Artículos periodísticos y de investigación

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10 de abril de 2020

FILOSOFÍA (TEXTO UNIVERSITARIO)


FILOSOFÍA (TEXTO UNIVERSITARIO)[1]

PRÓLOGO DEL DR. ENRIQUE L. DÓRIGA[2]

A todos nos agrada que los demás tengan los mismos gustos y compartan las mismas aficiones que nosotros. Si nos entusiasma la música de Tchaikovski, si preferimos un carro japonés a uno europeo, si nuestras lecturas preferidas giran en torno del Universo: sentimos complacencia cuando encontramos a alguien que comparte esas mismas inclinaciones. Es como recibir un espaldarazo, una confirmación de nuestro sentido estético, de nuestro juicio técnico, de nuestra curiosidad científica.

Por ello no pude negarme al profesor Eudoro Terrones Negrete cuando amablemente me solicitó que prologara su libro de FILOSOFÍA (Texto Universitario). Me hacía ver que el campo filosófico, en el que ejerzo la docencia, tiene valor aun en este mundo tecnificado y pragmático de las postrimerías del siglo XX. Una razón adicional me movió a aceptar: se trata de un texto escrito especialmente para estudiantes de periodismo. Me detendré a explicar algo más esta segunda razón.

Todos sabemos que Locke en su teoría del Estado introdujo la distinción entre el poder ejecutivo y el legislativo; poderes a los que Montesquieu añadió el poder judicial. Hoy en día, al margen de las constituciones de los Estados y de los tratados teóricos y como reconocimiento de su importancia táctica, se habla de periodismo como de un cuarto poder. Y no se trata de una exageración. Basta recordar el papel que la prensa norteamericana y el Washington Post en particular desempeñaron en el caso Watergate y en la posterior renuncia obligada del presidente Richard Nixon en agosto de 1984. Pero ¿de dónde procede este poder ajurídico, no inscrito en los códigos, de la prensa?

Según la grandiosa visión de Pierre Teilhard de Chardin estamos en una época en que el aumento de “psiquismo” nos lleva a una unificación creciente de la Humanidad. La felicidad, comodidad y rapidez de los transportes aéreos y sobre todo, los medios de comunicación social con su casi instantaneidad en la transmisión de las noticias son factores fundamentales de esta unificación de la información y del pensamiento.

Como bien afirma J.F. Revel en su interesante obra “El conocimiento inútil”, tarea primordial de la prensa es informar. Admiramos a las cámaras de TV que no dudan de arriesgar sus vidas (más de uno la ha dejado en el cometido) con tal de captar la imagen precisa en el momento preciso. Esa información, que esencialmente es transmisión de los hechos, debe ser veraz, completa e imparcial. El público que compra un diario o enciende el televisor espera del periodista que le informe sobre el acaecer diario tal como éste ha sido. No puede el periodista alterar los hechos ni tan siquiera silenciarlos porque no coincidieron con sus propias ideas. Durante la guerra ideológica aún vigente en la década pasada no le era lícito al periodista de “derechas” callar los logros alcanzados por la Cuba de Fidel en materia de salud; ni al periodista de “izquierdas”, dejar de comunicar a sus lectores los avances económicos conseguidos en el Chile de Pinochet. El periodista no puede cercenar ni distorsionar la información, sacándola de su contexto o introduciendo en la noticia su propia opinión, muy respetable quizás, pero ajena a la información objetiva.

Y no puede hacerlo no sólo por razones éticas personales, sino además sociales. Las decisiones de los ciudadanos, incluidos los individuos particulares, los sindicalistas, los educadores, los empresarios, los políticos y los parlamentarios, se basan principalmente (y con frecuencia, exclusivamente) en la información suministrada por los medios de comunicación social. De aquí que desinformación (por manipulación, tergiversación u ocultamiento de la noticia) equivale en la práctica a las malas elecciones, malas decisiones y desgobierno.

La segunda tarea importantísima del periodista es formar la opinión pública. Aquí si entra en juego su visión personal del asunto o problema. El lugar apropiado para expresar esa opinión no es como acabamos de ver, la noticia (que debe ser “aséptica”) sino el artículo editorial o el comentario político, social, religioso, económico o artístico. Porque los problemas de la vida real presentan múltiples facetas, inabarcables con una sola mirada, es preciso que exista una prensa, libre de censuras, mordazas y presiones. Pero conviene no olvidarlo, la opinión del periodista con sus razones a favor o en contra de una decisión del gobierno o, simplemente, de una postura política, social, económica o religiosa sólo es éticamente válida si ese periódico ha tenido y tiene la valentía de no ocultar información auténtica a sus lectores. Porque en definitiva son ellos (cada uno de ellos) quienes, poseedores de toda la información, han de juzgar si las razones del periódico liberal o conservador, socialista o democristiano, católico o indiferente, pesan más, igual o menos que las de su oponente.

El deber de informar y el derecho de opinar conllevan dos exigencias básicas. No puede haber buena información si quien ha de proporcionarla no es competente en la materia sobre la que escribe. Quien no entiende de medicina será muy difícil y en la práctica imposible que transmita bien a sus lectores y en forma inteligible para ellos las conclusiones de un congreso médico o los alcances de una disposición del Ministerio de Salud. Por esto los estudios de periodismo no pueden limitarse al estrecho campo de una carrera formal, en la que se enseña y se aprende cómo dar una noticia, sino que debe incluir una especialización (derecho, medicina, política, economía, teología, etc.), que le permita al periodista asimilar realmente el contenido del cable sin alterarlo por ignorancia. Así se evitarán esas “perlas”, que hacen las delicias de los lectores acuciosos: Taiwan es el país más densamente poblado del mundo: en 36000 metros cuadrados viven 20´000,000 de habitantes. El Sol consume cada segundo 4.2. por ciento de su masa, pero durará billones de años.

El derecho a opinar exige en el periodista una formación filosófica (ahora empalmamos con la razón de ser de este prólogo), que le proporcione en primer lugar facilidad para el razonamiento abstracto; después, una mentalidad crítica; luego, amplitud de miras al contratar lo subjetivo de las apreciaciones humanas; en cuarto lugar, una base axiológica enraizada en la persona y en la sociedad. Un periodista así estará capacitado para enjuiciar correctamente (aunque siempre sujeto a inevitables errores humanos), sin filias y fobias (por lo menos, conscientes), sin intereses creados, sin ansias de medrar, sin ambiciones crematísticas, Sócrates, san Agustín, santo Tomás de Aquino y Kant pueden ser modelos de una búsqueda sincera de la verdad y de una vida conforme con esa verdad.

El libro de Filosofía del profesor Eudoro Terrones, puede ayudar a que los estudiantes consigan estas altas metas. Con amplitud de espíritu recoge lo dicho por filósofos de tendencias muy diversas y deja al lector la tarea de precisar su valor global y de aprovechar cuanto en cada teoría hay de bello y verdadero. La exposición es clara, sin pretensiones científicas, pues se trata de un texto introductorio en el quehacer filosófico. Dentro de su brevedad son muchos los autores que desfilan ante los ojos del lector. Algunos clásicos, nunca omitidos en los manuales; otros, como Francisco Suárez, dignos de mención, pero frecuentemente preteridos. Es mérito adicional del profesor Terrones Negrete haberlos rescatado del anonimato. A veces la misma exigencia de brevedad hace que algunas afirmaciones no sean tan precisas, y que el pensamiento de tal o cual autor queda algo distorsionado. Es el impuesto que hay que pagar a la concisión y el resumen.

No quiero concluir este prólogo sin aludir a un segundo tomo, SINOPSIS DE LA FILOSOFÍA, en que el Autor completa su trabajo expositivo con una selección antológica de los filósofos estudiados. Así el estudiante puede saborear directamente lo que los filósofos dijeron, percibir la belleza de un diálogo platónico, la profundidad psicológica de los escritos agustinianos, la claridad del pensamiento cartesiano, la profundidad oscura de las Críticas kantianas, el estilo fluido de Ortega y Gasset.
Sólo me resta desear éxito al libro del profesor Terrones Negrete y que pronto podamos ver la segunda edición corregida y aumentada, aunque siempre orientada hacia los futuros periodistas.

Lima, 2 de marzo de 1992.

Enrique L. Dóriga.



[1] Eudoro Terrones Negrete es el autor de las obras Filosofía (Texto Universitario) y Sinopsis de la Filosofía (Antología), cuya primera edición se publicaron en Lima, el 4 de abril de 1992, por  Edición Gráfica ÍCARO Comunicaciones. Estas obras fueron utilizadas como material de consulta del curso de Filosofía que enseñaba el autor por muchos años a los estudiantes de la Escuela de Periodismo “Jaime Bausate y Meza”, Categoría Universitaria Ley N° 25167. El EQUIPO DE APOYO A LA INVESTIGACIÓN  de las obras estuvo integrado por: Aldo Galindo Ccallocunto (Dirección Técnica), Dr. Alberto Saberbein Terrones y Dr. Justo Enrique Debarbieri (Asesoría de investigación), Dr. Juan O. Negrete Coello (Asesoría jurídica), Fredy Quispe Guerra (Coordinación), Carmen Aquino de Espinoza (Administración y Finanzas), Clara Luz Álvarez Rodríguez (Análisis lingüístico y redacción), Fredy Campos Ochoa (Jefatura de promoción), Isabel Ramos Ramos y Ana Ingunza Bravo (Mecanografiado de originales), Víctor Hugo Terrones Álvarez (Composición de textos) y Manuel Ismael Suárez Arévalo (Archivo general).
[2]  Enrique L. Dóriga, magíster en Filosofía, doctor en Teología, catedrático principal y jefe del Departamento Académico de Humanidades de la Universidad del Pacífico de Lima-Perú.

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