LA ÉTICA DEL ESTUDIANTE
UNIVERSITARIO EN EL SIGLO XXI
Escribe: Eudoro Terrones
Negrete
No cabe duda que, felizmente, a nivel de todas
las carreras profesionales, la ética es universalmente reconocida en su verdadera
dimensión, sentido, importancia y trascendencia y como ciencia fundamental e
irremplazable para la formación de los profesionales en los diferentes centros
de enseñanza superior no universitaria y universitaria.
Todo ser humano tiene pensamiento
(teoría) y acción (praxis). El pensamiento es el conjunto de ideas que permiten valorar moralmente una acción en términos
de buena, mala, justa, injusta, honesta, deshonesta, responsable,
irresponsable, leal, desleal, honesto, deshonesto, digno, indigno, etc.
Para la difusión del
pensamiento los seres humanos utilizan un determinado medio: la palabra,
el escrito o el medio de comunicación. La acción se expresa a través de una
serie de hechos cuantitativos y cualitativos, hechos materiales que son observables
y valorables y que tienen una causa y un fin que les motiva. La valoración
moral de la acción se efectúa mediante la expresión de un juicio.
Son, pues, los hechos humanos
en general y los hechos de los estudiantes universitarios en particular, que requieren ser
juzgados o valorados a la luz de los principios de la ética para justificar con
sentido social su razón de ser en la vida de las personas y de las sociedades
de acuerdo a sus múltiples intenciones, fines o metas.
Las constituciones políticas de los países
democráticos del mundo amparan, reconocen y protegen los derechos de los
ciudadanos a expresar y difundir libremente los pensamientos, las ideas y las
opiniones mediante la palabra, el escrito, o cualquier otro medio de
reproducción, bajo las responsabilidades de ley y limitado sólo por el derecho
al honor, a la intimidad personal y familiar, a la seguridad nacional, a la
imagen individual y a la protección de la infancia y de la juventud.
La libertad de expresión, que es derecho
consubstancial de toda naturaleza humana, es una herramienta ineludible para el
ejercicio de la profesión periodística. Su uso y explicación debe ajustarse a
los principios de la ética, a ciertas regulaciones, para que los periodistas no
incurran en libertinaje, no abusen con este derecho y sean capaces de
garantizar el ejercicio ético de la libertad en aras del bien común.
Una vez más, se justifica la enseñanza de la
ética en la formación profesional de los periodistas. La información veraz y
objetiva es un bien público y social que requiere ser conocida por la sociedad,
a través de cualquier medio de difusión, para contribuir a la mejor y oportuna
toma de decisiones que conlleven a la solución de dilemas y de problemas de
diversa naturaleza.
La ética y el derecho son las principales
ciencias que fundamentan y justifican de manera racional y legal todos los
demás derechos humanos, entre los cuales están, principalmente, el derecho a la
información y el derecho de información.
La ética, bien entendida y aplicada en el campo
de las comunicaciones, es la ciencia que garantiza a la sociedad el derecho de
contar con informaciones y comentarios veraces, imparciales, pluralistas,
responsables y con independencia de criterio, que contribuyen a la formación de
una opinión pública saludable, respetable y de calidad, liberada del engaño, de
la mentira, del sensacionalismo, de los conflictos de intereses y de la
pornografía, de los chismes, de las intrigas y de los rumores, de los chantajes
y sobornos, de toda forma de manipulación y de corrupción informativas.
En la nueva sociedad del conocimiento actuar
éticamente es una necesidad imperiosa e ineludible. Hay múltiples razones para
ello. La ética es una necesidad social y sumamente útil para innovar, cooperar
y construir una sociedad solidaria, igualitaria, digna, libre y justa. La ética
sirve para resolver moralmente los conflictos y problemas que se derivan de
la acción o del comportamiento de las
personas. La ética permite recuperar el sentido de comunidad frente al individualismo.
La ética es útil para conseguir un liderazgo democrático que sea moralmente
excelente en todo sentido. La ética
sirve para asumir la responsabilidad de las decisiones y para recuperar la credibilidad y la
confianza perdidas.
El hecho de estar viviendo en un tercer milenio
en el que predomina el uso de equipos y
herramientas de comunicación altamente sofisticadas – producto de los
avances de la ciencia y la tecnología-, implica necesariamente que los
estudiantes universitarios estén provistos de sólidos principios y valores
éticos para superar con éxito los conflictos de intereses, los problemas y
dilemas éticos y los posibles daños de incalculable magnitud que podrían
ocasionar a las personas e instituciones.
Por eso es que hoy todo el mundo habla de
ética, habla de la necesidad de volver a sus fuentes primigenias o de formular
nuevas normas éticas concordantes con los avances de la ciencia y la tecnología
de la actual sociedad del conocimiento, con el fin de enfrentar a necesidades
nuevas derivadas de una sociedad de derechos y de las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación. Tanto es así que Rushworth Kidder, experto
norteamericano en temas éticos, llegó a decir lo siguiente: “No sobreviviremos
en el siglo XXI con la ética del siglo XX. Pienso que a medida que la situación
se haga peor, nos vamos a dar cuenta de la necesidad de tomar aún más en serio
el tema de la ética”.
Resulta que, nunca antes como ahora, el tema de
la ética deviene en una permanente preocupación. La ética es un tema
omnipresente. Cada vez crece más el interés por la ética en los parlamentos,
universidades, poderes del Estado, tribunales internacionales, colegios
profesionales, partidos políticos, congregaciones religiosas, sindicatos,
asociaciones. Organizaciones no gubernamentales, empresas públicas, empresas
privadas, medios de comunicación, editoriales, etc. El tema de la ética se ha
diversificado en casi la totalidad de los campos del actuar humano y es
analizado en sus alcances, dimensiones, sentidos, orientaciones, razones
teóricas, bondades y consecuencias prácticas.
La enseñanza de la ética en las carreras
profesionales universitarias se justifica plenamente dentro de las competencias
que el futuro periodista deberá demostrar para enfrentar con éxito los riesgos,
los retos, las innovaciones y los cambios del mundo del trabajo y que se
originan como producto de los avances científicos y tecnológicos de la sociedad
del conocimiento, combinando las exigencias de las tecnologías con sus saberes
adquiridos (saber ser, saber hacer, saber lograr, saber convivir, saber
emprender). Dentro de la serie de competencias[1] están las de
compromiso ético, los conocimientos de los valores morales, culturales y
estéticos
La formación de los nuevos profesionales
universitarios en los diferentes campos del saber humano no deben reducirse a simples aspectos
técnicos ni deben ser despojadas de contenido humanístico, ideológico, social e
histórico de la realidad de los pueblos del plantea.
La ética, como asignatura incluida en el
currículum básico del plan de estudio de las diversas carreras profesionales
universitarias de permite analizar y desarrollar de manera sostenida y profunda
los problemas, dilemas, teorías, principios, valores y códigos éticos.
La enseñanza de la ética en las aulas
universitarias requiere de mucho debate,
de mucha investigación sobre conductas éticas y antiéticas de los estudiantes
universitarios, que conlleven al mismo tiempo a redefinirla e reinventarla
dentro del nuevo mundo virtual en que se vive.
Precisamente, la deontología es la parte de la
ética especializada que estudia las acciones humanas en relación con la
profesión, estudia sus consecuencias morales, proyecciones ético- sociales,
posibilidades, potencialidades y limitaciones éticas.
Ética y formación profesional universitaria
siempre marcharon, marchan y seguirán marchando de la mano en procura del bien
común, del bienestar y de la felicidad individual y colectiva.
La enseñanza de la ética en las profesiones
universitarias se justifica porque la ética es una ciencia teórica y ciencia
práctica que tiene que ver no sólo con la reflexión filosófica acerca de los
problemas y dilemas éticos que origina el comportamiento del futuro profesional
sino que se trata que los estudiantes universitarios aprendan normas,
principios y valores para ser capaces de aplicarlos en la realidad profesional.
La enseñanza de la ética en las universidades
permite al estudiante formar su propia conciencia respecto a la moralidad de
los actos. Y para este fin los docentes universitarios encargan a los estudiantes
la recopilación de la información sobre los fallos de tribunales de ética de
los medios y de las Comisiones de ética de las universidades para que lleguen a
conocer de manera directa las faltas éticas en que incurren los estudiantes y
las vulneraciones a las normas éticas y normas jurídicas, respectivamente.
En la medida en que los estudiantes
universitarios comprueben fehacientemente que los principios y valores éticos y
sociales son respetados en la práctica, les resultará fácil comprender y explicarse
mejor que la ética es una parte sustancial e importante en el quehacer del
futuro profesional y que a través de ella se ponen al servicio de los valores
éticos en aras de una sociedad mejor organizada y desarrollada desde sus
cimientos.
La formación ética debe
ser una de las principales competencias en la formación de profesionales
universitarios para un mundo cada vez más cambiante y complejo.
Ante la pregunta ¿por
qué es necesaria hoy la enseñanza de ética en la universidad?, el periodista y
director de la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica de la Santísima
Concepción de Chile, Mario Urzúa Aracena, responde con claridad meridiana lo
siguiente: “La enseñanza de la ética en la universidad debe ser parte de todos
los planes de estudio, ya que es el marco de buen desempeño profesional que
debe guiar a todos los titulados universitarios. Hay exigencias éticas mayores
para algunas profesiones, como las que tienen que ver con la vida humana y con
los derechos de las personas, pero en general si la universidad tiene un deber
con la sociedad es entregar a ésta profesionales capacitados y a la vez
responsables, siendo esto último propio de la ética profesional…”[2]
Pero la utilidad, la trascendencia y la eficacia de
los códigos de ética del estudiante universitario depende en mucho del
compromiso de los estudiantes por su aplicación correcta. Pero si los mismos
estudiantes ponen en duda de la eficacia de los códigos, lo subestiman y no se
esfuerzan por conocerlos y aplicarlos en su labor académica cotidiana, muy poco
o nada podrá esperarse de su utilidad.
En la enseñanza de la
ética a los estudiantes de las carreras profesionales universitarias no sólo se
analiza los problemas y dilemas éticos que deberá afrontar el estudiante cuando
sea profesional sino también se le informa sobre las teorías o doctrinas
éticas, los códigos de ética, las faltas a la ética, los dilemas éticos, etc.
La ética debe también
abordarse no sólo en las aulas universitarias, sino también fuera de ellas, en permanentes
coloquios, mesas redondas, foros, seminarios-talleres, reuniones “de café”,
convenciones y congresos, etc.
El estudiante
universitario, tiene el deber y la exigencia moral de prepararse con seriedad,
responsabilidad y profundidad para ejercer con éxito sus futuras funciones
profesionales, pero también tiene el deber de mantener al día su preparación
mediante su reciclaje continuo (actualización y
capacitación profesional) en concordancia con las innovaciones y avances de la
ciencia y la tecnología y estar informado de los acuerdos, sugerencias o
recomendaciones de eventos académicos para perfeccionar o mejorar su actividad
profesional en sus centros de trabajo.
[1] Competencias lectoras en el orden
semántico, pragmático, textual, enciclopédico, crítico e intelectual;
comunicación oral y escrita en lengua materna y extranjera; competencia
digital; competencias interpersonales, interculturales y sociales; competencia cívica;
espíritu de empresa; aprender a aprender; aprender a emprender; capacidad de
aplicar los conocimientos en la práctica; capacidad de análisis y de síntesis;
capacidad para adaptarse a las nuevas situaciones y a los nuevos avances de la
ciencia y la tecnología; capacidad para generar nuevas ideas (creatividad);
toma de decisiones; capacidad de crítica y de autocrítica; capacidad de
trabajar en equipo interdisciplinario; conocimientos básicos de la profesión
periodística; habilidades de investigación; apreciación de la diversidad y
multiculturalidad; habilidades metodológicas para el autoaprendizaje
permanente, etc.