturaleza; pero es una caña pensante. No hace falta que el universo entero se arme para aplastarla: un vapor, una gota de agua basta para matarla. Pero aunque el universo lo aplaste, el hombre sería todavía más noble que lo que lo mata, puesto que sabe que muere y el poder que el universo tiene sobre él; el universo, en cambio, no lo sabe”.


[1] Sciacca, M. Federico. Historia de la Filosofía. Editorial Luis Miracle, S.A., Cuarta edición, Barcelona, octubre de 1962, pp.326 y 327.
[2] Como Pascal escribe en los Pensées – su principal obra filosófica-: “El hombre no es más que una caña, la más débil de la Naturaleza, pero una caña que piensa. Para destruirla no es necesario que se aúne el Universo entero. Basta una gota de agua para ello. Pero cuando el Universo lo destruye, el hombre es todavía más noble que quien lo mata, porque sabe que muere, mientras que el Universo no sabe la superioridad que tiene sobre él. Toda nuestra dignidad consiste, pues, en el pensamiento”.
[3] Sciacca, M. Federico. Op. cit., p.327.
[4] Instituto de Ciencias y Humanidades. Lumbreras Editores, Lima, noviembre de 2008, p.450.
[5] Pascal. Pensamientos, 347.

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