LOS SOFISTAS DE LA GRECIA ANTIGUA
Cuando las doctrinas teológicas y antropológicas de los Nuevos
Físicos hacían presagiar nuevos avances, el desenvolvimiento progresivo de la
filosofía griega quedó entorpecido por la Escuela Sofista.
Los
sofistas aparecen en la Grecia del siglo V como producto de la situación
social, educativa, cultural, política y moral de la época.
El
término sophistes significa “maestro
en sabiduría”, “maestría o pericia en alguna cosa”.
Hesíodo,
utiliza el término sophíe con el
significado de experiencia o maestría en el sentido espiritual y es quien
utiliza por primera vez el verbo sophízesthai
cuando se dispone a dar a su hermano Perses consejos sobre navegación, a
pesar de no ser un experto en este arte (nautilíes
sesophisménos).
Bertrand
Russell refiere que “En una época en que había en Grecia muy escasa enseñanza
sistemática, si es que había alguna, los sofistas realizaron esa labor. Eran
maestros ambulantes, que daban lecciones sobre una base puramente profesional.
La más respetable de sus actividades fue simplemente la provisión de una
cultura literaria. Pero hubo otros que enseñaron materias de importancia
práctica más inmediata”[1].
Los
principales sofistas son Protágoras de Abdera, Gorgias de Leontini (Sicilia),
Hippias de Elis, Pródico de Keos, Trasímaco de Calcedonia, Calicles y Antifón.
Los
sofistas, eran hombres elocuentes,
dialécticos, conferenciantes públicos, filósofos prácticos, precursores de la educación superior que
estaban orientados a la aplicación del aspecto social de la ciencia; fueron
maestros que arribaron a Atenas, procedente de ciudades extranjeras, con el fin
de “popularizar los conocimientos”. Lograron incursionar en la política, la moral,
la religión, la educación, el lenguaje y realizaron una permanente labor
crítica de las instituciones.
Los
sofistas sabían o simulaban muy bien saber de todo: aritmética, geometría,
astronomía, música, retórica, política, fonética, pintura, música, arte, entre
otros, pero centraron su filosofía en problemas antropológicos frente a lo
cosmogónico y cosmológico de los filósofos presocráticos.
Inicialmente,
los sofistas eran hombres prácticos, enseñaban los métodos adecuados y eficaces para
llegar al conocimiento, encontrar la verdad, saber vivir bien, gobernar bien y vencer al
adversario en las luchas políticas. Enseñaban la areté o virtud, el dominio de las palabras para ser capaces de
persuadir a otros y ganar en una contienda política.
Con
las palabras de Protágoras, diríamos que los sofistas se preocupaban en “poder
convertir en sólidos y fuertes los argumentos más débiles”.
Los
sofistas practicaron el relativismo,
al negar la existencia de una verdad universal, absoluta y necesaria ante el
escepticismo de obtener un conocimiento verdaderamente objetivo de la naturaleza
última del universo. Introducen en la Filosofía como nuevo tema de discusión el
hombre y dudan de que haya algo universalmente válido en el dominio de la
verdad y en el del bien.
Pero
también cultivaron el escepticismo,
pues no creían que el ser humano fuese capaz de conocer una verdad general y
válida para todos; decían que “Cada quien tiene su verdad”, por lo que tantas
verdades hay como personas pensantes. Protágoras afirmaba: “Como cada cosa me
aparece, así es para mí; y como aparece a ti, así es para ti”.
No
cabe duda que los sofistas eran expertos en la erística, es decir, en el arte de discutir; dominaron la retórica y
el arte de pronunciar bellos y magníficos discursos; percibieron honorarios por
sus enseñanzas a familias y jóvenes de poder económico, hecho por el cual
Platón y Aristóteles los denominaron “mercaderes de la enseñanza”.
Los
sofistas demostraron ser capaces de distinguir entre las leyes sociales (nómos) que son productos del hombre, y
las leyes de la naturaleza (Phycis). Las
leyes eran para ellos simples convencionalismos humanos, normas adoptadas para
vivir como personas civilizadas y no como animales.
Los
sofistas llegaron a introducir el nuevo concepto filosófico de Eudaimonía o felicidad del ser humano,
aunque jamás constituyeron una escuela unitaria, precisamente porque eran un grupo
heterogéneo con puntos concordantes en común, como el relativismo, empirismo,
agnosticismo y ateísmo.
Los
sofistas fueron reprochados por Aristófanes, Jenofonte, Platón, Isócrates y
Aristóteles. Para Aristófanes los sofistas carecían de todo sentido ético y
sabían cómo ganar las causas malas con tal de que se les pague. Jenofonte los
califica de corruptores de la juventud y de simples eruditos recopiladores. Platón
veía en los sofistas a comerciantes charlatanes que alaban sus mercancías para
venderlas de cualquier manera y eran sabios en apariencia; Isócrates, por su
parte, critica a los sofistas de su época al presentarlos como individuos de
escasa talla intelectual y que tienen por meta el lucro personal. Finalmente,
Aristóteles los califica de pseudofilósofos que tratan de impresionar con la
prédica de una falsa sabiduría.