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16 de abril de 2020

PAÍSES DE AMÉRICA LATINA REQUIEREN DE MAYOR INVERSIÓN EN CAPITAL HUMANO PARA UNA EDUCACIÓN DE CALIDAD



PAÍSES DE AMÉRICA LATINA REQUIEREN DE MAYOR INVERSIÓN EN CAPITAL HUMANO PARA UNA EDUCACIÓN DE CALIDAD


Escribe: Eudoro Terrones Negrete

La mejor y más rentable inversión que pueden hacer los países de América Latina es en la educación en general y, particularmente, en la educación superior universitaria y no universitaria, para alcanzar una educación de calidad permanente a corto, mediano y largo plazo.
El desarrollo del capital humano es una de las estrategias básicas para la reducción de la pobreza, para el aseguramiento de la cohesión social y la calidad educativa, la superación de la desigualdad social, el crecimiento y desarrollo sostenido de las organizaciones, el crecimiento espiritual y moral de los individuos, la profundización y la consolidación de la democracia y la convivencia pacífica de los pueblos.
“El concepto de capital humano –introducido por Theodor W. Schultz como conjunto de atributos cualitativos adquiridos por la población que son valiosos y pueden ser aumentados por medio de la inversión apropiada- nos remite a un factor considerado en la actualidad por empresas y por estados modernos como fundamental para el progreso económico. Según Schultz, es humano porque está incorporado al hombre y es capital porque es fuente de satisfacciones futuras, de ganancias futuras, o de ambas cosas. Esta “humanización” de lo económico o de lo empresarial se hace patente en el hecho de que la educación y la formación constituyen, en este contexto, la inversión en capital humano por excelencia” refiere Francisco López Rupérez.[1]
La educación en el siglo XXI debe visualizarse como una inversión continua y de por vida en la formación profesional integral (humanística, técnica, científica y ética) de los mejores cuadros que todo país necesita para impulsar su crecimiento, desarrollo y progreso.
Dicha inversión debe efectuarse en función a la demanda del mercado laboral, a los costos y a los resultados, en función a una educación continua e inclusiva de calidad que aplique conceptos de reducción de costos, maximización de excedentes y resultados  e implique mayor dedicación de los estudiantes y profesores a descubrir nuevos conocimientos y a efectuar permanentes cambios de actitudes, de formas de pensar así como de actuar creativamente por la transformación integral de la sociedad.
Dicha inversión en educación no debe ser elitista sino universalizable, no debe ser para atender las necesidades de un selecto grupo de los mejores estudiantes sino para atender las demandas, necesidades y expectativas insatisfechas de la totalidad de estudiantes y profesores.
En América Latina, según el informe “Una mirada a la educación” elaborado por los técnicos de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) en los países de América Latina se invierte siete veces menos por alumno que en las naciones desarrolladas, hecho que ubica en desventaja a nuestros estudiantes a la hora de evaluar las calidades del servicio educativo con respecto a los estudiantes de países veloces o desarrollados, países que tienen mayor capacidad económico-financiera y realizan mayor inversión en educación.
Carlos Boloña Behr, ex rector de la Universidad San Ignacio de Loyola y ex ministro de Economía de Perú, en una de sus conferencias magistrales reveló que “el modelo educativo aplicado en el Perú durante los últimos 30 años muestra una pirámide educativa en la que, de cien alumnos de inicial y primaria, 40 pasan a secundaria; 7 a la universidad, para luego graduarse 1. Si consideramos el postgrado 1 de 1000 obtiene su maestría. Esta pirámide educativa es a todas luces un fracaso y un desperdicio del recurso humano, cuando hoy en día se habla de “Cero error” y “Justo a tiempo”. La educación debe universalizarse, que no sea elitista sino, más bien democrática. La pirámide educativa en lugar de perder el 99 % de los alumnos debe permitir salida de alumnos con diversos niveles de formación para que salgan educados”[2]
Para quienes pensamos y creemos firmemente que la educación está íntimamente relacionada con la economía, la política, la moral, la psicología, la filosofía, la epistemología, la antropología, el psicoanálisis, el derecho, la religión y todas las ciencias que estudian los problemas del hombre y de la sociedad. Y empezamos mencionando la relación de la educación con la economía porque sin recursos económicos y financieros es imposible solucionar muchos de los problemas críticos que genera el fenómeno educativo. Sin mayores recursos de capital financiero es de esperarse – como está ocurriendo en muchos países del mundo- el deterioro constante y creciente en la calidad de la formación integral de la población.
Por ejemplo, la necesidad de democratizar el acceso a los centros educativos de todos los niveles y modalidades educativas implica incrementar los presupuestos de educación por parte del Estado y de las empresas privadas a la vez que otorgar créditos educativos para estudiantes y profesores que lo necesiten, como estímulo por sus destacadas facultades, habilidades y talentos que dispongan.
Requerimos de mayores inversiones en los recursos humanos a fin de propender hacia una educación de calidad, con estudiantes y profesores A1 para responder a los desafíos y retos de la sociedad del conocimiento, acorde con la rapidez del cambio tecnológico y cambio científico.
La necesidad de mayores inversiones en los recursos humanos se justifica aún más si se tiene en cuenta la necesidad de renovar, mejorar y ampliar los recursos didácticos, recursos tecnológicos, la infraestructura física, las bibliotecas, los talleres y laboratorios de las instituciones educativas, entre otros, ante la rápida obsolescencia de los contenidos y de la tecnología.
“Para que la educación funcione bien- afirma Almeida Cordeiro- se necesita tres cosas fundamentales: una inversión pública adecuada a las necesidades educativas de la población, una voluntad política y una coordinación interinstitucional, porque la educación es una responsabilidad de todos.”[3]
El experto reveló que mientras en el Perú se invierte unos US$354 al año por alumno, en Chile se dedica US$1.350 y en la UE es más de US$4.000.
“El Perú es un país en plena evolución económica, pero necesita material humano. Debe haber una mayor adecuación del capital humano a lo que realmente necesita la empresa privada. Esa articulación aún es muy difícil”, concluyó Cordeiro.
No debemos olvidar que la inversión en la educación de la población es un componente vital en cualquier estrategia para reducir la pobreza, el analfabetismo convencional y el analfabetismo tecnológico, la marginación y exclusión social, la explotación del hombre por el hombre y del hombre por el Estado y la injusticia social, particularmente en los países en vías de desarrollo.
Una mayor inversión en educación, tanto por el Estado como por las empresas privadas, posibilitaría el aseguramiento de una educación de calidad permanente y promovería el crecimiento económico y el desarrollo social de los países de América Latina.


[1] López Rupérez, Francisco. La gestión de calidad en educación. Editorial La Muralla, S.A, 3ª. edición, Madrid, 2003.
[2] Carlos Boloña Behr, en Conferencias magistrales: II Congreso Internacional de Educación, organizado por el Colegio de Doctores en Educación del Perú, del 13 al 18 de marzo del 2000, Lima-Perú.
[3] Joaquim Almeida Cordeiro, jefe de la Asistencia Técnica del Programa de Apoyo a la Formación Profesional para la Inserción Laboral en el Perú (Aprolab) de la UE, al participar en la Conferencia sobre Educación y Tecnología, organizada por la Asociación Técnico Científica Franco-Peruana, IPAE, Unesco, la Embajada de Francia en el Perú, la Unión Europea (UE) y Concytec (Lima, octubre del 2007).


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