Las teorías sobre la educación:
TEORÍA DEL HUMANISMO INTEGRAL
Escribe: Eudoro Terrones Negrete
Los humanistas en general nos ponen en guardia
contra un pretendido progreso del hombre basado solamente en la técnica, la
ciencia o la economía. La crisis de la sociedad moderna se debe precisamente al
desequilibrio producido por el escaso perfeccionamiento moral junto al enorme
adelanto científico que aumenta los recursos y las comodidades. Cuando se
descuidan las virtudes morales, formativas del carácter y fundamento de toda
virtud social, el progreso técnico no hace más que dar armas a quienes son
incapaces de usarlas para el bien por no haber aprendido a liberarse del exclusivismo
egoísta de sus intereses.
Para impulsar el perfeccionamiento del hombre, la
pedagogía del humanismo aboga por una educación que alimente el pensamiento y
el gusto del educando con lo más precioso y elevado de la cultura humana. Hay
en el hombre una tendencia innata, espontánea hacia los ideales morales que
superan el mundo de la materia, y también una aspiración religiosa a lo
sobrenatural. Sofocar esas aspiraciones o simplemente prescindir de ellas en la
educación, es desconocer el todo del hombre, es mutilarlo, es limitarlo
arbitrariamente en sus elementos constitutivos, lo que equivale a negar u
obstaculizar su formación integral. Por eso el humanismo exalta los ideales
cuya utilidad consiste precisamente en su sublime inutilidad económica y rastrera,
ya que el hombre no ha nacido para vivir como los animales sino para «la virtud
y el conocimiento».
Jacques Maritain, en su obra «La educación en este
momento crucial», señala cuatro normas del proceso educativo del humanismo: La
primera consiste en alentar y favorecer las disposiciones naturales del
educando para las cosas del espíritu. La segunda se propone interiorizar la educación, o sea
aprovechar las formas espirituales que duermen en la inteligencia y la voluntad
y tienden a realizarse. Para ello procurará la liberación del poder intuitivo,
que favorece el conocimiento y traerá de obtener la libre adhesión del espíritu
a la realidad objetiva. La tercera norma expresa que la tarea de la educación
debe ser ante todo un constante esfuerzo por asegurar y fortalecer la unidad
interior del hombre. Finalmente, promoverá la libertad del espíritu, que sólo
se logra por el predominio de la razón».
La educación, por estos motivos, en opinión de
Morandi, debe formar al hombre integral: no sólo al hombre animal, o al
económico o al científico, o al ciudadano, o al trabajador, sino al hombre
completo, con su personalidad ético-religiosa. La perfección del hombre supone
el dominio de sí, la posesión del equilibrio interior de un orden armónico. Tan
sólo puede llegar a ella el educando que conozca y acepte la verdadera
jerarquía de los bienes de la vida. Hay actividades humanas enteramente buenas,
pero si no ocupan el lugar que les es propio, crean el desorden interior del
espíritu. Por eso los humanistas insisten en la necesidad de proveer al
educando de convicciones fundamentales que lo orienten hacia la finalidad
suprema a través de los valores subordinados, y la permitan tender a ella con
claridad, con fidelidad, con un alto sentido de responsabilidad y con un noble
coraje moral.